Capítulo 15. Marcada.
—Admito que es una coincidencia muy extraña.
Ronald se miraba muy pensativo, hasta el apetito se le había cortado cuando escuchó el apellido de Jordan.
—Cuando tenga tiempo lo investigaré —sentenció.
—Si eso te hace sentir mejor, solo por favor no hagas nada imprudente.
—No lo haría si fuera su primer apellido pero dices que es el segundo, igual que el mío.
— ¿Tienes alguna corazonada o algo?
Picó su pasta como alguna descarga de ansiedad por lo que le estaba causando esta nueva información.
—Una no muy buena, y quiero confirmarla.
Sus dedos repiqueteaban sobre la mesa y los cubrí con mi mano, eso lo calmó y me dedicó una mirada llena de angustia.
—Ronald... —ejercí presión para transmitirle tranquilidad—, sea lo que sea, no te dejaré solo.
Se dibujó una pequeña sonrisa en su rostro que hizo alborotar mi corazón.
—Lo sé.
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Papá, Adam y yo habíamos ido a cenar al departamento de Rachel. La pobre se miraba demasiado nerviosa que hasta alcancé a ver que su pulso se volvió maraquero, ella era de tener todo bajo control y eran muy pocas las cosas o situaciones que la alteraban.
Su departamento lucia algo descuidado y eso no era algo que Rachel permitía, normalmente todo estaba en orden por lo perfeccionista que ha llegado a ser. Mi hermana se encontraba muy mal y no era para menos.
— ¿Y bien?
La pregunta de papá rompió con el extraño silencio incómodo que flotaba en el aire. Adam estaba más callado de lo normal y yo intentaba no mostrarme preocupada. Nuestro progenitor nos estaba analizando a casa uno, era evidente que pasaba algo.
— ¿A quién tengo que preguntarle qué sucede? No se ven bien.
Yo hice tiempo llevándome la copa de vino a mis labios. Los ojos de Adam estaban en Rachel que intentaba cortar rebanadas impecables del postre de manzana que había preparado para nosotros.
—Bueno... hay algo —titubeó mi copia de ADN.
Papá arqueó una ceja, incapaz de comprender lo que sucedía. Adam aclaró su voz en señal de que él encaminaría la conversación. Volteó a ver a mi padre.
— ¿Recuerdas cuando jugabas con el tema de los nietos? Sobre... ¿Quién de nosotros sería el primero en convertirte en abuelo?
Eso fue una bala directo al pecho de papá. Adam tenía la sensibilidad de una roca.
— ¿Qué?
La contestación del hombre trajeado fue aguda. Nuestro padre no lo vio venir. De pronto un ruido estruendoso vino del otro lado de la mesa, Rachel tiró el cuchillo a la mesa de vidrio y apoyó las manos sobre de esta.
—Estoy embarazada, papá. Tengo poco y Trevor y yo estamos hablando al respecto de lo que haremos.
La sensibilidad no existía en la familia Blake. Cubrí mi rostro con una mano—en desaprobación—por lo agresivos y directos que fueron, pero tal vez era lo mejor, dejarnos de rodeos. Al fin de cuentas ellos tenían una formación donde los sentimientos los dejaban aparte para hablar de lo que en verdad era importante: La situación a resolver.
Estaba rodeada de un arquitecto serio y de resultados exactos, un ingeniero civil que no era muy sensitivo y de una chica cuya habilidad artística es hacer historias que te dejen sin estabilidad emocional y que te obligan a revisar debajo de tu cama.
Ellos iban directo al grano sin preparación mental, y a mí me costaba serlo con ellos porque me afectaba que fuera mi familia que pasara por malas o complicadas situaciones. Simplemente no podía.
—Di algo, papá, por favor —imploró Rachel, la voz se le quebró y parecía avergonzada.
El silencio reinó en el comedor. Adam me miraba y yo fruncí mis ojos por la falta de tacto que alcancé a patear su bota debajo de la mesa. Él cubría sus labios con su mano echa puño y rodó sus ojos en respuesta.
Papá lanzó un suspiro y se levantó de la silla. Lo miré inquieta y mi hermano se recargó de la suya sin quitarle la vista a nuestro padre. Rodeó la mesa hasta tener frente a nuestra hermana y la rodeó con sus brazos. Mi papá era un hombre muy alto, casi el uno noventa de estatura y Rachel le llegaba apenas al pecho.
Su abrazo fue muy reconfortante para mí, papá no se miraba enojado o decepcionado; solo abrazó a su hija con dulzura y después besó su frente.
—Gracias por decírmelo, Rachel. Es tu decisión, cariño, haz lo que creas mejor.
Adam estaba con la boca abierta y yo parpadeé perpleja. Realmente papá estaba siendo comprensivo y no le molestaba el estado en el que se encontraba su hija.
—Estoy asustada.
Rachel abrazó a nuestro padre, era como si quisiera aferrarse de lo más importante para ella.
—No estás sola, hija —le dijo papá mientras subía y bajaba una mano por la espalda de mi hermana para tranquilizarla—, me ha costado darme cuenta que mis hijos han crecido y que cada uno está volando a su tiempo. Trevor y tú están demasiado jóvenes para mi gusto pero es su responsabilidad y tienen que hacer algo al respecto. Y es entre ustedes dos nada más.
—Rach, hagas lo que hagas estará bien, mientras tú te sientas segura —agregué.
—Sobre todo que no te arrepientas —concluyó Adam.
No era nada sencillo lo que vivía, tener o no tener a su bebé.
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Bajamos del auto una vez estacionado en nuestra cochera. Papá casi no había articulado palabras en el transcurso del viaje y se notaba distante, muy pensativo. Seguía en shock por lo de Rachel pero por lo visto prefería no pronunciar nada al respecto.
En eso, Adam retrocedió de golpe cuando notó que la puerta de enfrente estaba abierta. Volteó a vernos alarmado.
—Alguien entró.
Miramos a nuestro alrededor pero todo de miraba tranquilo. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y me hizo disparar mi paranoia al cielo. Todo estaba muy silencioso y nuestro padre se acercó hasta entrar por el umbral.
—Espera, papá —susurré con mi voz estrangulada—. Es mejor llamar a la policía.
Y después lo escuchamos, un gruñido animal y amenazante provenía de adentro de nuestra casa. Adam me miró más alterado y yo estaba a punto de escupir toda la cena del miedo que me estaba consumiendo.
Saqué mi móvil para llamar a Ronald pero miré como papá entró.
—Papá, no, espera —rogó Adam.
Ya estaba en el interior y llevé mi celular a la oreja en cuanto marqué al número de Ronald.
—Princesa.
—Hay alguien en casa, por favor ven.
—Quédate afuera, estoy en camino.
Colgó. Eso no podía pasar, papá ya estaba adentro y nosotros lo seguimos. Todo se encontraba en penumbras, los gruñidos y unas pisadas fuertes venían del segundo piso. Mi respiración se aceleró y alcancé a mi papá para jalarlo de su brazo.
—Esperemos afuera, por favor.
—Cariño, tranquila, es algún loco imbécil que intenta asustarnos.
—No, eso no es... —me detuve y cerré por un momento los ojos—. Salgamos por favor.
Papá estaba decidido a subir. Adam no lo dejó y lo acompañó, yo estaba pálida y no dejaba de ver hacia la puerta con la esperanza de que Ronald apareciera en cualquier momento.
— ¡Ahí está!
La voz alarmante de papá me hizo gritar del terror. Solo vi como desde la segunda planta algo oscuro y enorme dio un salto por el barandal. Me ignoró por completo para dirigirse a la salida. Papá y Adam venían bajando a toda prisa y los seguí.
La bestia corrió por la calle que apenas era alumbrada por los faroles y en eso divisé el BMW blanco que iba tras él. Ronald aceleró para perseguir a la bestia e intenté tomar aire de donde fuera porque la presión y los nervios no me permitían jalar oxígeno.
Papá estaba endemoniado e hizo la llamada a las autoridades. Adam y yo nos aventuramos para subir a nuestras recámaras pero todo estaba intacto a excepción de la mía.
Toda mi habitación estaba cubierta de arañazos, mis almohadas, mis sabanas, las paredes, mis mesitas, mi sillón, las cortinas, la puerta de mi baño. Las garras eran la señal de que esa bestia venía por mí.
—Mierda...
Susurró Adam al ver la aterradora escena. En eso, Ronald hizo acto de presencia por el pasillo y lo abracé.
—Joder, ¿Están bien?
—Sí pero...
Mi novio dirigió su mirada a mi habitación y abrió la boca, estupefacto.
—Carajo —murmuró, hastiado.
Las cejas de mi protector se fruncieron en una expresión de preocupación, y esa no era buena señal. Nunca lo era.
— ¿Significa algo?
Adam se atrevió a hacer la pregunta que tenía atorada en mi garganta. Ronald giró la cabeza lentamente hacia nosotros que estábamos en espera de su respuesta.
—Aurora está marcada.
— ¿Qué? —solté.
—Esto es parte de sus advertencias, eres de sus carnadas principales y no se detendrán hasta... cumplir su objetivo.
— ¿Qué has dicho? —preguntó Adam, con una mezcla de miedo e incredulidad.
Ronald me miró como si me hubiese salido una cabeza de marciano en mi cuello.
—Es... uno de sus jodidos juegos retorcidos, quienes son marcados son cazados, están en mayor peligro porque se han vuelto adictos hacia esa carnada.
Mis piernas me fallaron que tuve que apoyarme contra la pared. Ya no era cualquier carnada para ellos, no podía pasar desapercibida aunque lo intentara. Ellos terminarían matándome en cualquier momento.
De pronto, ya no vi mi futuro, no veía una larga vida alado del chico a quien amo. Cada vez era más lejano ese momento que anhelaba con todo el corazón.
Iba a morir...
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