Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 10: Uno por aquí, otro por allá. Que no te vayan a matar

—¡Mierda, J.Seph! ¿Qué carajos haces aquí? —La voz de JiWoo retumbó incluso en los sueños del mencionado. La escuchó lejana, pero poco a poco la percibía mejor a medida que su cerebro procesaba la información—. Maldición, J.Seph.

Se levantó y después abrió los ojos. La iluminación de las afueras le cegó en instantes. Luego, al saber que estaba muerto, se bajó de la cama corriendo para colocarse la camisa y ocultar de esa manera las heridas recientes y moretones sobre su piel.

—TaeHyung, ¿qué te pasó? —SoMin se unió a JiWoo, ésta se acercó al muchacho para darle atención. Más atrás SoMin se unió ya que no se había dado cuenta de aquello.

—¿Qué carajos hiciste? —JiWoo no dejaba de vociferar, no pararía hasta obtener una respuesta. TaeHyung escuchaba las voces lejanas, como si estuviera rodeado de gente gritando cosas sin sentido.

—Me tengo que ir o estaré muerto —intentó salir. Si no hubiera sido por el agarrare de SoMin no sabrían de él más tarde.

—Calma, calma. Dinos qué pasa —Se apresuró a decir JiWoo.

—Me tengo que ir, chicas. No vemos más tarde —intentó zafarse—. Es más, ¿qué hora es?

—Las diez de la mañana.

—Maldición, me tengo que ir. Chicas, déjenme irme, por favor.

—No hasta que te calmes y nos cuentes qué sucede. Vamos ayudarte —SoMin tomó la mano del chico, mirándolo fijamente a los ojos.

***

—¿Cómo estás, Matt? Tiempo sin saber de ti.

—Ah, que eres bien estúpido. ¿Quieres que te mande al hospital por cuarta vez? Yo no tengo problema con ello.

—¡Matthew! —retumbó la voz del hombre en la sala quien salía de su oficina.

Matt negó, sus ojos reflejaban la furia pura, como nunca antes. Pasó de largo, sin hacerle caso a los llamados furiosos de su padre.

—Creo que no le caigo bien —YoungSoo sonrió.

Al llegar a su habitación no dudó dos veces en liberar su furia. Lazando algunas cosas contra la pared, deshaciéndose de todo lo que se cruzara por su vista, golpeando la pared y vociferando al techo. No creyó que hubiera otra manera de hacerlo mejor, aunque haya sido muy pronto y tarde a la vez; con su familia de mentira en casa escuchando su rabieta y los vecinos intentando dormir.

YoungSoo abrió la puerta, recibiendo a cambio un, no tan, accidental golpe con una figura de acción de Matt.

—Veo que no cambias —entró sin permiso, sobando la zona recién golpeada—. Se nota que no has madurado. Es una lástima, no creo que te dejen gestionar el restaurante de tu padre con actitudes así.

—Quédatela, no me importa —escupió—. Vete.

—Matt, por dios, no seas así. ¿Sabes lo mucho que hemos sufrido por ti? Pasar en un hospital más de un mes no es tan divertido. Sigo sufriendo por la lesión en el tobillo.

—Yo no te hice eso. Vete, maldición.

YoungSoo se acercó a Matt, cerrando la puerta con seguro.

—Sí, pero tu padre no lo sabe —pasó de largo, sentándose en la cama—. Además, por todo lo que me hiciste ese día, tiene sentido.

—¡Maldición, YoungSoo! ¡Ya lograron poner a mi padre en contra! ¿Qué más quieren? —estaba harto de él, de su madre y del plan que tenían juntos. No necesitaba ser un alto genio para notar las intenciones del dúo. Negó, decepcionado de lo bajo que ambos tuvieron que llegar para sentirse bien consigo mismos—. Tienen el dinero que les da mi padre, casa, carro, una universidad de envidia. ¿Qué más quieren, ah?

Matthew se acercó a su rostro, amenazador. Teniendo en mente escupirle y darle una bofetada, de no ser porque el mayor lo tomó del cuello de su camisa, levantándose de la cama. Fue en ese momento que se percató de lo mucho que había crecido.

Matthew rió.

—Ya no eres un sumiso como cuando estabas pequeño. Flaco y pequeño.

—Nunca lo fui —respondió—. Sí, era más pequeño que tú, pero no menos fuerte. No me defendí ni una vez porque no me iba a favorecer si lo hacía —apretó más su agarre. Las venas de su rostro se dieron a mostrar, no podía negar que estaba furioso—. Te dejé romperme, lastimarme, mandarme al hospital con costillas rotas y hasta una lesión de tobillo; te dejé verme llorar, te mostré mi lado débil porque quería y debía.

Matthew le escupió.

—Hijo de puta.

—¿Qué mierda pasa allí?

—Nada, señor Kim —respondió el mayor, soltando de manera brusca a Matthew. Acercó su boca al oído del muchacho, susurrando:— Ya no tienes oportunidad ni con tu propio padre, deberías morir de una vez para que yo triunfe.

Se alejó, abriendo la puerta y encontrándose a su padrastro. Éste detuvo el cierre para adentrarse también a la habitación de Matt, el cual recogía todo para llevarlo a su lugar.

—¿Qué carajos sucede contigo, Matthew? Estabas mejor, ¿por qué eres así?

—Es momento que te des cuenta, papá —Su voz estaba a punto de quebrar—. Quiero dormir, estoy cansado. ¿Me permites?

—No te entiendo, definitivamente —dio los pasos suficientes como para salir de aquel lugar hecho un desastre.

***

—La cuestión es que... mi padre está furioso. Ayer luego de la paliza que me mandó a dar con tres de mis hermanos mayores logré escapar de casa con ayuda de mi tía —soltó un suspiro acompañado de un quejido—. Estoy castigado...

«—Kim TaeHyung —El padre del mencionado lo miró, tal como los sargentos antes de proseguir con el entrenamiento militar.

Desde la altura del muchacho se podía ver que las canas empezaban a ocupar toda la cabeza del hombre ya que era más bajo. Siempre vistiendo de traje con una tercera pata para darle equilibrio extra. La vejez lo empezaba a consumir más rápido, pero al menos no había perdido el tiempo teniendo siete hijos, tres mujeres, su hermana y los empleados que se encargaban de él.

Sabía que aquella fila a la cual se había integrado ocultaba algo, como él. No necesitaba una máxima nota en ningún lado como para percatarse de aquello, de la razón por la cual estaban allí y su padre sólo había mencionado su nombre al desplazarse a lo largo de la fila ante sus seis hermanos y él. Cada vez que llegaba a su puesto aprisionaba el oxígeno en sus pulmones, temeroso de ser la última vez que lo haría.

Cuando su cerebro procesó la información, dio un paso adelante. En aquella situación, nadie, ni el mismo aire podría hacer ruido alguno.

—¿Crees que te vas a salir con la tuya, TaeHyung? ¿Eso crees? —golpeó una de las piernas del muchacho con el bastón. Sus hermanos, a un paso tras él, no podían hacer nada, siquiera reaccionar a ruido del golpe o bajar la mirada, como si tuvieran una aguja bajo la unión de su cuello y cabella, capaz de clavarse—. Ve al centro —ordenó. Nadie podría negarse a ello—. MinHo, WonHo y WooSi, ya saben qué hacer.

Los mencionados arremangaron sus camisas, se quitaron los zapatos y medias tocando el frío cimiento con los pies descalzos. Eran los únicos capaces de realizar actividad física al ser de los menores junto con Tae, pero le repasaban de edad-

—MinHo, comienza.

El señor se movió al fondo, sentándose bajo techo, con los cuatro muchachos en medio del pequeño patio entre los pasillos de una tradicional construcción coreana. HyoJoo, su hermana más pequeña, se dio vuelta tras la simulación de trono de su hermano, incapaz de ser partícipe de aquello. Los otros tres hermanos no se habían movido ni un centímetro, sin despegar la vista de algún punto invisible que creó su mente.

—Bueno, pequeño Tae. ¿Por dónde debería empezar? Ah, claro —dio el primer golpe en el estómago, sacando el aire de los pulmones de Tae—. Esto es por las cuatro veces que tomaste mi auto, este otro —dio un golpe en el rostro del chico con la mano abierta— por haberlo chocado la última vez —levantó el rostro del muchacho con un golpe desde abajo, aprovechando la oportunidad—. Este fue precisamente por haber tomado los vestidos de mi madre para salir por la ventada y este —dirigió su puño hacia el ojo del joven—, porque quiero.

Se alejó del centro, sin importarle que el menor de todos estuviera tirado al suelo, sangrando por la nariz y riendo.

—Esta vez que vaya WooSi y WonHo juntos —ordenó. El primer mencionado tomó su barra, y el otro alistó su correa, listos para proseguir—. No le den razones, ya estoy aburrido de eso. Supongo que lleva la cuenta de cada cosa que hizo mal, sabrá arrepentirse entre golpe y golpe.

Ambos hermanos fueron los que dejaron sangrando a TaeHyung. Cada golpe le dolía, tanto como la huida de su madre. Cada vez que la ceremonia de castigo sucedía, entendía la razón por la cual su madre se fue y más nunca volvió. Estaba feliz por ella, por haberse liberado de aquellas cadenas, por la misma razón sonreía o hasta soltaba una que otra risa escondida cuando se encontraba allí. En sus sueños él era igual de libre.

Después del último golpe conjunto, todos se fueron. Dejando a Tae sangrando, con nuevas marcas en su piel, sentado a medio lado en el suelo. Contó hasta cien, cuando apareció su tía y la única que le daba el amor que tanto requería.

—Mira cómo te han dejado —parecía querer llorar.

Tae levantó la mirada. Por ella siempre tenía la esperanza de seguir viviendo. Era su ángel, quién era la que curaba sus heridas y le hablaba bonito.

—Gracias, ma —Siempre le decía eso cuando llegaba con su botiquín. Había desarrollado un cariño inimaginable por ella, la consideraba una madre, la única que sí se quedó con él desde la desaparición de su progenitora.

—Tae, ¿no te cansas? Digo, deberías sentar cabeza antes de quedarte sin ella.

—No soy lo que él quería que fuera, aunque lo intente nunca logro cumplir sus expectativas. ¿Él no se cansa? Ya está viejo —reflexionó al cabo de un rato. Apretaba los dientes cada vez que la mujer acercaba el algodón bañado en alcohol—. Como sea, voy a morir tarde o temprano. Si me toca ir o no a su funeral, no me interesa.

—No digas esas cosas, Tae. Él te quiere, tiene una manera peculiar de demostrarlo, pero lo hace. Eres... eres algo difícil de manejar. Quieto, quieto —daba toquecitos con el algodón sobre la herida—. Tú no eras así.

—¿Será que es por el abandono de mi madre y la excesiva rudeza familiar? Para todos, todo lo que hago está mal. ¿Pero se han dado cuenta que soy la cabecilla del instituto en cuanto a popularidad y calificaciones? No, eso no lo notan porque soy Kim TaeHyung.

—Si te portaras mejor lo notara tu padre.

—Es mi manera de destacar —atacó, sin darle tiempo de hablar a su tía—. Antes me portaba como si fuese un príncipe y no me daban el mérito que merecía. ¡Mierda, HyoJoo! Con cuidado.

La mujer tomó sus cosas y se levantó del suelo. Tae, con dificultad, lo hizo igual.

—Ve a tu cuarto, báñate y prepárate para que vayas a un hospital para que te hagan un chequeo. Puedes disfrutar esta pequeña libertad hasta antes del amanecer, porque será la última o estaremos muertos. ¿Entendido?

—¡Sí! —Se lanzó sobre la mujer, aguantando el dolor que le produjo aquel acto espontáneo—. Te quiero mucho.

La mujer se soltó, negando».

—Cuando estuve listo le mandé un mensaje por uno de los teléfonos que me dio a escondida. Tuve que aprender el arte del maquillaje para ocultar los moretones de mi rostro y así seguir viéndome asombroso —informó Tae, nunca dejaba de tener un ego como ese—. Después me respondió. Me dijo que la viera en la parte trasera de la casa, abrió cuando llegué y salí. Así fue como llegué aquí.

—¿Estás diciendo que nunca fuiste al médico? —Tae asintió ante la pregunta de JiWoo, la cual le propinó un golpe en la cabeza, ganando un quejido por parte de él.

—Pero, oye, sí comí. Compré ramen y vine. Me encontré a Matt acostado en esa misma cama, parecía extraño porque se fue corriendo.

—¿A qué hora fue eso?

—Casi a la media noche, nada nuevo —respondió la pregunta de SoMin—. La cuestión aquí es que si voy a casa a esta ahora estaré muerto, pero me preocupa mi tía. Todos allá saben que es la que me ayuda con todo, algunos empleados saben cuándo me escapo, pero a veces callan.

—Llamaré al señor Kim, no quiero que te metas en más problemas —SoMin tomó su celular para marcar el número de la casa de Tae—. Tocará mentir... Hola, ¿sí? Señor Kim, disculpe la hora, es que quería...

Poco a poco SoMin se empezó alejar de los otros dos.

—Si no está vivo para mañana, ¿me puedo tomar todo lo que está en tu habitación?

—Si lo hubiera comprado yo, sí, pero recuerda que nada de eso es mío. Bájate de esa nube, JiWoo.

SoMin regresó.

—Si te llega a preguntar en dónde estabas, le dices que en mi casa. Dile que te llamé porque te necesitaba para algo y te pedí que te quedaras para que no te expusieras así en plena madrugada. Yo me encargo de hablar con mis padres y empleados para que te cubran.

—Eres la mejor, Jeon SoMin —chilló de la emoción.

—Eres un asco. Ve a bañarte para decorar este maldito lugar de una buena vez —soltó el abrazo del muchacho.

***

Las ojeras de Matthew decoraron el rostro de este. No había podido pegar un ojo en toda la madrugada.

Tres toques en la madera de la puerta lo alarmaron, haciéndolo sentar de golpe.

—Hijo, SooHye y YoungSoo salieron. Quisiera tener un desayuno en paz contigo y pensé que podría...

—Sí, ya voy —interrumpió.

El hombre asintió, con una pequeña sonrisa, cerrando de nuevo la puerta.

Matthew levantó su trasero de la cama, yendo de manera automática hacía el baño para despertarse con un poco de agua fría sobre el rostro.

—Mal momento para hacer las paces —Le dijo a su reflejo el cual mostró a un Matthew somnoliento, malhumorado y desaliñado—. A la mierda todo.

Al cabo de un rato, después de arreglarse un poco, bajó al comedor. El lugar estaba un poco apagado, oscuro. Ni las luces ni el sol podrían iluminar aquel frío espacio, de paredes grises y negras, con muebles iguales. Nada podría darle vida a aquella casa.

Matthew se sentó frente a la mesa, todo estaba en silencio.

—Sé que te ha sido muy difícil asimilar todo, aunque ya haya pasado unos cuántos años...

—Ve al punto, viejo.

DongJin, su padre, tragó con cara de pocos amigos aquellas palabras abruptas.

—Quiero que gestiones el restaurante.

—No lo haré —habló con la boca llena. Estaba hambriento, no lo podía negar, menos al escuchar sus tripas sonar. Tenía sentido, había pasado toda la madrugada despierto—. ¿Qué no entiendes que no me interesa?

—Ash, qué vas a saber tú. Mira, hijo, es por tu bien. Quiero que lo hagas.

—Me gusta saber qué es lo que quieres y cuáles son tus intenciones, pero no lo haré.

—Eres terco.

—Me pregunto de dónde lo heredé —mencionó, esperando que notara el sarcasmo en sus palabras.

—Hijo, por favor. No me hagas esto, estoy viejo y puedo irme de este mundo cuando menos lo esperes. Debo dejar a alguien a cargo.

—Sí, bueno. Espero que tengas un buen viaje a dónde sea que vayas —Poco a poco se empezaba alejar de la conversación. No le interesaba ni un poco lo que estaba pasando. Su padre empezó acariciar sus sienes. Los estaba sacando de quicio. Matthew soltó de pronto el cubierto, recibiendo como recompensa un sonido fuerte al impactar contra el plato de vidrio—. ¿En serio no te das cuenta?

—¿Qué?

—Eres un idiota. Te están usando, quieren tu dinero, tu riqueza y hasta tu restaurante. Esa mujer no te ama, sólo te usa para hacer triunfar a su hijo. Me quiere fuera del juego y me te ha puesto en mi contra. ¿No lo ves?

—Deja de hacer eso.

—¿Qué cosa?

—Mentirme en mi propia cara. Ellos no son capaces de hacer eso —inquirió seguro de sus palabras—. He cambiado mi actitud contigo porque te lo has ganado. ¿Crees que es bonito tener a tu hijastro en un hospital porque tu hijo le dio una paliza? Tú no eras así.

—Todos cambiamos, padre. Así como lo hiciste tú desde que la conociste a ella —escupió—. Déjale el juego fácil y deja de pensar que voy a querer ese asqueroso puesto de gerente y dáselo a tu hijastro. Él lo quiere más que yo, es posible que lo aprecie.

—¡Matthew!

—Nada, padre. Entre más lejos esté de ellos mejor. Aceptaré tu propuesta, la de mudarme, no importa si no me das nada desde el momento en el que lo haga. Sólo te pido una cosa —apoyó sus manos sobre la mesa. Ya estaba de pie, medio inclinado para hacer hincapié a sus palabras—: no quiero que me molesten más nunca. Ni tú con tu necedad de dirigir el restaurante ni ellos con su plan de arruinarme la vida.

Dicho eso se marchó, riendo, al recordar una de las tantas discusiones que había tenido con su padre durante la comida, antes del anuncia del regreso de su hermanastro.

«—¿Qué piensas estudiar cuando te gradúes, querido Matt?

—Nada, no iré a la universidad —respondió de mala gana.

—¿Cómo que no? Tienes que ir a la universidad para ser alguien en la vida y dirigir el restaurante. Es tu papel como mi hijo.

Matthew cambió su expresión. Tomó un respingo.

—No, no lo haré. Verás, no me interesa seguir siendo un esclavo del estudio, aunque lo haga poco. Y, aunque vaya a la universidad o no, no me interesa ese restaurante, y si me interesara apuesto que no necesitaría ir a una asquerosa universidad de ricos para dirigirla. Yo pienso en mí y sólo sé que esas dos cosas no van conmigo.

—Qué dices, Matt. No me dijiste cómo te fue en la prueba CSAT.

—Tengo que salir, luego hablamos.

Se levantó, dejando a los adultos en estado de shock».

Matthew recogió las cosas más básicas para irse de una vez. De esa manera le alegraría la vida a esa hermosa familia feliz.

—Sí. Emm..., ¿tiene algún apartamento disponible? Quiero comprar uno. Sí, señor, tengo todo lo necesario.

Al menos tenía parte de la fortuna de su madre, aunque no la conoció nunca, podía asegurar que no era de nadie más que de él. Mientras haya un lugar para vivir, se quedaría en La Guarida.

—Ni en tus sueños, Matt. Podrás quedarte aquí unos días, pero, tú, mugroso, no vas a pasar más de una semana en este lugar. Después de quedas viviendo, mejor no.

Tae y JiWoo asintieron de acuerdo con las palabras de la muchacha.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro