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Dejó el teléfono sobre la mesa después de escuchar aquellas palabras atentamente y colgar la llamada, su mirada se encontraba en un mar confuso y blanco. El brillo habitual que cargaba en sus ojos totalmente felices y radiantes, dispuestos a comerse el mundo ahora se había apagado y quedado totalmente serio y pálido.
Debía ir al hospital.
Debía ir urgentemente al maldito hospital. Y no entendía porque su cuerpo no había reaccionado inmediatamente después de colgar la llamada.
Agarró las llaves de su casa y una chaqueta que se lanzó por encima de los hombros sin darle tiempo a atarla o ponerla bien de un brazo, no agarró nada más, estaba desesperado, simplemente salió corriendo de casa, dejando atrás el carnet de identidad, el dinero, las tarjetas de crédito o los vales de descuento de la cartera, el teléfono... todo; solo las llaves de casa, incluso las llaves del coche que le hicieran ayudando a llegar antes. Arrancó a correr como nunca antes había corrido en su vida directo hacia el hospital en el que aquella persona estaba ingresada.
Nada más llegar, abrió las dos puertas de cristal con un portazo del cual fue sorprendente que no se rompieran los cristales, después se acercó decidido, como un cazador, un águila, un zorro, quizás simplemente un puma, hacia la recepcionista, siseando el nombre del paciente al cual venía a ver, sin parpadear, sus ojos ahora mismo no eran capaces de eso, quizás se habían olvidado de cómo hacerlo, el shock era demasiado grande, todo aquello había sido demasiado repentino, demasiado extraño. Ella tecleó aproximadamente unos segundos que se le hicieron eternos y largos, sentía el sudor del cansancio caer por su sien y su barbilla, la gente le miraba raro, pero no le importaba; la mujer tardaba mucho, casi como si hubiera tecleado el corto nombre de su novio por largas horas, finalmente ella siseó el número de la habitación rápidamente para que el chico arrancará a correr hacia el ascensor, dejando a la pobre recepcionista con las palabras en la boca, apenas pudo decirle gracias.
Miró la puerta con intimidación cuando estuvo delante, sus manos empezaron a temblar sutilmente, sudaban, las limpió en su pantalón y después acercó su mano meticulosamente al pomo de la puerta, su mano casi parecía víctima de un ataque de párkinson, tragó saliva cuando escuchó el "clac" del cerrojo al abrirse, empujó la puerta con tan poca fuerza que ya fue un logro que está se abriera un mínimo, después susurró el nombre del paciente con temor mientras accedía a la habitación moviendo la puerta con la sudorosa palma de la mano.
No hubo respuesta.
Miró a aquel dócil y sutil chico recostado en la cama de sábanas blancas con el logotipo del hospital, sus párpados relajados y descansados, cerrados, inmerso en el mundo de los sueños o en un limbo de descanso continuo. Estaba dormido, y se veía tan frágil, no se veía maltratado... ¿Por qué había acabado ingresado? Sabías la respuesta a pero se negaba a creerlo. Quizás si se hubiera quedado a escuchar a la recepcionista lo hubiera sabido o se lo hubieran recordado dolorosamente, ahora ya era tarde.
- ¿R... Ryan?- sus labios se movieron con tanto cuidado... Tenía miedo de perturbar su sueño.
No hubo respuesta.
- Ryan se encuentra descansando después de la sesión de quimioter. . . ¿Quién es usted?- se giró hacia una chica de cabellos naranjas por media espalda lisos, lacios, suaves, con una suave y sutil mezcla marrón oscuro
¿Quién era esa chica? ¿Era la hermana que tanto mencionó su pareja?
No se parecían tanto como pensaba que lo harían. Bueno, quizás tenían una similitud en la forma de los ojos... Aquello era extraño.
- Yo... Su novio...
- Mi hermano no tiene novio, ¿Quién eres y qué haces aquí?
Hizo silencio y giró su mirada hacia su pareja, encontrando a un chico de unos doce años con cabellos naranjas pálido, rizado, durmiendo y descansando.
¿Qué demonios? ¿Desde cuando Ryan. . .? Apretó los labios reprimiendo el shock. Volvió a mirar a la chica de ojos intensos de color verde.
- Responde o llamaré a los doctores.
- ¿É-Él es Ryan White, verdad?
- ¿Para qué quieres que responda a eso?
- ¿Lo es?
- ....- lo miró fijamente, sus ojos perlados de color verde oscuro lo miraron fugaces y penetrantes.- Si.
Hizo silencio.
- Lo siento. Me he equivocado de habitación, lo siento otra vez. Ruego que me disculpes.- Bajó la cabeza fingiendo estar arrepentido.
La chica, que seguramente tendría menos edad que él pero no lo aparentaba por su forma de maquillarse, tan solo chasqueó la lengua contra el paladar, seguramente enfadada por la obvia razón de que cualquier persona pudiera entrar en una habitación ajena como si nada y que ningún doctor o médico lo detuviera; y avanzó por la habitación hacia la cama, quedando a su espalda mientras hacía cálculos matemáticos sobre lo que podía estar pasando allí, después de giró hacia la cama, donde vio a la chica acariciar los cabellos mandarina pálido del chico que estaba recostado en la cama. Volvió a darse la vuelta.
- ¿H-hmph?- se escuchó cuando empezó a caminar hacia la puerta.- Keenan...
Se quedó parado en el sitio y se giró automáticamente.
La chica había desaparecido de la habitación, parecía haberse esfumado de la nada, no había ni rastro de ella, ahora solo estaba él, de nuevo sin sus cabellos, solo siendo él, con su habitual año mayor, sus pómulos levemente rojizos, y sus hermosos ojos amarillos pálidos puestos sobre él, ojeras bajo sus ojos pronunciadas, delgado como siempre había estado. Ahora sentado en el colchón, quizás algo más pálido que antes, podría ser por la luz blanca en el techo de la habitación.
- ¿Estás bien?- preguntaron los dos a la vez.
- Sí...- respondieron los dos a la vez una vez más.
Dos sonrisas se dibujaron en aquel cuarto, después una risilla por parte del paciente, la habitación se sumió en silencio después el suspiro del oji pálido.
- ¿Qué te pasó?- preguntó consternado y preocupado por el estado del otro, no quería entender porque estaba ingresado en el hospital.
- Una recaída... Detectaron leucemia de nuevo...- Lo vio apretar los labios después de decir eso- No es tan grave como cuando era niño.- agregó para suavizar el duro golpe.
- ¿Otra vez?
- Sabías perfectamente que corría peligro de recaída. Keenan... El cáncer no solo se cura con amor y risas...- lo miró fijamente.- Siento la brusquedad- bajó la mirada.
- Pensé que estabas estable al estar en el aire de montaña.
- Estar en un bioma montañoso solo retrasaba que tuviera problemas respiratorios y asma, no me salvaba de recaer en la enfermedad...- explicó algo más decaído, pero aun así manteniendo el optimismo.
- ¿Cuánto tiempo estarás aquí?
- Indeterminado, hasta que me recupere...- Suspiró- La última vez que estuve... Estuve demasiado tiempo... Cuatro años hospitalizado...- alzó la mirada hacia él- Repito que es menos grave, es probable que me recupere pronto... No puedo estar seguro.
Keenan apretó los labios y después bajó la mirada apoyando las manos en el colchón, era como si lo hubieran golpeado duramente en el estomago y ahora mismo tuviera que esperar y recuperar el aire.
- Keenan... Lo siento...
- ¿Hiciste algo para tener que disculparte?- levantó la mirada hacia él.
- Lo siento por tener cáncer...
Hubo unos segundos de silencio en los que la expresión de Keenan se crispó con una desagradable mirada, después explotó:
- ....- lo miró fijamente- ¿Eres idiota? ¿Te acabas de disculpar por eso?
- Lo siento.
- No te disculpes conmigo por tener esa enfermedad, por favor... no tienes que disculparte con nadie. Me niego a aceptar una disculpa por eso.- sintió impotencia.- Tienes una recaída de leucemia, si, de acuerdo.- suspiró.- Te sigo amando, Ryan; eres mi novio con todas las condiciones o problemas que tengas... ¿Por qué hubiera aceptado ser tu novio si no fuera por eso? ¿Solo por interés o sexo?- el de ojos amarillentos lo miraba fijamente. Keenan negó con la cabeza.- Ryan... Te quiero de verdad y no voy a dejarte solo en esto.
Ryan lo abrazó con fuerza y besó su frente apartando sus cabellos rubios casi marrones con los dedos, susurrando contra la misma un sutil, tenue y casi sigiloso: "Gracias". Después permaneció acurrucado contra él. Keenan sonrió y tomó sus manos con tanta delicadeza que podría pensarse que sus manos eran de porcelana, le sonrió y besó sus labios con las únicas intenciones tranquilizadoras. Se separó a una distancia prudencial para ver su rostro entero y después acarició sus manos con los pulgares.
- Prometo que no te voy a dejar solo en esto. Que me corten la lengua si hago lo contrario.- Ryan soltó una risilla.
- No seas tan extremista, Kiki...- lo acercó del borde de la camiseta de tirantes y volvió a besarlo.- No será necesario que te corten la lengua, sé perfectamente que tu estarás aquí, aunque tus padres y tu hermana tengan que venir para llevarte arrastrando a casa porque lleves tres semanas aquí sin salir ni siquiera para ducharte- ambos soltaron una carcajada que fue silenciada rápidamente- Keenan... estaré bien... Las cosas irán mejor que cuando era niño, estoy seguro de eso...- una sonrisa maliciosa se curvó su labio- Ya no tengo más pelo que perder.
- Ryan...- sonrió y después tomó sus mejillas y volvió a besarlo- En serio, te quiero.
- Yo también te quiero- le sonrió de vuelta mientras apoyaba sus manos sobre las dos contrarias.
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Si tan solo hubiera tenido razón...
Lo apartaron de la camilla cuando estaba acompañando mientras la empujaban directos hacia el quirófano, pasaron las puertas que tambalearon dejando entrever la figura de su pareja alejándose y perdiéndose por otra puerta más allá; pero a él lo dejaron atrás, gritó y suplicó que lo dejasen pasar, que había prometido estar junto a él en todo momento, pero no hubo excusa que valiera para aquellos enfermeros profesionales, lo dejaron fuera, en unas sillas que había delante de la puerta, donde la luz roja en la que ponía "operando" con letras grandes y rojas no se apagaba; cada vez, cada segundo que miraba aquella luz parpadeante, nunca se apagaba. Si tan solo le hubieran dejado estar allí... Necesitaba estar allí, necesitaba estar con Ryan, estar tomando su mano mientras él estaba inconsciente o bajo los efectos de la anestesia. Apretó los dientes mientras evitaba que las lágrimas cayeran por sus mejillas, no iba a llorar, Ryan estarían bien, estaría bien...
Ryan llevaba ingresado en el hospital dos años desde que detectaron la recaída de leucemia y tuvieron que operarlo de gravedad por coágulos de sangre que detenían su corazón y podría ser más grave todavía de lo que ya estaba de por sí. Todo había ido a peor, se habría agravado cada día. Había perdido peso, demasiado, y apenas comía nada, no había manera, no tenía hambre, apenas caminaba, no quería levantarse de la cama, según él porque le dolían las piernas, cuando llevaba un año en el hospital, empezó a sangrar por la nariz sin explicación o antecedentes aparentes, después le sangraba boca al mínimo bocado que se daba o a la mínima que daba un bocado a la comida, cuando tomaba sus manos y le daba aunque fuese un apretón de manos, al día siguiente, o algunas horas después tenía un moraton en su mano como si se le la hubiera pisoteado o le hubiera dado una paliza hasta romperla. Ryan estaba empeorando, y estaba enfermando de cosas que jamás pensó que había en el país, y todo porque aunque tuviera la vacunas que lo protegían de las enfermedades, sus defensas y su cuerpo estaba tan débil y desprotegido que aquellas tristes vacunas no hacían ningún tipo de efecto sobre su cuerpo. Tenía que llevar puesto siempre un respirador porque no era capaz de respirar por él mismo, Ryan estaba muriendo, y ahora lo apartaban de él, lo llevaban a quirofano para intentar salvarlo otra vez, pero es que aquellos minutos o aquellas horas que estuviera lejos de él podrían ser el desenlace final de la vida de su pareja, y él no estaría a su lado para poder tomar su mano y besar su frente antes de que falleciera.
¡NO QUERÍA QUE FALLECIERA!
No quería que su pareja muriera.
Estaba advertido desde el mismo momento en el cual lo conoció... con quince años, lo recordaba perfectamente, él tenía quince, Ryan dieciséis, y siempre estaba solo, apartado, parecía que aún habiendo pasado algún tiempo, algunos meses, desde que llegó al colegio como chico nuevo a pesar de ser prácticamente el último curso, aún no había sido capaz de socializar con nadie. Nadie en su clase le prestaba atención, era un chico solitario, siempre estaba sentado, era muy pálido, muy pocas veces podía ver su cara, pues siempre estaba cubierta por la característica capucha verde de su sudadera, fuese invierno o fuese verano. En el momento en el que sintió curiosidad por él, fue el instante en el que su hermana había empezado a salir con su pareja y sus dos amigos también habían iniciado una relación después de bullying que sufrieron y que los había mantenido alejados a ambos durante un tiempo. Keenan en ese momento era el aguantavelas de dos parejas, y no quería seguir siéndolo, por lo que, un día, se armó de valor y bajó las escaleras que los separaban todos los recreos.
Lo saludó amablemente, pero con timidez. Le preguntó si nombre con gentileza y cada día repitió el ciclo: bajar las escaleras, saludarlo con timidez y preguntarle algunas cosas, lento, para no agobiarlo.
Ambos se sintieron vivos, ambos se apoyaban en el otro para todo, ambos contaban las horas para que llegase el recreo y volver a sentarse juntos al pie de la escalera para hablar.
Y acabaron siendo una linda pareja, aún con las inseguridades de Ryan, miedo al rechazo por su enfermedad, miedo a que Keenan se fuera de su lado, miedo que no lo dejaba ver qué Keenan genuinamente sentía una inmensa curiosidad como la de un felino, y que no quería otra cosa que acurrucarse en su regazo y darle un par de lametones (es decir, abrazarlo y besarlo); sin miedo a que pudiera morir o recaer de cáncer de sangre una vez más.
...
Aquellos eternos años de hospital desde que era un niño, un pequeño niño desafortunado con asma, leucemia y una salud muy débil; con amistades poco duraderas hasta que conoció a Toketa, mejor amigo, su único mejor amigo; un chico de su edad, que había nacido sin brazos, que desee niño tuvo que llevar prótesis mecánicas y que pasaron un largo tiempo los dos juntos aprendiendo y enseñándole a usar sus nuevos brazos, con el que había sentido que realmente sí merecía la pena sonreír, ser feliz, vivir, con el único con el que había reído hasta que sus mejillas dolieran. Ambos pasaron casi seis años juntos en aquel hospital, correteando por la sala, por los pasillos, tirando de los cabestrillos conectados a sus brazos, risas por doquier, dibujos, puzzles, rompecabezas y clases en el hospital. Los dos dormían juntos la mayoría de las noches y con Toketa, prácticamente, había vivido, crecido y sentido todo lo que cualquier persona podría hacerle sentir. Pero, desgraciadamente, no todo era tan bonito, Toketa salió del hospital antes que él, varios meses antes que él, y lo peor de todo es que no pudieron despedirse porque él estaba en una sesión de quimioterapia y él había estado en su último ejercicio de rehabilitación en el momento en el que le dieron el alta.
Cuando regresó a la habitación, radiante, con un rompecabezas en sus manos y sonriendo, retando a Toketa en completarlo en el menor tiempo posible. Su sonrisa se esfumó tan rápido como encontrarse la habitación sola, con una sola cama, su cama; y darse cuenta de que se había quedado solo una vez más...
Los meses que estuvo totalmente solo fueron una tortura psicològica que los médicos no pudieron arreglar siquiera trayéndole nuevos compañeros. Cuando finalmente salió del hospital al poco de entrar en la etapa educativa de la secundaria, fue cuando los médicos le dijeron que había superado la leucemia... y eso le dio un par de chances de volver a sentirse feliz, realmente pensaba que no le volvería a pasar, porque los médicos dijeron que era poco probable y que para evitarlo en su mayoría, debían mudarse a un lugar con aire puro, poca contaminación, mucho aire libre y que cambiará de aires... y aunque sus padres y sus hermanos se alejaron de la familia, del tío Jack y la tía Mary, para cumplir con las peticiones y recomendaciones de los médicos...
Ahí estaba una vez más...
En el quirófano del hospital, lejos de Keenan, sedado mientras lo operaban. Había enfermado una vez más, tenía una bronquitis grave, desnutrición, y sus pulmones estaban fallando, su cuerpo se debilitaba segundo a segundo, no podía respirar por sí solo. Estaba sufriendo una operación a corazón abierto mientras restauraban la parte de sus pulmones que estaba muriendo lentamente pues no le llegaba el oxígeno del respirador. Era una operación complicada, porque si salía mal, debían extirparle el pulmón que estaba fallando y cambiarlo por el de un donante; claramente aquello sería un no volver a la calle jamás, porque ahora si, tendría muchisimas complicaciones respiratorias y por cualquier cosa podría enfermar gravemente. Tenía 20 años y no volvería a pisar la calle hasta que su cuerpo colapsara y muriese en una cama de hospital.
Se sentía tan mal consigo mismo por arrastrar a Keenan a su vida de mierda.
Su hermana mayor y su hermano pequeño ya habían perdido la esperanza a que sobreviviera en el momento en el que vieron que muchas veces tenía coágulos de sangre, operaciones por problemas de corazón y aquella que estaba teniendo... y ellos se habían despedido, se despedían de verdad de él cada vez que iban al hospital a verle, aunque fueran despedidas de "nos vemos la próxima" él sabía que Michael y Keera en realidad decían: "nos vemos la próxima, si es que la hay", y eso lo deprimía más todavía, Ryan no era estúpido, sabía que sus hermanos estaban sufriendo aún cuando ambos tenían sus relaciones, y Keera estaba embarazada de su primer hijo... Ryan realmente quería conocer a su sobrino.
Keenan era el único que seguía tomando sus manos con fuerza aunque esto le crease moratones y le sonreía a pesar de estar llorando por dentro, a veces realmente sus ojos estaban cristalizados y tenía que salir porque no quería que lo viera llorar, Keenan lo animaba y le decía que seguiría adelante, que saldría del hospital, que ambos saldrían del hospital y Ryan podría irse a vivir con él a la casa que había conseguido gracias al trabajo y una mínima ayuda de los padres y su hermana para poder independizarse de su familia y formar una él mismo, a un nuevo hogar en el que por ahora vivía solo, pero tenía esperanzas de vivir con él.
Ninguno de los dos se creía aquellas palabras por más que ambos prometieran tener aquella hermosa familia.
Ya se las dejaron de creer cuando pasaron los seis primeros meses en el hospital, pero al menos no perdían la esperanza de poder salir al patio o al jardín. Al año definitivamente se deprimieron y perdieron todo rastro de esperanza. Aquel segundo año... Solo seguía vivo porque cada día despertaba con la única ilusión de ver a su pareja, sonreírle como cada día, ver aquel brillo esperanzado, no moriría para dejarlo solo. Moriría el día que Keenan perdiera toda esperanza de que él sobreviviera, Keenan todavía... todavía lo miraba con brillo en sus ojos. Un brillo que ya había desaparecido para él, pero que Keenan todavía se esforzaba por curvar sus pómulos en una sonrisa, besarlo, abrazarlo y ayudarlo a comer cada día aunque no fuese capaz de dar un solo bocado porque sus encías empezaban a sangrar o su estómago no estaba en condiciones para comer o digerir algo.
Seguía vivo solo para ver aquella radiante sonrisa cada día.
Keenan brillaba.
Keenan era fuerte.
Keenan estaba llorando totalmente desesperanzado al otro lado de la puerta del quirófano. Sin ningún rastro de sueños y esperanzas en su cuerpo. Sintiéndose un idiota, un inútil, un completo estúpido por hacerse creer a sí mismo o al contrario que sobreviviría.
Habían pasado dos años.
Tenía que asumirlo, y tenía que asumirlo rápido, Ryan no iba a sobrevivir si seguía a ese paso. Estaba consumiendo su vida tan rápido como la pólvora en llamas. Podría morir por una bronquitis, por desnutrición, por un ataque cardiaco al no tener los suficientes nutrientes; por mil cosas, hasta un resfriado común podría matarlo.
De un momento a otro, y después de por lo menos diez horas sentado en la misma silla, en la misma posición, con sus ojos cansados y el estómago rugiendo como si no hubiera comido en dos semanas...
La luz repentinamente cesó aquel parpadeo y se quedó apagada. Sus ojos se abrieron como platos, dejó escapar un jadeo de sorpresa, revisando una y otra y otra vez que aquello no fuese una equivocación, o quizás una ilusión por el hambre que tenía, no, realmente se había apagado, sus felinos ojos se afilaron como si fuese a darle caza a aquella apagada luz y se levantó de la silla de un salto cuando una mujer con el pelo recogido en un moño salió de la sala preguntando por los familiares de Ryan White. Se presentó cortamente como pareja del mismo y la mujer lo informó de que debía irse a casa ya que el paciente pasaría de reanimación a planta directamente a través de los pasillos privados de los médicos, y que lo avisarían cuando despertase, más que nada porque al ser una operación tan costosa material y profesionalmente, además de ser tan extensa y larga, el cuerpo del paciente necesitaría recuperarse, estabilizarse y no recomendaban que hubiera alguien cerca de él manteniendo al cuerpo en un estado fuera del reposo completo.
Suplicó verle al menos, ella se negó, pero le suplicó, casi hasta el punto de ponerse de rodillas y empezar a llorar porque llevaba diez horas, DIEZ HORAS, sentado en la misma silla, sin moverse, solo esperando a que el amor de su vida saliera de allí; la mujer no tuvo de otra que aceptar ante tal desesperación después de consultarlo con el superior, y lo acompañó donde estaba su pareja, entregándole una mascarilla para que no infectase el ambiente, ella igual se puso otra.
Ryan estaba durmiendo, muy pálido, mucho más de lo que ya estaba de por sí por la falta de nutrientes y la energía del sol, casi como un fantasma o un muerto, ojeras, sus párpados cerrados, sintió un déjà vú de dos años atrás, cuando se encontraba en la misma posición, pero sin aquella palidez ni aquellas ojeras. Apretó los labios y se mordió la carne interna de la boca para contener el llanto una vez más, sus ojos estaban rojos, fruto de haber estado llorando solo, sin nadie en aquella sala de espera. Simplemente no pudo retener las lágrimas o hacerse el fuerte, se derrumbó.
La enfermera mencionó que debía irse a descansar, a comer algo o quizás simplemente a despejarse en la parte del jardín del hospital. Keenan asintió con la cabeza de forma lenta y dejó lo que podría ser quizás el último beso que le daría a Ryan, en la frente, a través de la mascarilla que los separaba, y después se retiró de la sala en silencio, con un paso vacilante, dubitativo e incluso podría decirse que tembloroso.
Llegó a casa de sus progenitores incapaz de ir a su propia casa y llorar en soledad, llegó arrastrando los pies, sorprendiendo a sus padres cuando picó al timbre, estos no esperaban la visita, pero al abrir la puerta y encontrarse a su hijo parado allí delante, con aquellas ojeras, los ojos rojos y los restos de lágrimas asumieron que algo malo había pasado y le dejaron pasar, le dieron un vaso de agua mientras su padre lo acompañaba al sofá y tomaba su mano para que le explicase qué había pasado. Claramente lo que ambos pensaban era en la posibilidad de que Ryan hubiera roto la relación él, porque no estaban al corriente de lo grave que estaba el joven, y por eso estarían tan destrozado, pero cuando explicó lo que había pasado, ambos lo abrazaron fuerza y mencionaron que su pareja se recuperaría. Keenan negó con la cabeza lentamente, de sus ojos volvían a destilar vivas lágrimas amargas y dolorosas.
- Lleva dos años ingresado en el hospital. No hay esperanzas a que se recupere...- bajó la cabeza.- Acaba de salir de una operación de uno de sus pulmones malheridos por la bronquitis y la insuficiencia respiratoria de diez horas a corazón abierto.- sus padres se lo quedaron mirando.
- Lo mejor será que dejes de darle vueltas a ese asunto, pequeño...- lo abrazó su padre para después darle reconfortantes palmadas en su espalda- Duerme esta noche aquí y mañana hablamos más tranquilos de todo... Ahora necesitas una ducha de agua fría, una cena calentita y no darle tantas vueltas a la pelota.
- No puedo no darle vueltas al coco si mi novio está en el hospital ingresado por cáncer y recién salido de una maldita operación.
- Esas palabras Keenan, controla la lengua.
- Tengo diecinueve...
- Sigues siendo mi niño pequeñito- le espachurró las mejillas y le sonrió, un intento vano de animarlo- Ve a darte una ducha y a relajarte, tu padre y yo haremos la cena.
- De acuerdo...- suspiró y se levantó del sofá.
- Te llevaré la ropa mientras te estés duchando.
Tan solo dejó escapar un escueto y apesadumbrado "vale" entre dientes y se perdió por el pasillo que iba hacia el baño.
Ambos se miraron cuando su hijo se fue y suspiraron. Uno se fue a preparar la cena para tres personas y el otro fue a buscar algo de ropa que le pudiera quedar a su hijo, más que nada porque ya no quedaba en la casa de ellos, sus dos hijos habían crecido y ya no había ropa en sus casas, todo lo que tenían se lo habían llevado cuando se fueron de la casa...
Alguna prenda de su marido podría hacer el apaño, quizás aquella antigua camiseta de tirantes que ya apenas se ponía y que tanta nostalgia le daba, más que nada porque sus hijos la usaron mucho, desde un vestido para su hija Álex cuando tenían cinco o seis años, hasta la camiseta del fin de semana para Keenan cuando tenían los doce o los trece años, y claro, no quería tirarla por todos los recuerdos que había en ella, porque era una de las camisetas musculosas favoritas de Kenai desde que era apenas un niñato de veinte. Sí, esa camiseta tenía mucha historia y ya estaba hasta descolorida y amarillenta, pero la seguiría guardando aún así.
Dejó en el baño unos pantalones largos marrones anaranjados y una camiseta de tirantes blanca, también ropa interior negra, salió del baño y bajó para preparar la cena junto a su marido.
- Me tiene preocupado...- dijo el alto de los dos.
- A mi también...- Silver dejó escapar un suspiro derrotado- Keenan se veía tan mal...
- Aceptó ser pareja de Ryan aun sabiendo que pasó por un cáncer, no era extraño que recayera, pero duele verlo así...
- Imagínate cómo tiene que estar la familia.- ambos suspiraron.
- Seguramente devastados al ver que su hijo volvió a recaer...- hubo un breve silencio- Pobres...
- Lo que a mi me preocupa, no es que Ryan pueda morir, que también, sino como acabará de destrozado Keenan si eso pasa. Solo tiene diecinueve años, y tiene la vida por delante, pero... Realmente estuvo y está muy enamorado de Ryan desde los quince años... Y nunca le ha importado que Ryan tenga un año más que él, desde que se conocieron siempre han estado muy unidos. Quizás fuese porque Keenan aceptaba que tuviera esa enfermedad e igualmente quería estar con él porque se enamoró de cómo era él y no simplemente por interés.
- ...- suspiró- Espero y deseo que sobreviva por la salud mental de Keenan, no quiero que sufra depresión...- mencionó el alto con una mirada muy abatida.
- ¿No crees que es un poco... excesivo?
- No lo sé- se encogió de hombros.- Solo ofrezco posibilidades, ya has visto como ha llegado.
- Posibilidades fatalistas, Keenan no es como tú. Si yo muriera tú intentarías suicidarte todos los días. Y no puedes negarlo, te conozco demasiado bien.
Tal vez parecía ser algo exagerado, pero no muy lejano de la realidad. Kenai y Silver tuvieron una historia que los volvió padres muy jóvenes, pero también los unió un ardiente romance que fue rechazado por la familia del más bajo y prácticamente los dejó en la calle si no hubiera sido por las ayudas de la hermana de Silver, y de los dos hermanos de Kenai.
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Bienvenidos a la primera parte de las cuatro que habrán uwu
Me gustaría anunciar que, en esta versión, ya se pueden apreciar diferentes cambios de los que se pudieron leer en la primera versión de la historia... Aunque también pueden ver que muchos diálogos están calcados...
La base / esqueleto de la historia estaba bien; simplemente tenía problemas de que los personajes principales acabaron siendo opacados por todos los personajes de la trama...
Lamentablemente...
Aquí las opiniones ------------>
Espero que os haya gustado, hacédmelo saber con un voto y nos vemos en el próximo capítulo
Bye~
By Silvia Line
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