
3. La apuesta
📆FINALES DE ENERO
📆DOS SEMANAS DESPUÉS
Lando siempre fue mi perdición. Ese quiero y no puedo. Desde el momento que sus rizos castaños aparecieron por el paddock, mi estómago sufría un vuelco cada vez que lo veía. Mariposas, mariquitas, luciérnagas y todos los insectos que se me ocurran, esos, estaban dando vueltas locos perdidos por su culpa. Jamás me atrevía a decirle nada. Ni a querer que él supiera lo mucho que me atraía. Sufrí en silencio cuando descubrí que salía con la nieta de Piero Ferrari. Y verlos juntos era todo un suplicio. Un dolerme hasta el alma porque deseaba ser ella.
Hasta aquel fin de semana en Mallorca. Todo cambió en el momento en el que nos acostamos juntos. Y fue peor el remedio que la enfermedad, pues si tenía la mínima esperanza de que algo más sucediera entre nosotros, el mismo Lando, con su actitud de mierda, se encargó de que no fuera así.
- Mejor te quito estos destornilladores de encima, porque me da que se los quieres lanzar a alguien –Charlie aparta los instrumentos con los cuales trabajaba, de la mesa, a la vez que me muestra una mueca irónica.
- A alguien, no, a él –señalo a Lando, el cual está en la Fábrica, en la zona de motores, prestando atención a lo que los mecánicos le enseñan.
- Vete a otro sitio, y así no lo tienes que ver.
- ¡Claro! ¡Y cuando estemos en los circuitos cierro los ojos, me hago la sorda, y que su puta madre se encargué de él!
Charles rueda sus ojos al mirarme, para, segundos después darme una mirada reprobatoria.
- Está haciendo lo que haría cualquier nuevo piloto. Conocer su lugar de trabajo y aprender. Y en eso tengo que apoyarlo porque Lando realmente, está muy comprometido con la escudería –bufo al escuchar las palabras de Charles. Me muerdo los labios mirando al de pelo rizado, quien de pronto, desvía su mirada cruzándola con la mía. Me quedo paralizada al sentir sus ojos clavados en los míos, y como su boca se curva en una pequeña sonrisa dirigida hacia mi.
- Es lo que debe hacer. Se vaya a creer que aquí va a estar de vacaciones –cojo mi Tablet y un par de cosas que necesito para poder regresar a mi puesto y repasar varias indicaciones que Valeria me ha corregido. Mira que no quiero molestarla, pero, la rubia me dice que necesita de vez en cuando sentirse útil y no estar todo el día obsesionada con las gemelas.
- Thalía –Charles me agarra del brazo girándome para que lo mire- dale un poco de confianza, por favor. Céntrate en Lando como piloto, no como el tío con el que tuviste "algo". Te lo pido por mi bien y por el de la escudería. No puedo con tanto drama's love.
Cojo aire con fuerza soltándolo lentamente después de las palabras de Charles. Me jode lo que me ha dicho porque tiene toda la razón del mundo. Tengo que separar al piloto del chico que me rompió el corazón. Porque lo hizo. Aunque él ni lo sepa ni fuera consciente de ello. Asiento ante las palabras de mi amigo, prometiéndole que lo haré.
Salgo de la Fábrica de Motores, dirigiéndome al Edificio de Componentes. Hoy han hecho una prueba con los discos de freno y quiero ver por mi misma los resultados. Vamos a tener este año un coche aún más competitivo. Mi objetivo es que mis dos pilotos estén en lo más alto de la clasificación, pues, siendo justa con ellos, no me decantaré por ninguno. Aunque, Lando tiene que ponerse las pilas y cogernos el ritmo pronto.
Es atravesar la puerta, cuando me paran algunas personas que esperaban mi llegada. Durante minutos, me abruman con estadísticas, formulas, pruebas y demás. Una hora después, me siento encima de una de las mesas, con una barra de cereales con chocolate que me sabe a gloria.
- ¿Has comido ya? –la pregunta viene de la voz de James, uno de nuestros mecánicos principales. El pelirrojo viene hacia mi ladeando su cabeza esperando mi respuesta.
- No lo recuerdo. Creo que desayuné algo con tomate, pero, eso es todo –le confieso encogiendo mis hombros.
- Anda, vamos a la cafetería, un puto día de estos te vas a desmayar si no comes –James me hace un gesto para que me baje de la mesa y yo lo hago sin rechistar.
- Mi madre dice que tengo el culo muy gordo. No pasa nada por saltarme una comida.
- Tu madre miente, Thalía.
James se echa hacia atrás y me da un repaso a mi culo que no hace sino acrecentar el rubor de mis mejillas. Le atrapo con mi mirada y él solo me guiña el ojo en respuesta. Caminamos juntos fuera, hacia la cafetería. Al pelirrojo lo conozco desde hace unos tres años. Él estaba en Mercedes, pero, lo dejó para venirse con nosotros y vivir, según sus palabras. El hermano de Darcy, una de mis mejores amigas y la futura esposa de Max Verstappen, es íntimo amigo de James y podría decirse que eso ha hecho afianzar aún más nuestra amistad. Porque si, somos amigos, aunque si no fuera por el puto Lando Norris, que no consigo sacar de mi cabeza, todas las noches dormiría en la cama de James. Eso lo sé yo, y todos los ángeles del cielo.
- ¿Qué quieres comer? Y no me digas un bocadillo, Thalía –James pone una de sus manos en la parte baja de mi espalda mientras ambos nos colocamos frente a la barra.
Aprieto mis labios pensando que pedir, cuando lo veo. Está allí, en una esquina, sentado en una mesa rodeado del que será su equipo riéndose tranquilamente. Me quedo embobada mirándolo. En como se lleva su mano a esos rizos intentando colocárselos. Como luce su cuerpo embutido en la camiseta roja de Ferrari y en ese pantalón blanco que lo acompaña. Y luego pienso en como se veía sin toda esa ropa. Delicioso. Total y absolutamente delicioso.
- ¡Thalía! ¿me escuchas? –desvío mi mirada de Lando disculpándome con James.
Oh, dios. Dos semanas lleva Lando por aquí y ya me está haciendo perder la cordura. Aunque bueno, dejé de tenerla desde el momento que sus labios tocaron los míos.
-Si, perdona, ¿Qué tal una taza de caldo y algo de pescado? -le respondo desviando mi mirada del británico para centrarla en los platos de comida que hay frente a mi.
-¿Desde cuando no vives?
-¿Perdona? -le pregunto a James algo confundida por su pregunta, y más si hasta mi llegan las risas de Lando desde el otro lado de la cafetería.
-De la fábrica a tu casa y de allí de vuelta a Maranello. No te he visto ni una puta noche en ningún bar, ni siquiera paseando por el pueblo, ¿tú es que no tienes vida? -le gruño a las observaciones de Jame, porque maldita sea si el pelirrojo no tiene toda la razón, y si, me jode que la tenga.
-En menos de un mes presentamos el nuevo coche, y quiero que sea perfecto. Todo.
-Tu labor empieza una vez que el coche ruede, ya hay personas que se encargan de que los coches funcionen, siendo yo uno de ellos, porque en vez de estar 14 horas en la Fábrica estés diez, no te va a pasar nada -me sugiere él a algo que no lo puedo contestar porque primero, me ponen el tazón de sopa delante de mi, y segundo soy tan perfeccionista que no aguanto que otro haga lo que yo puedo hacer en menos tiempo.
-Si, si tienes razón, pero, es mi segundo año completo como Jefa de Equipo y quiero que todo sea perfecto -el pelirrojo se me queda mirando bastante serio hasta que alza una de sus manos para apartarme un mechón de pelo de la cara, gesto este, que consigue erizar los vellos de mi piel por la suavidad con la que lo ha hecho, y si, por esa mirada sobre mi que ha logrado estremecerme.
-Más perfecta que tú, no hay nadie, Thalía.
📆POR LA NOCHE
James me ha convencido para salir esta noche. No me he dado cuenta de lo que mucho que lo necesitaba hasta que lo he hecho. Un par de cervezas y un chupito de tequila después, y el mundo, o mi vida, se ve de otra manera. El pelirrojo que hay a mi lado me hace reír. Me hace olvidarme de mis propios dramas, pero, no del todo.
- ¿Qué tal con Lando? –la pregunta de James me pilla desprevenida. De hecho, tengo que dejar mi botellín de cerveza en la mesa para pensar bien mi respuesta.
- Bien, ¿por? -le contesto intentando ocultar mi nerviosismo.
- Como os conocéis y eso, pensé que estarías más con él...
- Ya tiene Lando gente que con la que estar. Y si, nos conocemos, tenemos amigos comunes y ahora vamos a ser compañeros. Genial todo.
Creo que he sido muy cortante con James, pero, es lo que Lando me provoca. Poca gente sabe mi historia con él, si es que alguna vez tuvimos una historia. Y ahora que es piloto de Ferrari, lo "nuestro" va a seguir siendo de dominio de esas personas. Cambio de tema con el pelirrojo para que no perciba mi incomodidad. Hablamos de cosas que no sea el trabajo, pero, en cuanto el objeto de mis desvelos entra por la puerta, mi concentración decae y juro que no escucho lo que James me dice.
Con la de bares que hay en Maranello, y Lando tiene que aparecer precisamente en éste, pero claro, si va de la mano de Charles y Diana, es cuando una lo entiende todo. De hecho, mi amiga me ve, y levanta su brazo para saludarme, gesto que le devuelvo.
- ¿Quieres ir con ellos? –me pregunta James percatándose de la dirección de mi mirada.
- Nah –le contesto agitando mi mano con gesto despreocupado- no te preocupes. Estoy bien.
Miento como una perra, porque si, desearía estar sentada en esa mesa, junto a Lando. Haciendo lo mismo que hace Diana, besar a su marido y apoyar su cabeza en su hombro. Estoy mal. Muy mal. Y necesito cerrar la página del libro de Lando o juro que voy a acabar peor de lo que estoy.
Me concentro en James, intentando ignorar a las tres personas que están en la mesa del fondo. El pelirrojo me propone jugar unos dardos, algo que le agradezco, pues de alguna manera necesito descargar mi frustración.
Mientras él va a la barra a por un par de bebidas, me acerco hacia la diana para prepararlo todo. Me llevo la mano a la cara, repasando mi mejilla intentando borrar de alguna manera el cansancio que acumulo.
- Tienes cara de cansada –esa voz. Esa que hace que todo mi cuerpo tiemble con solo cuatro palabras. Alzo mi mirada para fijarla en la suya. Para ver como Lando me mira con el gesto serio y diría que hasta preocupado.
- Lo estoy –le respondo lo más neutra que puedo. Porque a pesar de todo, somos compañeros y este chico se juega la vida en un coche, uno, que yo voy a dirigir en breve.
- Debe ser duro ser tú.
- Lo es –le respondo asintiendo, pues ha dado en el clavo de como me siento.
- Lo estás haciendo muy bien, Thali. Están muy orgullosos de ti en Ferrari. Lo he notado en cada parte de la fábrica –su mirada también me demuestra lo mismo que me cuenta. Esbozo una pequeña sonrisa para después, tomar aire y calmar mi nerviosismo.
- Gracias. Lo intento. Ser buena en mi trabajo y dar más allá. Vais a depender de mi en el asfalto, y para eso, tengo que darlo todo –él acorta la distancia que nos separa a los dos. Alza una de sus manos y la posa en mi mejilla, en un gesto que me deja casi sin respiración. Esa pequeña caricia altera de nuevo mi corazón, más si lo hace mirándome de esa forma tan intensa.
- Eres jodidamente increíble, Thalía DiAngelo.
Eso que dicen de que hay momentos que parece que el tiempo se detiene y no existe nadie a tu alrededor, excepto esa persona. Es totalmente cierto. Pues es lo que estoy sintiendo ahora mismo. Solo soy consciente de su verdosa mirada sobre mí. De como sus rebeldes rizos caen sobre su frente y de como cada terminación nerviosa de mi cuerpo, reacciona al más leve contacto de sus dedos. Su respiración está algo agitada. Sus labios son mojados uno contra el otro, sin apartar su mirada de los míos. Tan cerca y tan lejos a la vez.
- ¿Echamos unos dardos?
Charles. Il predestinato. El oportuno, más bien. Lando me da una última mirada y baja esa mano, para darse la vuelta y recibir a su compañero y a su esposa. No me pasa desapercibida la mirada de Diana sobre mi y como vocaliza un ¿estás bien?, ante el que asiento para tranquilizarla a ella también.
- Hola, chicos –les saluda James colocando nuestras bebidas en la mesa de al lado. Su mano se posa en la parte baja de mi espalda a la vez que me mira sonriéndome- tengo que irme. Hay un problema con un componente que es demasiado grande.
- ¿Es grave? –le pregunto preocupada yo también- ¿voy contigo?
- No, no te preocupes. Me imagino lo que puede ser. Charles, ¿os importa llevar luego a Thalía a casa? –les pide él de manera despreocupada.
- Claro que no –le contesta el monegasco.
- Gracias. Bueno, luego te llamo y te cuento –James se acerca dándome un beso en la mejilla que me deja algo descolocada.
Solo puedo sonreírle e intentar no mirar a nadie, pero, Lando está frente a mi y lo que veo en su mirada me desconcierta, mira a James algo enfadado. O serán imaginaciones mías.
En cuanto el pelirrojo se va, los chicos preparan los dardos. Diana se apoya a mi lado torciendo el gesto en mi dirección.
- ¿Hay algo que no me has contado? –me pregunta la rubia refiriéndose a James.
- No, porque no hay nada. Solo somos amigos –le respondo cogiendo mi botellín de cerveza para darle un buen trago.
- Pues parece que está marcando terreno. La mano en la espalda. El beso en la mejilla. Recalcar que luego te llamo –las palabras de Diana me dan que pensar, que quizás tenga razón.
- ¿Tú crees?
- Parece, Thalía. Y más si está Lando presente.
Aprieto mis labios sopesando mis palabras y decido no darle mi opinión. Los chicos nos ofrecen los dardos y durante segundos discutimos como jugar.
- Chicas contra chicos –propone Diana haciéndole un gesto a su marido- y con apuestas de por medio.
- Si las apuestas conllevan sexo, por mi, de acuerdo –concuerda Charles con lo que su mujer propone.
- Si a jugar por parejas, y a la apuesta –responde Lando mirándome a mi. Pareciera que está retándome el cabrón.
- Sin sexo –le respondo mirándolo yo también de la misma manera. Lando pasa su lengua por su labio superior dándome una sonrisa de suficiencia.
- Si ganamos nosotros, Charles que haga lo que quiera con su mujer, y tú...saldrás a cenar mañana conmigo –el de pelo rizado me señala con uno de los dardos que tiene en su mano. Está provocándome de alguna manera, y maldita sea si no me gustan sus proposiciones.
- Y si ganamos nosotras –le contesto intentando ser creativa- te montarás en la Montaña Rusa dos veces seguidas.
Lando alarga una de sus manos para estrecharla con la mía. La agarro para agitarla con decisión, cuando él tira de mi hasta tenerme muy cerca de su pecho. La sensación de estar tan cerca de él, casi me deja sin aliento, pues procuro no mirarlo a los ojos para que esto no me pase.
- Ay, piccola ragazza –vale si, escuchar a Lando hablar en italiano es como tener dos orgasmos seguidos- aprendí todos los trucos de Valeria a los dardos. Estás condenada.
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