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04 | compatibilidad

IV. COMPATIBILITY

Durante esa semana, Allison frecuentaba la biblioteca y atendía en las clases de Herbología. Esto era por una simple razón, con nombre y apellido: Morag MacDougal. Había hablado con ella en varias ocasiones desde que se conocieron en la biblioteca, y era una chica tan simpática que se le pasaba el tiempo volando.

El sábado era el día de las pruebas de quidditch. Allison llegó al Gran Comedor y se reunió con sus amigos. Hermione estaba dándole a Harry un discurso sobre por qué el equipo había levantado tanto interés, y no se cortó un pelo en enumerar todas las virtudes del chico.

Por mucho que lo intentó —nada, en realidad—, Allison no se contuvo una carcajada al ver a Ron intentando llamar la atención de Hermione. Tuvo que esconder la cara en una servilleta porque se le hacía demasiado gracioso.

—... fuiste víctima de la persecución del ministerio, que intentó demostrar por todos los medios que eras un desequilibrado y un mentiroso, y aún conservas en la mano las señales que te hiciste escribiendo con tu propia sangre durante los castigos que te imponía aquella horrible mujer —recitaba Hermione—. Pero, pese a todo, te mantuviste firme en tu versión...

—Yo todavía tengo las marcas que me hicieron aquellos cerebros en el ministerio cuando me agarraron, mira —terció Ron arremangándose la túnica, y Allison se rio más fuerte—. No es nada gracioso, Allison. 

—Tus intentos de ligar son divertidísimos —contradijo ella, en voz baja.

—Y por si fuera poco, este verano has crecido más de un palmo —concluyó Hermione, haciendo caso omiso.

—Yo también soy alto. —Ron puso una mano en la boca de Allison para que dejase de reírse de él.

Las lechuzas llegaron, y al fin tuvieron sus nuevos libros y material de Pociones. Pero Harry se negó a dejar su libro del Príncipe Mestizo, así que intercambió las tapas con el nuevo. Hermione no pudo protestar porque acababa de llegarle El Profeta. 

—¿Ha muerto alguien que conozcamos? —preguntó Ron con ligereza. 

—No, pero ha habido más ataques de dementores. Y una detención.

—Algún día la respuesta será sí —le dijo Allison a Ron—, y vas a quedarte con cara de estúpido. 

—No más de la que tienes tú. 

—Serás...

Allison estaba tan enfrascada en tratar de darle una colleja a Ron, que no supo por qué Harry acababa de gritar «¿Qué?» hasta que Hermione comenzó a leer lo que decía el diario: Stan Shunpike —el cobrador del autobús noctámbulo— parecía ser un mortífago. 

Se pasaron el rato discutiendo sobre esa posibilidad, hasta que llegó la hora de salir al campo para las pruebas de quidditch. Allison no estaba nerviosa, confiaba en sí misma y en que entraría como cazadora. Y, solo si era necesario, lo haría como golpeadora. Le había cogido cariño al puesto, era gratificante darle con un bate a la pelota todo lo fuerte posible y golpear a sus contrincantes, sobre todo si eran de Slytherin. Pero prefería probar como cazadora, se sentía más cómoda en esa posición. 

Las pruebas fueron desastrosas, si pedías una opinión sincera de Allison. Para empezar, tuvieron que soportar a McLaggen, que creía que Harry le trataría diferente porque ambos estaban en el club de Slughorn. Además que también había intentado engatusar a Allison, a quien cada vez se le hacía más desagradable haberse liado con él el curso anterior. A Harry esto último solo le enfadaba más.

Se presentó un montón de gente sin permiso, alumnos de primero o incluso de otras casas. También hubo personas que no tenían ni idea de cómo volar, que estaban ahí solo por ser admiradores del Elegido. Tardaron dos horas enteras hasta que los tres puestos de cazadores estuvieron adjudicados. Allison, por supuesto, lo consiguió, junto a Ginny y Katie Bell. Harry también escogió a los dos bateadores: Jimmy Peakes y Ritchie Coote. 

Allison se había sentado al lado de Hermione para ver la selección del guardián, que resultó ser Ron. Pero no había pasado por alto el detalle de que Hermione movía discretamente su varita en dirección a McLaggen. Le había lanzado un «Confundus» no-verbal, por eso había fallado de forma tan ridícula. Hermione fingió que no sabía lo que decía.

—Os felicito —dijo Harry con voz ronca, cuando todo el equipo se había reunido en el campo—. Habéis volado muy bien...

—¡Has estado fenomenal, Ron! —le felicitó Hermione, que venía de las gradas. 

Vieron cómo Lavender se marchaba con cara de mal humor, agarrada del brazo de Parvati. Allison iba a preguntarle más tarde qué le ocurría, porque llevaba todo el curso comportándose un poco extraña. Tenía ciertas sospechas, y esperaba no acertar con ellas. 

Pasaron el resto del día con Hagrid, con quien se disculparon por haber dejado muy desatendido y no haberse apuntado a sus clases. Él, aunque al principio se mostraba frío, acabó ablandándose.  

—Me muero de hambre —dijo Harry cuando regresaban al Gran Comedor—. Y esta noche debo cumplir el castigo con Snape, así que no tendré mucho tiempo para cenar.

—Merece la pena, Harriet, lo que dijiste fue icónico —opinó Allison, pasando un brazo por los hombros de su hermano con cierta dificultad. 

Cuando llegaron al castillo, vieron a McLaggen chocándose contra el marco de la puerta. Ron soltó una gran risotada y entró con paso resuelto, pero Allison se giró con las cejas alzadas para mirar a Hermione. Ella bajó la cara, avergonzada, sabiendo que no podía negarlo más. Harry se quedó rezagado con Hermione para interrogarle, seguramente sospechando de ella.

Ron obligó a Allison a volver sobre sus pasos, donde sus amigos se habían quedado parados. Y, justo en ese momento, vieron a Slughorn dirigiéndose hacia ellos. Lo que quería era invitar a Harry, Allison y Hermione a una pequeña fiesta con comida, por lo que Allison no tardó en aceptar, y a Hermione no le quedaba más remedio. Harry tenía la excusa del castigo con Snape, pero Slughorn insistió en que hablaría con él.

—Ojalá tenga mejor comida que la de la cena, porque he visto que solo había sopa de verduras —dijo Allison, esperanzada.

En torno a las ocho y media, después de ducharse y ponerse ropa que no fuera de deporte, Allison y Hermione se reunieron con Ginny en la sala común, a quien también habían invitado a la fiesta, y se dirigieron juntas al despacho de Slughorn.

—¡Ally! ¡Ginny! ¡Hermione! —gritó una voz a sus espaldas. Era Eliza, quien venía corriendo hacia ellas—. ¿Vais al despacho de Slughorn vosotras también?

—Sí, me ha fastidiado mis planes con Dean —se quejó Ginny, cruzándose de brazos.

—¿Besuquearos en un aula vacía eran vuestros planes? —dijo Alison en tono burlón, a lo que Ginny le dio un capón en la nuca—. ¡Ay! No puedes negar lo innegable. Dinos, ¿besa mejor que Michael?

—Oh, y tanto que sí —aseguró Ginny, sonriendo con sorna.

Las cuatro volvieron a caminar, entre risas, hasta llegar al despacho. Slughorn las recibió emocionado, aunque se apenó al ver que Harry no les acompañaba. Sin emargo, la reunión fue más bien incómoda. A parte de ellas, tan solo había cuatro alumnos más, y entre ellos estaba McLaggen, que no dejaba de lanzar miraditas a Hermione y Allison.

—¿Crees que sabe lo de las pruebas? —le preguntó Hermione a Allison en susurros, cuando tomaban el postre.

—No, habría dicho algo. A ti te mira porque, para tu mala suerte, creo que le empiezas a gustar. Y a mí porque es imposible superar a Allison Potter.

Hermione rodó los ojos, divertida, y en ese momento Slughorn empezó a hablar con ellas.

No tardaron mucho en regresar a la habitación. Allison llegó antes que Hermione, quien aún estaba en el baño, y se encontró a Lavender y Parvati hablando en la cama de la primera, entre cuchicheos. Al verla, se callaron.

—¿Se puede saber qué os pasa? Últimamente estáis muy raras, sobre todo tú, Lav. 

—No es nada —dijo ella con una risita. 

—Vamos, dímelo, no seas tonta —le pidió Allison, sentándose junto a ellas. 

Las dos chicas se miraron. Parvati asintió y Lavender volvió a soltar una risita. 

—Está bien. —Hizo un gesto con la mano para que se acercase, y le susurró—: Me gusta Ron. 

A Allison no le dio tiempo a reaccionar antes de que Hermione entrase a la habitación, sin preocuparse porque las tres estuvieran así; era algo habitual. 

Eso olía a problemas. ¿De todos los chicos de Hogwarts, a Lavender tenía que gustarle el mismo que a Hermione?

—¿Estás segura? —le preguntó en voz baja. 

—Sí, ahora a dormir. No quiero que ella se entere —añadió, señalando con disimulo a Hermione, que se estaba poniendo el pijama.

* * *

La tensión que había en el cuarto durante las siguientes semanas era palpable. Hermione se olía que algo iba mal, era inteligente, pero no sabía el qué. Por supuesto, Allison lo negaba todo siempre que preguntaba si no notaba a Lavender y Parvati comportarse algo extrañas. Y después intentaba cambiar de tema.

Ojalá esas hubieran sido las únicas malas noticias, porque estas llegaban cada día con el periódico. Recordaba con aplomo a la pobre Hannah Abbott, cuya madre había sido asesinada. La chica se había marchado de la escuela y hacía más de una semana que no la veían.

Por su parte, Harry continuaba cuidando del libro del Príncipe Mestizo como si fuera una reliquia. No solo encontraba trucos para las pociones, sino también hechizos que resultaban ser útiles. «Muffliato» era el favorito de Allison, lo usaban para poder hablar en clase sin que les oyeran.

También le servía de ayuda cuando se encontraba con Morag en la biblioteca, ya que de esa forma la señora Pince no les echaba la bronca cuando se reían. Morag le hablaba sobre astrología, y aunque Allison se sentía perdida a veces, era interesante escucharla hablar de ello.

Una noche de principios de octubre, decidieron escaparse a la Torre de Astronomía, y Morag trató de enseñarle las constelaciones del zodiaco que podían apreciarse. Estaban tumbadas sobre el suelo de piedra, riendo y señalando las estrellas.

—Esa es Piscis, mi signo solar —le dijo Morag, a pesar de que Allison no podía diferenciar bien las estrellas. Le parecía espectacular que Morag supiera hacerlo—. La tuya es Leo, que está... ahí. No se ve mucho, tendrá mejor visibilidad en unos meses...

Al apuntar hacia la constelación de Leo, Morag se había tenido que acercar más a Allison, y en cuanto bajó su mirada se percató de que sus caras estaban prácticamente pegadas. Allison sonrió y le acarició la mejilla con suavidad.

—¿Y cuánta compatibilidad tienen Piscis y Leo? —preguntó en un susurro.

—Mejor no te respondo.

Ambas se acercaron a la vez. Fue un beso demasiado bonito, bastante diferente a la mayoría de primeros besos que Allison había dado, torpes y apresurados.

Solo fue el comienzo de muchos. Allison disfrutó durante las dos primeras semanas de octubre, besándose a escondidas con Morag. A veces, no tan ocultas. Pero no siempre era buena idea, porque recibían silbidos indeseados de chicos que nunca les habían dirigido la palabra.

No podía decir que se quedara precisamente callada, y tampoco fueron menos de un par los que recibieron un maleficio de su parte debido a algún comentario fuera de lugar. Ginny le había enseñado la maldición mocomurciélago, la cual se había convertido en indispensable.

Sin embargo, los comentarios que más odiaba eran los de Malfoy y su grupo. Pansy parecía tener envidia, o eso pensaba Allison. Lo peor era oír a Draco, porque de verdad estaba saturada de él. Entre Harry contándoles sus sospechas continuamente, y que él encontraba muy entretenido meterse con ella, le tenía frito el cerebro.

—¿Tanto te molesta que yo tenga a alguien con quien besarme y tú no?

—Es divertido provocarte —se burló él, marchándose.

—¿Provocarme? ¿Quién se cree? —dijo Allison entre dientes. 

—Bueno, es que lo consigue —opinó Morag—. Siempre le contestas. 

—Porque me saca de mis casillas. 

Morag ocultó su recelo con un beso.

Ese mismo fin de semana iba a tener lugar la primera excursión a Hogsmeade, con la mala suerte de que hacía un tiempo horrible. Había quedado para ir con Morag, quien le había pedido que le acompañara a la Tienda de Té de Madame Pudipié.

Se pasó parte de la mañana preparándose con Ginny en su habitación, ya que ella también tenía una cita con Dean en el mismo lugar. No le hacía mucha gracia porque ya había ido al lugar con Michael el curso anterior, y era demasiado empalagoso para su gusto, pero Dean parecía emocionado.

—Estás preciosa, Ally —aseguró Ginny, haciendo que su amiga diera una vuelta sobre sí misma.

—Me había quedado mucho mejor el vestido que te he enseñado antes, pero con este tiempo cualquiera sale así —se apenó Allison.

Llegaron al desayuno con un recado; entregarle a Harry un pergamino que les habían dado por el camino. Allison supuso que sería otra cita para las clases con Dumbledore, y Harry lo confirmó al abrirlo en cuanto se lo dieron.

Ambas salieron después de coger algo para comer por el camino, ya que habían quedado en el vestíbulo con Dean y Morag. Ambos tenían una conversación mientras las esperaban. Pasaron el exhaustivo control de Filch y los cuatro se dirigieron al frío, tapándose cuanto podían con sus abrigos, tiritando.

Agradecieron el poder quitárselo al entrar al salón de té. El sitio, como bien había descrito Ginny, parecía el vómito de un unicornio. Ocuparon las únicas dos mesas libres que quedaban, ya que todos los alumnos habían corrido a refugiarse del horrible clima, y los establecimientos estaban a rebosar.

—¿Qué os traigo, queridas? —preguntó Madame Pudipié, llegando a su mesa.

—Un café solo para mí, por favor —pidió Morag.

—Chocolate caliente para mí, gracias —añadió Allison.

Les sacó las bebidas en un par de minutos, y pasaron una agradable velada entre risas. A Morag sí que parecía gustarle el lugar, por lo que Allison no se atrevió a meterse con él. Pero no se fijó tanto en lo ostentoso que era para verse tan pequeño, prefería centrarse en la chica y disfrutar.

* * *

—¿Me estáis diciendo que alguien casi mata a Katie Bell con un collar maldito? 

La voz de Allison había sonado más fuerte de lo que pretendía. Pero, por suerte, el jaleo en la Sala Común era tal que no se la escuchó. Aquello era algo bueno que tenía Gryffindor, solía haber tanto ruido que, normalmente, podías hablar sin preocuparte por los entrometidos.

—Sí —respondió Hermione—. Pero ella solo llevaba el paquete a Hogwarts, como una especie de mensajera. Leanne dice que estaba bajo la maldición imperius. 

—¿Y a quién iba dirigido, entonces? 

—Bueno, las tres personas con más posibilidades son Dumbledore, Slughorn y Harry —dijo Ron. 

—Ya hemos quedado en que no era a mí —intervino el mencionado—, o me lo habría dado antes de entrar a Hogwarts. Sería una tontería por parte de Malfoy...

—¿Malfoy? ¿Qué tiene que ver el hurón en todo esto? —quiso saber Allison, resoplando. 

Hermione y Ron habían intercambiado una mirada de exasperación, igual que hacían siempre que Harry sacaba el tema.

—Estoy seguro de que es cosa suya. Vio ese collar en Borgin & Burke

—Harry, Malfoy no ha ido a Hogsmeade —le recordó Hermione con aspereza. 

—¡Pues un cómplice! Un compañero de las filas de los mortífagos. 

—¿Por qué estás tan empeñado en que es un mortífago? —suspiró Allison con cansancio—. Sé que es idiota y tiene los mismos ideales, pero no es más que un crío. ¿Para qué iba a quererlo Voldemort? 

Lo único raro que Allison percibía en el chico era que cada día estaba más pálido y más serio. A veces, se lo cruzaba y ni siquiera le decía nada hiriente, lo cual sí que era extraño. Pero de ahí hasta tener la Marca tatuada en el brazo había varios pasos.

Y Allison tenía muchas ganas de que Harry se callara al respecto. Estaba harta de escuchar su nombre en todas las conversaciones. Así que se decidió por pensar en algo que pudiera calmar a su hermano, algo que probara que el maldito Malfoy tan solo era tan idiota como otros años.

Ese lunes, Harry había vuelto a escaquearse de la reunión que Slughorn había planeado. Allison había asistido solo a una desde la primera, porque su hermano siempre colocaba los entrenamientos los mismos días, a propósito.

Por suerte había asistido a la de ese día, porque de esa forma pudo conocer a Gwenog Jones, la capitana de las Holyhead Harpies. Se quedó sin palabras cuando la vio de pie junto a Slughorn, pero pronto recuperó el habla y Ginny y ella se pasaron la noche haciéndole preguntas. Resultó ser bastante simpática, para su alegría, y les dio muchos consejos sobre el quidditch.

—Si usáis esa táctica en el próximo partido, lo tenéis en el bote —les aseguró, guiñándoles un ojo, después de haberles explicado una jugada que podría servirles.

Pero Allison se acordó entonces de que Katie Bell había sido trasladada a San Mungo, por lo que no sabían si podría jugar. La maldición había sido grave, pero la chica seguía con vida. Le preguntaría a Harry si sabía quién podría hacer de sustituto, porque los únicos que lo habían hecho bien en la prueba habían sido Demelza Robins y Dean.

La cena se pasó mucho más rápido de lo que Allison quiso, y les estuvo hablando a sus amigos de ella durante la mañana siguiente. Harry también les contó cómo había ido su clase con Dumbledore, y que había visto a Voldemort con once años en un recuerdo del director, quien le había confesado personalmente que era un mago, visitándolo en su orfanato.

Pero la profesora Sprout les cortó la charla, ya que iban atrasados con la tarea. Resignados, tuvieron que enfrentarse a una cepa, que les intentó atacar con sus tallos llenos de espinas. Allison se llevó un corte en la mejilla cuando trató de desenredar uno del pelo de Hermione. Y después se vio en una peor situación: había tenido que meter el brazo para tratar de sacar una de las vainas, pero sus amigos tuvieron que ayudarle a sacarlo porque lo había aprisionado la planta. La cepa se quedó inmóvil cuando consiguió la vaina. 

—¿Sabéis qué os digo? Que cuando tenga mi propia casa no creo que plante ningún bicho de estos en el jardín —dijo Ron subiéndose las gafas y secándose el sudor de la cara.

Allison observó con asco la palpitante vaina, y Hermione la agarró con aprensión y la dejó caer en un recipiente. 

—¡No seáis tan delicadas y estrujadlas! ¡Son mejores cuando están frescas! —exclamó la profesora Sprout.

—En fin —suspiró Hermione—, Slughorn va a organizar una fiesta de Navidad, y de esa no conseguirás escaquearte, Harry, porque nos pidió a Ally y a mí que averiguaramos qué noches tienes libres. Quiere asegurarse de celebrarla un día en que puedas asistir.

Él dejó escapar un quejido, mientras Ron, retorciendo con fuerza la vaina, espetó:

—Y esa fiesta también será solo para los preferidos de Slughorn, ¿no?

—El Club de las Eminencias —confirmó Allison, pronunciando con burla el nombre—. Menuda estu...

Se interrumpió a sí misma porque la vaina se había escurrido de las manos de Ron y había rebotado contra la cabeza de la profesora. Allison soltó una carcajada con cuidado de que no la viera, y Harry fue quien la recuperó. 

—Mira, el nombre no nos lo hemos inventado nosotros...

—Club de las Eminencias —repitió Ron con una sonrisa burlona propia de Malfoy—. ¡Qué patético! Bueno, espero que te lo pases muy bien en esa fiesta, Hermione. ¿Por qué no intentas ligar con McLaggen? Así Slughorn podría nombraros rey y reina de las Eminencias...

—Podemos llevar invitados —replicó Hermione, ruborizándose—, y yo pensaba pedirte que vinieras. Pero ya que lo encuentras tan estúpido, ¡se lo pediré a otro!

Allison y Harry se miraron, sin saber si alegrarse o tener miedo. ¿Hermione acababa de casi invitar a Ron a una cita? Fingieron ocuparse de la vaina mientras ponían oreja.

—¿Ibas a pedírmelo a mí? —preguntó Ron, enternecido.

—Sí. Pero ya veo que prefieres que ligue con McLaggen...

—No, si yo no digo eso...

Harry golpeó tan fuerte que le dio de lleno en la mano a su hermana. 

—¡Serás...! —gruñó ella, apretándose la mano con gesto de dolor. 

—Perdón. No quería...

—Te voy a meter la vaina por donde te quepa, Harriet.

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