Capítulo 5. Ceguera.
Dejé a Aurora a buena hora en su casa y me aseguré que todo estuviera tranquilo. Después conduje hasta el sur de la ciudad donde ya divisaba los autos de mis compañeros y algunas motos. Era un lugar desolado y lo que más me hacía ruido era ¿Por qué Heather anduvo en este rumbo? Ella tenía a quien cuidar.
Bajé de mi auto y en cuanto me vieron todos se detuvieron. Era algo incómodo que tuvieran que hacerlo por tener la presencia de su capitán. Con una seña que ellos conocían ordené que siguieran con el trabajo.
—As —dijo un protector—, jefe. Capitán —corrigió al tiempo que hacia una ligera reverencia.
Joder. Esto me iba a resultar más difícil. Sé que lo hacía por respeto pero no me gustaba.
—solo As, Ben —contesté.
—Bueno... yo... obedezco, capitán. Es nuestro jefe ahora y le debemos respeto.
—El respeto no está peleado con el compañerismo. Me conoces como As, sígueme llamando As.
Él asintió.
—Bien. ¿Qué ocurre ahora? —fui directo al grano mientras me cruzaba de brazos.
—Verá, señor, la situación está volviéndose sumamente peligrosa debido...
Dejé de escucharlo al ver dos sábanas blancas ensangrentadas. El lugar estaba deshabitado y el suelo terroso. Había arboles alrededor pero nadie que viviera cerca. Por lo que tenía entendido aquí hacían sus carreras clandestinas, así que los fines de semana esto se atestaba de universitarios ruidosos.
—As —la voz de Chad hizo que Ben se detuviera—. Otro protegido caído y... Heather.
Mierda, de verdad estaba pasando. De nuevo... muerta.
Dos protectoras movieron la sabana donde se encontraba el cuerpo de Heather. Fruncí el ceño al ver cómo había acabado. Su rostro estaba cubierto de rasguños, le faltaba una oreja y algunas partes de su cabello habían sido arrancadas.
Llevé mi mano a la boca, presioné mientras la deslizaba hasta dejarla caer. Pero sus ojos... me acerqué con cuidado y me puse de cuclillas. Observé mejor y no tenía ojos. Sus pupilas habían desaparecido, solo tenía un tétrico fondo blanco
Su móvil se encontraba cerca de su mano izquierda, partido en dos.
Me puse de pie, mirando a todas partes y tratando de unir piezas. Esto jamás había sucedido ¿Qué mierda le hicieron a Heather?
—Hay algo que llamó nuestra atención, As —comentó Chad
Podía darme cuenta.
—Sus ojos —concluí, volteando a ver a Chad—. ¿Ya saben algo?
Antes de que Chad respondiera alguien venía.
— ¡Capitán!
Viktor. El pelirrojo corría a toda velocidad y se detuvo frente a nosotros.
—Acaban de salir los resultados de los ojos de Heather.
— ¿Y bien? —solté exasperado porque no hablaba.
—Es ceguera —respondió Viktor.
Fruncí lentamente mis cejas.
— ¿Ceguera? —repetí mientras Viktor asentía. Estaba desconcertado.
—Es cosa de las bestias. Algo jamás antes visto. Se están haciendo más inteligentes y no sabemos cómo han logrado crear esa defensa, pero ya pueden dejarnos ciegos para tener el control en la pelea.
Por un momento deseé a Solomon aquí. Mierda.
Ahora esas escorias nos estaban enfrentando con más fuerza que nunca. Nos están alcanzando en estrategias.
Pasé mis manos por mi cabello, atónito. No deseaba que Heather muriera, que hubiera tenido este fin. Me molestó de inmediato enterarme que las bestias ya estaban saliéndose con la suya matando a los protegidos, incluyendo al protector.
— ¿Qué haremos, As? —preguntó una protectora.
Ahora me sentía bajo presión, ni yo sabía que hacer en estos momentos y no podía darme el lujo de desertar. Cerré mis ojos un segundo y pensé lo más fríamente posible.
—Primero desháganse de los cuerpos, ya saben qué hacer. Convocaré una junta, esperen mi señal —dije con la voz más serena que pude hacer—. Al menos ya sabemos lo que esos malnacidos nos están haciendo y nos toca a nosotros responder.
Todos asintieron.
—As, estamos asustados —confesó una protectora a mis espaldas—. Esto es grave.
Miré a la chica de cabello oscuro que me miraba regocijándose en la agonía.
—Lo sé. Pero estamos entrenados. También sabemos dar batalla y ganar. Esto solo es una advertencia para el futuro que nos espera. Seamos precavidos y entrenemos.
—Sí, As —dijo la chica, retrocediendo.
—Somos un equipo y vamos a encontrar la forma de superar esto. Esas bestias no pueden salirse con la suya.
Todos asintieron con ánimo.
—Ahora, desháganse de los cuerpos y vayan con sus protegidos. Los veré en la madrugada —declaré.
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Detuve el auto debajo de un puente y me recargué en el asiento. Todo esto ha sido un golpe fuerte, el clan estaba asustado y yo igual. Me frustraba de solo pensar que las cosas se volvían cada vez más letales y oscuras.
Estábamos entrando a un juego de poder. Donde ellos, esas malditas escorias de mierda estaban sacando las garras más filosas.
Suspiré y abrí mis ojos. Esto no iba a detenerme, no iba a retroceder. He pasado por tantas muertes y tantas peleas que esta era una más y yo no iba a rendirme.
Saqué mi móvil y entré al mensaje de Heather. Volví a leerlo y por un momento sentí una compresión en la boca del estómago. Fruncí el ceño y tecleé:
Te perdono, Heather.
Esas bestias iban a caer, Dagger iba a morir. Yo me encargaría de eso. Tengo mis razones para darle lucha e iban a lamentarse.
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Salí de la regadera y caminé a mi habitación con una toalla enrollando a mi cintura. Me senté en el borde de la cama, aun pensativo e inquieto por lo ocurrido. Mucha gente dependía de mí y de mis decisiones, no tenía pensado fallarles.
Solomon confió en mí para esto.
En eso volvió a sonar mi puto teléfono y miré la pantalla airado. Era Adam, miré el reloj y eran las diez y media.
—Mierda...
Tomé la llamada.
—Voy saliendo de mi casa —dije al instante.
—Te espero en el bar.
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Cuando aparqué en el lugar sentí unas ganas colosales de salir huyendo. No estaba de ánimos y fingir estar bien me empezaba a fastidiar.
Pero se trataba de Adam. No era cualquier persona. Bajé del auto dándole un portazo más fuerte de lo habitual. Ingresé al antro donde dominaban las tenues luces alrededor, mientras que la pista era una guerra por la luz fluorescente que iluminara más.
Iba a paso lento. Alrededor del lugar era un bar con más tranquilidad y divisé de inmediato a Adam, pero no estaba solo.
¿Qué mierda? Se supone que Trevor y Lena aún no regresaban y resulta que ya estaban aquí. Bueno, al menos Trevor ya estaba.
Al acercarme lo suficiente, Trevor se levantó y noté que no dejaba de mover sus pies con la música estruendosa.
Estás cosas me habían dejado de interesar desde hace años.
— ¡Ronald!
El querido amigo de mi novia logró reconocerme cuando fui disminuyendo mis pasos. Alcé la cabeza en señal de saludo y terminé por acércame a ellos.
—Te ves hecho una mierda, West ¿Pasa algo?
La sutileza de Adam era todo un encanto.
—El trabajo me ha dejado agotado —mentí, aunque siendo sincero no era del todo mentira.
—Siéntate, acabamos de pedirte una cerveza —me animó Trevor.
Miré con atención al castaño.
— ¿Cuándo llegaron?
—Hace dos horas —respondió muy tranquilo—. Fue idea de Lena, quiere darle una sorpresa mañana a Aurora. Nuestro traslado de regreso fue más sencillo y muy rápido.
Trevor tomó asiento al otro lado de mí y noté los ojos detectivescos de Adam observándome. Aurora me había advertido que su hermano era muy suspicaz y él ya sabía a lo que me dedicaba realmente.
Y Trevor también.
Mi tarro de cerveza llegó y no dudé en beber.
—Joder, ve despacio que es la primera —dijo Trevor.
Me detuve a la mitad y carraspeé.
—La necesitaba —me excusé.
— ¿De verdad estás bien?
La mirada de Adam había descendido a mis nudillos aún magullados.
—En realidad... fui a poner en su lugar al hijo de puta de Jesse, el ex de Lena.
Adam frunció el ceño al segundo.
— ¿Qué? ¿Y por qué? Ese imbécil ya estaba lejos.
Tomé otro trago.
—Pues no del todo. Buscó a Aurora y la lastimó —de solo recordarlo mi bilis aumentaba—. Ella no planeaba decírmelo pero noté su antebrazo con moretones.
La mirada de Adam se había eclipsado.
—Ese cabrón... —gruñó y me miró—. Pero supongo que tú te hiciste cargo.
Levanté mi mano derecha para exponerle mejor mi dorso.
— ¿Quieres detalles?
Adam se río y Trevor había desaparecido hacia la pista de baile. El muy sinvergüenza tenía dos chicas de cada lado, meneándose y restregándose en el cuerpo del ladronzuelo de sonrisas.
—Con razón mi hermana no le da el sí, y todavía se queja, ¡McLean eres un idiota!
Trevor llevó una mano a su oreja para hacer un ademan de intentar escuchar pero solo se río y siguió su baile.
—No hace nada malo. Aún no es nada de Rachel y mientras él no vea algo serio con ella no tiene que dejar de hacer lo que le gusta —no puede ser que estuviera defendiendo a ese... resbaloso.
Adam enarcó una ceja.
— ¿Y por qué cree que Rachel no le da señales de algo serio? Solo míralo, ya van cuatro chicas que se turnan para bailar con ese ladino.
Casi suelto una risa. Casi.
—Bueno... cuando Rachel se decida, probablemente tome otra actitud que...
Algo no andaba bien. Me tensé y sentí ese nauseabundo aroma que era inconfundible para mí, como protector. Me giré en la silla para acomodar los codos sobre la barra y observar a mí alrededor sin llamar la atención.
— ¿Qué pasa?
Joder, tenía que sacar de aquí a Adam y al imbécil de Trevor. Resoplé y en eso reconocí de inmediato a las dos bestias que iban entre la multitud. Dos enormes escorias y la protectora al otro lado, observando el momento para atacar.
—Hay que salir de aquí.
Adam apretó su mandíbula y fue cuando todo se desató en gritos escandalosos. Se escuchó el primer disparo. Sujeté a Adam del cuello y le ordené que se agachara.
—Mierda, mierda, ¿Son esas cosas?
Saqué el arma de mi pantalón y quedamos cubiertos frente a un muro.
—Sí, pero no es mi lucha. Tengo que ir por Trevor, no te muevas.
—Pero ¿Qué carajos? ¡Ronald!
Bajé las escaleras y di un salto rumbo a la estampida humana que iba contra corriente. Mierda, ya había muertos y esas cosas ya estaban transformándose. No podía creerlo, ya no se ocultaban.
Ubiqué a Trevor, alcancé a sujetarlo de su camisa y jalarlo a mí. Intentó zafarse pero al notar que era yo me siguió sin pensarlo. Logré llevarlo a la escalera cuando sentí una presión fuerte en mi tobillo, una bestia me atenazó.
— ¡Ronald!
— ¡Corre!
Caí, volteé al instante y ese bastardo estaba sobre mí. Disparé directo a la cabeza, tres balas seguidas y aventé el cuerpo a un lado para seguir subiendo.
Tanto Adam con Trevor estaban agazapados escuchando más rugidos al fondo. La mirada de la protectora se cruzó con la mía y solo asentimos. Era su trabajo no el mío. Yo por mi parte tenía que sacar a estos dos de aquí.
—Atrás de mí y no se separen —ordené.
Esto no iba a terminar nada bien. Avancé con ellos a mi espalda con mi arma en mano. Era inusual que las bestias atacaran en un lugar tan público y sin discreción.
Salir por la entrada principal no era buena idea. Sería el primer sitio cubierto de esos bastardos y nos estarían esperando.
Sin embargo, pueden saber cómo piensa el protector. Posiblemente tengan en mente que buscaré una segunda opción y si llega haberla, estarían preparados.
Con una mierda.
Tengo que arriesgarme, no pueden verme, no puedo poner en riesgo mi identidad así que me iré por la opción dos.
—Quédense junto a mí, los sacaré de aquí.
—Estoy por orinarme del miedo, joder —dijo Trevor—. Jamás se lo digan a Rachel.
Adam era el más alto de nosotros así que le pedí que dejara a Trevor entre los dos. La protectora estaba controlando la situación. Teníamos que salir de aquí antes de que llegara la policía. Mi prioridad era sacar al hermano y al amigo de mi novia para ponerlos a salvo.
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