10 | ¿quién llora en el baño?
X. WHO'S CRYING IN THE BATHROOM?
—¿Y Dumbledore quiere que te encargues de eso tú solo?
Allison miraba a su hermano con las cejas levantadas, evaluando lo que acababa de contarles a Hermione y a ella. La noche anterior había vuelto a tener las clases particulares con Dumbledore, y Harry les comentó sobre su conversación durante el recreo.
Quería que Slughorn le entregase un recuerdo sobre Voldemort porque, al parecer, el que le había dado estaba alterado. Y le había pedido a Harry que lo consiguiera.
—Slughorn te tiene en un pedestal, lo conseguirás —le aseguró Allison.
—Pero si Dumbledore no pudo sonsacárselo, es que quiere ocultar a toda costa lo que ocurrió —repuso en voz baja Hermione—. Horrocruxes... Horrocruxes... Nunca he oído mencionarlos...
—¿Nunca? Vaya.
—Deben de ser magia oscura muy avanzada. Si no, ¿por qué se habría interesado Voldemort por ellos? Me parece que va a ser difícil obtener esa información; tienes que pensar muy bien cómo abordas a Slughorn, preparar una estrategia...
—Ron dice que con solo quedarme después de la clase de Pociones de esta tarde...
—Vale, si eso opina Ro-Ro, será mejor que le hagas caso —replicó Hermione, enfureciéndose—. Al fin y al cabo, ¿alguna vez ha fallado el criterio de Ro-Ro?
—Herms, tranquilízate —le pidió Allison.
Ella se negó y se marchó con un crepitante enojo.
—Tiene que controlar sus celos —opinó Allison, resoplando—. Bueno, volvamos a clase.
Hermione no se molestó en mirarles en Pociones, sino que cogió su caldero y se colocó lo más separada posible en la mesa.
Slughorn les dio una charla sobre antídotos —de la cual cabe aclarar que Allison no entendió una palabra— antes de pedirles que cada uno elaborase un antídoto para un veneno diferente.
No salió bien. Allison se distrajo cuando uno de los escarabajos que Ron iba a echar en su caldero empezó a corretear por la mesa. Después se le quemó la mezcla por no prestar la suficiente atención, y al echarle la culpa a Ron él la empujó y acabó tirando el bote de escamas de tritón, las cuales cayeron en el caldero. El resultado fue, en toda la extensión de la palabra; apestoso.
A nadie le había salido bien, en realidad. Salvo a Harry, a quien se le ocurrió abrir el armario en el último segundo y sacar un bezoar. Slughorn le felicitó por su astucia y Allison le dio un capón a su hermano en la nuca cuando el profesor se giró.
—Podrías haber traído uno para mí también —le reprochó en voz baja.
La sirena tocó y cortó la poca agradable respuesta de Harry hacia el golpe de su hermana, además de que Allison señaló a Slughorn para recordarle que debía hablar con él.
Cuando, al salir del aula, vio que Hermione y Ron volvían a discutir sobre el Príncipe Mestizo y las mil cuestiones que les molestaban al uno del otro, decidió no volver a la sala común con ninguno de los dos.
Antes de pasar por el lado de Malfoy, se paró enfrente suyo, porque había visto la mirada de rencor que le había dedicado. Recordaba a la perfección la conversación que habían tenido en Navidad, a pesar de que estaba borracha. Había estado a punto de cagarla aún más.
—Hueles a mierda de cabra —le dijo Allison a Draco con una sonrisa en la boca, antes de desaparecer al girar la esquina.
Escuchó que le gritaba algo con irritación, pero lo ignoró y siguió su camino.
Esa misma tarde, Harry le comentó cómo había ido su charla con Slughorn. Más bien, cómo no había ido, porque no consiguió ningún recuerdo.
Durante el mes de enero no hubo más novedades, aparte de que había pillado a Ron y Lavender en plena faena en su habitación, y había salido corriendo asqueada. Ron no la miró durante una semana, ni hablar de dirigirle la palabra. Allison no volvió a dormir tranquila desde entonces.
Pero, aparte de eso, las cosas le iban bien.
Había decidido seguir el consejo de Morag: aprender de sus errores. El problema era que había cometido demasiados, y no sabía por dónde empezar.
Estaba la relación esporádica que mantenía con George. No salían, pero se besaban, y a ninguno de los dos les importaba si se veían con otras personas. Según Hermione, esa era una de sus malas decisiones, y le aseguraba que a la larga acabaría igual de destrozada que en cuarto curso, o incluso peor. Y no era la única que opinaba de esa forma, todavía recordaba las advertencias de Remus.
Pero, como no lo vería hasta dentro de unos cinco meses, esa cuestión podía esperar.
También estaban las disculpas verdaderas que le debía a Morag. Por fin había entendido el problema. Allison no había tenido una relación a parte de George —Ernie Macmillan no contaba, eso se sentía como un mal sueño—, y su experiencia se basaba en liarse con quien le viniera en gana. No había pensado que Morag estuviera pensando en algo exclusivo, y por eso le pidió perdón con más calma cuando aclaró las cosas consigo misma.
—Te prometo que no fue con mala intención.
—Lo peor es que te creo. —Morag soltó una risa y negó con la cabeza—. Da igual, me basta con que lo entiendas.
—¿Seguimos siendo amigas? Porque de verdad me caes muy bien.
Cuando Morag asintió, Allison sonrió y se puso de puntillas para abrazarla.
Siguiente punto: hablar con Cho. No sabía si le debía una disculpa o una buena amiga.
—¿Exactamente por qué me estás pidiendo perdón? —preguntó, confundida, Cho. La había pillado estudiando a solas en la biblioteca y había huido de Hermione para acercarse.
—Por todo lo que pasó el año anterior, ya sabes. Creo que te rayé más de lo que estabas y luego te intenté liar con mi hermano y, ehm, tal vez no debería haberte besado mientras llorabas en el baño.
Cho sonrió y se le escapó una carcajada.
—Bueno, siendo justos, yo te correspondí. Y tu hermano también me besó mientras lloraba, creo que el problema es mío.
Allison también se rio. Hacía mucho que no hablaba con Cho, y se arrepentía de haberle abandonado de cierta manera porque solían llevarse muy bien. Pero, por como estaban las cosas, no era fácil mantener las cosas a flote.
—Entonces ¿estamos bien? —quiso saber Allison.
—Claro. Pero sigo enfadada con Harry por cómo trató a Marietta. ¡Sigue teniendo eso escrito en la frente! Hermione se pasó...
—Ya, la verdad es que prefiero no meterme en ese tema. He de aprender de mis errores: no meterme donde no me llaman.
Y, con un movimiento de mano, se despidió de Cho y regresó con Hermione, quien le echó la bronca por irse de la mesa mientras estudiaban.
La lista de errores y malas decisiones de Allison seguía siendo muy larga, pero no tenía tiempo para redimirse en todo y sacarse sexto curso al mismo tiempo. Febrero no solo trajo frío y lluvias, también trabajo extra; las clases de Aparición habían dado comienzo.
El primer sábado del mes tendría lugar la primera clase, que, a causa del mal tiempo, tuvo que darse en el Gran Comedor y no en los jardines. Los cuatro jefes de las casas estaban donde debía colocarse la mesa de los profesores, junto al instructor de Aparición. Se trataba de un mago bajito, de piel pálida y grisácea que casi parecía transparente. Sin ir más lejos, se asemejaba a un fantasma.
—¿También se nos esfumará la esencia si nos aparecemos y desaparecemos tanto como él? —susurró Harry, para que solo su hermana lo oyese.
Ella soltó una carcajada y Hermione los miró de forma inquisitiva.
—Buenos días —les saludó el instructor cuando los profesores impusieron silencio—. Me llamo Wilkie Twycross y seré vuestro instructor de Aparición durante las doce próximas semanas. Espero que sea tiempo suficiente para que adquiráis las nociones de Aparición necesarias...
—¡Malfoy, cállate y presta atención! —gruñó repentinamente la profesora McGonagall.
Todos se voltearon hacia el chico, que se ruborizó levemente. Se apartó de Crabbe a regañadientes, con quien había estado cuchicheando, mientras Snape le miraba con enfado.
—... y para que muchos de vosotros podáis, después de este cursillo, presentaros al examen —continuó Twycross, ignorando la interrupción—. Como quizá sepáis, en circunstancias normales no es posible aparecerse o desaparecerse en Hogwarts. Pero el director ha levantado ese sortilegio durante una hora, exclusivamente dentro del Gran Comedor, para que practiquéis. Permitid que insista en que no tenéis permiso para apareceros fuera de esta sala y que no es conveniente que lo intentéis. Bien, ahora me gustaría que os colocarais dejando un espacio libre de un metro y medio entre cada uno de vosotros y la persona que tengáis delante.
Cuando los alumnos se movilizaron para acatar lo que les había pedido, Harry aprovechó para mezclarse entre la gente, ante la confusión de sus amigos.
Los cuatro jefes los acallaron a todos.
—Gracias. Y ahora... —Con un movimiento de varita, Twycross hizo aparecer frente a cada alumno un aro de madera—. ¡Cuando uno se aparece, lo que tiene que recordar son las tres D! ¡Destino, decisión y desenvoltura! Primer paso: fijad la mente con firmeza en el destino deseado. En este caso, el interior del aro. Muy bien, haced el favor de concentraros en vuestro destino.
Allison se sentía idiota mirando el aro de madera, pero trató de no desconcentrarse.
—Segundo paso: ¡centrar vuestra decisión en ocupar el espacio visualizado! ¡Dejad que el deseo de entrar en él se os desborde de la mente e invada cada partícula del cuerpo!
Hermione estaba tan concentrada en el aro que parecía que en cualquier momento iba a salirle humillo del cerebro. A Allison le habría encantado hacerle una foto.
—Tercer paso: cuando dé la orden... ¡girad sobre vosotros mismos, sentid cómo os fundís con la nada y moveos con desenvoltura! Atentos a mi orden: ¡uno!... ¡dos!... ¡tres!
Pero no pasó nada cuando giró, ni siquiera perdió el equilibrio como la mayoría de sus compañeros. No era tan difícil sostenerse cuando no habías ingerido nada de alcohol.
Cuando llevaba tres o cuatro intentos, se escuchó un gran grito de dolor. Era Susan Bones, quien había sufrido una despartición en su pierna izquierda. Estaba dentro de su aro, pero su pierna seguía en la posición inicial. Los profesores la ayudaron enseguida, dejando a Susan entera de nuevo, pero la pobre chica se había llevado un susto de muerte.
Tras una hora, seguía igual. Nadie había conseguido aparecerse ni habían sufrido más desparticiones.
* * *
Para proseguir con los cambios que Allison quería dar, decidió cortarse el pelo. Lavender decía que para cerrar un ciclo tenías que cambiar algo de tu apariencia, y le pareció una buena excusa.
Así que una tarde de finales de febrero, Allison iba en dirección a la sala común de Ravenclaw porque había quedado con Lizzy para que le hiciera el corte. No se fiaba de sus propias habilidades como peluquera, y tenía quedarse calva como aquella vez que Madame Pomfrey tuvo que quitarle todo el pelo para sanarle la herida de la cabeza.
Caminaba por los pasillos deseando poder haberle echado un vistazo previo al Mapa del Merodeador, para evitar toparse con Filch o la Señora Norris. Pero Harry lo custodiaba día y noche, buscando como un desquitado la ubicación de Malfoy para ver qué se tramaba. Se alegraba de que no se le hubiera ocurrido mirar el mapa antes de Navidad, porque los habría pillado en un par de situaciones comprometidas que no habría podido explicar.
Lo que sucedía era que Harry había averiguado que Malfoy utilizaba a Crabbe y a Goyle como vigilantes en algún lugar mientras, según Harry, él se dedicaba a hacer de las suyas. A Allison le extrañaba porque, de todas las veces que había visto a Draco deambulando por los pasillos, las únicas personas a su alrededor eran niños y niñas despistados de primer curso y, en alguna ocasión, a Cameron Nott.
Quien, por cierto, acababa de aparecer por el otro lado del pasillo, avanzando en su dirección con la cabeza agachada y dando patadas a una piedra imaginaria. Cuando se dio cuenta de que Allison estaba enfrente suyo, dedicándole una mirada cargada de desconfianza, su esencia pareció desinflarse como un globo, encogiéndose sobre sí mismo.
—Hola —saludó el chico.
Allison entornó los ojos en su dirección.
—No hablo con traidores.
Cameron frunció los labios y se metió las manos en los bolsillos de la túnica. Ambos se quedaron parados en mitad del corredor, mirándose con recelo.
También cabía añadir que Allison no llevaba puestas sus gafas, lo que hacía que tuviera que entrecerrar los ojos más de la cuenta.
—Solo quería preguntarte si Eliza está bien —se aventuró a decir Cameron—. No deja que me acerque.
—Estaría mejor si su mejor amigo no se hubiera unido al lado de Voldemort —espetó Allison—. Me lo ha contado todo.
El chico dejó escapar un suspiro y volvió a fijar la vista en sus zapatos, que tenían los cordones desatados.
—Yo solo quiero intentar hablar con ella —dijo Cameron—, pero no deja que me acerque...
Se marchó con aire abatido y Allison lo siguió con la mirada hasta que desapareció por una escalera. Ese chico era muy raro, pero a Allison seguía impresionándole que se hubiera unido al bando de los malos. Nunca le había parecido mala persona.
Continuó pensando en esto hasta que se topó con Eliza al pie de las escaleras de su torre, ajena al encontronazo entre Allison y Cameron. Como no quería que Lizzy se sintiera mal, decidió no decirle nada y se colaron en un aula. Allison se sentó sobre la mesa más cercana, echándose el pelo hacia atrás y dejándole libertas a Liz para que se lo cortara.
—¿Por aquí? —preguntó la pelinegra, marcando justo por encima de sus hombros.
—Sí. Hazlo antes de que me arrepienta.
—Siempre puedes tomar poción crecepelo después.
Dejó quieta en su sitio la cabeza de Allison, que no dejaba de moverse con inquietud, y cogió las tijeras para cortarle por donde había indicado. Al cabo de unos diez minutos, estaba lista. Le tendió un espejo a Allison donde pudo observarse. Se veía muy rara con el pelo tan corto, pero le gustaba.
Abrazó satisfecha a Lizzy y, cuando regresó a su habitación, recibió de buena gana los halagos de Lavender y Parvati. Hermione no subió hasta la noche para evitar a Lavender lo máximo posible, y también le aseguró que se veía preciosa.
Pero el buen humor no podía durarle para siempre, ni una semana.
Recorría los pasillos con despreocupación, ignorando la tonelada de deberes que tenían porque era sábado, y prefería preocuparse los domingos. La Allison del día siguiente probablemente querría darle una bofetada a la actual, pero eso es algo que su «yo» futura arreglaría consigo misma.
Lo único que le preocupaba ahora mismo era no hacerse pis encima, porque se había bebido tres zumos de calabaza antes de salir, y se arriesgó a entrar al baño de Myrtle. Escuchaba sus llantos desde el cubículo, aunque había algo sospechosamente diferente en ellos. Decidió no molestarla, porque si ya era incómodo que un fantasma te atravesara, sería peor que lo hiciera mientras estaba sentada en el váter.
Pero al salir se llevó una sorpresa. Efectivamente, había algo extraño en los llantos de Myrtle; porque no era ella la que lloraba.
Draco. Él todavía no la había visto porque tenía las manos sobre la cara, echándose agua refrescante. Pero como Allison siempre tenía que cagarla en el último momento, se tropezó al andar de espaldas con un lavabo y el ruido lo alteró.
Y, en cuanto la vio, Malfoy sacó la varita mágica y apuntó a Allison con ella. Apenas le dio tiempo a apartarse antes de que un rayo diera de lleno contra su pecho.
—¡Expelillarmus! —gritó Allison, y la varita de Draco salió disparada hasta caer en su mano—. ¿¡Se puede saber por qué me atacas, gilipollas!?
—¡Vete de aquí!
Malfoy estaba furioso. Dio un paso en dirección a Allison. Era capaz de darle un puñetazo para recuperar su varita.
—Por Merlín, relájate. ¿No quieres que te vea llorar? Pero si te he visto hasta la...
Antes de que pudiera seguir, Draco hizo un movimiento brusco, tratando de agarrar su varita, pero no lo consiguió porque Allison tenía mejores reflejos.
—Dame mi varita y márchate.
—Si te la doy me vas a maldecir. Estoy de buen humor y no me apetece que me lo fastidies.
—¡Pues yo no lo estoy, y tú ya me has jodido! —gruñó Draco, dándole una patada a la pared.
El dolor en su cara reflejaba que no había sido la mejor idea, pero su cabreo solo aumentó. Se tiró de las mangas del jersey y volvió la cara hacia Allison con rabia.
—Si vienes a volver a recordarme la horrible persona que soy, puedes ahorrártelo.
—Solo venía a mear, la verdad —repuso Allison, cruzándose de brazos—. Además, pensaba que eras Myrtle porque tenéis un llanto muy parecido.
—Te prometo que voy a ahorcarte.
—Yo no lo haría, eso me pone.
Allison trató de ocultar una risa por su propio comentario, porque Draco seguía especialmente molesto. Él se acercó un par de pasos, amenazante.
—Dámela.
—Oblígame.
Antes de que agarrase la varita, Allison apartó la mano y Draco solo cogió aire entre sus dedos. Allison soltó una carcajada que la distrajo lo suficiente para que Draco volviera a alzar su brazo, agarrando su muñeca contra la pared.
—Si me odias tanto como dices, suéltala y vete —siseó el chico, aproximando la cabeza y arrugando la nariz. Desde tan cerca veía sus ojos rojos e hinchados, confirmando los llantos de antes.
—No te odio tanto. —Allison puso cara de falsa pena—. Lo hago más. Te odio y me pone calentarte porque sé que ahora mismo quieres que te bese. —Inclinó la cabeza hacia arriba, mirando mejor los labios del chico sin borrar la burla de su rostro. Sintió cómo apretaba más su muñeca—. Admítelo.
Podría ser su mayor error, pero era el más divertido y no iba a aprender de él hasta que no hubiera disfrutado lo suficiente.
—Eres de lo peor —dijo Draco en voz baja—. Te voy a hechizar en cuanto coja la varita.
Allison encogió los hombros y dejó caer la varita del chico al suelo.
Vio la duda en su mirada. Cómo deslizó los ojos hacia el suelo y luego los subía lentamente y con descaro. Pero, antes de posarse en sus labios, soltó su muñeca y se agachó para coger la varita, sin apartarse hasta que volvió a alzar la cabeza a su altura. Dio un paso atrás y salió del cuarto de baño mientras le sacaba el dedo del medio.
yo sé que os gusta no podéis mentirme
apuestas aquí sobre quién será el primero en enterarse y cuándo:
en fin hace como dos semanas que no subía Allison y la echaba de menos, el siguiente capítulo ya es el próximo jueves (2 de septiembre)
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