Bailes de salón (1)
No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que aquellas clases de baile en pareja eran demasiado forzadas, la maestra era una mujer que daba consejos pero que no se los aplicaba a ella misma. Ella estaba enamorada del conserje de la sala, el mismo que hacía el mantenimiento, limpiaba, ventilaba y se quejaba cuando la música estaba muy alta; y para desgracia de muchos, no era un romance correspondido. Ella daba consejos y emparejaba personas, empujándolas a bailar juntos y sentirse orgullosa cuando las parejas florecían. Evidentemente, las parejas tenían de todo menos un enlace sano, carecían de sentimiento y carecían de confianza, la obligación de bailar en pareja y emparejar a aquellos que llegaban por su cuenta, llevaba a cambios constantes de pareja por el desagrado ante aquellos enlaces y por algún casual ella se esforzaba por emparejar a personas que fueran iguales físicamente... Era deprimente ver como de forma inocente alguien llegaba y rápidamente la maestra ya estaba haciendo sus cálculos perversos, sonriendo con una amabilidad totalmente falsa, una encarnación de la hipocresía más descarada.
Para una persona con un empleo tan drenante como el suyo ir a clases de danza para relajarse podría parecer algo ridículo y prácticamente absurdo para muchas personas, pues aquellas clases de salsa, bachata, vals o tango; eran de todo menos enseñamientos y pasos tranquilos. Él empezó a tomar aquellas clases desde que fue partícipe en una reunión del trabajo y las parejas empezaron a bailar tango. Aquello captó su curiosidad y al investigar un poco se encontró con la sorpresa de que los bailes latinos captaban gratamente su atención y quería aprenderlos. Tenía curiosidad. Su trabajo en una zona industrial, en la sucursal central de una empresa a las afueras de Londres, le forzaba a tener que trabajar horas extra que drenaban su energía pero no la suficiente para quitarle las ganas de ir a bailar.
Cuando llegó como un tierno y dulce novato, cayó presa rápidamente de las garras perversas de su maestra, en el primer momento la consideró una mujer muy amable y sonriente, conforme la fue conociendo, descubrió que era hipócrita y manipuladora; pero no era mala persona, simplemente quería salirse con la suya en los emparejamientos.
Él era un hombre que se adaptaba fácilmente a las circunstancias. Aprendía rápido y era como un robot: analizaba, adaptaba, aprendía e imitaba a la perfección y sin errores aquello que aprendía, no era sorpresa que muchas de las parejas con las que le tocaba bailar estuvieran gratamente contentas cuando les tocaba con él; era muy bueno guiando y comunicaba muy bien con sus ojos, muchas veces recibía números de teléfonos de mujeres que indirectamente le sonreían coquetas y buscaban volver a bailar con él hasta que este mismo las rechazaba y cambiaba de pareja para iniciar el proceso una vez más. Un hombre de cabellos negros como la oscuridad más absoluta, algo largos por debajo del cuello, casi llegando a sus hombros, peinados hacia atrás y los ojos hazel... ¿Quién podría resistirse a ese atractivo? Un hombre sensible que bailaba bien, que era un buen acompañante y que no cometía fallos en el baile, era paciente, comprensivo y sabía ser seductor y versátil... Claramente no muchas mujeres solteras lo hacían. Pero ninguna tuvo éxito con él fuera de las salas de baile.
A lo largo del año entero que llevaba participando en aquellas lecciones, había cambiado de pareja tantas veces que había perdido la cuenta de oportunidades románticas que había podido tener si tan solo tuviera algo de interés en ellas. Claramente muchas mujeres estaban en aquellas lecciones para encontrar a un buen hombre que supiera moverse, tal vez por eso muchas veces había más mujeres que hombres cuando se trataban de clases de bachata con el cuerpo bien cercano y los roces tan provocativos. Aquellos días se reiteraban los cambios de pareja al hacer sutiles giros, escuchar una palmada indicaba que rápidamente hicieran girar a su pareja y recibieran a la siguiente. Rotaban por la sala, cambiaban y siempre había pareja con la que podían cambiarse. Aquel día era vals, por ejemplo. Un vals rápido en el que cambiaban de pareja con cada aplauso de la maestra.
En aquella clase de baile le conoció. Fue un aplauso rápido que pilló un tanto desprevenida a la otra persona, eran novatos y el giro les atrapó al mismo tiempo que la palmada y acabó tropezando con otra de las parejas al hacer el cambio y golpeándose contra su pecho, que por inercia y por accidente sujetó por la cintura. Un varón. Lo soltó de inmediato y se disculpó por la equivocación, excusándose con un despiste, prosiguiendo con el baile con la dama que a su lado se encontraba.
Un despiste, algo tan casual como eso, rozar una cintura que no estaba marcada y sujetar unas manos toscas, la mayoría pensaría que por ello había notado que no era una mujer; pero era todo lo contrario, tenía una cintura marcada, un cuerpo considerablemente delgado y poco marcado, pero unos brazos firmes y un cuerpo esbelto, y unas manos delicadas que indicaban que no hacía un trabajo físico manual.
- Excuse moi, monsieur...- se giró al notar un idioma conocido, pero no lo que solía escuchar.
Un varón. El varón. Cabello rojizo, largo, lacio, peinado con cierto aire punk al tener parte del cabello sellado en un curioso peinado que se asemejaba a un nido de pájaro con laca en spray, posiblemente se gastase medio bote cada vez que se peinaba, rapado por un costado, con un piercing de dos bolas en una oreja, en la ternilla superior, en la misma del costado rapado con un atrevido gesto de salvajismo, ojos claros, relucientes, verdes tal vez, pero brillaban como dos faros amarillos de luz artificial de las calles.
- ¿Sois francés?- su voz fluyó con naturalidad, sin rastros de remordimiento, solo curiosidad.
- Usted lo parecía, y se disculpó en dicho idioma...- su costumbre arraigada a su compañera de trabajo de origen francés le llevó a hacer una mueca con el labio.
- No lo soy...- negó con la cabeza.- Fue por formalidad.- carraspeó.- ¿Necesita algo?- se aventuró a preguntar.
- ¿Me diría su nombre?- preguntó con seguridad.- Es usted un hombre atractivo, y lo he estado observando, tiene usted mucho éxito en el baile, pero pocas mujeres rodeándolo a la salida, decidí aventurarme en un terreno peligroso. ¿Estoy siendo muy atrevido y asumiendo cosas erróneas?
- ¿Viene usted acompañado de una hermosa mujer y la está dejando colgada por mí? Eso es lo atrevido de todo esto, asumir lo estás haciendo bien.
El contrario se quedó rígido y acomodó el mechón largo de su cabello detrás de su oreja con nerviosismo, parpadeó un par de veces.
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Sinceramente, la forma en la que estos dos personajes se conocen es bastante simple y tonta, pero en mi opinión, es una buena forma de conocerse.
Aquí las opiniones ------------>
Espero que os haya gustado, hacédmelo saber con un voto y nos vemos en el próximo capítulo
Bye~
By Silvia Line
[1173 Palabras]
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