21 | donde reside la magia
XXI. WHERE THE MAGIC DWELLS
—¿Estás segura de que es lo que Dumbledore quería que preparásemos?
Allison cogió el libro de Elaboración de pociones avanzadas que Hermione le tendía, abierto por una página del principio. El título decía claramente «Poción de memoria» y los ingredientes principales coincidían con los cuatro que le había legado el director.
Recordaba el día en que prepararon esa poción en clase porque fue cuando estaba empeñada en acostarse con Malfoy y los pusieron a trabajar juntos. Además, después había tenido que escribir un ensayo sobre dicha poción y la había fastidiado un poco entre las notas que se pasaba con él y lo que debía entregarle a Slughorn.
—Sí, estoy segura —dijo Hermione—. Salvia, plumas de jobberknoll, campanillas de invierno y mandrágora. No hay más pociones que contengan esos cuatro ingredientes.
—Vale, pero ¿para qué necesitamos hacer la poción? —preguntó Ron—. ¿Se la tiene que beber Ally?
—Supongo que sí —respondió Hermione, encogiéndose de hombros—. Si no, no se la habría dejado a ella.
—Vale, pero no necesito recordar nada, no me han borrado la memoria.
—Si te hubieran borrado la memoria no lo recordarías —dejó caer Harry, rodando los ojos—. Así que lo más probable es que sea así.
Allison suspiró y se cruzó de brazos. No podía creerse que alguien le hubiera borrado un recuerdo. ¿Para qué? ¿Y cómo se habría enterado Dumbledore?
—Lo malo es que da igual que te la tomes si no tienes una idea previa de qué debes recordar —intervino Hermione, lamentándose—. Quiero decir, es obvio que no sabes qué debes recordar, pero necesitas aproximarte algo o el recuerdo acabará perdiéndose... para siempre.
—Pues vamos bien, si no sabía ni que tenía la memoria borrada —se quejó Allison. Echó un vistazo a las páginas marcadas del libro—. Todavía faltan ingredientes que añadir, ¿no?
—Le pediré a Kreacher que los consiga —sugirió Harry—. ¡Kreacher!
El desaliñado elfo doméstico se apareció a mitad del salón de Grimmauld Place, haciendo una exagerada reverencia al verles. Durante la ausencia de Allison se habían hecho amigos de Kreacher, y por eso el elfo quería ayudarles. Para recompensar a Regulus.
—Kreacher está para servir —dijo el elfo, con el guardapelo falso colgado del cuello como una reliquia—. ¿Qué necesitan?
—Buenos días, Kreacher —saludó Hermione con una sonrisa—. Queríamos preguntarte si era posible que buscaras estos ingredientes y nos los trajeras. Es muy importante.
—A Kreacher le encantará ayudarles a encontrar los ingredientes. Kreacher se va ahora mismo, sí señor.
Hermione le dejó el libro y le explicó cuáles necesitaban. Con una última reverencia, Kreacher se desapareció.
—Nunca pensé que Kreacher fuera a ser simpático —comentó Allison, observando el lugar vacío que había dejado—. Ni que fuera a hacer caso a algo que Herms le dijera.
—Es lo que ocurre cuando tratas a un elfo con humanidad y amabilidad —repuso Hermione muy seriamente—. Deberían aprenderlo todos los magos y dejar de usarlos como esclavos.
—Tienes razón —la apoyó Ron—. Mucha razón, Hermione.
Las mejillas de Hermione se ruborizaron y le dedicó una pequeña sonrisa. Allison puso los ojos en blanco. O se comían la boca, o los tiraba por la ventana, porque la estaban desesperando.
—Llevan así desde que te fuiste, es odioso —le dijo Harry a su hermana en un susurro, a lo que ella asintió de acuerdo.
Agosto se basó en dos misiones: en la primera, Hermione era la encargada de elaborar la poción de memoria. Kreacher no tardó más de un par de días en traer todos los ingredientes, así que antes de que acabara la primera semana del mes, ya la tenían lista. Aun así, Allison seguía sin saber qué era lo que debía recordar.
Mientras tanto, la segunda misión era más complicada. Cada día, uno de los cuatro se aparecía con la capa invisible frente a la entrada del Ministerio para vigilar y adquirir información. Iban a entrar y robarle el guardapelo a Umbridge, pero tenían que trazar con cuidado el plan para que funcionara.
Allison se pasaba las noches pensando en las palabras de Dumbledore. «A Allison Gwendolyn Potter, le lego mi kit de pociones, con la esperanza de que le transporte donde reside la magia». No sabía qué mandrágoras se había fumado, pero bien podría habérselo explicado un poco mejor.
¿Transportarse donde reside la magia? La magia estaba en todos lados. Incluso en un retrete parlanchín habría magia. Eso no decía mucho.
Cavilaba sobre estas cuestiones una mañana de finales de mes, mientras vigilaba la entrada al Ministerio. Tenían ese plan prácticamente pulido, pero Hermione era muy perfeccionista y quería tener calculado hasta el mínimo detalle.
—Tengo miedo de mandarlos a Hogwarts este curso —reconocía una mujer bajita, una empleada del Ministerio que solía venir acompañada de su marido—. Solía ser un lugar mágico, pero algo me dice que eso se ha acabado...
Allison se quedó paralizada al escuchar sus palabras. Hogwarts. Mágico.
¿Era Hogwarts el lugar al que Dumbledore se refería? ¿Donde residía la magia?
¿Quería Dumbledore que volviera a Hogwarts, a pesar de lo que estaba ocurriendo?
Ahí es donde preparé una poción de memoria por primera vez.
Cuando volvió a Grimmauld Place y les explicó a sus amigos que ya sabía qué tenía que hacer, ellos se mostraron perplejos. Allison todavía no sabía qué era lo que tenía que recordar, pero tal vez Hogwarts le ayudaría. Si era posible que ahí fuera donde había perdido el recuerdo, ahí era donde debía recuperarlo.
—Pero no quiero irme. Se supone que iba a ayudaros con la misión de los Horrocruxes —protestó Allison durante la cena.
—Si estás segura de que es lo que Dumbledore quería que hicieras, entonces debes hacerlo —dijo Harry con seriedad.
—Bueno, estoy segura de que Dumbledore se refería a Hogwarts con eso de transportarse donde reside la magia. Ya sabéis el aprecio que le tiene a ese lugar —aportó Hermione.
—Pues a mí tampoco me parece buena idea —la apoyó Ron—. No puede haber algo más importante que los Horrocruxes, sin ánimo de ofender a tu memoria, Allison.
Ella asintió porque coincidía con la opinión de su amigo.
—Quizá sea algo relacionado con los Horrocruxes —opinó Hermione—. Tal vez Allison se enteró de algo que no debía saber y le borraron la memoria.
—Me suena a algo que Allison haría —coincidió Harry—. Meterte en donde no te llaman...
—¿Perdona?
—Perdonada.
Allison le dio una patada a Harry por debajo de la mesa. Él soltó un gruñido y se sobó la pierna afectada.
La última semana de verano estuvo plagada de dudas, pero de lo único que Allison estaba segura de que Dumbledore quería que fuera a Hogwarts. Las piezas encajaban. La poción de memoria que había realizado ahí, el hecho de que pensara que la magia vivía en las paredes del colegio... Sentía un cosquilleo en todo el cuerpo al pensarlo, como si su interior se lo confirmase. Debía estar cerca del lugar para descubrir qué era tan importante recordar.
Había hecho una mochila con los imprescindibles que se llevaría, porque tenía el baúl con sus libros de texto en casa de Lyall. Llevaba poca ropa, la poción de memoria, el Mapa del Merodeador y su varita en ristre, lista para aparecerse en casa la madrugada del 1 de septiembre.
—Prometedme que no vais a dejar que os maten cuando entréis al Ministerio. Ni después.
Sus tres amigos asintieron y cada uno le dio un abrazo de despedida. Cuando Ron se acercó para abrazarla, Allison le metió disimuladamente un paquetito en el bolsillo.
—No quiero sobrinos si lo haces con Hermione, guarro.
Le dio una palmada y a Ron se le coloraron las orejas, aunque ni Harry ni Hermione habían oído ni visto nada. Hermione le prometió a Allison que tendrían cuidado y Harry intentó meterse con ella una última vez, pero no le salió.
Estaba asustado. Siempre habían sido ellos dos contra los problemas. Claro, en compañía de Ron y Hermione, y por supuesto, se habían separado durante sus riñas. Pero era diferente, porque una guerra se estaba librando y ambos tenían misiones diferentes y no sabían qué debían hacer. Pero separarse, definitivamente, era lo que más miedo les daba.
Aunque tomaran caminos diferentes sabían que, al final, acabarían en la misma dirección. Porque Allison siempre estaría ahí para rescatar a Harry, y Harry siempre estaría ahí para salvar a Allison.
—Vete antes de que se vayan —dijo Harry, y Allison asintió.
Salió a la puerta, pegándose lo máximo posible a la fachada. Se había acostumbrado a desaparecerse desde que hacían visitas al Ministerio, a pesar de que no tenía la licencia. Sin que los mortífagos —ese día había al menos una docena de ellos— la vieran, se desapareció del lugar y, cuando abrió los ojos, estaba frente a la puerta de la casa de Lyall.
—¡Allison!
El chillido de Lizzy vino acompañado de un gran abrazo por su parte que Allison recibió encantada.
—¿Qué haces aquí? ¿Ha pasado algo? —preguntó Liz, soltándola.
—No. Pero tengo que ir a Hogwarts. Ahora os lo explicaré mejor.
* * *
Nunca antes había tenido tan pocas ganas de asistir a Hogwarts. Snape era ahora el director de la escuela y habían metido a dos mortífagos como profesores de Estudios Muggles y Defensa Contra las Artes Oscuras.
Nada más poner un pie en el andén, los mortífagos rodearon a Allison, Liz, Maddy y Sirius. Por supuesto, no faltaron los interrogatorios sobre el paradero de Harry, pero Allison no medió palabra y fingió no haberlo visto desde la boda. Había estado practicando Oclumancia por si acaso, aunque agradeció que los mortífagos no hubieran intentado indagar en su mente.
Acabaron por dejar marchar a Liz y Allison solo porque perderían el tren, el cual empezó a moverse unos segundos antes de entrar en él. Por la ventana pudieron ver cómo todavía no se habían separado de Sirius y Maddy, y por la cara de Sirius estaba a punto de arrearles un puñetazo.
—¿Vamos a buscar un compartimento? —dijo Allison, apartando la mirada en cuando los perdieron de vista.
—Ginny, Luna y Neville estarán en alguno cerca. —Lizzy se mordió el labio con inquietud—. ¿Seguro que quieres ir al colegio? No creo que sea lo más seguro...
—Bueno, ya no hay marcha atrás —repuso Allison con obviedad. Había sido una decisión premeditada—. Además, estemos donde estemos a partir de ahora, no va a ser seguro.
No lo era porque ambas estaban directamente relacionadas con El Elegido, y eso solo significaba que estaban en el punto de mira. Y se dieron cuenta cuando más mortífagos entraron en el compartimento que ambas compartían con Ginny, Luna y Neville. Fueron tres las interrupciones de los hombres con máscaras. Incluso, a mitad de viaje, llegó a entrar un dementor al tren, y Allison se tuvo que deshacer de él con un patronus antes de que la atacara.
Allison se abrazaba a sí misma, sentada al lado de Ginny, que la abrazaba con tristeza. En la última visita, los mortífagos no se habían cortado un pelo y uno de ellos le había lanzado la maldición Cruciatus. Todavía podía sentir las agujas clavándose en sus entrañas. Había sido la peor sensación que había vivido jamás.
Después de aquello, Neville no había articulado palabra, y Allison entendía el porqué del trauma que el chico tenía con tan solo escuchar el hechizo. No podía imaginarse la tortura que habían tenido que sufrir Frank y Alice Longbottom para acabar en aquel estado.
—Hemos llegado —susurró Ginny, acariciando la espalda de Allison con cariño—. Vamos a los carruajes, ¿sí?
A Allison casi se le para el corazón al ver a los thestrals. Casi se había olvidado de que había presenciado la muerte de Ojoloco en directo. Pero ahí estaba la prueba: un caballo negro y esquelético. Neville y Luna se dieron cuenta de que Allison se los había quedado mirando.
—Son bonitos —dijo Luna con voz suave, acercando la mano para acariciarle la cabeza a uno.
—Sí, pero preferiría no verlos —repuso Allison, bajando la cabeza y metiéndose en el carruaje.
Volvieron a acecharles en la entrada al colegio. Esta vez fueron Alecto y Amycius Carrow, los mortífagos que serían sus profesores. Si no fuera por McGonagall, que estaba ahí para recibir a los niños de primero, Allison estaba segura de que la hubieran vuelto a torturar.
Se despidieron de Liz y Luna, que fueron a la mesa de Ravenclaw, y Allison, Neville y Ginny tomaron asiento en la de Gryffindor. Echó un vistazo a su alrededor. Se notaba que faltaba gente, todos los hijos de muggles y algún mestizo que corría peligro.
Faltaba Harry. Faltaba Ron. Faltaba Hermione. Ya empezaba a echarlos de menos y los había visto por la mañana.
Pero también faltaba más gente en su mesa, como Dean Thomas y los hermanos Creevey. Una de las amigas de Ginny, Rionach, con la que había hablado alguna vez, tampoco estaba. Andrew Kirke, quien había sido bateador junto a Allison en quinto, también estaba ausente.
El que sí estaba era Snape. Allison tenía ganas de lanzarle un maleficio ahí mismo. Si no supiera que la matarían si lo intentaba, estaría encantada. Snape presidía la mesa de profesores en el asiento que siempre había pertenecido a Dumbledore, mientras el resto de profesores lo miraban con desprecio y resentimiento. Nadie lo quería ahí. Incluso la mitad de los miembros de Slytherin parecían incómodos, con ganas de salir corriendo del lugar.
Entre ellos, Draco. No levantaba la vista de la mesa. Él era la segunda persona a la que más ganas de aplastarle la cabeza tenía, después de a Snape. Después de todo, sí era un mortífago.
—Bienvenidos, alumnos, a Hogwarts —empezó a decir Snape, y el silencio fue sepulcral—. Durante este curso escolar van a tener lugar una serie de cambios que voy a comentar antes de dar comienzo el banquete:
»Lo primero es que, como todos sabéis, yo, el profesor Severus Snape, soy el nuevo director de la escuela. Soy consciente de las... quejas —caviló, con desdén— que algunos tenéis al respecto, pero os recomiendo que las mantengáis para vuestros adentros. Contamos, además, con dos nuevas incorporaciones: Alecto Carrow, profesora de Estudios Muggles —Un par de aplausos sueltos— y Amycius Carrow, profesor de Artes Oscuras.
De nuevo, solo fueron unas pocas las personas que aplaudieron. Allison casi soltó una carcajada. Artes Oscuras.
Pretendían inculcarles las artes oscuras para formar nuevos proyectos de mortífagos, no eran listos ni nada. Adoctrinar a niños pequeños para crear un nuevo ejército.
Snape continuó su discurso. Nuevas medidas que poco le faltaba para aclarar que serían torturas a medida de castigo. Ninguna interacción con el mundo muggle sería tolerada, y eso incluía hijos de muggles, por lo que revisarían, por supuesto, el correo. No era más que una vaga excusa para la verdadera razón: que nadie se comunicara con Harry Potter. Porque eso también fue algo que Snape declaró, que cualquier noticia sobre Harry Potter debía ser reportada de inmediato. Todos lanzaban miradas inquisitivas a Allison al mencionar a su hermano. Ella, por primera vez, habría deseado ser invisible.
En resumen, nada continuaría como antes e iban a volverse unos sádicos. Estaba segura de que en El Profeta no dirían nada sobre la lista de castigos físicos que los Carrow, muy contentos, había colgado en la puerta del Gran Comedor.
Los puestos de prefectos se habían revisado y habían hecho los cambios necesarios. Solo tenían placa los hijos de mortífagos o, en todo caso, sangres pura. Allison vio la de Cameron Nott brillando sobre su túnica cuando se levantó para guiar a los niños de primero que habían sido seleccionados en su casa. En Gryffindor solo había dos y tenían un año menos que Allison. Los Premios Anuales habían sido nombrados ahí mismo: Draco Malfoy y Pansy Parkinson. Menuda sorpresa.
Después de ponerse el pijama y quedarse sentada en el borde de su cama por cinco minutos, Allison se levantó y salió por la puerta de la habitación. No contestó a Lavender ni Parvati cuando le preguntaron dónde iba, solo bajó las escaleras de las chicas para subir las de los chicos.
Llamó a la puerta. Neville le abrió y Allison se percató de lo vacía que estaba, cuando tan solo él y Seamus habían vuelto a la escuela. Seamus se limpió la cara con la manga de la camiseta cuando la vio, y Allison se percató de que le venía demasiado grande para ser suya. Estaba en la cama de Dean.
—¿Puedo dormir aquí? —preguntó en voz baja—. Necesito la cama de mi hermano.
Los dos asintieron. Allison fue hasta el sitio donde Harry había estado durmiendo durante seis años. Estaba perfectamente hecha, como si esperara que el chico volviera a ella.
Se envolvió con las mantas y trató de respirar algo de su olor, pero solo olían a detergente y a Allison le dieron ganas de llorar. Ojalá no le hubiera hecho caso a Dumbledore. Ojalá estuviera con Ron, Harry y Hermione y no ahí, sin saber qué debía hacer o a quién acudir.
Esa noche solo se escucharon los sollozos de Seamus, que ahogaba gritos contra la almohada, y la llovizna que golpeteaba las ventanas de la torre. La primera de las que serían muchas noches tortuosas.
es oficial, Allison ha vuelto a Hogwarts y ya sabéis qué es lo que Dumbledore quiere... ¿o no lo sabéis del todo? no, claro que no, duh
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