Al fin mío
Abrió los ojos con la respiración atorada en su garganta. El techo se cernía sobre él en una nebulosa clara que reconoció. Estaba en su habitación. Se incorporó con cuidado. Cada músculo de su cuerpo rugió y tuvo que morderse los labios para no gritar.
¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? ¿Qué había ocurrido con sus cachorros? Lo último que recordaba era haber saltado contra alguien y todo negro después. Había una inmensa laguna mental desde haber oído las palabras de aquel lobo.
Aquel lobo. ¿Qué demonios se creía? Le hablaba como si él fuera una mísera basura que no valía nada. Eso lo había molestado, pero la gota que había colmado el límite era que intentaba poner los dedos sobre sus hijos y no lo permitiría.
La rabia volvió a invadirlo y tensó los brazos en respuesta, causándole repetido dolor.
-¿Ya estás despierto?-la voz de Dante se escuchaba cerca.
El olor del alfa de aquel lugar lo invadió. Denotaba decepción, molestia. Estaba intranquilo. Eso le pareció raro viniendo de un alfa como...él.
-¿Qué ocurrió?- se tocó la sien intentando recordar algo.
-Te convertirte en lobo- hizo una pequeña pausa- Y atacaste a Lucian.
Lukyan abrió los ojos y los recuerdos lo golpearon de momento.
-Suerte que colapsaste antes de destrozar su garganta. Tu cuerpo aún no está preparado para el estrés que conlleva la transformación- Dante estaba recostado contra una pared cercaba -Aunque tengo que reconocer que eres extremadamente rápido atacando a ese punto débil-recordó sutilmente el incidente parecido que lo involucraba a él.
Lukyan no respondió. Era de las cosas en que más su padre se había enfocado. Un ataque certero y preciso. No había margen para el error.
-Tengo que agregar que no fue la decisión más sabia- dejó su posición y se acercó hacia él poniéndose delante con las pupilas dilatadas -El Consejo ha dado un veredicto- habló mirándolo.
El lobo tragó saliva. El semblante de Dante estaba neutro, sin expresión y parecía más pálido de lo normal.
-Aceptaron tu petición de acoger el castigo de tus hijos, ellos quedaran exonerados y bajo mi tutela, aun así está la cuestión de asumir el lugar de dirigente de la manada siendo omega y la destrucción de él a manos de tu esposo. Ellos decidieron que tu sentencia seria... -se demoró en decir las palabras- La muerte- concluyó en un susurro.
Lukyan apretó la sábana debajo de sus manos perdiendo todo color del rostro. No dijo nada, se lo esperaba desde el día que había tomado aquella posición, pero ahora, no era el momento para irse de este mundo, tenía muchas cosas que hacer.
-A pesar de intentar razonar con ellos, también formo parte del Consejo, lo único que me permitieron fue mantener la custodia de toda tu manada con la condición que si hay alguna inestabilidad ellos intervendrían- hablaba pausado mirando la coronilla del lobo -En tu caso cuando quise objetar, ellos refutaron que un lobo marcado no podía ser de otros, aunque te hiciera mi reina dado que eres omegas, perteneces a Sylas y eso está en contra de las leyes-continuó explicando con dificultad.
Un silencio doloroso invadió la habitación. Lukyan levantó la cabeza y el violeta de sus ojos brillaba intenso.
-¿Y si no estuviera marcado? ¿Qué ocurriría? -inquirió.
Dante lo miró extrañado.
-Podría reclamarte como mi reina y te salvaría de todo castigo al ser yo el alfa de esta manada- dijo de forma convincente.
-¿Es el único camino?- él le preguntó serio, recibiendo una respuesta afirmativa por parte del alfa.
Lukyan cruzó los pies por el borde de la cama y se incorporó en el suelo olvidando todo dolor. Dante retrocedió dos pasos atrás dándole espacio.
El lobo se giró y agarrando el borde superior de la camisa grande que llevaba puesta cubriendo su desnudez; la rasgó hasta la altura del pecho. Con su mano corrió el cabello suelto dejando a la vista del alfa su cuello perfectamente liso, sin ninguna cicatriz.
Dante se quedó petrificado al ver su nuca. No tenía marca de enlace, no había sido mordida. Sylas no lo había hecho suya, no tenían un lazo por el resto de sus vidas. El remolino de emociones que lo recorrió lo mareo.
-Si el camino para seguir viva y estar con mis hijos es que me marques entonces hazlo- la voz de él denotaba toda su determinación -No puedo morir todavía -añadió mordaz.
El juicio de Dante se fue a volar. Faltaban apenas días, pocos días para su celo y aquel omega le enseñaba su cuello como un festín. No sabía lo que estaba haciendo. No articuló palabras. Se acercó a él y lo tomó por el hombro empujándolo contra la cama y recostándose sobre él; poniendo todo su peso sobre el más pequeño, inmovilizándolo.
Miró la piel blanquecina y se lamió los labios. Sentía sus caninos aumentar centímetros y los deseos de morderla eran casi insoportable.
Bajó su rostro y lamió la piel en toda su extensión. Sabía deliciosa, suave. Volvió a hacerlo y se estremeció anticipando lo que pasaría. La excitación lo empezaba a recorrer y comenzó a jadear. Abrió la boca y acercó sus dientes, pero antes de morderlo la cordura volvió para hacerlo reaccionar. A pesar de estar quieta el pequeño cuerpo debajo de él no paraba de temblar y escondía su rostro entre las sábanas.
Dante puso sus manos a cada lado de la cabeza de él y se incorporó en sus brazos. Con su mano cerró la tela ocultando su cuello y dejó un pequeño beso, resultándole difícil apartarse y no terminar lo que iba a iniciar.
-No lo haré ahora- eso pareció detener un poco su temblor- No hay necesidad de apresurarse. Ahora que sé que no perteneces a Sylas puedo tomarme el tiempo de hacer las cosas debidamente, no es adecuado que un lobo que va a tomar el lugar de reina sea marcado ante de su boda- el respeto bañaba las palabras.
Lukyan despegó el rostro de las sábanas y lo giró un poco.
El alfa besó su sien con cuidado.
-Hablaré con el Consejo, quédate aquí y descansa. Prepararé todo porque dentro de poco al fin serás mío- decretó.
Dante se incorporó y lo dejó allí solo en aquella habitación. Y por primera vez desde que había salido de su celda, Lukyan gritó de impotencia sobre la tela de la almohada y sollozó hasta que su garganta no pudo soltar un sonido más.
Permitir que lo marcaran solo significaba una cosa, estar atado por el reto de su vida.
Había salido de un cautiverio, solamente para entrar en otro. Pero ya no había vuelta atrás.
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