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Tal vez parecía ser algo exagerado, pero no muy lejano de la realidad. Kenai y Silver tuvieron una historia que los volvió padres muy jóvenes, pero también los unió un ardiente romance que fue rechazado por la familia del más bajo y prácticamente los dejó en la calle si no hubiera sido por las ayudas de la hermana de Silver, y de los dos hermanos de Kenai.

- No voy a contradecirte, amor; lo que menos quiero es un golpe- escuchó una carcajada suave y aquello le sacó a él una sonrisa, después besó su mejilla y cuando acabaron de hacer la cena, pusieron la mesa.

Pocos minutos después Keenan salió de la ducha con la ropa del padre... Keenan era la viva imagen de Kenai, pero con el pelo de un rubio un poco más oscuro y unos llamativos ojos bicolor. Se sentó en la mesa con la mirada en el suelo, agradeció por la cena, se disculpó por no ayudar a poner la mesa o ayudar a hacer la cena y empezó a comer en silencio y la vista clavada en el plato. Los padres se miraron fijamente y uno le dio un golpe con el codo al otro.

- Keenan...- llamó el padre.

- ¿Si?- ahogó su voz en un hilo casi inaudible.

- Entiendo que sea difícil de digerir...

- Ryan no va a sobrevivir... Ya estoy intentando asimilarlo.

- Keenan... Hay posibilidades de que Ryan no muera...- hubo un silencio sepulcral después de eso.

- Después de vomitar sangre, sangrar por la nariz, tener manchas en la piel, moretones por solo tomar su mano, una operación de pulmón, muelles en el corazón, no poder respirar por sí mismo sin una máquina de aire...- apretó los labios aguantando el aire antes de derrumbarse otra vez en lágrimas...- Creo que tiene más del 90% de posibilidades de no recuperarse...

Volvió a sumirse el silencio en la sala. Los intentos de animarlo eran nulos, los intentos de ofrecerle posibilidades también. Keenan estaba en una espiral negativa y pesimista de la que los padres no se les ocurría manera de sacarlo, no se les ocurría más que palabras de motivación que ya se habían dado cuenta de que no serían efectivas. Pero valía la pena intentarlo...

Valía la pena solo por no ver a su hijo en ese estado.

- Hay posibilidades, ¿Contactaste con otros médicos o doctores para buscar una segunda opinión?

- Todos han dicho lo mismo. Estoy cansado de escuchar: "Las posibilidades de sobrevivir son mínimas", "Su pareja no va a sobrevivir", "Le queda poco tiempo", estoy harto, no quiero más segundas o terceras opiniones de nadie. Ryan moriría pronto...

Los dos se miraron de nuevo.

- ¿No hay alguna forma de hacerte cambiar de parecer?

- Que él sobreviva, y sobreviva de verdad. No quiero más mentiras o una falsa ilusión y que al día siguiente Ryan fallezca.

Ahora si, el resto de la cena acabó en silencio, pues ya se dieron por vencidos y sin esperanza de conseguir calmar a su hijo. Cuando todo estuvo recogido, Keenan fue a su antigua habitación donde todavía estaba su cama y la cama de su hermana melliza, sonrió algo amargado y nostálgico, después suspiró pesado y se dejó caer en la cama boca abajo y suspiró de nuevo ahora contra la almohada. Casi se quedó dormido de inmediato de lo cansado que estaba después de diez horas en aquella sala de espera.

Le sorprendía que sus padres no se hubieran deshecho de las camas, lo más probable es que dejarán la habitación para los posibles invitados, a veces los hermanos de Kenai iban de visita y cómo vivían bastante lejos, no había excusa para que no se quedaran.

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El llanto de una madre llenó la habitación cuando entró en la misma y vió a su pobre niño tumbado en la cama, sus cabellos anaranjados rizados estaban despeinados, estaba conectado a todo tipo de vías, ya sean los nutrientes, sondas, o cualquier cosa, inclusive un respirador en su nariz ya que por sí mismo tenía dificultades para respirar, mirando con desgana el techo iluminado por unos brillantes leds blancos, suspiró y después miró a su madre sin quitar aquella cara. Detrás de ella estaba su hermana mayor con una mirada cristalina, la cual cargaba al hermano menor de ambos, Michael. Su hermana se acercó en silencio, apretando los labios, después tomó la mano de su hermano dejando al hermano menor en los brazos de su madre, y la estrechó con fuerza.

- ¿Qué tal te fue? ¿Te hicieron daño?- su hermana, de doce años, habló sútil, evidentemente estaba hablando con un niño de nueve años que todavía no entendía nada de lo que estaba pasando, y que solo quería volver a jugar con su hermano menor de seis años en el patio de casa, pero no debía moverse de aquella cama hasta que los médicos le dijeran lo contrario.

- ¿Cuándo podré volver a casa?

Aquella pregunta fue tan dolorosa como ver sus ojos amarillo pálido llenos de inocencia y emoción por volver a estar en su hogar, con su familia...

- Ryan... Hermanito... todavía no puedes regresar hasta que los médicos te lo permitan...

- Pero... Eso no será nunca...- otra frase dolorosa por la razón que tenía, su hermana se mordió el labio y abrazó a su hermano pequeño con fuerza, pero con cuidado, con miedo a hacerle daño.

- Pequeño...- un médico se acercó entrando por la puerta con mirada fugaz y algo entristecida, definitivamente tenía malas noticias.- Familia... Debo hablar con ustedes...- la familia lo siguió fuera del cuarto y miraron al médico esperanzados- Está empeorando cada vez, pensábamos que podríamos curarlo con las medicinas o el trasplante de médula ósea...- hizo una breve pausa- La leucemia que sufre su hijo cada día empeora más, mucho me temo que tengo que pedir consentimiento de ustedes para iniciar un tratamiento más efectivo.

- ¿Qué? ¿Q-Qué quiere decir con efectivo?- la madre del chico lo miró fijamente con miedo a lo que significaba aquel "efectivo".

El médico suspiró con pesar y bajó la cabeza un poco.

- Iniciar el tratamiento de quimioterapia y radiación, consumir más medicamentos y hacerle un nuevo trasplante de médula ósea...- la madre se quedó sin aliento y vivas lágrimas destilaron de sus ojos por aquella forma tan directa de haber dicho, no podía pintarlo mejor, su hijo estaba empeorando, no era momento de ser sútil.- Les daré tiempo para que lo piensen, pero estamos hablando de la vida de su hijo... Piensen de forma sabia y equilibrada, por favor, no se dejen llevar por el físico y el aspecto...

- ¿Habrá efecto secundarios?- tartamudeó la madre todavía entre lágrimas de desesperación por la noticia.

- Empezará a perder el pelo por la quimio...- explicó de forma reducida el doctor- Es probable que tenga cambios de humor algo bruscos... Que su humor y su autoestima empiece a bajar, deben ayudarle a mantenerlo con pensamientos y humor positivos, solo así podrá seguir adelante... La risa es la mejor medicina, sobre todo durante estos periodos...

- P-pero...

- Ustedes deben estar ahí para él, deben ser ustedes los que lo hagan sonreír, sino, esto podría ser más dificultoso de lo que ya es. Tengan esto en cuenta, por favor...- la madre asintió lentamente.- Bien, ahora debo darle la noticia a su hijo, debo informarle de lo que procederemos a hacerle, solo si ustedes me dan permiso para iniciar el proceso.

- Haga todo lo que esté en su mano para salvar a mi hijo, por favor...- rogó la madre conteniéndose para agarrar la manga del doctor y tirar de ella para suplicarle de rodillas, menos mal que al final no pasó eso, pues estaban en un pasillo con bastantes personas mirando y no hubiera sido cómodo de ver para el resto de personas.

El tiempo pasó lento, demasiado lento para aquel joven niño que pasaba todos los días aburrido. Estaba casi siempre solo en aquella habitación, sus padres apenas podían entrar porque siempre había médicos en su habitación, apenas podía dormir por las noches en las que se quedaba mirando el techo apagado, con desgana y una mueca entristecida en su cara.

Pasado medio año, una tarde después de aquella horrorosa sesión de quimio, entraron los médicos empujando una camilla en la que había un chico de cabello rubio cenizo, dormido, seguramente acababa de salir del quirófano, pues todavía se veía un poco pálido además de que también estaba anestesiado para no sufrir dolor. La familia del chico llegó cuando este empezó a despertar. Se lo quedó mirando fijamente, la familia lo abrazaba, lo felicitaba, le preguntaban cómo se encontraba, él se mostraba indiferente, todavía estaba bajo los efectos de la anestesia, hasta que lo vio sentarse en el colchón sin usar las manos y abrió los ojos sorprendido al ver sus dos brazos de metal. Se los quedó mirando y después a sus padres.

- Ahora solo debes aprender a usarlos... pero primero debes acostumbrarte a ellos...- la madre del chico sonrió y acarició sus cabellos.

- Estoy bien.

- De acuerdo, descansa...- su madre besó su frente, el chico se recostó de nuevo cuando su familia debía irse dado a que ya se acabó el tiempo de visita.- Nos vemos mañana, pequeño.

- Si, mamá...- musitó él mirando el techo.

- ¿Qué te pasó?- preguntó en bajo el de ojos amarillos pálido.

El chico se quedó en silencio y después giró la cabeza hacia él, sus ojos naranjas intensos oscuros eran realmente penetrantes y visibles, también parecían haber pasado por mucho, eran llamativos.

- ¿Qué quieres decir?

- Tus brazos...- musitó con cuidado, como si no quisiera decirlo por si había pasado algo malo, el otro se quedó en silencio, miró los brazos y después volvió a mirarlo.

- No tenía...- se encogió de brazos, el de ojos amarillos se lo quedó mirando con los ojos abiertos- Desde que nací...

- ¿Estás bien?

- Es raro...- movió un poco el cuerpo y después hizo una mueca dolorosa- De acuerdo, no me moveré más así...- sonrió de lado pero adolorido.- ¿A ti qué te pasó?

- Cáncer...- El otro se lo quedó mirando fijamente y después ladeó la cabeza a un lado.- Llevo aquí casi dos años...- el otro abrió los ojos sorprendido, después hizo amago de moverse, pero solo fue otra mueca dolorosa que lo obligó a quedarse quieto, se le estaba yendo el efecto de la anestesia, eso dolía más de lo que parecía.

- ¿Dos años?- el otro asintió y se levantó de la cama agarrando el cabestrillo del suero en alto, después se acercó a la cama contigua, donde enganchó la botellita de suero con nutrientes en uno de los enganches que quedaban libres.- ¿Te estás recuperando?

- No lo parece...- hizo una mueca, un puchero más bien- le pediré a mi familia que me quite el pelo...- el otro lo miró extrañado. Pasó una mano por su cabello, bastantes cabellos se vinieron con aquella pasada, como si se desintegrase el cabello, estaba suelto, débil, se caía rápidamente, se quedó mirando su mano llena de pelusa con sorpresa.- Es un rollo parecer un gato- rodó los ojos y tiró la bola de pelos a una basura pequeña que había allí.- ¿Se te está yendo la anestesia, verdad?- este se lo quedó mirando cuando se sentó en el borde de la cama, después se encogió de hombros dando otra mueca totalmente adolorida- ¿Duele tanto?

- Bastante, la verdad...- hizo una mueca.- ¿Cómo te llamas?

- Ryan...

- Toketa...

- ¿Uh...? ¿De donde eres...?

- De la tierra- soltó una risilla contagiándola al contrario.

- No, en serio... ¿Por qué tienes ese nombre tan extraño?- sonrió un poco sin malicia.

- No sé, mis padres me pusieron este nombre, nunca pregunté de dónde venía...- musitó.- Eso sí, sé que mi padre es sueco o cerca de allí, porque mi apellido es Smält- musitó mientras se acomodaba con las piernas en el colchón.

- Mi apellido es White... Pero no sé si es un apellido común en America, mis papás dicen que venimos de allí...- se encogió de hombros.

- Ouh, me recuerda a un cantante... eh... no recuerdo el grupo...- hizo una mueca- ¿Es probable que. . . eh...? No recuerdo...- bufó y zarandeó un poco la cabeza para quitarse el pelo de la cara.

Debía estar acostumbrado a agitar la cabeza en vez de quitarse el cabello de la cara con la mano, tampoco podía hacerlo ahora que lo pensaba.

- De acuerdo Toketa Smält, empezaremos a enseñarte. . . Ouh, Ryan, ya pensé que tardarías más en conectar con tu compañero de habitación.

- No tengo otra cosa que hacer...- se encogió de hombros mientras tomaba el cabestrillo del suero y lo volvía a poner en su lugar al lado de la cama, después se recostó en su colchón de nuevo.- Y ya que él no podía moverse, pues me levanté yo- se encogió de hombros.

- Bien... de acuerdo, a partir de ahora tendrás más facilidad para moverte. Aunque claro, todos los beneficios que tendrás serán pasados y rebozados con algo de dolor...

- ¿Entonces yo voy a recuperar mi pelo?

- Estamos ahora con Toketa, Ryan...- musitó el médico mientras este hacía una mueca infantil con el labio.

Toketa rió un poco.

Con el paso del tiempo, cuando Ryan y Toketa cumplieron los doce años después de los meses que pasaron en el hospital, la habitación se llenaba entre gritos, llantos reprimidos y silencio, ahora también con risas y golpes cuando no había nadie en las habitaciones. Ryan ayudaba al contrario a manejar sus brazos cuando los médicos no estaban en la habitación, tanto que ya casi ni necesitaba que fuese con las manos por debajo para recoger el objeto si se le caía o lo rompía por la fuerza. El dolor de sus brazos se fue aminorando cada vez más, y solo dolían cuando había un cambio brusco de tiempo, por el resto, podría decirse que estaba perfectamente, ya casi podía manejarlos como si realmente fuesen suyos y no dos brazos biónicos, entre ellos pasarse casi todo el día haciéndole pet pet a Ryan.

- Oye...- musitó al aire Toketa una noche.- ¿Estás despierto?- no tardó en llegarle la respuesta.

- ¿Se te acabó la anestesia de nuevo?

- No, no es eso... No puedo dormir...

- Yo tampoco...- confesó el otro girando la cabeza hacia un lado, hacia la cama donde reposaba el cuerpo del otro, ahora oculto por una cortina.

- ¿Puedo dormir contigo?- pidió el cenizo mientras hacía amago de ir a levantarse o al menos sentarse en el colchón.

- ... De acuerdo...- musitó el otro mientras se acomodaba en el colchón de forma que ninguna de las vías que tenía conectadas molestasen, por su lado, Toketa simplemente tomó la botella del suero con la anestesia y tenía conectada a los riñones directamente para dejarla en el soporte al lado de las bolsas de líquido de Ryan y fue hacia la cama del otro, donde se sentó y se recostó a su lado.- Buenas noches...- susurró en bajo.

- Igual...

A la mañana siguiente, cuando los doctores llegaron a la habitación para la sesión de quimio de Ryan, encontraron la sorpresa de los dos durmiendo en la misma cama, uno abrazando al otro con sobreprotección, y este mismo simplemente durmiendo ajeno del abrazo del contrario. Aparentemente sin recibir daño, puesto que al estarlo abrazando con metal podría resultar herido si lo apretaba mucho, pero estaban los dos bien, y los brazos eran resistentes, así que podrían asumir que los brazos de Toketa funcionaban perfectamente y sabía manejarlos mejor de lo que parecía o esperaban, dando paso a una tierna escena como aquella, durmiendo los dos juntitos.

Cuando la familia del del rubio cenizo entró en la habitación y vió al mismo sosteniendo el vaso de agua y dejándolo en la mesita del lado, la madre estalló en lágrimas de felicidad y abrazó a su hijo con fuerza y cariño.

Pocos días pasaron para que Toketa realizara sus últimos ejercicios de rehabilitación y, al mismo tiempo que los finalizaba, recibiera el alta y ya pudiera irse por su propio pie del hospital. El cenizo de ojos intensos pidió ver a Ryan como si fuese la última vez que lo iba ver en toda su vida. Pero los médicos le dijeron que Ryan estaba en una sesión de quimio y no podía interrumpirlo. Toketa pidió esperarlo, pero los padres acabaron por hacer que definitivamente abandonara la habitación. Y cuando Ryan regresó con un rompecabezas para ambos... Se encontró con la lamentable sorpresa de que estaba solo.

Ryan se sentó en la cama lentamente, con la mirada entristecida y dejó caer la cabeza contra la almohada, mirando el techo, después suspiró y apartó la mirada hacia la ventana, pasando por la cama ahora vacía... tres años... Tres años en aquella habitación viendo el mismo árbol crecer, florecer, perder las hojas, nevado, y de nuevo florecido... Tenía doce años... Se le había hecho ameno mientras Toketa estaba allí, pero ahora... ahora todo se acabó de nuevo y se podía resumir en un silencio inmenso todo el día, escuchando solo a las personas que había a los otros lados de las paredes y que no podría ver nunca, porque apenas le dejaban salir a dar un pequeño paseo dado a que desde ese momento le empezaron a restringir pocas las salidas que hacía, y luego, va, rápido, regresa a tu cuarto... Odiaba aquello.

Cuando pasó casi medio año desde que Toketa se fue, nada fue diferente como había sido aquellos años de hospitalización, pero al menos ya tenía más libertad para pasear, más tiempo para estar fuera, ya no llevaba un constante suero, sino que ahora solo tenía una pequeña máquina para poder respirar bien, por la insistencia de los doctores, bufó. Al menos podía olvidarse de todo aquello gracias a Toketa, pero ahora ya no estaba y todo era aburrido y solitario. Los médicos se dieron cuenta de este bajón en su ánimo de nuevo, decidieron instalar a un nuevo compañero de habitación junto a él. Pero su humor no mejoró, sino que parecía que la autoestima bajaba más, no solo porque era otra persona con cáncer, sino que no era lo mismo que con Toketa.

Finalmente, después de varios años más, cuando vieron que todo estaba estabilizado, decidieron darle un alta con condiciones para la familia, donde tendrían que mudarse a un pueblo o a una zona rural ya que Ryan había desarrollado problemas de respiración, asma, y si se quedaba en la ciudad podría desembocar en bronquitis constantes. Los padres no querían ningún problema más añadido a los que ya tenía para su hijo, así que se mudaron a una nueva ciudad rural, en la que empezó la ESO allí, y pasó tiempo conociendo a la gente y creando amistades nuevas, su hermana mayor se integró de inmediato, pero él tuvo dificultades, ya que recibió burlas por parte de sus compañeros por no tener cabellos.

Esto hizo que los padres lo cambiaran de nuevo de escuela, donde ahora si, tapó su cabeza con la capucha siempre, suplicando a los maestros que no lo hicieran quitársela, pero se volvió a saber porque la gente tiró de su capucha para quitársela y volvió a recibir bullying por parte de toda la escuela.

Así que decidieron mudarse a otra ciudad cuando cumplió los dieciséis años y aprovechando que la hermana iba a comenzar otro grado superior en otro instituto ya que en el que estaba no podía seguir estudiando por sus notas y cuando su hermano cambiaba de curso a segundo de secundaria, dónde se integraría de inmediato a las clases de violín que ya tomaba desde pequeño; en su caso, en el último curso de la secundaria obligatoria, en cuarto fue donde lo integraron, siendo un chico solitario, con la capucha puesta siempre, tapado, callado, silencioso, apartado, casi que decidieron ignorarlo, porque no hablaba por nada más que si le preguntaban en clase.

De hecho, sólo sabían su nombre porque la maestra pasaba lista todos los días y escuchaban el tímido "sí" con voz ahogada y baja del chico de capucha verde cuando decían: "Ryan White", el último de la lista; como siempre él se encontraba con la cabeza en las nubes y en su propio mundo, solitario, sin querer llamar la atención de nadie.

Tanto que incluso a la hora del patio cuando todo el mundo estaba en el patio compartiendo temas de conversación, riendo, jugando al balón o al balonmano, él se quedaba solo, sentado en un pequeño banco que había por allí, bajando unas escaleras fuera del patio, en el interior, en un chambado, escondido de los maestros, silencioso, a veces escuchando la conversación de los alumnos del curso menor que siempre se sentaban en la parte de arriba de las escaleras que conectaban con el patio, pero nunca se dignaba a mirarlos, prefería estar lo más cerca posible de su clase, comer su bocadillo solo y cuando los llamasen entrar en clase, callarse y que nadie captase su atención, ni estuviera pendiente de él.

Nadie en su clase le prestaba atención porque él no quería estar con ellos, quería mantenerse alejado de ellos para que no descubrieran que había pasado por un cáncer cuando era un niño y se rieran de él porque sus cabellos no crecían. Un día cualquiera, escuchó las escaleras metálicas que los separaba de los chicos que se sentaban en la parte de arriba y que siempre estaban riendo, hablaban y parecían ser un grupo muy sano y gentil. Levantó los ojos intimidado al ver que se quedaba parado delante de él y le había tendido la mano, tímido, gentil... Se quedó clavado mirando sus ojos y el asombro llenó su ser al ver ojos de diferente color que se mostraban y exhibían con orgullo. Unos suaves ojos verde y azul que transmitían calma y una voz relajante que le preguntó saber su nombre...

Y cada día repitió el ciclo... Bajaba las escaleras, lo saludaba con timidez y le preguntaba cosas, cada día una cosa distinta, hablaba lento, intentaba no agobiarlo y eso lo agradecía mucho, la verdad.

Volvió a sentirse vivo y muy querido con las conversaciones que tenía con Keenan, sintió que revivía su periodo del hospital junto a Toketa. No podía evitar mostrar una gentil sonrisa cuando estaba con Keenan, o cuando pensaba en que solo eran ters horas de tortura dentro de clase antes de que llegase el recreo y poder volver a sentarse junto a Keenan al pie de la escalera para hablar. Sentía muchas cosas con las conversaciones que ambos tenían y había llegado a invitarlo a casa alguna, él también lo llevó a la suya, y aquello le provocaba un revuelo de emociones interno que lo aturdía. Su hermana estaba muy contenta con que él estuviera feliz y muchas veces le lanzaba puyitas inocentes y codazos fraternales junto con sonrisas sugerentes cuando ella lo veía sonreír por mirar el teléfono o por estar pensando en sus cosas. Su hermano menor, por su parte, muchas veces cuando estaba Keenan en su casa se ponía a tocar el violín a petición de su hermana para volver aquella quedada un incómodo encuentro romántico entre ambos, y aunque lo agradecía porque Keenan se reía y adoraba su sonrisa... También le avergonzada demasiado que sus hermanos los estuvieran empujando porque resultaba evidente a millas de distancia que ambos se querían.

Y acabaron siendo una linda pareja, aún con las inseguridades de Ryan, miedo al rechazo por su enfermedad, miedo a que Keenan se fuera de su lado, miedo que no lo dejaba ver qué Keenan genuinamente sentía una inmensa curiosidad como la de un felino, y que no quería otra cosa que acurrucarse en su regazo y darle un par de lametones (es decir, abrazarlo y besarlo); sin miedo a que pudiera morir o recaer de cáncer de sangre una vez más.

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Estaba tan cansado de escuchar lo mismo, tan cansado de ver la pantalla con las lentas y debilitadas constantes vitales de su pareja, estaba tan cansado de ver su cuerpo en completa serenidad y sus párpados cerrados de forma que parecía que ya no iban a abrirse.

Estaba tan cansado de las prohibiciones respecto a quitarle el respirador de la boca para besarle.

Estaba tan cansado de tener que sentarse en la silla y resignarse a darle palabras de ánimo que más bien se las estaba dando a sí mismo porque sabía que Ryan no lo escuchaba y realmente él las necesitaba para no ponerse a llorar.

Estaba tan cansado de pedirle disculpas a Ryan, salir de la sala, arrodillarse dándole la espalda a la puerta y ponerse a llorar en medio del pasillo sobresaltado a todo el mundo porque ya no aguantaba más y necesitaba desahogarse.

Estaba tan cansado de que los médicos llegaran, lo revisaran, no hicieran nada, lo limpiarian casi sin ganas y lo dejasen solo una vez más.

Necesitaba hablar con alguien.

Necesitaba tanto abrazar a Ryan.

Necesitaba tanto ver aquellas constantes recuperar el ritmo habitual de un corazón de un adolescente de veintiún años.

Veintiún años.

Ryan ya tenía veintiún años y seguramente no cumpliría los veintidós porque moriría si las señales de vida eran nulas y su cuerpo seguía bajando de peso, y de fuerza.

Oh, Ryan... Ojalá se recupere.

- Disculpe, Keenan, debes retirarte, van a llevarse al paciente Ryan para hacerles unas pruebas, recomiendo que pase esta noche en su casa.

Se levantó con pesadez y miró a la mujer de cabellos negros que había en la puerta, le sonrió roto y lleno de dolor y después arrastró los pies fuera de la habitación. Ella apoyó una mano en su hombro y le deseó que tuviera un buen descanso. Él tan solo hizo amago de responder, pero su voz no salió.

Llegó a la casa que por el momento vivía solo y se dejó caer en la cama de matrimonio... En la que de momento también dormía solo.

No hizo ni el intento de cambiarse de ropa. No estaba de ánimo para eso, prefería estar ahí, regodeándose de los pensamientos que tenía y llorando como si tuviera depresión por los recuerdos de ambos teniendo sus citas cuando tenía dieciséis y diecisiete años. Incluso lo que hizo que llorase hasta que cayó dormido, fue aquel "¿Quieres ser mi novio?" que le dedicó de forma romántica después de todo el día dándole mimos y llevándolo a sitios que sabía que a Ryan le encantaban.

Incluso si todos sus planes se frustraron porque se pararon para salvar a un gatito de morir ahogado en el río que atravesaba la ciudad, y después de que todo lo que había reservado, aquella película que iban a ver, aquellas palomitas crujientes y deliciosas, la cliché escena de tomar su mano y darle algún beso en la mejilla como si no lo hubiera hecho. Y que cuando le explicó todo lo que tenía planeado después de que Ryan le preguntase porqué estaba tan triste, ver la carcajada que soltó y el abrazo que le dio, las vueltas que dieron mientras aquella brillante sonrisa no se le quitaba de la cara, mencionando que aquel fue el mejor día que pasó en toda su maldita vida solo porque estuvo todo el día con él... Y claramente después de aquello no pudo evitar no seguir el plan que tenía hasta el final y llevarlo a la guinda del pastel, el último sitio en el que se confesó tomando sus manos casi como si fuese a pedirle matrimonio.

Recordar los hermosos ojos de Ryan abriéndose de par en par al procesar aquella pregunta y después el rotundo sí que le respondió. Su fuerte abrazo y el beso que se dieron después de aquello.

Habían pasado tres años de aquello... Solo llevaban un año y medio... aproximadamente, de pareja y Ryan sufría su decaída y quedaba atrapado en el hospital por aquellos dos años.

Maldita sea.

Su vida había dado un giro totalmente inesperado.

Un giro terrible.

Pero ni él, ni Ryan tenían la culpa. Nadie controla el cáncer. Y si alguien podía, joder, ya podría ponerse en contacto con él y salvar a su novio.

Oh Ryan.. Tenía tantas ganas de compartir aquella cama y dormir los dos abrazados aunque la temperatura ambiente fuera de cuarenta grados o más.

Cuando estaba desayunando recibió una llamada del hospital, esto claramente lo puso alerta y contestó de inmediato mientras empezaba a buscar ropa que no oliera a sudor entre toda aquella ropa que tenía tirada en el cubo de la ropa sucia, tendría que hacer la colada algún día, pero estaba demasiado ocupado en el trabajo y en el hospital como para preocuparse por esas cosas, tendría que llamar a uno de sus padres al final para que lo ayudasen, o quizás tendría que dejar de estar las veinticuatro horas del fin de semana en el hospital, pero antes muerto que perder tiempo al lejos de su pareja.

- "Ah, ¿sí? Al habla Keenan".

- "Uh si, requerimos su presencia en el hospital para firmar los papeles para el traspaso de su pareja Ryan White al centro de recuperación que designó".

- "¿Yo? Yo no pedí ningún traspaso a ningún hospital para mi pareja, es probable que se haya equivocado usted, es posible que lo haya pedido la hermana mayor de Ryan".

- "Aquí pone que fue usted el que pidió el traspaso, ¿Es usted Keenan McStone Line, verdad?".

- "Eh... si..."- casi vaciló al decir eso. ¿Cuando había pedido que lo traspasen a otro hospital?

- "Entonces si fue usted quien pidió que lo trasladaran de centro".

- "Eh... Yo le aseguro que no pedí ningún traslado, esto tiene que ser un error. Puedo ir al centro a confirmarlo, ¿Hay algún papel que designe que yo deseo cambiar a mi pareja de centro?".

- "De hecho si, hay un documento escrito digitalmente en el que usted expresa sus deseos por el cambio de centro hospitalario".

- "Voy inmediatamente para aclarar el tema presencialmente, déjeme prepararme..."

Hablaron un poco más y después ambos colgaron. Keenan se acabó de vestir y desayunar, dejó los platos para lavar y tomó las calles de casa, el teléfono y poco más después salió corriendo rumbo al hospital, en serio, puede que Ryan se estuviera debilitando pero mira que piernas y culazo se le ponían a él de tanto correr del hospital a casa y viceversa, en serio, no iba a necesitar tener esa voluntad cada principio de año de ir al gimnasio, no le hacía falta.

Abrió una de las puertas y al ver que no había nadie en el mostrador se acercó a la mujer y le preguntó aquella supuesta suplica de cambiar a su pareja de centro. Se la leyó y confirmó que no lo había escrito él, porque esa no era su forma de expresarse y que definitivamente debió ser alguien que tomó su nombre y sus apellidos prestados, porque él, juraba y recontrajuraba que no había escrito esa carta.

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Depende la parte de la historia tiene más palabras que la otra porque a lo mejor hay más diálogos o hay menos acciones y viceversa...

En realidad la historia tiene 56 páginas y yo nada más estoy repartiendo 14 páginas por capítulo XDDDDDD

uwu

Aquí las opiniones -------->

Espero que os haya gustado, hacédmelo saber con un voto y nos vemos en el próximo capítulo

Bye~

By Silvia Line

[5134 palabras]

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