Capítulo de Ronald West
Si escuchaba más la voz fastidiosa del sujeto al otro lado de la línea iba a saltar por la ventana. La llamada de negocios con un inversionista alemán se había extendido más de la cuenta.
Después de arduas semanas en armar el mejor de los discursos y propuestas, ya tenía al tipo en la bolsa. Era una de las futuras metas que tenía mi padre marcada y yo lo estaba cumpliendo por él. Llegar a tierras alemanas con la constructora.
—Wir sind das beste Bauunternehmen in den Vereinigten Staaten. Sie werden es nicht bereuen. Ich werde meiner Sekretärin sagen, dass sie Ihnen den Vorschlag schicken soll. Danke schön.
Colgué y revisé algunos detalles que me había enviado por correo. En eso, la puerta sonó dos veces y la mujer de avanzada edad apareció.
— ¿Ahora que sucede, Margarita?
Mi secretaria elevó sus lentes por el puente de su nariz antes de contestar:
—Señor, afuera hay un muchacho que dice ser amigo íntimo de usted, y quiere verlo.
Eso bastó para llamar mi atención. Levanté la vista, arqueé una ceja y miré a la mujer que vestía un traje azul rey muy pulcro.
— ¿Tiene cita?
—Eso fue lo que le pregunté pero dice que por ser amigo de usted no la ocupaba, y que es urgente.
¿Cómo mierda se infiltró alguien sin cita? La seguridad de esta constructora era deficiente. Otro punto que arreglar con los imbéciles de Recursos Humanos.
Exhalé con un aire de hartazgo. No tenía tiempo para quien sabe quién.
— ¿Al menos te dio su nombre?
—Sí —revisó su libreta con notas, muy tradicional—, su nombre es Trevor McClean.
De nuevo me asaltó la sorpresa. Suspiré, dejé de leer el correo y cerré mi portátil para después recargarme en mi silla.
—Hazlo pasar, Margarita, por favor.
La mujer parpadeó atónita y asintió.
—Enseguida, señor.
Margarita desapareció y a los dos segundos Trevor cruzó la puerta con una sonrisa inocente que aclamaba piedad. Entrecerré mis ojos mientras cerraba la puerta detrás de él.
— ¿Íntimo amigo? ¿En serio? —pregunté irónico.
—Oh, vamos, casi lo somos ¿No? —levantó un dedo índice—. Incluso familia política.
Chasqueé mi lengua y me obligué mentalmente a tenerle paciencia por ser extremadamente cercano a la familia Blake. Y por lo que veo, él aprovechaba muy bien esa ventaja.
—Tal vez —concedí. Alcé mi mano para que tomara asiento—. ¿Qué te atrae por aquí?
Trevor parecía muy ansioso, podía verlo en su lenguaje corporal. Desde mi asiento era visible que una de sus piernas no dejaba de moverse, y las cejas fruncidas al punto de unirse denotaban nerviosismo. Relajé mi mirada acusatoria y esperé a que hablara.
Un par de segundos transcurrieron cuando por fin vi señales de comunicación:
—Vengo a pedirte trabajo, Ronald.
Bueno, esto era sorpresivo. Coloqué mis antebrazos en ambos descansos de mi silla y ladeé mi cabeza.
— ¿Trabajo? ¿Por qué quieres trabajar?
Ya tenía una idea de sus razones pero quería confirmarlas.
—Ya sabes que Rachel y yo tendremos un bebé. No quiero que mis papás carguen con los gastos que a mí me corresponden. Rachel me dice que no me preocupe, que ella tiene el dinero suficiente para cubrir todo lo que se necesita pero quiero poner de mi parte, quiero ofrecerle algo a ella y a mi hijo. Al menos de aquí a que me seleccionen en el Draft del siguiente año.
Desde un principio había juzgado duramente a Trevor, admito que eran mis celos por estar tan cerca de Aurora, pero el chico era demasiado simpático que hasta a mí me terminó ganando—cosa que rara vez pasaba con las personas—no soy alguien sociable y no me gusta tener a tantas personas en mi vida, e irónicamente, suelo estar todo el tiempo rodeado de gente.
Al menos mantengo cerca a quienes me importan de verdad.
En cuanto a Trevor, era honorable lo que estaba haciendo por su hijo.
—No me importa si es lavando baños, oficinas, solo quiero trabajar para darle una carga menos a Rachel. Quiero que se sienta apoyada y protegida por mí.
No podía negarme y reconocer su espíritu protector.
— ¿La NFL te ha fichado? —inquirí algo impresionado. Solo algo.
Trevor no pudo evitar su sonrisa de orgullo.
—Hay altas probabilidades de que sea parte de la NFL, pero todo dependerá de mi desempeño tanto en el Tazón de las Rosas como en el Draft del siguiente año.
Asentí mientras me explicaba sus planes a futuro.
— ¿Y qué hay de la universidad?
—Tengo que terminarla si quiero pertenecer a la NFL. Lo haré, trabajaré el turno de la tarde, no me importa si salgo a las dos o tres de la mañana con tal de tener un sueldo completo.
Miré la expresión expectante de Trevor—mi íntimo amigo—y fue suficiente para tomar la decisión. Me gustaban las personas decididas a hacer todo por las personas que aman.
Me mantuve pensativo solo para hacerlo sufrir un poco y después crucé miradas con él.
—Por el momento no tengo nada de intendencia que pueda ofrecerte. Pero ¿Qué tal un puesto de seguridad? Por lo visto pudiste entrar inadvertido hasta mi oficina y eso me desagrada. Mucho —fruncí el ceño al hacer énfasis en la última palabra.
Trevor fingió no haber oído eso último pero su risa nerviosa lo delató.
—Necesitaba una cita y no tenía tiempo de agendar una —suspiró angustioso y dejó caer sus hombros—, soborné al guardia para que me dejara pasar.
Bastardo de mierda. Y no hablaba del guardia de seguridad.
—Eso es precisamente lo que quiero evitar. Tú no eres precisamente una amenaza pero cuando de verdad haya una quiero gente de confianza.
—Yo soy tu hombre.
No me sentía seguro con eso, sin embargo, le daría el beneficio de la duda.
—Bien. Por otro lado no quiero que descuides la universidad, trabajarás medio turno después de la escuela y con sueldo completo, así que puedes estar tranquilo por eso.
Trevor abrió grandes sus ojos.
— ¡Joder! Gracias, Ronald.
—No hagas que me arrepienta.
—No dejaré pasar a nadie que no tenga cita, te lo aseguro.
—Te cortaré la cabeza si haces eso, y no es una amenaza al aire.
Trevor se echó atrás en su asiento y me miró más serio.
—Entiendo perfectamente.
Por la expresión de Trevor, parecía que se le había aparecido el diablo. Sonreí con malicia.
—Me da gusto hacer tratos transparentes y claros. Haré que Margarita prepare el contrato ¿Cuándo quieres empezar?
Trevor saltó de la silla eufórico.
—Cuando quieras, hoy mismo si así lo prefieres.
Sonreí ligeramente por su entusiasmo.
—Preséntate mañana después de la escuela.
De un segundo a otro ya tenía encima de mí a Trevor—sin duda es buen receptor en el futbol, por su velocidad—me abrazó con una fuerza invasora e insoportable. Estaba estropeando mi traje favorito.
—Gracias, gracias, viejo. De verdad que me ayudas mucho con esto.
—Si quieres ser parte de la NFL, te sugiero que te alejes de mí.
El chico fastidioso se alejó de golpe, cruzando la mitad de mi oficina para estar a una distancia segura.
—Perdón. De nuevo gracias, estaré aquí mañana después de mis clases.
Asentí.
—Bien. Llega conmigo primero.
—Así lo haré, jefe —hizo el saludo militar de la manera más desgarbada posible.
Fruncí mis cejas y rodeé los ojos.
—Dime solo Ronald, por favor.
════════⚔️════════
Toda la mañana y parte de la tarde me la pasé en la oficina, avanzando con trabajos pendientes y tratando de llevar una vida normal, sin dejar de lado el asunto de Dagger. En realidad estaba haciendo tiempo hasta recibir un mensaje de confirmación por parte de Chad.
Mi móvil vibró sobre el escritorio y me asomé de soslayo hasta distinguir el nombre de Aurora, me había enviado una fotografía. Solté los papeles sin importar desordenarlos y tomé mi móvil en manos para ver de qué se trataba.
Al abrir el chat de mi novia sonreí de inmediato al ver la foto de su mano donde le coloqué su anillo de compromiso, y debajo de la imagen decía:
Tengo la inquietud de tomarme fotos con mi anillo de todo lo que haga.
El anillo que elegí le quedó a la perfección, era de ella. Me detuve a contestarle.
¿Y si te follo con solo eso puesto? Para que tomes una foto del momento.
No la escucharía pero sabía que soltaría la risa traviesa que tanto me gustaba. Tuve respuesta rápida:
¿En tu oficina?
Mierda, me la estaba poniendo dura con solo imaginarla sobre mi escritorio y... joder.
Te espero.
La puerta de mi oficina se abrió sin previo aviso y Gregory Blake entró. Por un momento sentí la sangre en mi cabeza al pensar que tenía alguna clase de aplicación en su teléfono que le enseñara los mensajes que mandaban sus hijos, pero luego caí en la idea de que era solo mi paranoia por haber sido descubierto en el cuarto de su hija a punto de cogérmela.
—Iré a Londres este fin de semana para ver los movimientos de la constructora de allá. Creo que es mejor que yo vaya.
Sudaba frío e intenté calmarme. Me erguí en mi silla para asentir.
—Eso es perfecto, no confío en nadie más que en usted para que vaya.
Gregory Blake era el único de todo el personal que podía entrar a mi oficina sin ser voceado por Margarita. Después de todo era mi suegro.
—Si vine a decírtelo es porque quiero que te comportes y... cuides de mi familia.
Fruncí el ceño y la tensión se intensificó.
—Eso no tiene porque decirlo, claro que lo haré.
Gregory puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos. Le sostuve esa mirada que me acusaba de todos sus problemas. Era demasiado incómodo, prefería ser torturado por alguna bestia que por el padre de mi futura esposa.
—Sea lo que sea que este acechando a mi familia, creo que eres tú quien sabrá cómo protegerlos.
Parpadeé y preferí quedarme callado, no iba a meter a Gregory en esto. En primera, los que tenían un contacto directo con las bestias ya eran más propensos a ser atacados que los que no. Y en segunda, Aurora me mataría.
—Señor Blake... de verdad discúlpeme por lo de la otra noche en su casa.
—Ya te disculpaste por eso, no hace falta que lo vuelvas a hacer.
Este hombre frente a mí me hacía ver como un imbécil, que admirable.
—Señor, yo amo a Aurora, ella es mi prioridad y quiero hacer las cosas bien con ella.
Gregory arqueó una ceja, tanto que pensé que le llegaría a la raíz de su cabello.
—Lo sé, Ronald. Por eso te pido que cuides de ellos en mi ausencia.
Ya parecía menos molesto.
—Señor —me puse de pie para verlo al mismo nivel—. Quiero informarle algo.
El padre de mi prometida se inquietó.
— ¿Sobre qué?
Tragué fuerte, y volví a sudar frío. Con disimulo aflojé el nudo de mi corbata que por un momento lo sentí más ajustado de lo normal. Nunca en mi puta vida me había puesto tan nervioso hablar con un hombre—exceptuando a mi padre en su momento—ni Solomon, ni mis superiores de la escuela militar, nadie.
Pero Gregory no era cualquier hombre, era el padre de la mujer que amo y no quería tener ningún problema con él. Es más, deseaba que me viera como un hijo.
—Quiero su autorización para ir a su casa cuando usted lo disponga y pedirle formalmente la mano de su hija.
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