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Consumación

NO

El grito de Lukyan hizo a Dante separarse un poco de él con el corazón latiéndole exaltado. Apenas si lo había tocado y solo besaba su cuello y había colado su mano por debajo de su túnica hacia el muslo.

-Lukyan, lo siento. No quería asustarte- se incorporó poniendo una distancia prudente.

-¿Asustarme? ¿De qué hablas Dante?- él lo miró levemente jadeando y el alfa se quedó incrédulo -Es que no quiero que me rompas esta prenda, me gusta y ya te venías con intenciones-

Dante alzo una ceja.

-Podrías no hacer eso, pensé que te habías arrepentido de continuar-

-Bueno, no sería muy racional dejarlo cuando estamos a esta altura- hizo un movimiento con la cabeza como indicándoles su actual posición.

-Me gusta que estés de acuerdo con mi forma de pensar- Dante sonrió y besó su frente para después restregar su nariz contra la de él- ¿Entonces, seguimos?-

El omega no le respondió pero al no mostrarle resistencia le indicaba que tenía carta blanca para seguir. Dante, para evitar algún otro imprevisto desplazó su mano hacia la espalda desatando la fina cinta que unía la prenda. No supo cómo, pero la logró zafar sin perder la paciencia. Por eso odiaba la ropa.

Besó nuevamente los labios de Lukyan para seguir a lo largo de su cuello dejando una visible marca roja que pasaría por otros colores antes de desaparecer, pero lo que más disfrutó fue el gemido que salió de los labios del lobo ante la acción. Aun así, cuidaba todos sus movimientos. Iba lo más delicado que podía sin poner demasiada presión sobre él y vigilando cada una de sus reacciones, no sería un animal y se detendría las veces que fuera necesario. Su objetivo era que él se sintiera bien.

Corrió la túnica hasta debajo de la cintura dejando a la vista el pecho plano pero suave que antes había palpado y que ahora podía saborear. Atrapó uno de los pezones regordetes entre sus labios mientras jugó con el otro mientras la columna del lobo se arqueaba inconscientemente. Los dedos de él se enterraban en su cabeza enredándose con las hebras oscuras de cabello y Dante disfrutaba el contacto.

El alfa desplazó una de sus manos repasando el contorno de su estrecha cintura hasta la cadera y tiró más debajo de la tela incorporándose un momento para retirarlo por completo. Al sentirse tan expuesto ante la potente mirada depredadora del alfa, Lukyan se sintió algo intimidado e intentó cubrirse doblando sus piernas cuando fue detenida por él.

-No tienes que ocultarte de mí- tomó una de sus manos y besó sus nudillos- Eres hermoso, esposo mío-

Sus palabras junto a la calidez y ternura que mostraron aquellos orbes parecieron calmarlo un poco pues la tensión de su cuerpo fue disminuyendo quedando otra vez a merced de él. Dante aprovechó y le abrió las piernas poniéndose entre ellas. Volviendo a bajar en busca de sus labios que fueron bien recibidos.

Los brazos de Lukyan rodearon su cuello atrayéndolo más hacia sí, haciendo que el contacto físico aumentara. Sin ninguna ropa que se interpusiera entre ellos él podía sentir la irregularidad de los músculos del alfa sobre él cubriéndolo completamente. Los gruesos muslos que no dejaban que los de él de cerraran dejándolo totalmente abierto a él y la calidez de su intimidad tan cerca de la suya que lo hizo temblar de anticipo. Había dicho que no encontraba placer en el sexo, estúpida afirmación. Donde había estado este lobo todos estos malditos años. Estar junto a él, dejándolo que lo tocara era delicioso.

Los dedos de Dante buscaron su agujero trasero ya húmeda y caliente, y se introdujeron en esta, tan rápido y profundo, que le hizo soltar un grito contra sus labios. La invasión repentina hizo al omega temblar y apretar la cadera de Dante con sus rodillas. Los dedos se movieron levemente, pero Lukyan estaba tan excitado y relajado que solo el simple roce en sus paredes era demasiado estimulante. Su ano no opuso resistencia.

-Estás listo tan rápido- el alfa se incorporó sobre sus brazos con una sonrisa satisfecha, sacando los dedos todos húmedos y los lamió sumamente ansioso. Eso era lo bueno de los omegas. Su erección ya dolía -¿Puedo?-

Esta vez Lukyan si asintió con la cabeza, jadeando y un marcado sonrojo que lo estaba volviendo loco. El alfa respiró para calmarse y posicionó su glande contra la entrada que esperaba ser llenada.

Con un movimiento de sus caderas comenzó a introducirse lentamente haciendo que los temblores en su cuerpo fueran aún más grandes. Nunca se había sentido tan bien en toda su vida. Pero el esfuerzo de hacerlo lento para no dañarlo llenó su espalda de gotas perladas de sudor y cuando pensó que perdería el control se encontró totalmente dentro de su ahora esposo. Al fin estaba en su interior

Bajó la mirada ante el gemido de Lukyan que pegaba su rostro abrazada a su muñeca que quedaba al lado de su cabeza. Su respiración era igual de intensa que la de él y las paredes de su ano lo apretaban al punto que pensó que se correría.

-Amor- le apartó el cabello que estaba pegado a su mejilla- ¿Estás bien?- estaba preocupado, aun no sabía cómo él iba a reaccionar, todo el camino hasta el momento había ido bien, no podía echarlo a perder ahora.

El lobo abrió lentamente los ojos y Dante se quedó sin palabras. El rostro de Lukyan se giró hacia él con una sonrisa complacida que solo la hacía ver más joven, hermoso, apetecible. No pudo evitarlo y se salió unos centímetros de él para entrar de golpe haciéndole gritar.

Dante se estaba volviendo loco y sus caderas temblaban así que se dio rienda suelta y comenzó a moverse primero lentamente, pero constante y después de escuchar los gemidos seguidos del lobo aumentó la velocidad sintiendo el placer de él mismo crecer. Buscó su cuello y dejó una hilera de besos en él. Se veían hermosos en su piel blanca.

Levantó un poco más la cadera buscando más satisfacción y Lukyan se abrazó a su espalda. Las caricias se hicieron intensas, les era difícil respirar, pero aun así no podía detenerse, ninguno podía, y la fuerza con que él lo apretaba con las piernas alrededor de sus nalgas le decía que no lo hiciera.

-Lukyan- lo llamó al oído para después morder su lóbulo- Déjame girarte, tengo que marcarte y en esta posición es difícil-

El omega estuvo renuente en primer momento, pero después lo soltó y saliendo de él, Dante lo giró sobre sí y lo tomó de las caderas atrayéndolo hacia él y penetrándolo de nuevo. Pasó una mano a lo largo de la delgada espalda hasta la nuca y se relamió. Su orgasmo estaba cerca y debía marcarlo cuando llegara ese momento. Sus colmillos se alargaron más de los normal formando sus caninos lobunos que romperían con facilidad la carne tierna.

Apretó la piel de las caderas cuando se detuvo de golpe al oír un sollozo. El cuerpo temblante de Lukyan lo paralizó. Su corazón se quiso salir del pecho y él con un rápido movimiento se apartó de él que abrazaba uno de los cojines y enterrando su rostro en él.

Temblaba notoriamente y se había hecho casi un ovillo en la esquina de la cama.

Dante se quedó estupefacto y el raciocinio volvió de golpe. Los sollozos silenciosos llegaron a sus oídos y el olor del miedo a su nariz. Se acercó suavemente y tocó su muslo con cuidado

-Lukyan- lo llamó

-No me toques- apretó más la almohada- No me toques- sus palabras se fundían en los sollozos- No me hagas daño-

Ahí estaban. Todas las cicatrices que no habían sido sanadas florecían. El alfa dedujo que debió haber sido la posición, pues esta era conocida por ser una de sumisión. Él no lo veía así, pensaba que dar la espalda a tu amante era mostrar toda la confianza como para mostrarle un lugar muy vulnerable como la nuca, donde con solo los dientes podías acabar con su vida, pero al parecer Sylas no pensaba igual.

-Lukyan, esposo mío- lo llamó suavemente, pero él intentó volverse a apartar sin encararlo.

-No me toques- repetía una y otra vez con voz quebrada.

Dante tragó y contuvo la rabia dentro de él. Lo mataría, mataría a ese desgraciado. Estiró una mano y de un tirón quitó la almohada lanzándola lejos de ellos para agarrar las dos muñecas de Lukyan. El corazón se le partió al ver su rostro bañado en lágrimas y sus ojos difusos atrapados en el pasado.

-Lukyan, mírame- le exigió de forma autoritaria- Mírame precioso, vuelve conmigo-

El pequeño cuerpo estaba pálido y parecía convulsionar de los temblores. Dante lo abrazó mientras él se agitaba y comenzaba a gritar contra su pecho. Las uñas de él rasparon la piel de la espalda en un intento de soltarse. Incluso así Dante no lo soltó. Repetía palabras para calmarlo y besaba su cabeza.

Dejaba salir sus feromonas para rociarla sobre él. Conocía su rechazo por la similitud de alfa, pero lo que pretendía era que él lo reconociera.

Pocos minutos después Lukyan cayó exhausto en sus brazos y él supo que el trauma había pasado, al menos por el momento. Los recuerdos de todo debían haberlo atacado cogiéndolo con las defensas bajas.

-¿Dante?- el omega lo llamó contra su pecho con voz ronca de tanto gritar.

-Estoy aquí precioso- besó su frente- Soy yo, estoy contigo-

-Dante- las lágrimas volvieron a salir y él lo abrazó buscando sus labios que devoró con ansias.

-Sé mío Lukyan- le habló contra su boca- No dejaré que nadie de haga daño. Borraré todos esos recuerdos tortuosos dentro de ti. Solo dame la oportunidad-

Esta vez fue Lukyan el que lo besó tembloroso y se sentó a horcajadas sobre él y poco a poco bajó por su erección por él mismo haciéndolo gemir. Buscaba olvidarse de su anterior ataque y la única forma de hacerlo era dentro de los brazos de su actual esposo, compañero, su lobo.

El dolor de las heridas de su espalda de Dante pasó a un segundo plano. La cabeza de él se escondió en su cuello junto a su glándula aspirando su aroma para recordarse que no era Sylas, que era Dante quien estaba con él.

El alfa se movía lentamente. A pesar del placer había un poco de dolor por el orgasmo tronchado anteriormente, pero desapareció cuando volvieron a gemir juntos. Bajó la mano a la cadera de él y marcó un ritmo que pronto lo tuvo al borde.

-Lukyan, sé que es duro, pero tengo que marcarte- él se incorporó lentamente y asintió con la cabeza.

Esta vez cuando lo volvió a girar y ponerlo boca abajo dejó nuevamente su mano justo al lado de la cabeza de él para que se abrazara mientras volvía a penetrarlo. Los dientes de Lukyan se enteraron en la tierna carne de su muñeca, aunque no con la intención de hacerle daño. Las pocas gotas de sangre que llegaron a su lengua la marearon.

Un escalofrío recorrió su columna del alfa y dio dos estocadas más cuando el calor se acumuló por todo su cuerpo y explotó en un devastador orgasmo.

Pegó su cadera con fuerza contra los redondos glúteos de su esposo sintiendo como el nudo crecía desmesuradamente, anudándolos a ambos. Abrió su boca y buscando la nuca de él enterró sus colmillos hasta el fondo dejando que tanto su semen como el químico de sus colmillos lo llenaran...

Marcándolo por fin como suya.

Ahora Lukyan debía ser fuerte para soportar la última parte del ritual. La formación del lazo. La menos agradable.

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