«La tarea, la tarea» resonaba en la cabeza del chico, había llegado a su departamento después de un agotador día.
Dejó su abrigo en el respaldo de una de las sillas del comedor, sentándose en la misma y cerrando sus ojos, las piernas le dolían y no tenía ánimos para levantarse y seguir con su rutina.
Todavía la mochila venía en su espalda, por lo que se la quitó y permaneció entre sus manos unos momentos. La abrió y sacó de ella el primer libro con el que se topó, pero en cuanto leyó el título se dio cuenta de que había cometido un error.
«Es ella» decía en la portada, allí supo que, debido a la prisa que tenía en aquel momento; se había llevado el libro que encontró junto a su celular, y que esa obra no era suya.
—Mierda —chasqueó la lengua—, este día es un asco...
Volvió a meter la mano en su bolso, y extrajo de ahí el libro que se había encontrado en su mesa de la cafetería; tenía que devolverlo.
Sin embargo, su curiosidad por saber que contenían aquellas hojas, lo llevó a leerlo. Inició abriendo el escrito, no pudo leer ni siquiera el prólogo, pues cierta fuerza misteriosa lo hizo caer en un sueño.
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Despertó, sus ojos comenzaron a abrirse poco a poco, acostumbrándose a la luminosidad del ambiente.
No sabía cuánto tiempo había estado durmiendo, lo curioso era que, no estaba acostado, sino parado.
Y tampoco estaba en su departamento.
Miró a su alrededor y la sangre se le heló al darse cuenta de que estaba en un lugar que nunca había conocido, podía asegurar que no era de su ciudad, y que, además; estaba rodeado de gente.
—«12:05 pm» marcaba el reloj el día doce de mayo —un escalofrío le recorrió por la espalda al escuchar la voz—, las sirenas de la ambulancia y de la policía se oían fuertemente, alguien había sido asesinado.
De pronto, la supuesta realidad en la que se encontraba Josh, fue cambiando drásticamente: las personas que lo rodeaban desaparecieron, y en su lugar se hallaba un cuarto, donde yacía el cuerpo de alguien cubierto de una sábana blanca.
—La noche era lluviosa, los truenos y el sonido de la lluvia impidieron que los vecinos pudieran escuchar los gritos de ayuda y miedo de la víctima —seguía diciendo lo que parecía ser el narrador—. Durante varias semanas, la policía no encontró ninguna pista que pudiese ayudarles para encontrar al responsable.
Otra vez, la escena cambió: ahora se encontraba en un interrogatorio, donde podía ver a varios oficiales haciéndole preguntas a los que, al parecer, eran sospechosos.
—No obstante —la persona prosiguió—, gracias a una llamada de un desconocido, se supo que; el asesino era cercano a la víctima, pero esa información no era lo suficiente para saber con seguridad quién era.
Nuevamente, su «realidad» se transformó: vio a varias personas platicando entre sí, unas reían y otras hablaban animosamente.
—El lector pasará por una rememoración de todos los hechos que sucedieron en la vida de la víctima y de algunos sospechosos —dijo—, para identificar al afectado y al responsable. La lectura de cada capítulo no es más de cuarenta minutos; recuerda: un paso en falso, y podrías arruinar toda la investigación.
Tras terminar su pequeña introducción, el narrador desapareció, y Josh regresó a la realidad que le proporcionaba la historia.
No podía asemejar lo que le ocurría, ¿era eso una broma? ¿Cómo era que el libro lo había «tragado» y adentrado a su mundo? ¿Y ahora, cómo saldría de esa? Pero lo que más le confundía era que de qué manera podría saber y distinguir entre el protagonista y el antagonista de la obra, dejando fuera a los personajes secundarios.
Antes de que pudiera formular una palabra, un sueño profundo se apoderó de él.
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Al despertarse por segunda vez, ya se encontraba en su departamento; todo estaba como lo había dejado: el abrigo atrás de él, la noche fría y silenciosa, y su cuerpo todavía estaba sentado en la silla del comedor.
Preguntándose cuánto tiempo había estado adentrado en el libro, tomó su teléfono y vio la hora, eran las siete de la noche con cuarenta minutos exactos.
Y para evitar que de nuevo se metiera a la historia, cerró el escrito, dejándolo en la mesa; no sabía qué hacer, con tal de aclarar sus dudas, releyó la breve descripción dada en la contraportada.
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H. Álvarez:
Se me hizo difícil describir los cambios de las escenas, espero que se haya entendido, porque para mí sólo me lo imaginé, pero no sé si realmente se pudo entender.
Háganse presentes con una estrellita, y, si gustan, un comentario.
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