Capítulo 24: La frialdad no solo es de la noche
SoMin estaba consciente de las constantes visitas cuán investigador del robusto. En vez de sentirse mal, sintió que la necesitaban. Pero no cedería, no hasta cumplir su cometido que parecía ir por un buen camino.
Esa semana decidió no asistir a clase, pero con ayuda de su nueva amiga se encontraba al tanto de todo mientras se dedicaba en su plan para acabar con ese chico. Con o sin el apoyo de sus amigos, lo haría a toda costa.
—¿SoMin? ¿Qué haces aquí? ¿No fuiste a clase?
La mencionada abrió los ojos. Estaba de espalda hacia su madre, se giró cuando ya estaba segura de cómo excusarse. Conociendo a la mujer esbelta y de cabello corto por encima de sus orejas, vestida y preparada para ir a cumplir sus deberes, sabía que lo primero que tendría por parte de ella sería una reprimenda, enseñándole que nada ganaría al hacerlo —aunque la menor sí sabía qué obtendría— y destacando que no la había educado así, como si en toda su vida ella hubiera participado en su instrucción.
—Oh, madre, estás aquí —recorrió con la mirada su delgado cuerpo, notando que en todo momento se inundaba en joyas, desde simples hasta más exuberantes, pero sin dejar de valer más que una casa cualquiera—. No me siento muy bien —Se quejó dejando caer su cabeza a un lado, con el entrecejo arrugado.
—¿En serio? Déjame ir para que te hagan un chequeo, pobre mi bebé.
La mujer, preocupada, salió de prisa de la casa, repiqueteando sus delgados tacones blancos por los pasillos lejanos. Incluso desde la lejanía, SoMin escuchó su caminar apresurado por las escaleras.
Entonces era momento de pensar. ¿Decirle que ya estaba bien, que no era gran cosa o hacer un plan para hacerles creer que estaba enferma y seguir con lo suyo en el ordenador a su derecha? Debía decidirse rápido, no le tomaría tiempo a su madre llegar con el médico de la familia.
Levantó su cuerpo de la silla para observar a su alrededor, con ambas manos posicionadas en su espalda y observando fijamente la cama. No se le ocurría nada efectivo.
—Maldición.
No le quedó de otra que ponerse varias prendas calurosas para ir directo a la cama y arroparse con la gruesa cobija, antes de ello había mojado su rostro y pegando su cabello al mismo a la vez que en su cuello sin dejar de lado la computadora aún encendida. Los diversos pasos no tardaron en resonar entre los pasillos debido a la prisa.
Tosió como lo hizo aquella vez que enfermó de verdad, desde el fondo, ocasionando un leve dolor en sus pulmones y garganta. Estaban más cerca de lo pensado, así que restregó sus ojos para darles un aspecto rojizo y lloroso.
—¡Oh, mi dios! —exclamó al verla tumbada en la cama—. ¿Estás bien?
Negó con pesadez.
—¡Pero si te vi mejor hace rato! —Se escuchaba preocupada y lamentable—. Doctor, vea a mi pequeña, por favor.
El hombre se acercó, dispuesto para chequear a la joven en cama esforzándose para hacer creíble su actuación. Hizo lo típico, desde un chequeo en sus ojos llorosos hasta el de sus pulmones.
—No parece nada grave, le recomiendo descansar y estar al tanto de su alimentación. Si empeora, estaré cerca para venir.
SoMin, en sus adentros, suspiró con una sonrisa por su victoria.
—Cariño, ¿quieres que me quede contigo?
Negó.
—No, mamá. El doctor dice que estaré bien —Se había esforzado en bajar el tono de su voz para hacerla rasposa y lenta, tan lamentable. Tosió—. Ve a trabajar, las criadas van a cuidar bien de mí.
La mujer, temerosa y sin estar segura, asintió.
—De acuerdo, pero me llamas, ¿vale? —vio a la menor asentir con la misma lentitud de siempre, dejando caer sus ojos que supuso que le pesaría por el cansancio y el mismo ardor que provocó la rojez en los mismos. Salió de la habitación dejándola sola y suspirando por lo bien que actuó—. No la dejes sola, escríbeme en todo momento.
A la media hora se deshizo de todo aquello que la mantenía acalorada en plena época de ambiente neutral. Al despojarse de esas prendas, se dejó estar en una delgada bata color lila suave. Sabía que no iba a poder salir por la alerta entre los criados y que, según sus sospechas, habría una sirvienta cuidando desde el exterior atenta a cualquier ruido quejoso desde el otro lado de la pared donde se recostaba. Sin embargo, ese día no necesitaría salir en absoluto.
Ya llevaba días en casa, investigando todo lo posible, consultando y creando el plan perfecto para vengarse por lo que le hizo SooBong meses atrás. Aunque ya fuese una semana en ello, solo esa vez su madre se enteró de ello, supuso que había sido por el chófer o por algún otro empleado. De todas maneras, no le importó.
Se había salido una vez más con las suyas, cosa que le hacía reír por lo bajo para no alarmar a quien estuviese fuera. Ya sería el último día y, en la reunión prevista para el fin de semana siguiente que sin duda aprovecharía, lo encararía dándole de su propia medicina.
SoMin se mostró vulnerable esa vez y la siguiente, pero ya no podía darle el lujo a un malnacido como él de ver la peor parte de sí misma.
Tomó el vaso con que antes le habían llevado junto con unas pastillas para el sueño y tomó sus píldoras de siempre para tratar su ansiedad.
Su celular no sonaba ya que lo había apagado el primer día, pero estaba más que segura que al encenderlo éste colapsaría por los múltiples mensajes de sus compañeros de clase preocupados por la bella y despampanante Jeon SoMin y de sus amigos rogando cualquier cosa para que volviese.
Estaba segura de ello, que la extrañaban y estaban haciendo de todo para tenerla de vuelta y ser perdonados por no seguir sus hazañas. Pero no.
Cuando llegó el lunes no dudó en dar la cara en la universidad, mostrándose al día de todo y dando sus mejores excusas para no preocupar a nadie más.
—¿Tus amigos te visitaron? Estaba muy preocupada por ti, no respondiste mis mensajes.
SoMin llegaba a revisar solo los mensajes con la opción no molestar activada. Cuando revisaba esos, siquiera le respondía. Solo necesitaba saber la información y volver a las tinieblas de su investigación.
—Claro, estuvimos de vacaciones juntos. Fue genial.
Por supuesto, mintió. Cuando encendió su celular y desactivó la opción, tenia mensajes de todos —incluso de ese profesor guapo que la insinuaba—, menos de KARD. Ni uno solo, cosa que le hizo sentir un dolor en el pecho, el de decepción.
—Parece que me equivoqué —Se dijo a sí misma—, no me extrañan en absoluto.
—¿Qué no te extrañamos? ¡Pero si esta semana fue aburrida sin ti!
—¡Oye! —exclamó una voz femenina.
SoMin sonrió ocultando su celular. Sus compañeros de clases la agarraron de sorpresa llegando desde atrás.
—¿Comemos juntos?
—Claro.
***
Esa semana no volvió a ver a Matthew sentando solo en el parque, ni en la acera ni asomado entre los arbustos. Lo entendió, aunque le había costado.
—Matthew, es... digamos que... un mentiroso compulsivo. ¿Y saben qué es lo peor? Que se meta en problemas y no los afronte como es. Solo tiene la apariencia de un hombre fuerte, pero llora por su mamá y se deja golpear por su hermano.
—¿En serio? Oh, qué chico tan fracasado.
—Pero no es el único. TaeHyung solo sabe decir cosas raras y de fikis —acercó su rostro al centro de la mesa y bajar la voz pese a no tener nadie a su alrededor que le importara sus palabras—. Se viste... bueno, como todo un niño fanático y es como HanSul.
—Uhg —Todos hicieron una mueca de asco.
—JiWoo solo quiere ser como yo, no tiene personalidad propia y hace todo igual a mí. Una vez —fingió recordar con dolor al llevar sus manos a la altura de su nariz y cerrar los ojos—, se obsesionó tanto conmigo que pasó todo un mes vistiendo, riendo, hablando... todo lo hacía como yo. Estuvo una semana en mi casa tratando a mis padres como los suyos. No la culpo, su familia murió en un incendio y solo ella sobrevivió por estar en clase.
—Esto es demasiado. ¿Cómo pudiste hacerte amiga de ellos? —La chica rubia a su lado no pudo quedarse callada ante esas confesiones.
—No lo sé —canturreó triste—, pero estoy segura que se acercaron a mi por mi dinero. Son pobres y me parece que se aprovecharon de mi para comprarles cosa.
—Debió ser difícil para ti, SoMin —El chico dejó su postura erguida para tomarle las manos.
—Lo fue.
—Qué bueno que cortaste relación con ellos pronto —agregó otro chico. A diferencia del anterior, era más pequeño y de corte bajo, moreno y rostro regordete.
—Esperen, ¿Matthew no es el que la vino a buscar todo este tiempo?
—Oh, cierto —respondió la rubia la pregunta de la chica baja de corte japonés—. Se nota lo desesperado que está por robarte dinero, pobre SoMin. No puedes tener amigos por tu dinero.
SoMin sonrió.
Era tanto su don para mentir que ni notaron lo raro en su relato.
Ese fin de semana se adornó con las mejores joyas de su colección acompañando su vestido color miel ajustado a su hermoso cuerpo. Su cabello oscuro como la noche, se dejaba caer por sus hombros con delicadeza y uno que otro mechón sobre su frente, maquillaje simple, pero labios intensos.
Estaba lista para llamar la atención de todos, en especial la de SooBong que supo que no faltaría.
Cuando llegó al sitio de reunión junto con sus padres, la atención se fijó en ella que deslumbraba por su belleza. Lo vio desde la entrada sin apartar la vista de ella, las cuales chocaron y se retuvieron por un largo rato hasta que una voz retumbó en su cabeza.
—SoMin, ¿me estás escuchando?
—Sí, sí —pronunció mirándola.
—Ah, ¿sí? ¿Entonces qué dije?
—Que irás hablar a otro lado —supuso. Siempre era lo mismo.
Cuando menos lo esperó, al girarse, estaba SooBong tendiéndole una copa de vino.
—Hola.
Farfulló poniendo sus ojos en blanco en otra dirección. Sus brazos cruzados dieron a entender que no tomaría la copa.
—Veo que estás sola, ¿y tus amigos?
—¿Te incumbe?
—No, pero no veo manera de tener una conversación contigo.
—Parece que hoy no traes a tu perrito faldero.
—¿Mi perrito...? Ya —rió—. No seas así, entiendo que estés celosa porque no eres tú quien se va a casar con este bombón. Pero bueno, ella está en los preparativos de la boda.
—Creo que siento pena por ella —admitió—. Pero me enteré que es falso ese compromiso.
SooBong estaba rojo cuán tomate, pero sonrió.
—Parece que me has investigado —rió por lo bajo—. Déjame decirte que te equivocas, querida. Sí me voy a casar, pero no tenemos la intención de hacerlo público.
La risa de SoMin resonó entre el bullicio. Asintió, divertida.
—Te entiendo. Me parece que estaría mal anunciarlo al tiempo de estar en una relación reciente.
—¿Reciente? Pero si apenas salimos, ¿pensaste que era en serio? Vamos, ya te lo dije —tendió otra vez la copa la cual correspondió.
—En realidad no, pero ya sabían muchos que había algo entre nosotros —emitió. Llevó la copa a sus labios para sentir el sabor del vino—. Y no, no fue necesario decirlo. ¿Supiste que nos tomaron fotos juntos?
—Ah, eso. Se puede dejar como rumores falsos.
Habían pasado todo el evento juntos, bebiendo y compartiendo tal como esperaba la chica. No le fue necesario dar el primer paso, él llegó a ella como colibrí a una flor justo para polinizar.
De pronto, sin esperarlo, él la acorraló para besarla a la fuerza. En ese instante lo empujó hasta que cayó de bruces al suelo con una fuerza que no pensó en mostrar jamás, pero no sabía si se le había facilitado por el estado del mismo. Ella seguía en sus sentidos, aunque él le pasaba copas y copas no bebía nada por su extrema desconfianza en el mismo. Sabía que él haría todo por dañarla.
Posicionó su tacón en el centro del pecho de SooBong manchando su fino traje.
—SooBong, no me vuelvas a tocar más nunca en tu vida —SoMin se acercó a él de manera desafiante—, o me haré tanto daño para acusarte y meterte preso. Tengo contactos y tú buenas razones por la cual hacerme daño. Hacerte aquella escenita en la reunión de tu madre te molestó tanto que decidiste hacerme la vida imposible, más porque te hice pasar tanta pena ante tus amigos falsos —Se agachó a un lado apartando el pie, acercando sus labios tanto que se le permitiera para enfatizar su amenaza ante en aturdido—. No sabes con quién te has metido y te lo haré saber.
Avanzó, sin importarle llevarse por medio el hombro del joven SooBong. Éste tenía una expresión perdida en el espacio, con un sentir extraño en su vientre además del malestar por su embriaguez.
Le había amenazado, pero él también podría jugar con las mismas cartas, haciendo trampa. ¿Quién ganaría la partida de la vida y muchas mentiras?
***
Una llamada frenética la alarmó, ocasionando que su tarea de desvestirse se viera interrumpida, razón por la cual estaba en aquel bar con una pinta nada digna de ella y la expresión cansada.
Eran las tres de la mañana y estaba a punto de matar a quien la hizo llegar allí.
—Se peleó tanto que nos tocó encerrarlo en el baño —anunció un empleado. Su cabello castaño largo caía suave en sus hombros, dándole un aspecto más juvenil y fresco. No había barba en su rostro, mostrando una piel de adolescente bendecido por los dioses al no tener rastros de acné.
—Lo siento —Se disculpó SoMin para terminar con ello rápido. Era lo único que le quedaba hacer en esa situación tan bochornosa.
—Tranquila, pero dile que no venga más. No podemos perder clientes por su actitud —Su voz era viril, pero parecía hacerla más melosa ante ella—. Cierto, compré esto —sacó un sobre para tratar la resaca—, dáselo para que se recomponga.
—Gracias.
—¿Tienes novio? ¿Te molesta que te dé mi número?
—Él es mi novio.
—Ah, entiendo. Mereces alguien... mejor y más cuerdo.
—Me voy, muchas gracias.
Matthew rió al sentir el frío calar sus huesos. Sus ojos no enfocaban la figura ante él, figura que solo se limitaba a verlo de pie con la mirada tan fría como esa madrugada, de brazos cruzados y repiqueteando su pie.
—¿Qué mierda te pasa?
—Estoy borracho, no me digas nada.
Chasqueó la lengua.
—¿Por qué a mí? ¡¿Por qué de todos me llamaste a mí?!
—Tengo sueño, déjame dormir —empezó a inclinar su cuerpo en la acera.
El golpe en la entrepierna lo hizo levantarse de golpe, incluso ambos pensaron que pasó de estar ebrio a sobrio de un momento a otro. Al reconocer esa mirada ante él se limitó a hacer preguntas sabiendo que solo empeoraría la situación que dedujo que ya estaba muy mal. Y todo porque no era la primera vez que sucedía.
—Ve a casa.
—Te acompaño.
—No seas chistoso —masculló, molesta—. ¿Crees que quiero pasar un rato más con alguien tan problemático? Mírate: patético, borracho y golpeado. Mejor ve a casa.
—SoMin —sostuvo su cabeza con ambas manos por el repentino dolor que le hizo hacer una mueca—, gracias —No solo agradecía por tenderle una pastilla para la resaca, sino por también acudir a su llamado dejando de lado su orgullo.
—Mejor te hubieras muerto.
—Eres muy dura.
—Me voy.
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