Salino
Los ojos me arden culpa del agua salada. Mi cuerpo temblaba de miedo y de frío. El agua estaba helada. Había podido treparme en el trozo de madera y el sol me chamuscaba el rostro.
Me había decidido en construir una balsa con lo que encontrara flotando. Lamentablemente era escaso. Logré reunir dos trozos de madera y una ponzoña que guardé para usar de anzuelo. Un palo de madera, parecía que hubiese sido una parte del mástil, lo usé como mi propio mástil y me saqué la camisa para usarla a modo de vela.
El sol me quemaba la piel y la sal me partía los labios. Grité los nombres de todos quienes me acompañaban en el barco, en especial el nombre de mi padre.
No obtuve ninguna respuesta.
Ahora estaba ahí, a la deriva en una balsa improvisada a merced del inmenso mar, con el pensamiento innegable de que pronto moriría de sed o de locura.
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