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Epílogo 3. Reto de Ronald como papá

Eli permanecía sentado en la sala de espera de la dirección, sus piecitos flotaban de la silla un poco preocupado por haber sido descubierto por la travesura que cometió. En eso, Aurora salió de la oficina, un poco molesta por ser la tercera ocasión en el mes que le hablaban para darle quejas de su hijo.

El pequeño de cinco años levantó su vista hacia su madre.

—Eli West, ¿Qué haré contigo?

Eli sonrió como un angelito, igual que su padre para así amortiguar las situaciones tensas. Pero en esta ocasión no era así.

—Mami... fue una bromita.

Aurora sacudió la cabeza con el entrecejo fruncido y torciendo sus labios en desaprobación.

—Hablaremos en casa, y tu papá estará presente porque llega hoy.

Eli no pudo evitar el pánico al mostrar ampliamente sus ojos azules.

—Mami, no...

—Camina.

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Aurora pasó toda esa tarde con sus pequeños y pensando en cómo tomaría Ronald una nueva queja del colegio de Eli. La última vez no resultó bien, As había perdido un poco el control y ella tuvo que intervenir para tranquilizarlo.

Suspiró preocupada mientras alimentaba a la pequeña Emma, y en eso, vibró su móvil con una llamada entrante de él.

—Cariño.

—Princesa estoy cerca de casa ¿Ocupas algo? Para llegar a comprarlo.

—Solo a ti.

Su voz sonaba a todo menos a entusiasmo.

—Eso no suena como quisiera que sonara, ¿Estás bien? ¿Los niños?

—Sí, cariño. El problema es que hoy me llamaron de nuevo del colegio.

Escuchó claramente como chitó al otro lado de la línea.

Aurora suspiró.

—Te cuento cuando llegues.

—Eso no tendrá que esperar mucho, ya estoy llegando.

Las luces del auto de Ronald que traspasaban las cortinas fue la señal de Eli, conocía el sonido del auto; asustado apagó la televisión y corrió rumbo a las escaleras. Aurora miró que su pequeño voló al segundo piso de la casa mientras que As entraba por la puerta principal con su maleta colgando del hombro—venía de un viaje de Londres tanto de trabajo como para visitar a Chad—al ver a su esposa y a su nena sonrió como loco.

Las abrazó como si hubiesen pasado años de no verlas.

—Joder, ya deseaba este recibimiento. Los extrañé.

—Tu vocabulario —lo reprendió Aurora, señalando a la pequeña y después fundió su severidad en una sonrisa—. También te extrañamos.

— ¡Papi!

As miró a su hija, soltó la maleta y la cargó en sus brazos.

—Mi Emma —la besó en la cabecita y la abrazó sin apretar tanto—, oh, nena ¿Extrañaste a papá?

Aurora sonrió ante la hermosa imagen de padre e hija. Pero la burbuja de felicidad no duró tanto.

— ¿Eli? ¿Dónde está el travieso? —preguntó As, enarcando las cejas.

Aurora aún temía, sin embargo el semblante de Ronald transmitía calma y eso la animó.

—Cuando escuchó tu auto apagó la televisión y corrió a su cuarto.

Ronald bajó a la niña y apretó sus labios en una línea seria.

—Se supone que ya habíamos hablado del tema, y sigue igual

Aurora intentó no hiperventilar.

—Ronald, es un niño. Nos tocó con un alma traviesa y eso lo sacó de ti. Tenemos que ser pacientes porque no va a cambiar de la noche a la mañana.

Su esposo apretaba el puente de su nariz y alzó la mano para detener el sermón de Aurora. A Ronald no le hacia feliz regañar a su hijo o llamarle la atención. Lo detestaba.

Suspiró de cansancio y asintió.

—Es mi hijo, claro que le tendré paciencia.

—La última vez perdiste el control.

—Lo sé, lo sé. Me esforzaré.

Aurora sonrió orgullosa y besó a su esposo.

—Hora de hablar con mi dolor de cabeza —dijo As en tono amargo.

—Sé que puedes.

Para Ronald era todo un reto hablar con su hijo. Mientras subía las escaleras con dirección a la habitación de Eli se repetía una y otra vez en la cabeza que no quería ser Matt West, se esforzaba por mantearse tranquilo y hablar de manera civilizada con su pequeño.

La puerta se encontraba entreabierta, tocó dos veces y entró.

—Eli, soy papá —se anunció pero no obtuvo respuesta inmediata—Eli...

El cuarto de Eli era grande, tenía todo tipo de cosas con las que un niño de cinco podría divertirse; hasta un pequeño tobogán con aterrizaje directo a la cama.

El pequeño bulto en el centro de la cama le daba la espalda. En el rostro de As se dibujó una media sonrisa y fue acercándose hasta acostarse alado de él. Eli apretó tanto sus ojos fingiendo que dormía que As se dio cuenta de su engaño, ya que sus párpados temblaban demasiado.

—Eli, vas a tener que mejorar en tu técnica de engaño conmigo. 

Eli se removió en silencio y As sonrió. Rodeó el cuerpo de su hijo y empezó a hacerle cosquillas. Eli rompió entre risas hasta que quedó de frente a su padre. Hubo un silencio entre la tenue oscuridad de la habitación.

Se miraron fijamente.

—Llegaste.

—Y no me recibiste como siempre lo haces.

El pequeño bajó su mirada apenado, era costumbre que Eli esperara a As cuando llegara del trabajo, siempre era así, no había día que el niño no llegara corriendo a la puerta para recibir a su papá. Aunque si los días eran como estos ya sabía la razón, Eli se había metido en problemas.

—Me vas a regañar por lo que hice —susurró Eli en voz trémula, la última vez Ronald le había gritado.

El silencio de su padre preocupó más al pequeño.

As carraspeó.

—Eli, no me interesa lo que hayas hecho, lo que me molesta es que ya hemos hablado de esto y tú lo sigues haciendo. Me desobedeces y quiero saber por qué.

Los grandes ojos azules de Eli reflejan temor, mordió su labio inferior sin dejar de torcer sus deditos y al final sonrió.

—Es... divertido.

As no dudó en sonreír. Su hijo era su viva imagen, y a estas alturas ya dudaba que fuera una ventaja.

Se puse serio, Eli era de verdad un niño muy encantador, con solo sonreír lograba hacer muchas cosas. Heredó el encanto natural de Ronald.  

—Eli, no quiero enterarme que haces travesuras. Se acabaron.

—Papá ¿Tú te portabas bien?

As lo pensó, no había recuerdos de un comportamiento adecuado de su parte, pero la situación era muy diferente, Eli no carecía de amor y Ronald jamás le ha puesto una mano encima como castigo. Su niño solo es inquieto y de nuevo supo que Aurora tenía razón, era tiempo de meterlo alguna clase de deportes.

—No siempre.

— ¿Me vas a pegar?

As lo miró y acarició una suave mejilla de su hijo.

— ¿Me crees capaz de pegarte?

Eli ladeó la cabeza.

—Uhm... si te hago enojar, yo creo que sí.

—No te voy a pegar, te amo tanto, Eli —atrajo a su hijo en brazos y él dejó envolverse, rodeó a su papá por el cuello para colgarse de él mientras As se sentaba para cargarlo, sonrió—. Cada día pesas más, campeón ¿Qué tanto te da de comer tu mamá?

Eli se rio.

—Papá.

—Dime —susurró As, acariciando el cabello rubio de su pequeño.

—Me portaré bien.

—Sé que quieres divertirte y hacer tus travesuras, pero hay lugares y momentos para hacerlo y el colegio no es uno de ellos —meneó a su hijo y él se rio feliz—. Aunque, me parece bien que quieras prometerme que te portarás bien. Es un trato, campeón, tu palabra debe de ser de honor.

Eli lo miró muy sonriente.

—Trato —Eli colocó su manita en el pecho de su papá, cerrando el trato.

As sonrió, conmovido.

—Escúchame, Eli, por más enojado que yo pueda estar, jamás te pegaría.

— ¿No me golpearías?

As sacudió su cabeza.

—No, hijo —susurró, besando la frente de su pequeño—. Te quiero.

—Te quiero, papá.

Eli se lanzó hacía As provocando que perdiera el equilibrio y cayera a la cama, el nene se reía mientras que su papá le hacia cosquillas.

— ¡No, papi!

Ronald dejó a Eli tumbado en el colchón y corrió alrededor de la cama. Para la edad que tenía el pequeño poseía una fuerza enorme, se puso de pie sobre la cama y dio un salto para chocar con su papá, quien se dejó caer al suelo, protegiendo a su hijo en brazos.

Sus risas se combinaron y era uno de los sonidos que más adoraba Aurora. Eli y Ronald se habían vuelto cómplices, y en sus ratos libres se la pasaban jugando hasta que el pequeño caía rendido del sueño.

—Te extrañé, papá.

—Yo más, campeón.

—Papi, ¿Mi abuelo y tú jugaban así como nosotros lo hacemos?

As miró a su hijo, impertérrito. Eli era muy curioso y solo conocía a sus abuelos paternos por fotografías. Ronald no le contaba mucho de ellos y para el pequeño era un mar profundo de misterios que quería resolver, en ese aspecto heredó la curiosidad de Aurora y el espíritu de Sherlock Holmes del tío Adam.

—Él nunca tenía tiempo de eso.

— ¿No?

—No.

—Pero tú siempre juegas conmigo.

Cierto, As aprovechaba todo momento con Eli y Emma, ese miedo por ser padre había desaparecido. Su hijo bajó del torso de Ronald y este último se apoyó de sus antebrazos en el suelo.

—Mi padre no fue... cariñoso conmigo, Eli. Pero eso no significaba que yo tenía que ser igual a él.

El nene entendía bien eso, a pesar de su corta edad tenía un lenguaje receptivo elevado.

—Tú eres el mejor papá.

A Ronald se le infló el pecho de la emoción, eso significaba que su trabajo como padre estaba marchando bien y se reflejaba en sus hijos.

—Y seguiré siéndolo.

Eli lo abrazó de nuevo y le plantó besos en el rostro.

—El mejor.

—Que adulador ¿Tratas de quedar bien conmigo acaso? Por la travesura.

Eli sonrió con malicia.

— ¡Noooo!

Ese tonito divertido, travieso y traicionero de Eli era evidente. No lograba engañar a su padre.

—Eli West ¿Qué voy hacer contigo?

En ese momento Aurora apareció, no pudo evitarlo y después de ir a acostar a Emma se quedó un rato escuchando la conversación entre su esposo y su hijo, claro, a una distancia prudente para no ser descubierta.

— ¡Mami!

—No escuché nada y me preocupé —mintió descaradamente en cuanto cargó a su hijo en brazos.

Ronald seguía en el suelo y entrecerró los ojos, conocía muy bien a su esposa—sobretodo cuando mentía—no se iba a quedar con las ganas de mantenerse cerca por si algo salía mal.

—Todo está bien, cariño —le siguió el juego—. Este tramposo y yo ya hablamos.

Eli aguantó la carcajada escondiendo su rostro en el cuello de su madre. Aurora sonrió muy orgullosa y abrazó más a su pequeño.

—Y yo que venía a salvar a mi pequeño.

Ronald se levantó del suelo y llevó una mano a su corazón, indignado.

—Voy a fingir que no dijiste eso.

—Solo bromeo, cariño, eres el mejor papá.

— ¡El mejor! —secundó Eli.

As arqueó las cejas algo abochornado y sonrió.

—Mmmm —canturreó, receloso—, cuanto halago, ¿Me ocultan algo más?

—Corramos, Eli.

Aurora salió disparada de la habitación mientras que el nene gritaba divertido. As los siguió por la casa, dándose cuenta que esta versión de él, era la mejor.

A pesar de haber tenido una infancia dura y carecer de cariño, Ronald logró convertirse en el padre que siempre quiso, con ayuda de Aurora, quien nunca perdió la fe en él. Logró vencer sus miedos y arriesgarse a construir el amor que por años deseó.

Y junto al amor de su vida eso seguirá para siempre.

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