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Capítulo 21. El golpe amistoso.

     Desperté a la mañana siguiente tan fresca como una lechuga recién cosechada. La sonrisa del gato de Cheshire se quedaba muy abajo con la mía.

     Era sábado al medio día, Lena y Trevor llegaron a la casa en mi auto para ponerme al corriente con las asignaturas de la universidad. Decidimos acomodarnos en la mesa de jardín cerca de la piscina para disfrutar del clima nublado y fresco.

     —Te tienen consideración por lo que pasó, así que no hay problema con que entregues las tareas a destiempo —comentó Trevor, que hoy lucía mucho más guapo—. Aparte eres su alumna de intercambio estrella, te adoran, Aurora.

     Lena asentía mientras masticaba una uva.

     — ¿Y quieren seguir aquí? —pregunté.

     —De eso hablamos Trev y yo anoche, tal vez lo mejor sea regresar a Baltimore y continuar allá.

     Me encogí de hombros.

     — ¿Están seguros?

     —Yo, sí —contestó el castaño de inmediato.

     — ¿No tendremos problemas por eso?

     —No lo creo —comentó Lena—. Al menos contigo no.

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     Todos estaban en sus rutinas, papá y Matt West trabajaban en los últimos detalles de la inauguración. Adam y Rachel se encargaban de sus clases y sus tareas de la universidad en línea. Después del evento de la nueva constructora nos regresaríamos a Baltimore.

     Lena y Trevor se habían marchado con mis hermanos para seguir con su tour por Londres. Ronald y yo teníamos la casa para nosotros dos y lo aprovechamos con una tarde tranquila, miramos películas en la sala principal pero Ronald se había quedado completamente dormido.

     Su cabeza reposaba sobre mis piernas mientras yo continuaba con la película en silencio, acariciando su cabello con movimientos lentos y él se miraba tan sereno y descansado, sus cejas pobladas eran sexis y sus labios definidos y prominentes incitaban para besarlos todo el tiempo.

     Sus rasgos masculinos eran marcados y me reconfortaba mucho que pudiera dormir y descansar después de todo lo que ha tenido que trabajar.

     Su calma me contagió y alcancé el control remoto para apagar la televisión pero no fui muy delicada, él se despertó en cuanto yo me moví de más.

     — ¿Pasa algo?

     Su voz ronca era adorable cuando despertaba.

     Me mordí el labio, avergonzada.

     —Quería dormir y hacerte compañía, lo siento por despertarte.

     —Descuida —se levantó con los ojos entreabiertos y estiró sus brazos para abrazarme—. Ven aquí, duermo mejor si te abrazo.

     Olfateé su esencia, Ronald olía muy bien y era su aroma natural, aunque percibía hierbabuena y jabón. Limpio al igual que adictivo. El calor de su cuerpo me rodeó y era como estar en mi hogar o mi lugar seguro.

     — ¿Cómodo?

     —Mejor que eso, es perfecto.

     Besó mi frente y me abrazó más fuerte. Perdí la noción del tiempo y no me di cuenta en que momento me quedé dormida.

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     «Dejemos que duerman un poco más para antes de la comida»

      Al abrir mis ojos noté que mis hermanos y Lena estaban saliendo de la sala. Bajé la vista hacia Ronald y no me contuve, lo besé con delicadeza en sus labios y de pronto, sus ojos azules me miraron.

     —Cásate conmigo.

     Me descolocó su impredecible comentario.

     —Estás despierto, deja de decir incoherencias —me reí más agudo de lo normal.

     Sonrió muy atractivo.

     —Quiero despertar todos los días contigo dándome un beso y cogerte cuando quiera.

     —Ya lo haces —reí con torpeza.

     Elevó sus brazos para estirarse mientras se incorporaba.

     —Pero al menos no tendríamos que hacerlo a escondidas. Si escuchan ruido tendrían que aguantarse.

     Mi temperatura subió como un termómetro alocado por el calor.

     Me tendió su mano y yo la tomé para después ir a reunirnos con todos. Hablaban de la comida que estaba planeada dentro de unos minutos en un restaurante. Matt hablaba por el móvil mientras que mi padre revisaba unos papeles.

     Lo saludé con un beso en la frente y él me sonrió.

     — ¿Cómo amaneciste, cariño?

     La imagen de Ronald embistiéndome y besándome revolcó mi mente como tornado. Traté de disimular el ardor de mis mejillas.

     —Bien, papá. Descansé mejor aquí que en el hospital.

     Ronald no dejaba de mirarme con malicia mientras mordía una manzana. Ese simple acto emanaba sexo. Aparté la mirada y me concentré en tomar un poco de agua para refrescar mi garganta seca.

     Él desapareció rumbo a la cocina y yo intenté concentrarme en la plática de los demás. Trevor llegó saludando a todos y Matt ya estaba levantándose para irnos al restaurante.

     Pero Ronald se miraba algo distraído y absorto de todo a su alrededor. Me acerqué para averiguar lo que lo tenía así.

     — ¿Qué ocurre?

    Sus ojos estaban en su teléfono y suspiró mientras recargaba un hombro en el marco de la entrada de la cocina.

     —Me llaman —susurró.

     Lo entendía y me lamentaba a la vez.

— ¿Qué es lo que quieren?

—Es complicado —soltó muy serio—. Tengo que ir.

Maldije en mi mente—ya había perdido la cuenta—por la decisión que tomó en regresar, pero también entendía sus motivos y estaban más que justificado. Se miraba menos frustrado y su concentración era al máximo.

Se estaba marchando y su padre lo detuvo.

— ¿A dónde vas, hijo?

Ronald nos observó y al final detuvo su vista en mí.

—Los alcanzó allá —se limitó a decir. Hizo sonar la alarma de su BMW y se retiró.

— ¿A dónde va? —me preguntó Rachel.

Todos los ojos voltearon a verme. Intenté pensar lo más rápido posible pero no era muy buena mintiendo, joder, detestaba esto.

—Le llamaron unos amigos de la escuela militar —intenté sonar segura y parece que lo había conseguido.

Antes de partir le mandé un mensaje para avisarle sobre mi mentira.

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El restaurante era ostentoso que tuve que fingir que me gustaron las vieiras mientras esperaba mi Wellington.

—Mañana llegará el personal de la constructora —comentó Matt mientras movía con elegancia su copa de vino—. Solo daremos instrucciones y nos vamos, Gregory.

Mi padre concordó con él.

—El lunes ¿Cierto? —alcanzó mi mano y me sonrió—. ¿Ya decidieron, hija?

Asentí.

—Quiero irme.

—Lo que tu quieras, cariño.

Lena y Trevor me contaron que ya estaban trabajando en su traslado a Baltimore, así que probablemente se quedarían unos días más para obtener su aprobación.

Las conversaciones seguían cuando por fin trajeron los platillos fuertes. Matt West era toda sofisticación mientras comía y escuchaba a papá hablar sobre un problema con un arquitecto. Lena y Adam disimulaban compartir de sus platillos ya que parecían no estar muy satisfechos con lo que pidieron.

Y en eso, vi a Ronald llegar. Se miraba muy guapo con esa camisa negra y su cabello encrespado, caminó entre las mesas con una postura recta y segura hasta acercarse a nosotros. Me sonrió al tomar asiento a mi lado y del otro se encontraba su papá.

— ¿Qué tal todo con tus amigos, Ron? —inquirió Rachel rompiendo el silencio por completo.

Ronald la miró.

—Bien. Fue algo rápido porque tenían un vuelo fuera de Londres —mintió increíblemente bien.

Abrí la boca porque hasta yo me lo creí. Pero su mirada estaba en la mesa y era su indicativo de que mentía.

El platillo de mi novio había llegado, ya que Matt se tomó la molestia de ordenar por él. Cada quien seguía con sus pláticas hasta que noté de reojo que Ronald se inclinó para susurrarme algo.

—Después de la comida quisiera que me acompañaras a un lugar.

Lo miré.

—Sí.

Me sonrió.

—Necesito tu ayuda.

Fruncí las cejas y mi curiosidad se disparó.

— ¿De qué se trata?

—Te contaré cuando todo esto termine.

Asentí. Pensándolo mejor, no era bueno que habláramos de ese tema enfrente de nuestras familias. Matt llamó la atención de su hijo quien volteó a verlo.

— ¿Te parece bien la idea de acompañarnos mañana a la constructora, Ronald?

La expresión de Matt era expectante, aunque su actitud apabullante me tenía nerviosa.

—Si eso te hace feliz iré —respondió mi protector con una sonrisa forzada.

—Ya verás lo que tu padre ha logrado aquí en Londres, tal vez te animes.

Sentí tensión en Ronald.

—Ya sé lo que haces sin necesidad de ser testigo.

De pronto la incomodidad se extendió en toda la mesa. Hasta parecía que eran solo ellos dos los que estaban presentes.

—Quisiera compartirlo contigo.

—Te he dicho que iré.

Matt pasó un brazo por detrás de la espalda de Ronald y fue dándole golpes—amistosos—pero Ronald se irguió y se tensó a un más.

— ¿Ronald?—preguntó Matt, confundido.

Podía escuchar la respiración errática de mi novio, miré como sus manos se convertían en puños cerrados y cerró los ojos por un momento. La mesa estaba en completo silencio.

— ¿Está todo bien, hijo? —insistió Matt preocupado.

Ronald abrió los ojos de repente y volteó a ver a su progenitor.

—sí... —espetó en un tono grave y serio—. Solo... —hizo una pausa con una mirada amenazante—. No vuelvas a golpearme.

Matt se quedó quieto observando a su hijo, esto sí que era incómodo. Sus miradas azules parecían transmitir todos esos recuerdos oscuros que vivieron años atrás y de los que ellos solo conocían.

—Si me disculpan.

Mi novio se levantó y se fue alejando.

—Ronald —me quité la servilleta de mi regazo y arrastré la silla hacia atrás para seguirlo.

Nadie intentó detenerme y lo agradecí. Me abrieron la puerta al exterior y salí disparada para alcanzarlo.

— ¡Espera, Ronald! —exclamé agitada.

Él se detuvo y giró sobre sus talones para verme. Su rostro era duro y arrugaba su nariz en señal de molestia disfrazando esa tristeza que lo perseguía.

—No puedo soportarlo, lo siento —dijo mirándome a los ojos—. Esto es más grande que yo, no logro contenerme cuando me golpean —sacudió su cabeza en negación.

Sentí mi corazón perforándose.

—Lo entiendo, y creo que es preciso que lo hables con él...

—Así empezaba, con golpes minúsculos hasta golpearme con el puño cerrado —su voz ronca luchaba para no quebrarse—. No puedo fingir, y me jode que él crea que en estos pocos meses yo haya olvidado sus maltratos y humillaciones de años —frunció el ceño al verme—. No lo quiero. No puedo perdonarlo.

Asentí, acercándome lo suficiente para sujetar sus manos.

—Nadie te apresura a que lo perdones, están volviendo a convivir y es un avance.

     Chitó escéptico.

     —Una parte de él no ha cambiado. Quiere meterme a su mundo, yo ni si quiera le dije que viniera, solo le avisé a tu familia —pasó una mano entre sus cabellos, era como si estuviera desaprobando la actitud posesiva de su padre—. Él se vino por su cuenta porque casualmente tenía su proyecto aquí.

     —Quería verte.

     —Quería ver sus proyectos de construcción —me corrigió con una expresión dura.

     Esto era más difícil de lo que esperaba.

     —Ambos están intentando retomar su relación pero necesitan más tiempo.

     —No sé —sacudió su cabeza—. Ha estado tanto tiempo fuera de mi vida que sé que no lo necesito después de que me abandonó —suspiró profundo—. Cuando estoy con él es incómodo la mayoría de las veces y esos recuerdos surgen.

     Pasé saliva.

     —Entiendo.

     — ¿Cómo voy a retomar una relación que no quiero? Que no pedí.

     —Háblenlo...

     —Lo hice pero él tomó una actitud desinteresada, como si nada de eso hubiese pasado y me encabroné —replicó con un mohín de reproche—. Él lo ha olvidado pero yo no. Lo veo y recuerdo sus miradas que me causaban miedo, lo dominante que era, sus palabras hirientes y sus golpes —cerró sus ojos y retrocedió mientras que con una mano presionaba el puente de su nariz—. No puedo.

     Me dio la espalda y caminó hacia su auto.

     — ¿Te vas?

     —Necesito estar solo.

      Fruncí las cejas y de nuevo ese nudo en mi garganta apareció.

     —Ronald, no me dejes.

     —Aquí estoy, princesa. Es solo que... necesito calmarme.

     —Puedo ir contigo.

     —No —sacudió su cabeza—. Estarás bien aquí, yo soy el del problema.

     Lo miré.

     — ¿A dónde vas?

     —A donde sea. Más tarde te llevaré al lugar que quiero mostrarte —remarcó y se acercó para darme un beso en la frente—. Te amo.

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