
D i e z
Casita se encargó de despertar a Jorge tirándolo de la cama, haciendo que este abriera los ojos de golpe por el repentino dolor en su cara y torso. Había caído al suelo boca abajo.
El pelirrojo se quejó y miró hacia los lados con el ceño fruncido, masajeando su frente adolorida.
—¡Casita!— Reclamó levantándose, acomodando sus rizos alborotados.
Una risa suave se escuchó detrás de él y Jorge se cruzó de brazos, sabiendo que se trataba de su madre. ______ lo tomó del hombro e inspeccionó su cara con cuidado.
—Perdona, pero llevo más de media hora pidiendote que te levantes, este era mi último recurso.—
Jorge chasqueó la lengua.
—No tengo el sueño pesado.—
—Llevo hablándote desde las ocho— Recordó la mayor —Y ya son casi las diez, sabes que a tu abuela le molesta que te despiertes tarde.—
Sacudió la pijama del -próximamente- adolescente y acarició su cabello.
—Empieza a arreglarte, ya todos están en el pueblo— Le besó la mejilla y caminó rumbo a la puerta —Julieta te apartó unas empanadas, las calentaré para que almuerces.—
En cuanto su madre salió de la recamara Jorge hizo caso y empezó a vestirse.
Cabe decir que toda la ropa que usa fue confeccionada por su querida madre y vaya que era bastante ropa. Casi siempre le costaba elegir su atuendo por tanta ropa que tenía, pero esta vez ya traía en mente lo que iba a usar para ese día.
Su atuendo consistía en una camisa color hueso de manga larga y cuello en 'V', una ruana de color rojo carmín con trazos de remolinos de viento en un tono más oscuro, junto con bordados de mariposas azúl oscuro y dorado. Un pantalón del mismo color que su camisa y zapatos cerrados rojos.
Recorrió las mangas de su camisa hasta los codos y comenzó a cepillar su cabello, terminando por peinarlo en una coleta baja, dejando un mechón de cabello sobre su frente. Se miró en el espejo y sonrió satisfecho, ya estaba listo.
Jorge se dejó caer de espaldas y se dejó envolver por un remolino de aire, el cual se encargó de llevarlo fuera de la habitación hasta la cocina mientras Jorge parecía bastante cómodo recostado sobre el aire. Ya tenía diez años, y ahora tenía un mejor control sobre su don.
Arribó al comedor pero se negó a tomar asiento, se quedó esperando en el aire. ______ lo miró con reproche mientras sostenía el plato que contenía el almuerzo de su hijo.
—Jorge, siéntate a comer— Ordenó colocando el plato con dos empanadas sobre la mesa —Ya hablamos de no usar tu don en lugares como la cocina, puedes romper algo con tu viento.—
—Sí mami, ya voy.— Suspiró y no tuvo de otra más que bajar del aire para poner contenta a su madre.
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Cuando puso un pie fuera de Casita Jorge sintió algo pesado sobre si mismo. No era cansancio, era más bien hastío.
No era que le molestara ayudar en el pueblo, para nada. Su molestia era causada por ciertos habitantes en el pueblo que parecían adorar fastidiar al pelirrojo. Esa gente que se entrometía en los asuntos de todos menos en los propios.
¿Cuando cambiaría todo eso?
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