Capítulo 10. Visitante sorpresa
Ronald me confirmó lo que ya sabía, no soportaba la comida picante. Le gustaban los tacos pero ni si quiera volteaba a ver las salsas que eran capaces de deshacer el tazón por lo picantes que estaban.
Yo lo molestaba echándole un poco a mis taquitos y él solo me miraba con expresión de terror y desagrado, como si me hubiese crecido una segunda cabeza. Lo admito era pura diversión para mí.
—Tal vez no hoy, ni mañana, pero algún día sufrirás por no cuidar tu estómago y quien se estará burlando seré yo.
Era de otro planeta disfrutar de hacer sufrir a Ronald. Normalmente es alguien taciturno pero su buen humor era oro puro, o la olla de monedas al final del arcoíris.
—Tranquilízate, no le puse tanta salsa.
Abrió grandes sus ojos, impactado.
—Casi los bañaste, Aurora, mira cómo se desborda esa letal asquerosidad semilíquida de tu taco.
Exageración.
—El picante es sabroso.
Ronald chitó y desvió la mirada hacia otro lado.
—Me voy a casar con una amante del picante. Tienes suerte de que me gustes tanto.
Detuve el movimiento de mi boca que estaba masticando un pedazo de taco. Ese comentario salió tan natural de Ronald que engrandeció mi corazón. Él no pensaba ni tenía en cuenta el matrimonio en su vida y ahora lo decía como algo tan deseado.
Me miraba con una expresión extraña al verme tan callada de repente.
— ¿Dije algo malo?
Sacudí mi cabeza.
—Es que... me gusto eso de me voy a casar.
Ronald pareció sonrojarse ¡Por todos los libros que poseo! Ronald se estaba sonrojando y no tengo una cámara para captar el momento más tierno.
Sonrió nervioso y después mordió su labio.
—No fue difícil tomar la decisión, eres el amor de mi vida y te quiero solo para mí hasta de manera legal.
Reí y él sonrió encantado.
— ¿Aunque me guste la comida picante?
Ronald bufó y entornó los ojos.
—Algo perverso tendría que tener la futura señora West.
Señora West, madre mía casi hizo que me derritiera sobre mi silla. Él se dio cuenta del alcance de sus palabras y no dudó en reírse.
Después de la cena nos dirigimos a unas mueblerías donde Ronald me dio carta abierta para elegir lo que quisiera para nuestra casa. Dijo que quería empezar por la cama así que fui directo a la sección de recámaras.
Pero esto era más difícil de lo que creí, ya llevaba media hora mirando y tratando de ver cuál era la mejor elección. Ronald, por otro lado, me suplicaba con la mirada que esto ya terminara.
—Solo elige la que te guste más.
—Pero quiero tu opción, también es tu cama.
Presionó el puente de su nariz y se inclinó para quedar muy cerca de mí.
—Princesa, mientras nos sirva para follar duro me importa un bledo si el respaldo tiene espejos o no.
Miré a nuestro alrededor y gracias a cielo nadie se encontraba cerca. Ronald cubría su sonrisa burlona razonando sus labios con sus dedos.
—Eres un sucio pervertido.
—De otra manera no sería yo.
Punto a su favor y me gustaba así.
—Entonces quiero la que combinará con el piso, la tercera de la primera hilera.
—Al fin —canturreó con un aire de hartazgo—, iré a decirle a alguien que la lleven ahora junto con algún colchón. Por mientras ve viendo las salas, comedores o lo que más te guste.
Quería pellizcarme para no estar soñando. Vi la marcha segura de Ronald, ese traje estaba hecho a su medida, resaltaba su ancha espalda y sus brazos musculosos. Y sus pantalones le destacan un gran trasero.
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Marcaban las nueve de la noche cuando el camión de la mueblería nos fue a dejar la recámara, el colchón, una sala y un comedor. Ronald pagó un costo extra para que se hiciera la entrega en el mismo día y ni si quiera se inmutó por los miles de dólares que gastó en menos de una hora.
Al verme inquieta por los precios me aseguró que tenía dinero como para jubilarse en este preciso momento y sin preocupaciones.
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El BMW aparcó frente a mi casa, la cual se encontraba vacía; los autos de mi papá y de Adam no estaban.
Giré mi cabeza para ver a Ronald quien tenía un semblante travieso.
—Parece que no hay nadie —dije casi en un susurro.
—Uy... ¿Quieres que entre?
Me mordí el labio.
—Tal vez un rato.
Pero antes de que Ronald respondiera un sonido hizo cambiar su amago de sonrisa por un mohín de fastidio. Sacó de su saco su móvil y miró la pantalla.
—Carajo.
Se me empequeñecieron los ojos.
— ¿Qué sucede?
Ronald me dedicó una mirada que se podría definir como sexi, enarcó una ceja y torcí a un lado sus labios para crear una curva ascendente.
—Sucede que tu espíritu de kamikaze nos ha dado ventaja contra Dagger.
Seguía sin quedarme claro lo que me decía.
—Eh...
Soltó una risita ronca.
—El plan de Solomon funcionó. Ese sable que te dio no era cualquier sable, Aurora. En su punta tenía una abertura que disparaba un dardo de veneno a quien se lo encajaras, y... para nuestra escasa pero funcional suerte lo hiciste contra Dagger.
Parpadeé.
— ¿Entonces... él?
—No sé sí logrará matarlo, desconozco el gran alcance de su puta magia pero, espero que sea el suficiente daño para que nos de esa ventaja.
Entrelacé mis dedos muy nerviosa.
—Ronald ¿Van a pelear contra las bestias?
De repente mi protector reflejó una expresión preocupante, sus cejas estaban ligeramente fruncidas y supe que no quería decirme la verdad. Tenía esa batalla interna consigo mismo para intentar mentirme, pero la mayoría del tiempo me hablaba con la verdad aunque esta fuera terrible.
—Es lo más seguro —dijo en tono seco.
Su respuesta no fue lo suficientemente positiva. Carraspeó mientras rozaba su nunca con la palma de su mano.
—No me mientas.
Apartó la mirada hacia el frente con un semblante impertérrito, melancólico y lleno de misterio que me causó conflicto entender. Su nuez se elevó y luego bajó, admiré ese perfil atractivo y su barba que enmarcaba perfecto su rostro.
—Haremos lo posible para evitarla... pero, Dagger está decidido a que ocurra.
Esa fue una terrible pero mejor respuesta para lo que se avecinaba. Me miró con su rictus serio.
— ¿Cuándo?
Necesitaba saber el tiempo que nos quedaba.
—No lo sé, estamos al pendiente de cualquier movimiento extraño —dijo muy sereno y al ver mi rostro captó mi preocupación—. Estamos preparados para un ataque sorpresa —se acercó lo suficiente para acunar una de mis mejillas con su mano—. Estoy preparado para protegerte, no van a hacerte daño, Aurora, así que no te preocupes.
—Lo dices muy fácil —bajé la mirada—, tú eres el que te arriesgas.
—Porque estoy entrenado para eso.
Levanté de nuevo la vista.
—Pero ¿Quién te protege a ti?
El silencio reinó lo que parecieron los segundos más eternos. Ronald no despegó su mirada de mí y yo la mantuve en él.
— ¿Eso es entonces lo que te agobia? ¿Qué no tenga quien me proteja?
Tragué saliva.
—Es que... —suspiré con pesadez—. Te pones en constante riesgo y peligro, todos ustedes y... no quiero... —me costaba decirlo porque pensarlo era un martirio—. No quiero que nadie muera, no quiero que tú mueras.
—Oye, oye —sus dedos tocaron mi mentón para atraerlo a él—. Eso no pasará, tengo una vida por formar contigo y esa es mi motivación.
—No puedes prometer algo que es incierto.
Su mirada me penetró.
—Aurora, joder, he pasado por tanto en mi vida que ahora que te tengo no voy a detenerme. Se paciente, que cuando esa guerra acabe yo regresaré por ti.
Aparté la mirada y asentí aun con esos niveles altos de intranquilidad, simplemente no podía estarlo; no cuando Ronald corría el enorme riesgo de morir en cualquier momento por algún descuido. No lo soportaba. Estuve a punto de enloquecer cuando asesinaron a Lena, y sin duda perdería el resto de mi cordura si perdía a Ronald.
—Debo marcharme —susurró cerca de mi rostro y besó mi mejilla con delicadeza—. Los protectores esperan mi llegada, te veré después ¿Sí?
Lo miré.
—Cuídate.
—Siempre. Mierda, una cosa más.
Giré sobre el asiento, se estiró para abrir la guantera y tomar lo que parecía un pequeño cilindro de metal y me lo entregó.
—Esto es en contra de mi voluntad pero... Solomon tiene razón, puedes defenderte y esto te ayudará.
Miré detenidamente el objeto extraño.
—No sé que es.
—Es algo relativamente moderno. Un bastón retráctil. Presionas ese botón —lo señaló sin tocar—, y se volverá un largo fierro que te ayudará para defenderte.
Estaba impresionada.
—Eso... suena... interesante —sonreí.
Ronald entrecerró los ojos.
— ¿Debo asustarme porque te guste la violencia?
Solté una risita y mi prometido abrió grandes sus ojos con horror.
—Para nada, y gracias por mi nuevo juguete.
Ronald permaneció con un aspecto reticente.
—Espero no arrepentirme.
Bajé del auto sin antes darle un beso cálido y profundo. Esperó a que yo entrara por completo a la casa y después escuché el motor del auto arrancar.
Pasó alrededor de media hora cuando bajé a la cocina por un vaso de agua, me asomé por la ventana y no miraba señales de que alguien de mi familia fuera a llegar pronto.
Cuando me encaminé rumbo a mi cuarto y al subir el primer escalón, un ruido que provenía de la parte de arriba me paralizó. Era pasos pesados y firmes que se aproximaban. Apreté el vaso de vidrio hasta que vislumbré una sombra desde las penumbras del pasillo superior.
Jordan
Se detuvo en el inicio de la escalara. Retrocedí.
—Ni se te ocurra correr o hacer algo estúpido —su voz fue una amenaza sombría.
Fruncí el ceño.
—No te tengo miedo, cobarde.
Soltó una risa burlona.
—Pensé que eras una chica inteligente.
No retrocedí ni un paso más, mi entrenamiento con Solomon se mantenía fresco.
— ¿Qué quieres?
Bajó tres escalones y yo planté mis pies para no moverme, no permitiría que me transmitiera miedo.
—Vengo a ajustar unas cuentas por Dagger —dijo con aires de desinterés mientras observaba sus uñas—. Un pequeño mensajito para lo que queda de ese maldito dolor de cabeza, tu cretino novio.
Apreté fuerte mi puño.
—Estás cometiendo un grave error con él, Jordan.
El rastreador frente a mí llevó su mano a la cabeza en una crispación que le hizo entrecerrar un ojo, y noté de inmediato una luz fugaz de color carmín en su mirada que luego desapareció.
Esa acción me alarmó.
—No quiero lastimarte... así que lo haré rápido.
—Veremos quién lastima a quién —reté.
Me disparé a toda velocidad rumbo a la cocina. Jordan estuvo a milímetros de alcanzar mi cabello pero fui más veloz, tomé un enorme cuchillo y seguí poniendo distancia entré Jordan. Di una vuelta por la isla de la cocina y corrí hasta la puerta principal para alejarme de la casa.
El pánico se apoderaba de mí a cada paso. Esto no era un entrenamiento diario, estaba frente a una alta amenaza qué tal vez me ganaría si cometía un error.
— ¡No tienes que alargar esto!
— ¡No me vas a tocar!
Me pisaba los talones, podía sentirlo sin voltear a verlo. Cuando me atenazó de un brazo y me detuvo de golpe hice un movimiento rápido para quitármelo de encima.
Lancé el cuchillo directo a su brazo pero lo esquivó. Giré mi cuerpo y mandé una pierna a su cabeza pero la detuvo con facilidad para jalarme, perdí el equilibrio y me empujó hasta caer al suelo.
El cuchillo saltó lejos de mi mano.
—Deja de hacerte la valiente —me fulminó con la mirada.
Apreté mi mandíbula. Presionó mi estómago con una de sus botas hasta hacerme gemir de dolor.
— ¡Suéltame!
—Ya no eres tan ruda ¿Verdad?
Del bolsillo de mi jogger alcancé mi nueva arma. Presioné el botón sin pensarlo y se dispararon los lados de arriba y abajo del cilindro hasta formar ese bastón de metal. Golpeé las piernas de Jordan y gané tiempo para ponerme de pie y alejarme.
Apenas me di cuenta que me había lanzado adentro de un callejón. Tenía pocas salidas a mi disposición pero no dejaría de luchar.
—Eres irritante, Blake —gruñó con furia, acercándose como cazador a la presa.
Jordan fue sacando de una bota una daga—muy afilada—que me aceleró el pulso.
—Me he divertido pero ya fue suficiente de juegos.
Agarré con fuerza el bastón para observar sus puntos débiles y golpearlo lo más rápido. Jordan me esquivó y levantó su arma blanca al aire.
Estaba casi segura que saldría perdiendo de no ser por la enorme figura que cayó desde arriba para bloquear el ataque de Jordan con otra daga. Ronald detuvo al rastreador.
El filo de ambas dagas sonó al ser deslizadas y volvieron a bloquear otro movimiento.
Ronald le propinó un puñetazo imperceptible a Jordan que lo mandó directo al suelo. Pero no iba a detenerse con solo eso.
Ambos se miraban con odio profundo. Jordan se levantó de un salto y se fue contra Ronald.
— ¡Voy a matarte!
Ronald respondió en silencio con un relámpago de ira en su rostro y eso bastó para agrandar la amenaza de Jordan.
Se movían rápido en sus ataques, mi protector estaba totalmente concentrado, serio, impío ante la lucha contra su propio hermano, con una mirada que aseguraba que rompería los huesos de quien sea. Jordan por otra parte destilaba desesperación y furia.
El rastreador no lograba golpes certeros, era débil ante la fuerza de mi protector.
—Voy a...
Ronald no dejó que acabara la frase, llevó su cuerpo en el aire para girar y estampar su bota directo a la sien de Jordan; dejándolo tendido e inmóvil en el suelo.
Mis piernas eran gelatinas, tapé mi boca y corrí para detener a Ronald que por un momento lo vi con intenciones de cortarle la cabeza a Jordan.
Permanecía serio y sin respiración agitada.
—Por Dios... ¿Está...?
—No. Si hubiera querido matarlo lo hubiera hecho en el primer golpe. Solo lo noqueé en el punto exacto.
Solo...
—Ronald no puedes matarlo, él...
Me lanzó una mirada de hielo que me hizo dar un respingo.
—Porque él es mi hermano, ¿Eso ibas a decir?
Se me cerró la garganta de golpe, él... ya lo sabía.
—Yo... quise decírtelo pero...
—Da igual —me cortó—. Ya lo sé.
Jordan parecía muerto, dudé si en realidad solo lo había noqueado.
— ¿Te lastimó?
Negué de inmediato con la cabeza. Ronald me envolvió en sus brazos y entré a mi lugar seguro.
—Me lo llevaré, será una amenaza menos por la cual preocuparse.
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