Capítulo 2. Hermandad
Dos días habían pasado desde que recuperé la vista. Todos estaban entrenando, mejorando sus técnicas de combate a corta y larga distancia. Incluso habíamos desarrollado un nuevo diseño de arma que requería el uso del fuego; esa la usaríamos especialmente en contra de Dagger y de sus malditas bestias.
Me puse al día con mis responsabilidades como capitán. Me comuniqué con los demás líderes de grupo de diferentes países para evaluar la situación actual. Hubo un aumento significativo al norte de Europa, la tasa de asesinatos por parte de las bestias era mayor y nuestros sensores de energía marcaban un ambiente extraño en la atmosfera.
Era atípico.
Dagger, su magia oscura dejaba una ligera pesadez en el aire, y era una alarma de las más seguras que teníamos para rastrearlo. Por el momento ese bastardo de mierda andaba por tierras europeas haciendo de las suyas.
—Estaremos al pendiente de Suecia. Aquí todavía sigue bajo el nivel de ataques pero no dudo que podría aumentar —dije con un crudo sabor de boca, y más porque una de las principales carnadas era mi novia.
Las siente pantallas frente a mí mostraban los rostros de los líderes de grupo de protectores en Europa: Alemania, Francia, España, Noruega, Italia, Rumania y Suecia.
—En Rusia las cosas están marchando bien, tienen los incidentes por debajo del treinta por ciento —comentó Anton, líder alemán—, me comunicaré con Ana después.
—Lo que hay que revisar es el acechamiento de Dagger, el cabrón está jugando al cazador y en cualquier momento atacará con el ejército que este armando —advirtió el líder de Italia, Alessio.
Fruncí el ceño mientras frotaba mi dedo índice en mi sien.
—Dagger se irá por los marcados —espeté de mal humor—, tengo a mi protegida como parte de su lista.
—Dirás tu novia —aclaró la líder de España con desdén—. Es evidente que tu chistecito ha cabreado a Dagger. No me extrañaría que el ataque fuera en Estados Unidos.
—Mi relación con ella está de más en la conversación. Y de ser acertada tu teoría, estaremos listos para contraatacar.
Nadia oscureció su expresión sin decir ninguna palabra más. Si pensaba entrar en una discusión conmigo sabía que las llevaba de perder.
—Seguiremos en contacto, As. Y felicidades por tu recuperación —dijo Thierry, líder de Francia—, cualquier cosa solo es cuestión de encender la alarma.
—Saldremos adelante, compañeros.
—Esos hijos de perra no sabrán ni quien los golpeó.
Sonreí por el comentario de Agathe, la líder de Noruega. Me enderecé en la silla para despedirme.
—Rumania fuera.
—Suecia fuera.
—Estados Unidos fuera.
Apagué mi cámara y salí de la reunión. Me dejé caer en la silla giratoria y cerré mis ojos por un momento. Dos días y ya estaba harto de esta situación que no tenía fin, al menos no se sabía con exactitud cuándo porque dependíamos de ese infeliz para tener algo claro.
Escuché dos toques a la puerta de mi oficina y abrí mis ojos de golpe.
—Adelante.
Chad iba entrando con una mirada llena de cautela, me incliné para apoyarme sobre mi escritorio e intenté descifrar su incomodidad expresiva. Entrecerré mis ojos cuando lo vi acercarse y tomar asiento.
Era como si le aterrara verme, incluso pensé que las palabras se le atoraban en la garganta.
—Tenemos que hablar, As.
—Te escucho.
—No es algo sencillo...
La conversación fue interrumpida por el sonido de una alarma que provenía del reloj de Chad. Era el sonido que le recordaba que tenía que inyectarse a cierta hora del día.
—Joder.
—Yo te ayudo —me levanté para tomar la jeringa que tenía ya lista.
La llevaba con él en un bolsillo de su jogger negro y me la entregó.
—La alarma fue buena idea.
—Entre compañeros hay que salvarnos en trasero —dije.
Introduje la aguja y el líquido amarillo fue disminuyendo hasta vaciarse. Chad tenía que estarse inyectando todos los días por culpa de una mordida que recibió de una bestia; su diabetes empeoró a raíz de eso y tanto los doctores como él lograron una medicina bastante favorable para su situación.
Literalmente era su salvavidas.
Estuvo a casi nada de morir, pero siempre lo consideré como un espíritu testarudo para no dejar que las cosas se acabaran tan fácil.
—Gracias.
Fruncí los labios y dejé la jeringa en el escritorio.
—Esto no es nada por lo que tú has hecho por mí.
—Eres como mi familia, As, mi hermano, lo que me queda. No iba a rendirme para devolverte la vista.
Regresé a mi asiento mientras escuchaba el discurso cursi de Chad, su nivel de sensibilidad no iba acorde a su corpulento físico y su fachada de tipo rudo. Tenía un enorme corazón y lo lamentable de eso es que decidió desde hace mucho no sentar cabeza debido a su diabetes y su trabajo.
No lo veía algo viable, ni para él y ni para la persona en cuestión. Admirable pero triste.
—Nos criamos juntos, te considero también un... hermano —carraspeé.
Chad sonrió con malicia mientras hacia bailar sus cejas.
—Sí me quieres, As. Aunque hayas sentido acido en la garganta al confesarme tu hermandad.
Puse los ojos en blanco y me crucé de brazos.
—Venías a decirme algo ¿No?
El rubio cambió la sonrisa traviesa por una línea de expresión.
—Cierto. Hablando de hermandad... hay algo que he estado aplazando por cuestión amm... de incapacidad tuya para tomar las cosas con calma.
Si yo vivía con una expresión taciturna la mayoría del tiempo, esta vez me volví más.
—No andes con rodeos y habla.
—Trato de prepárate.
— ¿Prepararme para qué?
—Para lo que tengo que decirte. Es sobre Jordan Presley.
Ese hijo de puta. Me removí en mi asiento y fruncí el entrecejo al escuchar su nombre.
— ¿Qué ha hecho el imbécil?
—Digamos que quiero hablarte de una unión que de una acción de su parte.
—Sigues sin ir al grano, Chad.
El protector respiró hondo y hasta se puso de pie para darme la espalda y girar de un movimiento rápido para verme.
—As, investigué a Jordan por ti, ese cabrón es hijo de un doctor, Bruce Banks. Tiene mucho prestigio y bueno... escarbando más en la información, encontré a la difunta esposa de Banks.
Presioné mi mandíbula cuando vi que detrás de su chaqueta sacaba una carpeta negra que dejó caer en mi escritorio.
—Hay pruebas contundentes de que... Banks y... Amelia, tu madre, tuvieron una relación. Y de esa relación nació Jordan, un año después de tu nacimiento.
Mi mandíbula perdió la presión y abrí ligeramente mi boca. La sangre se me heló y miré la carpeta. La abrí y había fotografías, cartas y la imagen de mi madre estaba ahí, embarazada de su segundo hijo pero con otro hombre.
En un viaje. Recuerdo que se había ido por un tiempo pero eso fue cuando yo tenía seis años. Había evidencia fotográfica donde paseaba con Jordan, ese fue su famoso y misterioso viaje que la hizo ausentarse.
Dejándome con el demonio de mi padre en casa.
Me desplomé en mi silla al dejar las fotos en el escritorio. Esto no podía procesarlo rápido, era demasiado y difícil de asimilar. Mi madre le fue infiel a mi padre; y a pesar de eso no la culpaba. Ella nunca fue feliz con él, no me sorprendía que quisiera buscar su felicidad por otro lado, a escondidas.
Supo cómo mover las cadenas sin que mi padre se diera cuenta, o al menos eso pienso.
—Carajo —susurré.
—Amelia no te dejó, sabía que Monroe le daría amor a Jordan, y tú... por otro lado...
—Yo ni si quiera fui deseado —apoyé mi frente en la palma de mi mano para dar un ligero masaje y tratar de digerirlo todo, joder, me estaba causando conflicto.
—Mierda, no digas eso, As. Amelia te adoró. Y se quedó a tu lado porque...
—Porque tenía un hijo con un violento bastardo.
—Legalmente era su esposo, nunca se divorciaron y ella, pues, no tenía muchas opciones.
Resoplé y miré de nuevo esas imágenes, mamá miraba a Jordan como me había mirado a mí durante el tiempo que pasamos juntos. Nunca dudé de ella, ni mucho menos de su amor incondicional por mí, jamás le recriminé nada y tampoco la culpé de algunos silencios.
Fue una mujer que sufrió mucho a pesar de todo el cariño que tenía para dar.
— ¿Sabes algo de Jordan?
Miré a Chad que negaba con la cabeza.
—Ha estado inactivo, lo último que supe es que salió de Baltimore después de ser descubierto por Aurora en el evento de Holling.
Exhalé fuerte.
—Trabaja para Dagger —escupí.
—Sí. Es un rastreador pero ha sabido actuar bien y Dagger le tiene mucha confianza. Eso es lo que sé hasta el momento.
Seguí removiéndome en mi silla, mirando hacia todos lados para intentar buscar algo de cordura. Aún tengo familia, y resulta que ese último era prácticamente mi enemigo, estaba en el otro bando, el bando que estoy decidido a eliminar.
Miré al techo y luego a Chad.
—En algún momento tendrá que dar la cara —dije.
—Me siento incómodo por tu... tranquilidad.
Tenía la mirada fija en la puta carpeta.
—No estoy tranquilo. Todo lo opuesto.
—Pues de actor no te morirías de hambre.
Elevé la vista hacia Chad, sus estúpidos chistes no eran buenos en este momento. Al notar mi seriedad, dejó de mostrar su dentadura blanca.
—Solo intentaba aflojar la tensión.
—No ayudas.
—As... ¿Qué pasará? Ahora que sabes lo que los une a Jordan y a ti.
Suspiré y miré de nuevo a mi compañero.
—Él no dudó en atacarme. Tal vez logró hacerme daño pero ahora me toca a mí dar el siguiente golpe.
Chad abrió los ojos como platos.
— ¿Matarás a tu hermano?
Mi hermano.
—Se metió con Aurora, y ese es motivo suficiente para deshacerme de él.
—Pero...
—Si a él no le importó nuestro parentesco a mi menos.
—Estás dando por hecho de que conoce su lazo contigo, As.
Chad vio un punto ciego en mi argumento.
—No lo estoy defendiendo pero hay posibilidad de que Dagger lo haya elegido por eso, por ser tu hermano. Tal vez Jordan sea una víctima más y Dagger lo esté usando como peón.
Me costaba admitirlo pero este cabrón tenía razón.
Rocé mi barbilla con los dedos y me detuve a pensar.
—Es una posibilidad —admití, dejando mi orgullo a un lado.
¡Suéltame! ¡No me toques!
Chad y yo levantamos la cabeza al escuchar los gritos de una voz femenina. Nos encaminamos hacia la entrada de la oficina pero al asomarnos por el pasillo no había nadie.
—Lo escuchaste ¿No?
—Por supuesto —contesté.
Cerré la puerta y caminamos por el pasillo para saber de dónde provenía el grito desesperado de esa chica.
¡Déjame en paz!
A nuestras espaldas volvió a escucharse y corrimos sobre nuestros pasos. El pasillo permanecía oscuro hasta que se fueron formando dos figuras, una más pequeña que la otra, claramente era un hombre contra una mujer.
— ¿Qué sucede aquí? —Exigí saber.
Ambos me miraron y el tipo lanzó a la chica contra la pared para liberarla de su agarre. Fruncí el ceño y mis ojos se clavaron directo en él.
—Explícate —ordené.
—Es... un castigo, señor.
— ¿Castigo por qué? ¿Y sin consultarme?
El chico de piel bronceada parecía costarle dirigirse a mí. Bajó la mirada.
—Fueron órdenes de Santos.
Chad bufó exasperado y llevó las manos a sus caderas.
—Ese imbécil de nuevo tomándose un liderazgo que no le concierne.
No ubicaba a ese tal Santos.
— ¿Quién?
—Santos, un fanfarrón que se cree líder por ser guardián de este cuartel. Historia larga.
Miré a la chica de cabello rojo que seguía temblando, un color negro que iniciaba en el surco de sus ojos se había esparcido por sus mejillas. Estaba completamente aterrorizada.
—Ven conmigo —hice un movimiento de cabeza para alejarla del tipo.
La chica dudó pero al final se acercó a mí.
El imbécil caminó hacia ella.
—Pero...
Antes de que la tocara lo sujeté del cuello y lo estrellé contra el muro de acero.
—Yo soy el líder, a mí es a quien obedeces, pedazo de mierda. Arreglaré cuentas contigo después.
Lo golpeé de nuevo contra el muro y nos alejamos.
— ¿Dónde está Santos?
Estoy emocionada de llegar a esta parte, casi por terminar. 2/3 capítulos semanales. Mañana si Dios quiere subo el que falta🫢
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