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Capítulo 08: Sorpresa... Feliz cumpleaños

Un miércoles feliz para JiWoo se marcó en los dispositivos, en almanaques y en las libretas de muchos estudiantes. Para su desgracia el día anterior no se había sentido lo suficientemente bien como para asistir al colegio. El cansancio obtenido tras haber estado practicando toda la tarde y noche del lunes se sumó a su malestar, obteniendo un fuerte dolor muscular por haber dejado de lado sus ejercicios matutinos y sus clases particulares para servir un poco más a sus estudios. Sin embargo, se juró a sí misma no volverlo hacer más nunca en su vida.

Su sonrisa estuvo desde que su mente acató la información, haciendo cada actividad poco favorable con más actitud que nunca.

Se miró al espejo lista para salir, un maquillaje un tanto más elaborado de lo común se reflejó en él, junto con su uniforme mucho más arreglado de lo normal. Al fin cumplía años, lo cual meses le pareció mil años. A pesar de no haber nada nuevo en ello le gustaba sentirse así, más porque al despertar tanto su abuela como su padre estaban junto a ella con un desayuno mucho más especial de lo normal. Además, recordó la llegada de su madre, a quien no veía desde hacía un año ya.

Aunque su madre no tenía ninguna relación con su padre, ella seguía estando para su hija. Eso a JiWoo le alegraba.

Al salir de su casa parecía que hasta el tiempo se hubiera puesto a su favor, con una brisa fría, pero soportable con un gigante sol radiante deseándole un feliz cumpleaños. Para colmo, tres jóvenes estudiantes la esperaban con rosas, regalos y un grupo de Mariachis frente a su casa. A penas dirigió su mirada a ellos, éstos últimos comenzaron a cantar.

Salió corriendo hacia sus amigos, emocionada, con las mejillas coloradas y una enorme sonrisa. Los abrazó, no podía evitarlo.

—Chicos, son lo mejor —Tampoco pudo evitar soltar unas lágrimas. Se alejó para limpiarlas—. ¿Cómo consiguieron a los Mariachis?

—Unos contactos por aquí, otros por allá y voilá —Matthew se acercó nuevamente a ella—. Feliz cumpleaños, preciosa.

En un dos por tres estaba llena de regalos y flores, una corona proporcionada por uno de los cantantes y lágrimas en sus mejillas. Cada una reflejaba cuán agradecida se encontraba con ellos, feliz de haberlos conocido.

A pesar de no ser un grupo el cual demuestra su lado cursi y bonito, lo tienen. Ante los demás suelen ser vistos como personas inalcanzables —aunque quizá no sea una total mentira—, como el cuarteto con una relación muy extraña, duros y fríos de corazón. Cuando se ponen cálidos su relación se vuelve sana, muy bonita y envidiable. Capaces de dar todo por todos a pesar de sus diferencias y, por supuesto, lo que está más allá de la amistad.

JiWoo, la más fría de todos, no podía evitar la emoción.

Al darse media vuelta su madre salía de la limusina, entre los mismos Mariachis a su espalda. La expresión de ambas parecía haberse copiado y pegado sobre el rostro de ellas. Su abuela, madre de su padre, y el hombre que se ha encargado de cuidarla, su padre, habían salido de casa con semblante relajado y feliz.

JiWoo sorbió sus mocos tras volver a llorar con más intensidad al ver a su madre una vez más en persona y no a través de una asquerosa pantalla.

—Te extrañé demasiado, madre.

La mujer tomó el rostro JiWoo con ambas manos, limpiando con sus pulgares las pocas lágrimas que salían de sus ojos. Para la menor todo parecía de ensueño y melancólico. Mágico, como los cuentos que su madre le contaba cuando era pequeña; como si el baile para el Príncipe de la Cenicienta hubiera pasado a ser de ella. Hermoso, tanto para rememorar antes del último aliento y soltar una miserable lágrima de felicidad antes de abandonar al mundo.

Y todo, quizá no iba a durar por mucho tiempo.

Los Mariachis terminaron, los cuales se despidieron con alegría y entusiasmo. Y aunque tal vez la razón por el cual la sonrisa de JiWoo se esfumó sea suficiente como para acabar con su felicidad, se despidió de su familia para subir a la limusina que alquilaron los chicos para ir al colegio.

—Me alegra que estés tan feliz, JiWoo —SoMin no pudo seguir guardándose el comentario. Le hacía mucha ilusión verla así, más porque la había notado decaída desde que había dejado de ir a clases de baile.

—Es gracias a ustedes, chicos. No saben lo mucho que valoro el esfuerzo.

La conocían muy bien. De hacía años pedía unos mariachis para su cumpleaños desde que había viajado a Latinoamérica con su padre por cuestiones de trabajo. Cuando regresaron ella contó todo con suma alegría, resaltando cada detalle para que ninguno olvidara la experiencia de ella y se animaran a viajar allá también en algún momento.

—Tienen que ir, es una experiencia preciosa —JiWoo de quince años exclamaba ansiosa, brincando de un lado a otro dentro de lo que ahora se conoce como su guarida.

Desde muy pequeños han sido niños mimados, engreídos y, sobre todo, caprichosos. Lo que querían lo tenían, sin reproche alguno. Por eso a JiWoo no le dio importancia a lo demás, porque sabía que de una manera u otra ellos convencerían a sus padres de llevarlos al sur del América. Al año Matt tuvo la oportunidad de pasar unos días en Brasil para luego ir a su tierra natal. Durante su corta estadía lo aprovechó al máximo, sin dejar de lados esa oportunidad, que conociendo su relación con su padre podría haber sido una de pocas.

Pese haber caído el cumpleaños de JiWoo un miércoles, para cuando finalizó las clases se sentía igual de dichosa que al despertar. Sus pequeñas travesuras individuales no faltaron en su día, pues como todos los años se auto-regalaba la satisfacción de crear líos en su instituto.

Se había salido con las suyas sin haber sido reprimida o castigada, lo cual le favoreció un montón al ver el mensaje de texto del menos esperado, J.Seph. Quien, con unas palabras bastante animadas, le pidió que se apresurara.

—Maldición —bufó—. No me lo puedo creer.

Su expresión de asombro se hizo destacar al momento de exponerse a los rayos del sol.

Una inmensa alfombra roja que la estaría llevando hacia la limusina que la había llevado al instituto. Sin embargo, llena de regalos y globos de todos colores que, tanto sus compañeros, admiradores y cercanos habían dejado allí.

Caminó sin mucha prisa hacia ello, con una sonrisa de oreja a oreja. Por más que lo intentara, por más que se dijera a sí misma, no podía ocultar la emoción que de pronto se apropió de ella. Mostrando una faceta distinta de ella; en vez de la intimidante JiWoo era una más aniñada, como cuando llega la navidad. Con miles de regalos, objetos nuevos y quizás unos detalles bastante caros. Porque claro, ninguno podía estar en un colegio que no fuese de su clase.

Por eso, desde el inicio de su adolescencia, aprendió adorar que sus cumpleaños cayeran en día semanal. Tras haberse ganado a todos sus compañeros estuviera en donde estuviera obtendría su gran hazaña, como sea.

—Vayamos a La Guarida a dejar estas cosas y vamos a cenar.

Por lo que había mencionado Matthew, su día no había terminado con eso y todavía daba para más.

Sonrió, tomó la mano de su compañera y subió a la limusina a esperar que los muchachos y el conductor se encargaran de recoger todo.

No le daba pena, ni uno ni lo otro, mucho menos admitir que usaba su gran día para sea tratada con más especialidad, recibir más de medio millón de dólares en regalos y tener una actitud más positiva e infantil. Para el día siguiente, o para no parecer tan maldita como ya muy bien aparenta, volvía a su rol de seria, intimidante y fría del cuarteto.

Para algunos había algo oculto entre ellos, otros murmuraban que sólo eran amigos por obligación ya que ninguno parecía llevarse del todo bien entre sí. Entre todos los rumores susurrados por las paredes de aquel prestigioso instituto, al menos una cuarta parte podría ser o no cierta. No más que para ellos sería muy aburrido desmentir o afirmar aquellas palabras.

—Escuché que los KARD son vampiros —La joven muchacha de primer año no se podía aguantar un poco más lo que había escuchado—, dicen que tiene sentido porque llevan los mismos apellidos las chicas, Jeon, y los chicos, Kim.

—Son apellidos muy comunes, YooNa —atinó su compañera. Arreglaba su cabello frente al espejo en el baño, aprovechando el descanso para mejorar su aspecto y llamar la atención de algún chico del instituto, en especial el robusto, popular y hermoso Matt que la cautivó desde mucho antes de entrar.

—Sí, YooNa. Es muy común esos apellidos.

SoMin salió de uno de los cubículos del baño, sorprendiendo a las cotillas con la lengua en la vida ajena.

—Niña, a Matt no le gusta ese rojo —Se acercó a la muchacha para susurrarle al oído—. No vas a conquistarlo, no pierdas tu tiempo y estudia —desvió su vista al espejo observando la expresión de miedo de la joven. Se alejó y sonrió—. No eres su tipo y aunque lo fueras, no sería tan fácil.

Salió del baño, en cuanto lo hizo las muchachas soltaron el aire contenido en sus pulmones desde la aparición de la mayor.

—Yo sí creo que son vampiros.

JiHyun, la otra chica, volteó a verla atónita.

—¿Qué estupideces dices, Yoo?

—Mira, tiene piel perfecta, sigue viéndose muy joven y además... —bajó la voz a modo de murmullo— no desmintió lo de los vampiros.

Alex por su parte no podía seguir escuchando tantas palabras estúpidas juntas y salió de ese baño, el cual decidió no volver a meterse y mucho menos hablar a espalda de otros en él. No le sorprendería hablar de un ser mítico y que saliera del lugar donde estuviese. Tanto el grupo como el instituto en sí parecía muy extraño y para hacerlo aún más, con los KARD —apodo que les pusieron basado en características de cada uno según los otros estudiantes. Al principio le pareció extraño, pero al tiempo lo adoptaron como su nombre oficial con un significado alterno que sólo ellos conocían— siendo los reyes del instituto.

El cuarteto no sabía que desde ese momento empezó a correr el rumor que eran parejas Matthew y SoMin, pero que los otros dos no tenían idea de ellos, por eso se dedicaban a ser tan meticulosos con sus actos. De todos, era el rumor más fuerte.

Gracias a eso y sus palabras, SoMin ganó muchas enemigas sin saberlo. Pero, ¿le importaba? Para nada, igual podría hacer algo para librarse.

Como en un parpadeo el día especial de JiWoo acabó y en el momento menos esperado ya estaban a sábado, día que eligieron para la fiesta.

Había sido maravillada con un montón de regalos, pero de todos, el de su madre era el más especial, incluso mucho más que el presente de su abuela y padre.

Un precioso conjunto blanco y sencillo, pero que lo hacía especial por ser el presente de su madre, a la cual le hubiera encantado convivir un poco más.

—Tus amigos me pidieron un favor —La mujer había pasado tras obtener el consentimiento.

—Ah, ¿sí? ¿Qué favor? —JiWoo había levantado su vista del celular, intrigada.

La madre de JiWoo se sentó en la cama. Se veía sana, eso le agradó mucho a la menor. Saber que su madre no había cometido un error al momento de divorciarse le hizo estar en paz. Su corazón se hubiera roto si fuese lo contrario. Sin embargo, tras observarla detenidamente se percató que en su rostro había una pequeña chispa de cansancio, pero no le dio importancia por el duro viaje que tuvo que soportar. Para ella tenía sentido.

—Quieren que vistas de blanco hoy y justo, por casualidad, compré un conjunto blanco precioso. Espero que te guste —Extendió su presente tras luego de haber regresado de su travesía hacia la puerta. Una hermosa caja bien decorada se posó en sus manos—. Me hubiera gustado comprar unos zapatos, pero ha pasado tanto tiempo que pensé que me equivocaría de talla.

JiWoo sonrió, cariñosa.

—No te preocupes, es perfecto.

Al momento de llegar al salón de fiesta se impactó por ser la única vestida de blanco en aquel inmenso espacio decorado como una de las tantas discotecas que ya había visitado aún con la edad que tenía. Saludó a sus invitados, los cuales no dejaron de lado más regalos que imaginó espléndidos.

—Pudieron haberme dicho antes —reclamó—. Es que no imaginé una fiesta así. ¿De quién fue la idea, ah?

—Si te decíamos no sería sorpresa —SoMin hizo un puchero tierno—. La idea la tuvo Matt. ¿Acaso no es un genio?

JiWoo asintió, observando a los muchachos bailar con algunas invitadas. Incluso fuera del colegio conseguían pretendientes, unas muy hermosas.

—¿Te ha gustado?

—Es aceptable —Se hincó de hombros, indiferente. Al cabo de unos segundos tras el cambio de expresión de su acompañante soltó una risotada—. Que sí, que es magnífico.

SoMin sonrió. Un muchacho joven se acercó a ellas. Su cabello arreglado hacia atrás y vestido de traje le pareció muy gracioso a la festejada. Él la había hecho una seña para invitarla a bailar, pero rechazó su oferta de manera sutil indicándole a su compañera a su lado. No era su tipo, pero tal vez SoMin haría clic.

Percató su copa vacía y emprendió su viaje hacia la fuente de ponche a un lado del salón, donde la mayoría de adultos y pequeños se encontraban por la cantidad de aperitivos ante ellos.

—Oh, mis padres están hablando. Debería acercarme y aprovechar —Se dijo a sí misma. Su vista se fijó en la entrada del salón, bajo aquel edificio hermoso que en algún momento tuvo la oportunidad de recorrer hasta el último piso en su etapa de niñez, lo cual le trajo recuerdos, amargos y extraños recuerdos.

—Muchas gracias por haberme prestado dinero para comprarle ese regalo a JiWoo, no sabes lo mucho que te agradezco tu ayuda en este momento —Para la sorpresa de la mencionada no había sido vista y pudo esconderse antes tras haber escuchado parte de esa conversación tan prometedora—. He estado pasando por momento muy difíciles y las deudas me tienen hasta el cuello. Me costó demasiado encontrar dinero para venir aquí y aun así no logré comprar el boleto. Gracias por eso también. Eres una buena persona, ¿sabías? Por eso me enamoré de ti en su momento. Me alegra que JiWoo te tenga como padre.

JiWoo no escuchó la voz de su padre en ningún momento, pero supuso que su expresión no sería muy reveladora.

—¿Puedes hacerme otro préstamo? En serio tengo que pagar mis deudas.

—Cuando me prometas que dejarás de apostar. Por favor, deja esas cosas —La voz del hombre se hizo rasposa tras tener tanto tiempo sin hablar. Aclaró su garganta y su voz volvió a ser la de antes—, desde nuestro matrimonio estás en eso, pero cada vez estás peor. ¿Cuándo lo vas a entender? Te podré ayudar, pero a cambio de dejar esa vida, en serio. Si me vuelves a pedir dinero morirás para mí y para JiWoo, ¿lo entiendes?

Un sollozo se hizo escuchar, más no era el de JiWoo quién lo estaba reteniendo en su garganta.

Mordió su labio inferior para no dejar caer las lágrimas en sus ojos y se marchó sigilosamente del lugar hasta pasar por la mesa de postres y bebidas, tomar unas cuantas y desaparecer.

Al cabo de una hora, cuando se hizo notar su ausencia extrema, sus compañeros y familiares la empezaron a buscar.

—JiWoo, ¿qué haces aquí?

La expresión preocupada de SoMin se asomó bajo la mesa de los postres. Su mano tenía un puñal del mantel blanco de la mesa, encontrando bajo ella a la muchacha sucia, borracha y triste. Eso la hizo preocupar más y se sentó junto a ella para ofrecerle su hombro para llorar.

—¿Qué sucede, preciosa? ¿Por qué lloras? —acarició el rostro de la menor. No se había animado hablar hasta que se hubiera calmado y pudiera hablar.

—Mi madre... Escuché su conversación con mi padre, decía que no tenía dinero para mi regalo y él le dio para que me comprara algo; también para su boleto de avión y es tan descarada de pedirle más dinero con la excusa de sus deudas. Resulta que vive de apostar y ahora le va mal —soltó una pequeña risa—. ¿Sabes? Ya no me preocupa ella ni lo que haga. Espero que le vaya peor y mi padre decida no ayudarla más. No me hace tanta falta como pensé; te tengo a ti, a los chicos, a mi abuela y a mi padre. ¿Qué más puedo pedir si tu madre me da tanto cariño y cuidado que hasta la considero mi mamá? Si los padres de los chicos no fuesen unos desgraciados, uno por su esposa y el otro por su mentalidad de viejo los quisiera también.

Sus ojos parecían pesarle, cerrándose poco a poco. Estaba en un estado muy grave, pero aun así SoMin la apoyó. Sabía que decía la verdad, porque los borrachos no mienten y pensó que era una buena decisión.

—SoMin, ¿me quieres? Sé que no lo demuestro o lo digo, pero te quiero mucho y a los chicos también.

Sus ojos se cerraron. 

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