
19 | el encanto Weasley
XIX. WEASLEY'S CHARM
La mañana del primero de agosto fue, en pocas palabras, estresante y lacrimógena. Lo primero porque tenían que poner en orden los preparativos, ya que la boda empezaría a las tres de la tarde; lo segundo, porque el hijo mayor de la señora Weasley se iba a casar, añadiéndole que su hijo mediano no se dignaba a aparecer.
—Yo puedo ayudar a tus primas a buscar sus asientos, Fleur —se ofreció Allison, antes de que la chica entrase a la habitación para prepararse—. He aprendido frases en francés.
—¿Qué fgases? —preguntó Fleur, recelosa.
— Voulez-vous coucher avec moi ? —dijo Allison, ofreciendo su brazo como si acabara de pedirle que le acompañara.
— Mon Dieu ! Rien à voir ! —exclamó Fleur, escandalizada—. No te acegques a mis pgimas.
—¿Por qué? ¡Se lo escuché decir a Bill ayer y te fuiste con él!
Fleur cerró de un portazo y Allison se cruzó de hombros, ofendida. Por supuesto, no sabía que eso significaba «¿Quieres acostarte conmigo?», y tampoco lo confirmó hasta que confrontó a Bill para preguntarle su significado. Él también salió por patas, cohibido al saber que lo había escuchado el día anterior.
Pero Allison no paró de reír cuando se lo contó a Ron y Ginny.
Para la ceremonia tuvieron que camuflar a Harry, y para ello usaron la poción multijugos. Se transformó en un muggle pelirrojo que se haría pasar por un primo de los Weasley: Barny. Sí, podrían haberse esforzado un poco más con el nombre para no resultar tan obvio, cambiando más de un par de letras. Pero estaban todos demasiado enfocados en sus tareas, y a nadie le mosqueó, así que todo seguía su curso.
A la hora de la llegada de los invitados, les ayudaron a encontrar sus asientos. Fred les quitó la oportunidad a George y Allison de atender a las primas de Fleur, alegando que Allison las espantaría con sus nulas —y poco prudentes— habilidades con el francés. Así que tuvieron que ir a acompañar a las brujas y los magos de mediana edad. Confundieron a Allison con una de sus sobrinas y una señora intentó darle la propina, pero apareció Maddy para aclarar la situación y aguarles la fiesta.
Al cabo de los minutos, Allison se escabulló al interior de la casa en busca de Hermione, que estaba terminando de peinarse. Las pociones alisadoras habían sustituido a Allison como mejor amiga de Hermione, eso estaba claro. Y ella no podía quejarse, porque dejaban a Hermione tan guapa que incluso ella se cohibía al verla. Además, el vestido lila que llevaba resaltaba sobre su piel oscura y le hacía casi brillar. Allison agitó la falda de su vestido rojo, chocando con la de Hermione, y le metió prisa para que regresaran a la carpa.
Cortaron de lleno la conversación que Ron y Harry estaban manteniendo sobre la desagradable tía Muriel, porque Ron quedó estupefacto nada más ver a Hermione.
—¡Atiza! —Ron parpadeó—. ¡Estás espectacular, Hermione!
—Siempre ese tonito de sorpresa —dijo Hermione, pero sonrió.
—Qué desgraciado, cuando me ha visto a mí antes solo me ha preguntado si se le veían los calzoncillos con esos pantalones.
A Ron se le coloraron las orejas y se cruzó de brazos, poniendo la misma cara que cuando Muriel le regañaba por andar encorvado. Allison le guiñó un ojo y, cuando Hermione se giró para soltar una risita, la señaló con la cabeza y alzó ambos pulgares. Ron se puso aún más rojo y también le volvió la cara.
—Al menos no has sido tan desagradable como su tía abuela Muriel —recordó Hermione—. Me ha dicho «¡Cielos! ¿Esta es la hija de muggles?», y añadió que tengo mala postura y los tobillos flacuchos.
—Ya, a mí me ha dicho que parecía una vulgar vestida de rojo, y que había que dejar algo a la imaginación. Si no quiere verme el escote, que no me lo mire, qué mujer tan rara.
Allison se sobresaltó cuando unos brazos le envolvieron la cintura desde atrás, pero al comprobar que se trataba de George soltó una risita tonta. George le dio un beso en la mejilla.
Un día.
—No te preocupes, el vestido te queda increíble —aseguró George, aunque era la tercera vez en la tarde que se lo decía—. A mí Muriel acaba de decirme que tengo las orejas asimétricas. ¡Menuda arpía! Ojalá viviera todavía el viejo tío Bilius; te tronchabas con él en las bodas.
—¿No fue vuestro tío Bilius el que vio un Grim y murió veinticuatro horas más tarde? —preguntó Hermione.
—Bueno, sí. Al final de su vida se volvió un poco raro —concedió George.
—Pero antes de que se le fuera la olla siempre era el alma de las fiestas —observó Fred—. Se bebía de un trago una botella entera de whisky de fuego, iba corriendo a la pista de baile, se recogía la túnica y se sacaba ramilletes de flores del...
—Sí, por lo que dices debió de ser un verdadero encanto —ironizó Hermione mientras Harry y Allison reían a carcajadas.
—Nunca se casó, no sé por qué —añadió Ron.
—Eres increíble —comentó Hermione.
Se echaron a reír. Hasta que vieron al nuevo invitado que se había acercado: Viktor Krum.
—Estás preciosa —le dijo a Hermione.
—¡Viktor! —exclamó ella, y soltó su bolsito bordado con cuentas, que al caer al suelo dio un fuerte golpe, desproporcionado para su tamaño. Se agachó, ruborizada, para recogerlo y balbuceó—: No sabía que... Vaya, me alegro de verte. ¿Cómo estás?
Como siempre, era divertido ver a Ron celoso, preguntándole a Krum cómo es que había venido. Allison decidió llevarse al chico a su asiento antes de que Ron se dejara más en evidencia.
—Cuánto tiempo, Viktor —le saludó con una sonrisa, agarrándole el brazo para conducirlo a su asiento—. Te has puesto más fuerte, ¿eh?
—Me alegro de verte también, Allison. —Krum echó un vistazo atrás—. Tu amigo no tanto.
—Oh, no tengas a Ron en cuenta. Sé que te sigue haciendo tilín Hermione, mi amiga es preciosa, lo comprendo, pero está coladita por el idiota de Ron. Cosas de la vida, ¿no crees?
Le dio unas palmaditas en el brazo y le indicó su asiento. Su presencia había causado una revuelta en la carpa, pues al fin y al cabo era un jugador famoso de quidditch.
—En fin, no tendrás problemas para ligar. ¿Has visto a las primas de Fleur? Aprovecha tú, que a mí Fleur no me deja acercarme, la muy desagradecida.
—¿Y el chico Weasley, no estás con él? —se extrañó Krum, que los había visto muy cariñosos.
—Oh, yo qué sé, es más complicado que las clases de Adivinación. ¡Nos vemos!
Se apresuraron a sentarse, y Allison se colocó junto a Hermione. La ceremonia dio comienzo y fue lo más bonito que Allison había visto en mucho tiempo, ver cómo se unían en matrimonio dos personas que se querían tanto. Bill y Fleur estaban hechos el uno para el otro, sus sonrisas lo decían todo y sus votos lo confirmaron. Se le saltaron las lágrimas al escuchar a Bill queriendo nombrar la lista de las veinticinco cosas que más le gustaban de Fleur y viéndose interrumpido a cada rato por risitas de la chica, diciendo que no hacía falta que las citara todas. Pero Bill no se dio por vencido y acabó de carrerilla, arrancando aplausos, risas y lágrimas de alegría entre la multitud.
Pronto la estancia se convirtió en una pista de baile, y aparecieron camareros por todas partes.
Bill y Fleur abrieron el baile nupcial, seguidos más tarde del señor Weasley con la señora Delacour, y después del otro par de padres. Allison agarró el brazo de Lizzy para bailar juntas, a lo que se les unió Ginny. Vio cómo Krum iba a sentarse en la mesa donde estaban Harry, Hermione y Ron, pero los dos últimos la abandonaron para salir a la pista de baile.
—No me creo que Ron haya sacado a Hermione a bailar —dijo Eliza, asomándose entre la gente. Por suerte, era suficientemente alta para verlos—. Qué monos.
—Ya era hora de que hiciera algo el idiota de él —apuntó Allison—. Antes se ha quedado como un pasmarote y me he tenido que llevar a Krum.
—Normal que se ponga celoso, Krum está que te mueres —comentó Ginny.
—Oye, es muy mayor para ti. Tienes quince años, enana.
—¡Pronto dieciséis!
—¿Nos acercamos con Luna? —Liz interrumpió la discusión—. Está bailando sola.
Ambas asintieron, cediendo a una tregua, y se aproximaron a la rubia, que bailaba una extraña danza. Les enseñó sus pasos de baile y los practicaron, pasándolo en grande entre ellas.
Al cabo del tiempo, Allison vio de reojo a George terminándose el trago de cerveza de mantequilla y acercándose al grupo de las cuatro chicas. Con una sonrisa de lado, pasó un brazo por encima de los hombros de Allison y agachó la cabeza para susurrarle al oído:
—¿Te apetece aprovechar el cachito de último día que nos queda?
Allison se mordió el labio en mitad de una sonrisa, entrecruzando sus dedos con los de la mano sobre su hombro. Asintió.
—Ugh, no quiero ni saber lo que le has dicho con la cara de pervertida que ha puesto —dijo Ginny, arrugando la nariz—. Vámonos de aquí, sí señor.
Ambos se rieron al ver a Ginny alejándose con prisas y dirigirse al grupo donde Bill y Fleur se encontraban, rodeados de familiares. Lizzy agarró el brazo de Luna, yendo tras Ginny.
George tiró de la mano de Allison, sacándola de la carpa. El sonido desde fuera era considerablemente más bajo, a pesar de que la música seguía escuchándose a la perfección. Para tratarse de la mitad del verano, ya corría una brisa bastante fría, pero también había que tener en cuenta que estaba anocheciendo, por los colores anaranjados del cielo.
—Siempre me ha gustado el atardecer. Mi padre lo llamaba «El cielo Weasley» —comentó George. Miraba al sol poniéndose entre las colinas con nostalgia, hasta que se giró hacia Allison y su expresión cambió a la picardía—. Bueno, ¿dónde quieres hacerlo? Te aviso que el granero es muy incómodo.
Allison intentó contener la risa, pero se dio por vencida al ver a George moviendo las cejas arriba y abajo. Sujetó con fuerza su brazo para realizar una Aparición conjunta que les llevara al piso donde vivía con Fred en el Callejón Diagon, justo encima de Sortilegios Weasley.
Nada más cerrar la puerta de entrada, George agarró a Allison por la cadera, alzándola en el aire y cargándola encima.
—¿No me vas a enseñar siquiera el piso? —preguntó ella con diversión, sujetándose de su camisa con los puños para no caerse.
—Este es el salón. —George giró el torso para que Allison viera la estancia con un sofá. Luego anduvo un par de pasos y se volteó de nuevo—. La cocina. —Por el pasillo, abrió la primera puerta a la izquierda—. Baño. —La puerta de enfrente tenía una sala llena de artefactos que olía a dinamita—. El despacho. Y ahí... —Se acercó hasta la puerta del fondo, abriéndola. Señaló la cama—, es donde ocurre la magia.
Dejó caer a Allison sobre el colchón. Ella giró sobre sí misma mientras se reía y terminaba con los pies donde debía ir la cabeza. George se desabrochó la corbata y se quitó los zapatos con agilidad.
—Lo de no perder el tiempo iba en serio —dijo Allison, apoyándose sobre sus codos.
—Yo siempre hablo en serio, ¿acaso me has visto bromeando alguna vez? —George se hizo el ofendido, sentándose a su lado y pasando una mano por la cintura de la chica—. Por Merlín, qué bien te queda el jodido vestido.
—¿Sabes cómo quedaría mejor? —Allison se movió, pasando una pierna por encima de su regazo, hasta quedar sentada sobre él. Se acercó a sus labios—. En el suelo.
George tragó saliva antes de recortar la distancia y ella cerró los ojos, sintiendo sus manos vagando por su espalda, buscando abrir la cremallera. Tuvo que subir los brazos para que pudiera sacárselo. Por la manera en la que la miró y la forma en que brillaban sus ojos, supo cuánto iba a doler unos momentos más tarde, cuando se vieran obligados a separarse.
Pero ¿cómo no iba a querer disfrutar de unos últimos minutos sintiendo todo su interior ardiendo, en llamas? ¿Cómo no iba a querer recordar la lengua de George recorriendo cada centímetro de su piel, sus piernas enrroscándose en la cadera del chico, su aliento agitado y la manera en la que murmuraba su nombre?
Cuando George, exhausto, se tumbó a su lado al cabo de largos y desenfrenados minutos, Allison mantuvo cerrados los ojos. Se llevó el puño al pecho, sintiendo los latidos de su corazón golpearle sin descanso, tan fuerte que juraría que eran audibles desde la otra punta de la habitación. La mano de George le acarició la mejilla y Allison, al fin, abrió los ojos.
Él la analizaba como si quisiera no olvidar ni una sola de sus facciones. Y supo que antes estaba en lo cierto. Dolía la añoranza que cargaban sus miradas.
—¿Seguro que no puedes quedarte y olvidarnos de todo? —preguntó el chico en un susurro, suspirando con pesar.
—Alguien tiene que frenar un poco el complejo de héroe de mi hermano —repuso Allison—. ¿No crees que me veré más sexy siendo una de las salvadoras del mundo mágico?
—Apuesto a que sí.
Allison se pellizcó el brazo, intentando no soltar ninguna lágrima. George acercó la cabeza, apoyándola sobre el pecho de Allison y mirándola con tristeza, poniendo morritos. Ella suspiró y llevó una mano a su nuca, acariciándole el pelo, ya lo suficientemente revuelto.
—Creo que lo que mejor nos vendrá es estar separados de verdad —opinó Allison—. Llevamos años yendo y viniendo...
Contra lo que Allison imaginaba, George cambió la mueca a una sonrisa tímida. Recargó la cabeza en la almohada, quedando cara a cara.
—¿Por qué sonríes? George, esto es un adiós.
—Sonrío porque te quiero, Allison, y porque tienes razón: todavía tienes que descubrir quién eres por tu cuenta. —Le apartó los mechones de pelo del rostro, dejando la mano sobre su mejilla—. Y, cuando lo hagas, me tendrás esperando como un idiota a que los encantos Weasley vuelvan a surgir efecto.
A Allison se le escapó una lágrima que cayó sobre la almohada. Se acercó a los labios de George para darle un beso lento, cargado de los sentimientos que retenía en lo más profundo de su corazón. No recordaba haber aguantado la respiración tanto tiempo como en aquel instante, sin querer que la magia terminara jamás.
No eran más que dos niños ilusos cuando se enamoraron. Pero, a lo largo de los años, esos sentimientos no habían hecho más que volverse difusos, agrandarse y encogerse sin rumbo. Las circunstancias no habían estado a su favor y el tiempo juntos fue escaseando, hasta el punto en el que se encontraban ahora, sin saber cuánto pasaría hasta que volvieran a verse. O si volverían a hacerlo.
Solo que no se esperaban llegar a la carpa de la boda y encontrarlo todo destruido.
Los mortífagos. Los mortífagos habían arrasado con la fiesta. Voldemort había tomado el control del Ministerio.
Las cosas se habían torcido todo lo mal que podían.
Y la reprimenda de los adultos no tardó en llegar, porque habían estado más de una hora desaparecidos en medio de los estragos, y no tenían ni idea de dónde podían estar. Molly les gritó y les abrazó, Maddy lloró, Sirius y Remus intentaron relajar el ambiente y Arthur les contó lo que había pasado. Bill y Fleur estaban que echaban humo.
—Pensaba que tenías que ir con Harry, Ron y Hermione —le dijo Remus a Allison, cuando Molly se llevó a George a la cocina para volver a echarle la bronca por su irresponsabilidad.
—Debería —gruñó ella, sin poder creerse que se hubieran marchado. No tenían muchas más opciones—. ¿Tienes idea de dónde puedan haberse metido?
—¿No se supone que eso tendrías que saberlo tú? —dijo Remus, frunciendo el ceño.
—Ya, por si no te has dado cuenta, no somos los más organizados con los planes.
Allison se sentó en el sofá y se llevó las manos a la cara. Remus se puso a su lado, abrazándola de costado a pesar de que seguía enfadado por haber desaparecido.
—Los mortífagos volverán, será mejor que te lleve a casa de Lyall lo antes posible. Está protegida.
—No voy a esconderme —se negó Allison—. Tengo que buscarlos, Remus. Hermione lo llevaba todo en su bolso, le ha hecho un encantamiento de extensión indetectable, ahí tiene hasta lo que nos dio Dumbledore y todavía he de adivinar qué quiere que haga con eso y...
—Eh, respira —la frenó Remus, viendo cómo cada vez hablaba más rápido—. Te ayudaré a buscarlos, pero ahora tienes que irte, ¿vale? Maddy y Sirius irán por la noche, Liz ya está ahí con Jake y Lyall.
—¿Y tú? ¿Te vas a quedar?
—Ahora tengo cosas que hacer, Allison, y después iré a casa de Dora. Vamos a aparecernos conjuntamente, ¿sí?
Salieron al jardín después de ojear el patio y asegurarse de que no había mortífagos. Se aparecieron en el patio de Lyall. Nada más entrar al salón, Lizzy se lanzó a abrazarla.
—Pensaba que estabas con...
—Harry, sí. Ya te lo explicaré.
Liz tenía una pastura morada cubriéndole el hombro, y Allison supuso que sería una pasta curativa. Los mortífagos no se habían cortado un pelo y habían atacado a diestro y siniestro, sin importar quién salía herido. Y después les habían tratado de sacar información sobre el paradero de Harry. Obviamente, nadie sabía nada.
Remus se despidió y Lyall las acompañó al piso de arriba. Jake se había quedado solo, durmiendo en la antigua habitación de su madre. Eliza y Allison dormirían en la de Remus, donde Liz ya había hecho la cama, dejándola sin una sola arruga. Cuando estaba tensa siempre tendía a organizarlo todo a su alrededor, algo que le había contagiado Maddy, y que cambiaba drásticamente con su humor.
—¿Seguro que no queréis cenar nada? —les preguntó Lyall por tercera vez, desde el marco de la puerta.
—Tengo el estómago cerrado —se excusó Allison.
Lyall acabó cediendo y las dejó solas. Lizzy se tumbó en la cama al lado de Allison, abrazándola con cariño.
—¿Y por qué no estás con ellos? —le preguntó, con temor a no ser oportuna, sin poder contener su curiosidad.
—Porque estaba con George en su apartamento cuando han atacado —reconoció Allison con un suspiro—. Joder, me siento fatal.
—Oye, no es tu culpa. No podías saber que iba a pasar algo así...
Allison se frotó los ojos con los puños. Ahora que estaban solas, las ganas de llorar habían vuelto a aflorar, porque el peso de lo que se avecinaba no dejaba de caer sobre ella. Voldemort estaba en completo poder.
Y ella no estaba con Harry en busca de lo único que podía ponerle freno.
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