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Llora todo lo que quieras

Lukyan abrazaba a su gran lobo mientras él lo hacía gemir. Con movimientos constantes que podían ser más fuerte pero la ancha espalda estaba tensa conteniéndose. Aun cuando él le había dicho que no podía contenerse medía su fuerza para no dañarlo. Su grueso brazo rodeaba su cintura cuidando de no lastimar su herida y manteniendo su posición en el borde de la mesa mientras la otra sobaba el muslo hasta sus nalgas, dejando sus dedos fijos en la piel blanca. 

Su olor lo envolvía, su boca lo devoraba, sus manos lo marcaban. Él solo podía entregarse a él. Sentirse querido, amado, protegido.

Dante abandonó su boca para dirigirla al cuello, lamiéndolo con ansias. Sus dientes arañaban la piel y Lukyan tembló. El omega echó su cabeza hacia atrás cuando sintió su cuerpo llegar a la cúspide junto a su esposo. Dejó caer su cabeza sobre el hombro masculino intentando recuperar el aire mientras el nudo crecía y se ajustaba a su interior. No le dolía en lo absoluto, era diferente a antes, se sentía placentero, perfecto. Esta vez la oleada de orgasmos lo atacó, pero más débilmente, gimiendo constantemente abrazándose a Dante.

El alfa acariciaba su cabeza con los ojos fuertemente cerrados. Agradecía a todo lo que se le pudiera rezar por haberle regresado a su lobo, su omega, su esposa, su reina. Corrió el cabello alborotado de su sien y la besó.

-¿Fui mi brusco?- le susurró contra la piel.

Él negó aun escondiendo la cabeza contra su hombro. Apretó los brazos, más fuerte alrededor de él antes que el lobo pudiera escuchar un sollozo proveniente de su garganta.

-¿Lukyan?- Dante intentó separarlo para ver que ocurría pero el agarre de él era firme –Lukyan, cariño ¿qué ocurre?- pero el sollozo de él solo aumentó.

Su cuerpo temblando violentamente, y el dolor de su pecho se extendían a todos los sentidos de Dante pudiendo sentir la agonía de por todo lo que había pasado.

-Tranquilo, amor- puso una mano en su nuca y tocó sobre la marca envolviéndolo con su olor intentando calmarlo –Estoy aquí, nadie te volverá a hacer algo. Llora todo lo que quieras, desahógate, yo estaré aquí-

Dante lo sostuvo contra él. Tomando todo de él, su dolor, sus preocupaciones, su dolor, su angustia. Siempre sosteniéndolo, cuidándolo, consolándolo.

***

Falco entró una hora más tarde en la oficina de su alfa para encontrárselo recostado en el sofá con un brazo detrás de su cabeza. Su reina dormía profundamente sobre él con solo la ropa inferior puesta. El beta hizo indicio de irse pero Dante abrió los ojos y le indicó entrar.

Falco se sentó mirando la espalda desprovista de su reina y la herida que se encontraba allí. Arrugó el ceño antes de bajar la cabeza.

-Alfa, me disculpo-

-¿Por dudar de él?-

-Hmm- le beta asintió avergonzado –Y por no protegerlo cuando usted fue envenenado, fue mi error, merezco ser castigado-

-¿Sus hijos están bien?- Dante le preguntó mirando hacia el techo, tener el pecho de su lobo sobre él, con una respiración constante y oyendo los latidos de su corazón, lo hacía sentirse tranquilo en medio del caos.

Falco se sorprendió por el cambio en el tema de conversación.

-Ellos están seguros, mi alfa, Bastian los ha cuidado hasta ahora-

-Eso está bien, no tienes que preocuparte por más nada, pero no habrá próxima vez- lo miró por el rabillo del ojo- Confío en ti con mi vida Falco, así que no quiero perderte de mi lado, si me entiendes-

El lobo más joven se levantó he hizo una reverencia, sus ojos cerrados vacilaban.

-Gracias mi alfa, prometo no volver a fallarle- se incorporó –Alfa, también tengo otra noticia. Dentro de poco llegan los otros alfas del Consejo. Lucian los mandó a llamar y puso un aullido de emergencia-

-Entendido, esperemos a que lleguen todos, preparen en salón-

-Si- el beta asintió dándose la vuelta encontrándose con que Edgar entraba.

-Ustedes malditos- su rostro estaba sumido en una mueca- Solo me dan problemas, no se cuidan. Siempre están llenos de heridas, por favor, piensen un poco en mi- se acercó hacia donde estaba Dante –Pero esto es peor de lo que me imaginé- su rostro pasó a uno de asombro para inclinarse examinando la herida más de cerca y mirando a alarmado a su primer y segundo al mando.

-¿Tan malo es?- el corazón de Dante palpitó contra su pecho.

-Tan malo como para decirte que con toda la medicina que pueda tener no puedo ayudarlo del todo, la marca quedará permanentemente en la piel, además, qué demonios hizo esa herida- pasó el dedo por el borde recibiendo un bajo gemido del lobo –Al parecer le duele y mucho-

Edgar se alejó para buscar algo en su maleta y entregándosela a Dante.

-Asegúrate de untárselo al menos tres veces al día, no se cuanto sea el efecto, pero le ayudará con el dolor temporalmente. Ahora si me disculpan me retiro, alfa pero no puedo hacer más nada por la reina a pesar de que le debemos mucho-

-No te preocupes Edgar- Dante suspiró pasando la mano entre los cabellos de Lukyan- Estoy seguro que haces lo mejor-

El alfa lo vio irse y suspiró profundamente. Se acercaban tiempos turbulentos. Solo esperaba ser lo suficientemente fuerte para proteger a su manada y a su familia.

***

Bastian no los pudo contener más. En aquella habitación, Sacha, Axel, Fallen y hasta el mismo Matías parecía que querían saltarle arriba para sacarle de en medio. En cuanto habían detectado el olor de su madre se habían vuelto como locos. Querían verlo, saber que había ocurrido. Saber por qué había un hueco en el pecho de todos ellos, como si un miembro importante de la familia se hubiera ido de sus lados.

A pesar de que les habían explicado la situación no podían, no querían creerlo. Necesitaban ver a su madre. Al final, la puerta se abrió y Falco estuvo delante de ellos. Los cuatro se tranquilizaron y se estuvieron quietos mirando al beta el cual no habló. Se corrió a un lado y les dejó el camino libre para que fueran directo a su destino.

Sacha corrió más rápido que todos ellos. Doblaron la esquina y lo encontraron allí, junto a su actual padre adoptivo. Se detuvieron. Fallen agarró el brazo de su hermano menor y lo puso detrás de él. Matías se puso también delante. Axel quiso protestar, pero se quedó al lado de Sacha.

Lukyan se giró cuando los olió y se giró lentamente. Su rostro no mostraba el caos que atacaba su cuerpo, pero Dante posó una mano sobre su hombro. Él era capaz de sentirlo y daría lo que fuera por tal de ayudarlo, pero esto era algo que su compañero debía resolver por sus medios.

Los cuatro lobos se detuvieron delante de su madre. Inesperadamente Lukyan sonrió aliviado y en sus ojos se suavizaron.

-Me alegra que estén bien- dio un paso hacia Matías y alzó una mano, directo a su mejilla pero la detuvo a algunos centímetros de la piel para retirarla. Recordaba la mirada que le habían dado sus hijos y por la forma que actuaban estaba seguro que todavía le tenían miedo.

Pero antes que su mano volviera al lado de su cuerpo, fue sujetada por su hijo mayor.

-Madre- lo llamó de esa forma por primera vez -¿Estás bien?-

Lukyan abrió sus ojos saboreando la voz de su hijo llamándolo madre. Volvió a sonreír.

-Sí, cachorro, estoy bien-

-Ma- Sacha salió de detrás de Fallen con la cabeza baja y se puso al lado de su hermano -¿Ma, tú nos odias?- lo dejó sin palabras.

-Ma, nosotros no hemos sido buenos –Axel copió a su hermano –Por eso pasó todo esto. ¿Es verdad lo de Laira?-

Lukyan fue el que bajó la cabeza esta vez.

-Sus huesos ahora descansan en paz, lo siento, no pude protegerlo- su voz se fue apagando viéndose totalmente destruido.

Una mano se puso sobre su cabeza y fue empujado contra el pecho de alguien. El olor de su hijo Fallen cubrió sus fosas nasales.

-No es tu culpa Ma, no es tu culpa-

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