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Tormenta de recuerdos

Huachimingo y Dante despertaron asustados tras escuchar un rayo, el susto hizo que el mago explote.

—Tranquilo, Dante, aquí estoy... —le tranquilizó Huachimingo mientras abrazaba a su pareja.

—¡Tengo miedo...! —le decía Dante mientras se arreglaba su pelaje tras la explosión.

—Yo te voy a acompañar... —le contó Huachimingo mientras acariciaba la cabeza de Dante, para así calmarlo un poco.

Los dos se pusieron a actuar de un modo cariñoso, quizás se asustaban por los rayos, pero seguían dandose mimos, abrazos y besitos para poder dormir mejor, puesto a que eran las 4 AM.

Luego de unos minutos los dos durmieron abrazados, con una sonrisa calmada en sus cara.

[...]

Dante y Fichirengo despertaron por uno de los rayos.

—¡Aaah! —gritó Dante Jr por el miedo.

—¡¿Qué sucedió, primo?! —preguntó Fichirengo por el miedo. Le preocupó bastante el grito de Dante Jr.

—¡Me asustó ese rayo! —le respondió el otro mientras abrazba a Fichirengo.

El huachimingo correspondió al abrazo mientras le decía a su primo que no tuviera miedo, que estará ahí para cuidarlo.

—¿Te dan miedo los rayos...? —preguntó Fichirengo mientras seguía calmando a Dante Jr.

—Aja... —le respondió el otro mientras lo seguía abrazando.

Fichirengo siguió abrazando a su pequeño primo.
A él también le daban miedo los rayos pero podía aguantarlo para así calmar a Dante Jr.

Dante y Huachimingo despertaron y fueron a ver si sus hijos despertaron.
Tras verlos nerviosos Dante fue a prepararles el desayuno, Huachimingo fue a acompañarlos.

La familia se puso a desayunar en el cuarto de los chicos mientras miraban la tele, era así para acompañarlos.

—Hoy habrá una tormenta la cual parará más o menos a las dos de la tarde, ¿quien sabe? —indicaba el meteorólogo mientras usaba su batuta para indicar las áreas en las que caería la lluvia.

Dante procedió a avisarle a todos que no fueran a trabajar ni llevaran a sus hijos a la escuela.
Todos asintieron y pensaban quedarse en sus camas mirando Netflix, pero ahí intervinieron Eusebio y Cossimo.

—Lo siento, pero tienen que ir igual, les mandaré una van para que vayan al estudio a salvo —escribió el jefe mientras les mandaba una captura con la información de dicha van.

—¡El rating bajará si faltan, y más les vale traer a los niños! —les exigió Cossimo haciendo alarde de su egoísmo.

Todos, incluido Eusebio, se quejaron de la decisión de Cossimo. Les pareció sumamente egoísta que arriesgaran a los niños a una tormenta y enfermedades con tal de tener más audiencia y dinero.

Cossimo se calló, pero Eusebio terminó declarando algo.

—Bueno, en parte Cossimo tiene razón, no sabremos si volvemos a casa, por si acaso preparen comida y ropa, no sabemos si nos quedaremos más tiempo por una inundación... —replanteó Eusebio.

Todos suspiraron y aceptaron, tenían miedo de dejar solos a sus hijos pero tenían que trabajar de todos modos.

[...]

—Hija, papá y yo iremos a trabajar, cuida la casa y asegúrate de lavar los platos que uses —le pedía Patana

—Y limpia tu cuarto, Marianita —le recordó Mario Hugo mientras se ponía un piloto.

Mariana asintió mientras se sentó en la mesa del comedor para terminar de desayunar e ir a lavar sus trastes.

—¡Cuidate mucho Norbertito, tienes tu celular y a los sirvientes para que te ayuden! —le dijo Tulio mientras se preparaba para la lluvia y guardaba sus cosas en un bolso de viaje deportivo.

—Cuida a tus hermanos —le ordenó Bodoque a Rudy, quien de todos modos ni fue a saludarlo, se quedó jugando videojuegos en su alcoba.

—Freddy, pase lo que pase no te preocupes por mi, y cuida de la casa —se despidió Policarpo mientras le mimaba el cabello al pequeño y salía.

Todos se subieron a la van cuando esta llego a sus destinos.

Tan pronto como sus padres se fueron, empezaron a hablar por videollamada.

—Hola, ¿sus padres ya se fueron al trabajo? —preguntó Norberto mientras se sentaba en la mesa y dejaba su cereal de chocolate al lado del celular que estaba apoyandose con un soporte.

Todos asintieron mientras desayunaban.

—¿Acaso saben que hay una tormenta...? —preguntó Juanito con muchos nervios, ya que a él le aterraban los rayos.

—Si, y el jefe los mandó igual... —dijo Norberto mientras tomaba su cereal.

—Agradezco a la tormenta de no ir a la escuela, no tenía ganas... —suspiró Mariana mientras comía su croissant con dulce de leche.

—Si, yo tampoco —comentó Rudy mientras estaba al pendiente de que sus hermanos no se metan en problemas —Disculpen, estoy al pendiente para saber si los dos se arman algún lio.

Todos le dijeron que no había problema y pasaron a hablar de varias cosas, hasta que notaron que Norberto volvía a tener un tren de recuerdos pasando por su cabeza.

—¿Estás bien, Norberto...? —le preguntó Rudy mientras estaba regresando de evitar que su hermana juegue con tijeras.

—Si, solo que... He tenido otro recuerdo... —le decía Norberto.

—¿Qué cosa...? —preguntó el conejo rojo mientras se acomodaba para escuchar.

Norberto les comenzó a contar del hecho.

Recordó cuando estaba en la primaria, estaba volviendo al vestidor para vestirse e ir al autobús escolar. Pero en eso cuando Norberto terminaba de vestirse, Paco lo encerró en su casillero, y como ya no había casi nadie en el lugar, era difícil que lo escuchen.

Afortunadamente el maestro de Educación Física sabía que él faltaba y rápidamente fue a buscarlo.
Lo encontró ya que podía escucharlo llorar a través de su casillero.

Norberto fue sacado del sitio y el profesor lo llevó a su asiento mientras hablaban del asunto.

Paco había sido suspendido tras el incidente, y Norberto dejó de ir a las clases de natación por mandato de Tulio, ya que su hijo terminó con un trauma que al día de hoy no se le fue.

—Siento mucho lo que pasó, ese Paco es un hijo de puta... —expresó Rudy mientras se compadecía de su mejor amigo.

Poco a poco los demás fueron contando sus recuerdos, varios de estos ya no solo involucraban al hijo del asesor de imágen. Algunas veces la culpable era la hija de Guaripolo, o en ocasiones llegaban a ser los dos.

[...]

—Dantecito, ¿No dijiste que ayer vino tu primo? —preguntó Norberto mientras bebía un poco de agua.

—¡Ah cierto! —respondió despistado Dante Jr y fue a buscar a su primo, volviendo después de un minuto con él —Chicos, él es Fichirengo, ¡mi primo!

—Hola —respondió Fichirengo con algo de timidez, tras aquél incidente de cuando estaba en Argentina le costaba hacer amigos.

Todos saludaron al momento al primo de Dante Jr, y volvieron a hablar un largo rato. Sin saber que las cosas iban a ir mal.

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