P1-Capítulo 1. Copo de nieve.
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P A R T E 1
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Sudaba y exhalé profundamente, estaba a punto de llegar, iba hacer la primera por fin en una competencia. Mis hermanos estaban detrás de mí junto con Trevor y Lena, pero yo llevaba la delantera en todo esto. Tomé bien la cuerda para seguir escalando en un área turística y de bajo riesgo. Banff tenía muchos sitios para esquiar y escalar así que nos quedamos en este pueblito que nos enamoró. Era finales de julio y las vacaciones aquí me estaban pareciendo totalmente terapéuticas.
—¡Joder, Aurora! ¿Desde cuándo te volviste atlética?
Me reí ante el reclamo competitivo de mi hermano.
—Mis piernas tenían que servir para algo más que correr.
—Deja de llorar y escala, Adam —espetó Lena, refunfuñando por batallar tanto al escalar, parecía que dejaba un pedazo de su alma cada que subía un peldaño más.
Respiré hondo una última vez y seguí subiendo, me faltaba muy poco, los guantes me daban buen soporte y subí a la parte superior del límite para escalar. Clavé un pico para impulsarme con más facilidad y subí.
—¡Sí! —solté en un grito de victoria—, ¡Llegué!
—Ya te escuchamos, presumida —replicó Rachel igual de agotada que Lena.
Me senté con cuidado en la orilla para apreciar la hermosa vista de todo Banff, los lagos tan azules y espectaculares, las montañas cubiertas de una inmensa capa de nieve en las puntas, era como ver chocolates cubiertos por glaseado blanco. Los pinos eran inmensos y también tenían nieve en sus hojas. El clima era frío, pero me agradaba. Canadá fue mi escape.
🤍
Después de comer regresamos a la cabaña que habíamos rentando al llegar. Era lo suficientemente amplia para los cinco y lo más fantástico era que teníamos a la naturaleza rodeándonos.
Llegué a la cocina y vi a mi hermano que hablaba por el móvil muy entretenido. En su mano llevaba una taza blanca y por el olor en el aire concluí que había preparado chocolate caliente. Abrió la puerta corrediza que daba a una enorme terraza y apenas escuché parte de su conversación.
—Claro, amigo. Sí, en Banff, hay suficiente espacio en la cabaña...
Mi atención se fue a eso último que dijo por llamada. Vertí un poco de chocolate en una taza y seguí a Adam.
—Te esperamos, Jordan.
Adam giró sobre sus talones y me miró en cuanto cortó la llamada.
—¿Jordan? —levanté una ceja de forma interrogativa.
Tomó asiento en uno de los sofás exteriores.
—Sí, Jordan Preysler.
Fruncí el ceño, fueron pocas las veces que conviví con ese chico y había algo en él que me ponía nerviosa. Era gran amigo de Adam y desde que volvieron a verse para ayudar a Rachel con la portada de su cómic, su amistad había tomado más fuerza.
—Papá dijo que nada de amiguitos.
—Lo dijo por ti. Jordan es amigo mío
Abrí la boca por su indignante comentario y él solo se burló.
—Eres insoportable.
—Aurora entiendo tu hostilidad, pero no la apruebo. Ya es hora de que avances —su tono fue más severo que de costumbre—. Olvídalo y continúa con tu vida.
Me quedé muda, paralizada por no saber qué contestar. Aunque en algo tenía razón, me volví más hostil y poco tolerante. Quería cambiar esas actitudes, mi familia y mis amigos no lo merecían, pero en ocasiones eran mis sentimientos reprimidos que salían para causar daño.
Tomé de mi chocolate en silencio y con la mirada acusatoria de Adam escrutándome. Suspiró derrotado ante mi falta de respuesta.
—Será a tu tiempo.
Con eso último se levantó, pasó por un lado mío y besó mi sien para después entrar a la cabaña. Agaché la mirada y por un momento creí que lloraría, pero desde hace tiempo que ya no me provocaba llanto acordarme de él.
🤍
Me tocaba preparar la cena esa noche, Rachel me ayudaba a cortar los vegetales y en eso, Trevor entró directo a la cocina, abrió el refrigerador y empezó a moverlo todo de arriba abajo.
—Cariño ¿Qué buscas? —preguntó Rachel, más nerviosa de lo usual.
—¿Dónde están mis cartoncitos de malteada?
Rachel abrió sus ojos como platos, era la culpable y Trevor lo supo.
—¿Sabes algo de eso, nena?
Mi hermana ya era un tomate maduro.
—Había solo una, lo juro —confesó Rachel, culpándose por la desaparición de las malteadas.
No pude evitar la risa mientras Trevor se cruzaba de brazos.
—Bien. Te perdono porque eres mi chica y porque vas a decirme qué pasará en el siguiente capítulo de Dikronus.
Mi hermana era bastante reservada en contarnos sus historias hasta ser publicadas, pero su único talón de Aquiles era Trevor.
—De acuerdo —concedió Rachel—. Es un precio bastante alto y voy a querer otra cosa.
Arqueé las cejas y detuve lo que estaba haciendo para ver el rostro atónito de Trevor.
—Me gusta tu propuesta —dijo el castaño con una sonrisa pícara.
Rachel soltó una carcajada que nos confundió todavía más. Cuando Rachel reía así, tan encantadora, me era difícil asociar esa risa con su mente creativa y macabra.
Una cara angelical con una mente perversa.
—No pienses mal, cariño. Te diré lo que sucederá en Dikronus si tú me dices ¿Por qué no te gusta celebrar tu cumpleaños?
Era cierto, días atrás nos enteramos de que a Trevor no le gustaba celebrarlo. De hecho, ni si quiera nos comentó que cumplía el dos de noviembre. No estábamos enterados y él no dijo nada al respecto.
Trevor fundió su sonrisa a una más seria.
—No me gusta hablar de eso.
—Vamos, Trev, somos nosotras —lo animé.
Sus cejas se juntaron en una expresión malhumorada y solo salió de la cocina. Rachel y yo nos miramos y le pedí con un ligero movimiento de cabeza que lo siguiera. Algo malo tuvo que haber ocurrido para que Trevor dejara de festejar su cumpleaños.
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Adam nos avisó que Jordan llegaría a cenar, muy a mi pesar hice comida suficiente para todos—incluyéndolo—Lena me estaba ayudando con la mesa y Trevor ya estaba con mejor semblante que incluso tuvo ánimos para ir por unos troncos y encender la chimenea.
La puerta sonó y como yo era la más cercana a ella me ofrecí a abrirla; sequé mis manos con el delantal rojo y eché mi cabello atrás de mis hombros. Ahí estaba, el chico de uno ochenta y cinco, cabello corto, castaño y ojos marrones. Cejas largas y bien definidas, la última vez que lo vi no llevaba barba y ahora la había dejado crecer para enmarcar una cara con rasgos muy acentuados.
—Aurora.
Su voz ronca y la manera que pronunciaba mi nombre me pareció muy masculina. Sacudí mi cabeza para volver a la tierra y no fijarme en lo guapo que era.
—Jordan.
Sonrió con una dentadura blanca perfecta y sus ojos marrones eran bastante coquetos.
—Hace un poco de frío ¿Me invitas a pasar?
Me había quedado en pausa y parpadeé para hacerme a un lado y abrir más la puerta. Jordan entró con una mochila colgando de su hombro y una maleta de rueditas. Adam apareció para saludarlo y no se diga Rachel. Estaban muy felices de verlo después de varios meses.
Se llevaban muy bien desde que empezaron a trabajar juntos y eso a veces me daba jaquecas.
—Por Dios, mujer, no quiero saber nada del trabajo por el momento —se quejó Jordan muy risueño hacia mi hermana, quien ya lo bombardeaba con ideas para una portada nueva.
—Llegas a buena hora —dijo Adam—. La cena está lista y estábamos preparándonos para sentarnos en el comedor.
—Traje una botella de vino —agregó Jordan muy sonriente hasta que sus ojos se clavaron en mí.
Su mirada era intensa y de nuevo me invadió esa sensación extraña que sentía cada vez que lo tenía cerca. Nos sentamos a la mesa. Había preparado una parrillada, suficiente carne, pollo y salchichón para todos. Espagueti rojo y un poco de ensalada como guarniciones.
Empezaron los diversos temas en la mesa hasta que Trevor habló:
—Soy de Nueva York, me mudé hace unos meses a Baltimore y por suerte pude entrar a la universidad y continuar mi carrera en psicología. Pero quiero intentar con el futbol, me gustaría ser parte del Draft en poco tiempo.
Jordan y Adam se rieron.
—Lo lograrás, cariño —comentó Rachel a su lado. Desde que decidieron darse una oportunidad como novios han sido como la pareja ideal.
—Mientras yo no tenga que tratar con niños seré feliz —dijo Lena, agregando un mohín para dejar en claro su desagrado por los más pequeños—. Amo mi carrera, pero los niños no.
Jordan sonrió ante los gestos de disgusto por parte de Lena.
—Puedo entenderlo, llegan a ser... insoportables —señaló nuestro invitado.
—A mí me gustan —opiné en un tono áspero mientras envolvía mi tenedor con espagueti.
Jordan borró su simpática sonrisa.
—Ammm no quise sonar grosero con lo de los niños...
—Solo dijiste lo que pensabas y yo di mi punto —contesté antes de que siguiera hablando—, no me has ofendido en absoluto.
Hubo un silencio incómodo y la mirada marrón de Jordan estaba en mí. Joder, me removí en la silla para enfocarme en mi plato.
—Debes de tener mucha paciencia para ellos, eso es admirable.
Levanté la vista hacia el comentario de Jordan que iba directo a mí.
—Lo tengo con la gente pesada ¿Por qué no con los niños? —dije con sorna.
Miré a Jordan de frente y él no apartó sus ojos.
— ¿Fue una indirecta? —atacó muy impasible.
Adam carraspeó para cortar la tensión mientras que Rachel me dedicaba una mirada punzante. Apreté mis labios en una línea y reproduje en mi mente lo que acaba de suceder. Tal vez fui altanera y grosera.
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Las chicas y yo estábamos sentadas en los banquillos de la isla de la cocina mientras los chicos andaban afuera.
—Él solo trataba de ser amable —aclaró Rachel.
Puse los ojos en blanco y me crucé de brazos.
—Tal vez... no fue correcto dirigirme así —puntualicé.
—Fuiste grosera, Aurora —afirmó Lena—. Joder, él no tiene la culpa de lo que ocurrió.
Lancé una mirada helada a mi mejor amiga por recordarme lo que sucedió con... Ronald. De solo pensar en su nombre mi cuerpo respondía, erizándose por completo.
—Ya ha pasado algo de tiempo, Aurora, y si hizo lo que hizo... tuvo que tener una razón muy poderosa —comentó Rachel.
Lo defendía, Rachel estaba de parte de él y era quien más intentaba defenderlo. Adam guardaba sus comentarios para evitarme la pena y tristeza, mientras que Lena y Trevor preferían no mencionarlo.
Tragué saliva y aparté todo pensamiento de Ronald. En eso, la puerta principal de la cabaña se abrió de golpe y Trevor apareció con una sonrisa deslumbrante.
—¡Chicas está nevando!
—¿En verano? —pregunté desconcertada.
Nadie me escuchó porque salieron disparados hacia el exterior, y yo también. Nos encantaba la nieve y en Canadá era mucho más bonita.
—¡Ese copo! —protestaba Rachel a Trevor—. No, no, no el otro, cariño.
—Es igual, Rachel —gruñó Trevor.
Ambos eran tan tiernos. Trevor consentía en todo a Rachel, aunque se tratara de lo más simple.
Quise atrapar un copo de nieve, pero el que tenía en la mira se alejaba de mí. Intenté con otro que cayó en mis manos y en cuanto retrocedí choqué contra algo sólido que me hizo dar un respingo.
Al darme vuelta Jordan estaba frente a mí, era demasiado alto y estiró su brazo hacia arriba para atrapar un copo de nieve que me ofreció y sus ojos como proyectiles se clavaron en mí.
—¿Atrapamos copos de nieve juntos?
El primer capítulo del último tomo de esta saga🤩 cuéntenme ¿Qué les ha parecido? ¿Qué piensan de Jordan? ¿Amigo o enemigo?
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