
N u e v e
Ya habían pasado varios días desde que Jorge había obtenido su don, y en ese lapso de tiempo Alma lo tenía siempre a su lado cada vez que salían al pueblo, explicándole las cosas que debía hacer para ayudar a la gente. Habían estado entrenando su control del aire y hoy Jorge haría su primera buena acción en el pueblo.
─Muy bien Jorgito─ Alma se detuvo una vez estuvieron frente a los árboles de frutas de el pueblo ─Empezarás con esto─
El menor miró los manzanos sin entender, luego a los recolectores que desde abajo intentaban tomar las manzanas aunque no pudieran alcanzar algunas. Alma lo acercó más para explicarle mejor la idea que tuvo.
─Mira Jorge, estos hombres necesitan ayuda para obtener las manzanas de estos arboles─ Comenzó a explicar ─Pero todas las manzanas buenas están casi en la punta del arbol, ¿Cómo crees que puedes ayudarlos?─
Jorge se quedó pensando hasta que una suave brisa pasó por su rostro, haciendolo sonreír.
─¡Con mi don, abuela!─ Alma asintió.
─Exactamente, úsalo para que las manzanas caigan.─
Jorge suspiró y con un movimiento de manos otra corriente de aire se hizo presente, solo que menos fuerte. Alma lo miró expectante y lo intentó de nuevo, ahora cerrando sus ojos con fuerza. Dio un giro y señaló los manzanos, entonces el viento sopló más fuerte, haciendo que los manzanos se sacudieran con algo de fuerza. Jorge contuvo el aliento y después de unos segundos se detuvo.
Al abrir los ojos miró los manzanos vacíos y a los recolectores sosteniendo canastas llenas de manzanas rojas. Alma sonrió con satisfacción y palmó los hombros del menor.
─Sabía que podías, Jorgito─ Acarició sus rizos rojizos ─Tienes un don igual de especial que tú.─
Los hombres que cargaban con las canastas se acercaron y les agradecieron con grandes sonrisas.
─Muchas gracias doña Alma─ Expresó uno de ellos ─También a ti chino.─
Otros hombres se acercaron para agradecer y desearles buen día, pero el último de ellos fue un tanto... Molesto, para Jorge.
─Muchas gracias doña─ El hombre sostuvo mejor la canasta en sus manos ─Y gracias al señor de que el chamaco no salga igual de maluco que el papá.─ Y entonces se fue como si nada, pasando por alto la sonrisa tensa de Alma y la mirada baja del pequeño.
Jorge se quedó pensando en ello cuando regresaron a Casita para comer, ¿Su padre era alguien malo? ¿Su madre le había mentido? No entendía por que las personas decían esas cosas.
─Abuela─ Llamó el menor ─¿Seré igual que mi papá?─ Preguntó temeroso.
La mujer lo miró con desdén.
─Claro que no─ Dijo con frialdad ─Serás mejor, mucho mejor que tu padre. Y yo voy a guiarte par que lo seas.─
Se sentaron para comer con aparente calma y el tema se quedó ahí para Alma, pero esas palabras se quedaron en la mente de jorge todo lo que restó de la noche.
"Serás mejor, mucho mejor que tu padre"
"Serás mejor, mucho mejor que tu padre"
"Seré mejor, mucho mejor que mi padre."
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