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Capítulo 09: Vacaciones familiares navideñas

—Al fin las vacaciones de invierno llegaron. Estaba tan exhausta. Escucha, ¡mi espalda suena! Parezco una fritura muy crujiente.

Para los estudiantes de primer año y los nuevos se les hizo las clases extensas, en especial esas dos últimas semanas antes de esas pequeñas vacaciones. Para los veteranos, en especial KARD, había sido normal. Ansiaban de igual manera ese pequeño descanso en pleno invierno, pero no había nada nuevo. Éstos decidieron destacarse con nuevas travesuras para finalizar el año. Desde pequeñas bromas básicas como encerrar a la profesora Oh en el baño de profesores hasta provocar una leve electrocución al profesor Lee con el interruptor de luz modificado por Tae. Claro, todo evitando las cámaras.

Ser de los veteranos les ayudaba por saber a la perfección los puntos ciegos de las cámaras tras las diversas visitas a la sala del Director y al cuarto de vigilancia en pequeñas misiones.

—¿Qué harán en estas cortas vacaciones?

—Arreglar los detalles para la graduación, B.M. No lo olviden, chicos.

—Ah, vi el vídeo. Está magnífico. Será la cereza del pastel. Tae, eres un crack.

—¡Hey, te recuerdo que fue mi idea! ¡Jeon SoMin la gran cabecilla!

Rieron.

—Vayamos a La Guarida —propuso JiWoo—, podemos aprovechar y decorarla. Quizá hasta la pasemos allí. Mi padre irá con mi abuela a donde la familia en unas horas y no me apetece un viaje hasta ese pueblecillo.

—Me parece genial —concordó SoMin.

—¿Se han dado cuenta que cuando decimos guarida en cualquier contexto pareciera que somos un cuarteto de superhéroes que están a punto de salvar al planeta y la humanidad? —TaeHyung dejó salir con entusiasmo su lado friki y amante de los cómics. Parecía disfrutar aquella idea disparatada, pues sus ojos se iluminaron como nunca antes y su sonrisa irradiaba. Parecía un niño, ese mismo niño antes de formar parte de lo que ahora era su grupo predeterminado de amigos.

—Agh, cada vez más idiota, Tae —Matthew le propinó un golpe no tan suave en la nuca del muchacho, el cual se quejó y sobó justo en la zona—. No le hagan caso e ignórenlo.

La sonrisa boba de J.Seph se esfumó. La desilusión llegó a él como lo había hecho la emoción. Por cosas como esa no se sentía tan libre de hablar de sus gustos con ellos, Tae dejaba de ser ese Tae para ser el chico friki cuando va a convenciones, pc room y otros sitios de reunión de jóvenes como él, le gustaba entablar una larga conversación con esos desconocidos.

—Tengo que irme, olvidé que tengo trabajo que hacer en casa —Se disculpó Tae. Hizo una inusual reverencia a modo de despedida y subió al auto que se estacionó en la acera del frente.

—También me iré. Voy a cenar con mis padres. JiWoo, ¿vienes?

La mencionada asintió. Matt, el único que quedó, soltó un respingo. Ir camino a casa no le parecía una idea muy buena por más llamadas perdidas tuviera de su padre. Decidió, sin muchos ánimos, ir a La Guarida. Quizá hasta se pusiera a decorar y hacer una cena para él mientras piensa qué hacer esa noche, si ir a una discoteca con unos amigos o beber en ese lugar hasta quedar rendido. Cualquier cosa menos volver a casa, en especial por el par de brujos que habitan en ella desde que tenía once años.

Había pasado tanto desde que vio a su hermanastro y el reencuentro no le entusiasmaba demasiado. Por eso iba a discotecas o se perdía todo el fin de semana para evitar a toda costa una reunión familiar poco favorable, la cual siempre terminaba en pelea por la polémica de ser o no ser el próximo gerente del restaurante/bar de su padre o de siquiera estudiar algo apenas se graduara.

Su familia, toda desunida a la cual no considera familia en sí, le sofocaba. Exigiendo, peleando siempre que podían. En especial esa mujer, la esposa de su padre, quien no dejaba de hacerle la vida imposible. Hasta su respirar a cien mil kilómetros de distancia de ellos le molestaba. Preferiría, sin duda alguna, mantenerse lejos. Cuando la mudanza de aquel muchacho que se había vuelto su hermanastro llegó, todo dentro de su hogar cambió.

Extrañaba de una forma u otra a su madre, a pesar de no haberla conocido. A los seis años se percató de la ausencia de su progenitora al ver que los otros niños tenían una madre y un padre, otros solo una madre o un padre, pero era algo que veía pocas veces. A esa misma edad supo que su madre murió horas después de su nacimiento, su padre buscó la manera más sencilla de explicarle con la edad que tenía, aprovechando antes de arrepentirse o mentirle. Y desde que supo la razón por la cual no tenía una madre junto a él se consideró un maldito desde su nacimiento.

—Cariño, ¿los chicos irán juntos a la misma preparatoria? Puedo sacar a mi pequeño YoungSoo de ese asqueroso colegio y aprovechar de meterlo junto con Matt a uno mejor, aprovechando que van a estar en la secundaria. ¿Qué dicen, niños?

Matthew se quedó perplejo tras aquella disparatada idea, con la cuchara a medio camino. Soltó la cucharilla bruscamente.

—¡Matthew!, ¡¿qué sucede contigo?! —reclamó su padre, rojo por la rabia, capaz de lanzar rayos por los ojos, según la imaginación de Matt, todavía inocente hasta cierto aspecto.

El joven B.M se levantó de la silla, furioso. YoungSoo no supo por qué su actitud, aunque fuese el mayor de los dos, por un año. Sabía que, de alguna manera u otra, su llegada a su vida le hizo daño, demasiado daño. Tanto que hasta concluyó que lo odiaba.

—Déjalo, amor. Sólo está teniendo otra de sus rabietas —tranquilizó la mujer, por supuesto. Usando aquel tono de voz irritable, o al menos a Matthew le parecía así—. Dime, ¿qué te parece la idea? Creo que lo ayudará adaptarse a su hermano.

—Hermanastro, mamá —corrigió el joven—, no te confundas.

Matt, después de esa horrible cena familiar, no volvió a dirigirle la palabra a su padre, madrastra y hermanastro por una semana entera. Cuando tenía que comer tomaba su comida y la llevaba a su cuarto; a veces incluso esperaba que todos se fueran del comedor para por fin ir a por ella y de esa manera evitarlos a toda costa. En su cuento de príncipe, él era como la Cenicienta, pero sin ser un criado. Lo único que considero similar a su historia era la madrastra malvada y el hermanastro que le quitó la atención. La versión masculina y nada mágica de Cenicienta.

Pero podía dejarlo pasar, porque era un niño y no entendía del todo. Pensó que, al momento de ingresar a la preparatoria, por fin entendería los sentimientos que empezaron a relucir en él y toda la cuestión con su familia. Mientras tanto estaría a salvo con sus amigos, a los cuales amó desde pequeño.

Matthew suspiró, cansado. Tirado sobre la única cama en La Guarida tras recordar el momento en el que su vida se echó a perder, desde su parecer. Con la llegada de esa bruja, la cual sólo se aprovechaba de su padre y se encargaba de manipularlo siempre que pudiera.

—Mi pequeño volverá para estas vacaciones —Fue lo que mencionó la mujer hacía una semana atrás. Parecía no tener filtros en su cabeza; todo lo que decía solía caer como comida mal preparada, de manera espontánea, sin previo aviso o conversación siquiera. Sonrió, por supuesto. Orgullosa—. Espero que te moderes, querido Matt.

Matthew había abandonado una vez más el comedor, como siempre lo hacía después de palabras difíciles de digerir con la comida ante él. Sabía, no tenía que ser muy sabio o demasiado tonto, a qué se refería con sus últimas palabras, las cuales, en su momento de descanso dificultoso por lo que su memoria le estaba haciendo al recordar cosas del pasado, hasta aquellas del día anterior, le hizo recordar aquello que no quería.

—¡Estoy! ¡Cansado! ¡De ti! ¡Y tu madre!

Matthew, con quizá unos catorce años, golpeaba a YoungSoo con una almohada. De no haber sido lo primero que se cruzó en su vista hubiera hasta incrustado en la piel de su hermanastro el vidrio del espejo que días anteriores había quebrado con un puño por el impulso de la rabia al no sentirse capaz de aguantar las quejas de la Bruja, quizá hasta hubiera agarrado la madera rota bajo su cama o el tubo de la cortina. Cualquier cosa, pero agradeció que solo encontró la almohada, aunque no significó haberlo lastimado demasiado. Uno que otro golpe, un puño en el rostro, otro en la costilla, un empujó que lo hizo pegar el coxis al suelo de manera brusca y unos cuantos estampes en la pared lastimó de manera increíble al chico. Se hubiera defendido, obvio que sí. Pero, ante cualquier acción de defensa propia, hubiera arruinado el plan de su madre. El hermanastro mayor, con quince recién cumplidos, sabía de qué iba todo. No era tonto, sus buenas notas lo resaltaban, cosa que enfureció a Matthew.

—Hijo, deberías ser más como tu... —procesó sus palabras—, como YoungSoo. ¿Qué tal si subes esas notas y enorgulleces a tu padre?

Matthew rió, también el mismo B.M que recordó aquella escena.

Cuando menos se lo esperó, una lágrima se resbaló por su rostro.

—Maldición. Lo odio, ojalá se muera rápido.

—No digas eso que te puedes morir primero —Tae entró de pronto a La Guarida, ocasionando que su compañero se secara las lágrimas antes que Tae se diera cuenta. Acción que fue en vano, pero éste lo pasó por alto.

—¿No que estabas haciendo algo en casa, J.Seph?

—Oh, claro, pero ya terminé —abrió la nevera, sacando algo de beber de ésta—. ¿Qué hora crees que es? Es más, ¿cuánto tiempo llevas aquí?

—¿Qué? Preguntas mucho e informas poco —Tae se percató de la confusión de su amigo—. Vine aquí luego del colegio. Ha de ser las ocho, más o menos —tomó su celular—. ¡Mierda! ¡¿Once casi doce?!

—¿Qué estuviste haciendo, Matt?

—A lo mejor me quedé dormido —Se levantó de la cama de un salto, arreglando su ropa. Seguía atontado, por lo que no descartó la posibilidad de haberse quedado dormido por unos instantes, la pregunta era cuándo.

—¿Ya comiste? Traje ramen, aunque para uno. No esperé que estuvieras aquí —destacó Tae.

—Sí, sí —tomó su mochila. No esperaba quedarse hasta esa hora en aquel lugar que en algún momento fue un simple salón de fiesta gigante el cual, con los contactos requeridos, adquirieron y remodelaron hasta adaptarlo para pasarla bien entre amigos. Como resultado se obtuvo un apartamento, no tan simple porque para ellos sería una anomalía, de concepto ultra abierto, con la cama, cocina, bar y sala en un mismo espacio. El baño a una esquina y un segundo piso abierto exclusivo para juegos y espacio para que los chicos o las chicas se relajaran—. ¿Por qué está aquí? —Ante su apuro no se percató de aquello. Él estaba apresurado por salir de allí por la hora, pero su amigo estaba llegando... y con comida.

—Ah, lo normal. Comeré, jugaré unas partidas en el Play y apareceré en mi casa antes de que amanezca. Que no te impresione.

Matthew frunció su ceño. Quizá se sentía así por los sentimientos encontrados tras recordar su pasado, por casi ser descubierto por su amigo en un estado de fragilidad y encontrarse aturdido al percatarse que había perdido mucho tiempo en lo que parecía unos minutos.

—Lo que sea —respondió resignado—, que no te maten. Recuerda que todavía queda la graduación y nuestros planes, llega vivo al menos a la graduación.

Salió del lugar sin dejar atrás su estado atónito. Caminó hasta su casa, no muy lejos de su locación anterior. Sus pies parecían levantar el cimiento, los sentía pesados al igual que sus ojos y mochila en su espalda.

Para colmo y darle más peso a su conciencia, abrió la puerta de su casa, encontrando aquello que esperaba no ver hasta asimilar todo. Y tuvo, quizás, el tiempo suficiente, mas no le dio importancia, siendo más corto de lo que se habría imaginado.

—Hola de nuevo, Matthew Kim.

Era su hermanastro, YoungSoo, que renació del infierno de aquel cuento.



N/A

¡Hola! Dejo esta nota nueva para anunciar
que entre este o el capítulo anterior
 (no recuerdo, pero tiene que ver con Matt precioso) hay algo
 nuevo/que no concuerda con algo de capítulos
 anteriores (para aquellos que hayan leído antes sabrán qué),
 pero no se preocupen que lo arreglé apenas noté la falla.
Esto fue porque al principio no tenía todo bien pensado,
pero para este punto ya tengo bastante cosas bien definidas. 
Gracias por leer, no saben lo mucho que me hace feliz.

¿Qué les parece el cap de hoy? Si dejan comentarios
a lo largo de la historia me haría muy feliz.

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