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Capítulo 10. Desahogo.

Por increíble que pareciera estaba resultando ser muy buena en el boliche. Llevaba cuatro chuzas seguidas que ni yo podía creer.

—¿Entonces lo resolvieron?

Trevor y yo estábamos sentados en nuestra mesa mientras Lena lanzaba su bola de boliche. Su ritual era dos pasos adelante, dos pasos atrás, hacer un amago de lanzarla y después prepararse para hacerlo.

—Sí, hablamos y nos reconciliamos —respondí.

Lena lanzó muy bien que provocó su primera chuza.

—Hasta el cabello te volvió a brillar, Blake.

La risa traviesa de Trevor hizo que me enrojeciera por insinuar mi manera de reconciliarme con Ronald, ¿Tan obvio era que había tenido sexo?

Me hice pequeña en el asiento mientras Trevor controlaba la risa por verme avergonzada. Lena hice su baile de la victoria y al darse vuelta nos vio.

—¿Qué hiciste, Aurora?

—El brilló en sus ojos y cabello debe de decírtelo todo —insinuó Trevor—, tranquila, Aurora, me da gusto saber que ambos están juntos de nuevo.

Lena hizo bailar sus cejas de arriba abajo con una sonrisa pícara.

—Sí... pues, no hay que entrar en detalles —repliqué aún con un pequeño ardor en mis mejillas.

—Los detalles son la mejor parte —contraataca Lena, defensora del chisme.

Trevor resopló y se levantó de un salto.

—Necesito más salidas con amigos y con mi novia.

Lena y yo nos reímos a carcajadas. Trevor fue por la bola para su turno y seguimos jugando hasta que terminamos nuestro tiempo.

Yo gané, increíblemente gané.

Cuando entregué mis zapatos me dirigí a la entrada, pero una pizarra de anuncios llamó mi atención, entre ventas de productos de limpieza infalibles y asesorías para clases de álgebra y física había un enorme anuncio sobre Sophie Darden.

Seguían buscándola, fruncí mis cejas y una punzada en el estómago me perforó.

—¿Crees que la encuentren?

La voz de Lena se escuchó detrás de mí y Trevor llegó segundos después.

Ella no iba a volver, y yo no podía hablar. Había cosas que eran mejor no decir por el bien de algunas personas, y de repente sentí empatía hacia lo que intentó hacer Ronald respecto al tema de Dagger.

Me encogí de hombros y acomodé mi bolsa.

—Bien dicen que la esperanza es lo último que muere.

—La detestaba, pero ya se cumplirá un año de su desaparición —agregó mi amiga con una expresión funesta—, y no le deseaba el mal.

—Ahora créete lo que dices —contestó Trevor.

Lena saltó para agarrarlo del cuello—al menos intentarlo—y Trevor se reía muy feliz de haber provocado la poca paciencia que Lena lograba tener.

Era definitivamente como tener a dos pequeños niños.

════════⚔️════════

Llegando a mi casa me encontré con Adam, iba de salida y andaba muy bien vestido; camisa celeste bien planchada, jeans a su medida, botas y su barba arreglada.

—Tengo una cena con Lena.

—Dale más tiempo, venimos de jugar boliche.

—Me dijo que en veinte estará lista y de los cuales llevo diez.

Bueno, Lena cuando llevaba prisa sacaba en tiempo récord todo lo que tenía que hacer para estar lista al momento, así que no lo dudaba.

—¿Y papá?

—Janeth lo invitó a su exposición de arte —informó mientras avanzaba a su auto—. Nuestro viejo se ve muy entusiasmado con ella.

Sonreí y deseé que Janeth fuera la mujer indicada para papá. Quería verlo feliz, después de todo nosotros en algún momento nos iríamos de casa y él se quedaría solo, y Janeth ha llegado en un buen momento. O al menos eso esperaba.

—Se nota que es encantadora.

—Bastante —frunció el ceño—, y no sé si eso es bueno o malo. En ocasiones tengo ciertos destellos de haber visto a mi papá salir con una mujer de cabello oscuro.

Quedé tiesa, creí que al borrarles esos recuerdos de su memoria no tendrían esas sensaciones.

—¿Mujer de cabello oscuro? —proseguí para no verme tan obvia. Él asintió—. Amber era castaña.

—No esa perra, me pareció alguien más —su rostro se volvió dubitativo y torció sus labios—. Olvídalo, son ideas mías.

Solté el aire como un globo desinflándose.

—Que les vaya bien en su cena.

Adam sonrió con perversidad y abrió la puerta de su auto.

—No me esperes —guiñó un ojo.

Abrí mi boca totalmente estupefacta y borré toda imagen mental de escenas de sexo de mi mejor amiga con mi hermano.

Sacudí mi cabeza y corrí al interior de la casa para prepararme algo de cenar. Cocí una pasta, preparé una salsa de tomate, sazoné unos cuadritos de pechuga y los lancé a la salsa junto con el espagueti.

Crucé el comedor rumbo a la sala y encendí la televisión para buscar alguna película.

Mi móvil se encendió con un mensaje de Ronald:

Ábreme.

Casi me ahogó con el bocado que me llevé a la boca y brinqué como un resorte directo a la puerta. Me encontré a una figura alta dándome la espalda, su cazadora le daba esa esencia de peligro y sensualidad.

Ronald se giró y lo primero que noté es que se había afeitado, su rostro se volvió más joven y sus ojos azules brillaban.

Volé a sus brazos y él me levantó.

—Te extrañaba —susurró muy cerca de mi oído.

—Casi se cumple una semana que no sé de ti.

—Lo siento tanto, las cosas están tensas.

Lo llevé adentro y fuimos juntos a la sala. De pronto él me soltó y lo observé caminar alrededor con un encendedor en la mano que sacó del bolsillo de su chamarra.

Empezó a encender las velas que adornaban la estancia y que curiosamente nunca usábamos. Me senté lentamente en el sofá mientras lo seguía con la mirada. Encendió alrededor de doce velas y todas nos rodeaban. Después se aseguró de que las cortinas estuvieran bien cerradas y que no permitieran la entrada de luz.

Volteó a verme para descubrir mi rostro lleno de confusión.

—¿Quieres ponerte romántico?

Ronald esbozó una sonrisa sexi y arqueó una gruesa y negra ceja.

—No precisamente. Al bastardo de Dagger le da miedo el fuego y no quiero que se dé cuenta de que estoy con mi protegida. Nos estoy arriesgando demasiado.

—Nos estamos arriesgando demasiado —corregí—, estamos juntos en esto.

Apretó sus labios para formar una línea de expresión y palmeé mis piernas para invitarlo a acostarse. Ronald era demasiado alto que tuvo que elevar sus piernas en el descanso del sillón para colocar su cabeza en mis regazo.

Acaricié su cabello con movimientos lentos y él fijó su mirada en mí. Expresaba tanto cariño en sus ojos que me enterneció; nada que ver esta mirada con la que me lanzó aquel día en su oficina cuando nos volvimos a ver.

—¿Cómo estás? —corté el silencio.

Arrugó el entrecejo y me miró desconcertado.

—Ahora estoy bien.

—Me refiero a estos últimos meses, por lo de... Matt. ¿Cómo lo has llevado todo?

Se quedó en total silencio y yo esperé a que estuviera listo. Parpadeaba con la  mirada puesta en el techo y después suspiró con pesadez.

—Bien, supongo.

—¿Te dolió?

Si le preguntaba eso era porque en muchas ocasiones me dijo que no quería a su padre, dejando muy en claro su rechazo hacia él.

Tardaba en contestar, indicativo de que le costaba expresarse en ese tema.

Asintió y cerró sus ojos. Mordí mi labio, inquieta por seguir jalando la cuerda por miedo a su reacción, pero tenía que ayudarlo a sanar esa parte y para eso, él necesitaba sacar el sentimiento atorado.

—¿Cómo te enteraste que murió?

—Murió en mis brazos —respondió sin un ápice de consternación.

O al menos lo fingía muy bien.

—Ronald —pronuncié su nombre en un hilo de voz, estaba anonadada por esa información tan fría de su parte.

—Se contactó conmigo. Me dijo que era el momento —comentó.

Su voz sonaba funesta, apagada y más grave de lo normal que su acento inglés se marcó.

—Dejé todo para estar con él en sus últimos momentos, cuando llegué parecía un cadáver y respiraba muy lento. Me pidió abrazarlo —se detuvo y noté como una lágrima caía por la orilla de su ojo, tragó saliva fuerte y se aclaró la garganta—. Me pidió abrazarlo y lo hice, me quedé con él en silencio hasta que me dijo... gracias. Después ya no sentí su pulso.

Me aguanté, juro por Dios que intenté no llorar y ser fuerte para Ronald; pero verlo así, tan vulnerable y dolido por la muerte de su padre me quebró, su dolor se convirtió en el mío porque deseé haber estado con él.

—Lo hiciste bien —acaricié su rostro y traté de sonar neutral—. Estuviste con él, lograste perdonarlo de corazón y eso los unió.

Seguía sin mirarme.

—Sé que ninguna palabra que te diga será suficiente, pero... lo hiciste bien, Ronald y estoy orgullosa de ti.

Cerró sus ojos de nuevo y giró su cuerpo para hundir su rostro en la boca de mi estómago. Escuché como sollozaba y se aferró a mi cadera con fuerza, tuve una lucha interna para no derrumbarme, él me necesitaba y quería ser fuerte por él.

No dije nada. Gracias al cielo no me miraba porque mis lágrimas salieron en contra de mi voluntad. Seguía llorando y yo lo abracé, solo hice eso para que se desahogara de verdad, lo necesitaba.

  ════════⚔️════════

Ronald lloró hasta que fue suficiente para él, estaba totalmente callado y seguía con su cabeza en mis piernas. Su mirada era tranquila y sus ojos estaban ligeramente rojos por el llanto.

A pesar de ser un chico soldado y alguien con una apariencia ruda, Ronald contaba con un lado muy sensible y que dejaba salir cuando estaba conmigo. Era como ver parte de su verdadera naturaleza y me gustaba, era tan él.

—No cenaste.

Miré mi plato aún con la comida.

—Puedo calentarla más tarde —respondí.

—Hazlo, tienes que comer.

Lo miré con una ceja levantada por su inesperada insistencia.

—Cuando me dé hambre.

Ronald me dirigió una mirada seria y de pronto se volvió pervertida.

—Come algo, lo necesitarás.

Una punzada alborotó mi entrepierna y le hice caso. Ronald elevó su cabeza para dejarme libre y tomé el plato para dirigirme a la cocina.

Al cruzar por el recibidor escuché el timbre, de un sobresalto me detuve y fruncí el ceño. Mi celular vibró en mi pantalón y lo saqué, Adam me había mandado un mensaje diciéndome que Jordan pasaría a dejar una usb con un trabajo que le encargó.

Debe de ser él. Dejé el plato sobre una mesita y me dirigí a la puerta, quité el seguro y Jordan estaba al otro lado.

—Hola, Aurora.

—Hola.

—Tengo algo para Adam.

La usb estaba en una de sus manos y solo asentí.

—Sí, yo se la entrego —estiré mi brazo, pero él no hizo nada.

Lo noté dubitativo.

—Quiero hablar de algo contigo ¿Puedo entrar?

—No es buen momento.

—¿Por qué? —empujó la puerta para acceder al interior—, no haré nada que no quieras solo...

De pronto, sentí como la puerta se quedó estática y firme para no moverse ni un centímetro más. Levanté la cabeza y encontré una mano de Ronald pegada al marco y la otra sostenía la puerta para evitar que se abriera por completo. Bloqueó cualquier acceso.

—Si le llegaras a hacer algo que no quiera, créeme, tendrás muchos problemas. Conmigo.

El Ronald celoso era muy intimidante, su entrecejo arrugado y una expresión dura y dominante daba la sensación de que sus amenazas no deberían pasar desapercibidas, y si valorabas tu vida era mejor no provocarlo.

A Jordan casi se le salían los ojos al verlo detrás de mí y me miró.

—¿Es en serio, Aurora?

— ¿Por qué le pides explicaciones a mi novia? —intervino Ronald, furibundo.

Parpadeé varias veces para salir de mi trance.

—La usb, Jordan —pedí—, le avisaré a Adam que ya pasaste por aquí.

Jordan me entregó el cuadrito negro muy a su pesar sin dejar de pelearse con la mirada Ronald. Retrocedió sin si quiera mirar los escalones y mi novio se encargó de cerrar la puerta de golpe.

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