III
P.O.V. Iván Buhajeruk, Spreen.
Decidí tomarme un buen baño, al menos en el motel hay de esos jaboncitos y esas cosas para la higiene. No está tan mal pensándolo bien. Salí del baño con una toalla en la cintura, ahora que puse mi ropa a lavar voy a tener que esperar a que se seque. Me hubiese comprado ropa si sabía.
En la cama se encontraban Alex y ___, jugando a las cartas, los dos se dieron la vuelta para verme.
— Mira, el exhibicionista. — Comentó con burla el mexicano, rodé mis ojos y me acosté a su lado.
— Tengo que comprarme ropa. — bufé.
— Si, me dí cuenta — comentó ahora ___, divertida.
— Son muy chistositos ustedes, ¿No? — levanté una ceja y los miré con algo de molestia, ambos se rieron.
— Aguas, ___, aguas, que nos va a amenazar con mostrar el pito — le murmuró el mexicano a esta, ella soltó una carcajada.
— Que carajo- — continuó riendo.
Negué levemente, no puedo creer que tengo que estar con estos dos enfermitos en un motel. A los minutos me uní al juego de cartas, estaban jugando al uno.
Estuvimos horas así, hasta que se secó mi ropa, entonces me cambié y empecé a prepararme para salir y continuar viajando.
— Tenemos que ir a otro motel después, pero primero vamos a comprarnos ropa. — dije, mientras me abotonaba la camisa.
— Bueno, dale. — sonrió la peluquera.
Nos pusimos en marcha. Fuimos a una de esas ferias donde venden ropa a veces medio truchas y baratas, nos compramos lo necesario para poder utilizar y volvimos a entrar al auto después de unas horas, ahora sí que íbamos a ir donde necesito.
— Y entonces que el cabrón dice que las papas estaban mil pesos el kilo ¿Que pedo con su economía? — dijo en tono de queja, el mexicano.
— Te vas a tener que acostumbrar, acá está todo re caro si no vas al mercado central y así. — respondí con simpleza, mientras manejaba.
— ¿Y si salimos de joda? — preguntó la peluquera... ¿Que?.
— ¿De joda? ¿Hoy? — volteé a verla, algo confundido, pero interesado.
— Está piola la noche, y conozco un boliche piola por acá. — sonrió.
— Bueno, capaz podemos salir hoy... — murmuré.
— Uuy, noche de viejas ¿Eh? — dijo entusiasmado el del asiento trasero. Palmeó el respaldo de mi asiento con emoción.
Después de unas horas, nos hospedamos en otro hotel, nos bañamos y nos pusimos bien facheros. Obvio que tenemos que aprovechar la plata gratis. Lo que no sabíamos, es que íbamos a encontrarnos con unos viejos conocidos.
P.O.V. ____
El boliche estaba a reventar. La música retumbaba en mis oídos como si las bocinas quisieran atravesarme, y la cumbia sonaba tan fuerte que sentía que los bajos me recorrían todo el cuerpo. El lugar estaba lleno de gente moviéndose como si no hubiera un mañana. Por un momento, todo se sentía como un caos controlado, y ahí estábamos, Alex y yo, metidos en ese quilombo, disfrutando el momento.
Iván, por su parte, estaba más allá, apoyado en la barra con su vaso, mirando todo con esa expresión que nunca supe bien qué significaba: era una mezcla de aburrimiento y alerta. No podía evitarlo, Iván tenía esa aura de "no me importa nada" pero al mismo tiempo de "si te metes conmigo, te va a ir mal".
—Ándale, ___, ¿a poco siempre bailas así o nomás porque estoy yo? —dijo Alex, sonriendo como siempre, con su actitud de "soy el más chingón".
—No, no, siempre tan agrandado, ¿eh? —le respondí, aunque no pude evitar reírme un poco de su entusiasmo desmedido.
—No, pues la neta, me inspiras, ¿cómo ves? —contestó, guiñándome un ojo mientras intentaba seguirme el ritmo, aunque más bien parecía estar dando tumbos por todos lados.
—Inspirate menos y tratá de no pisarme, mejor —le dije, intentando no morirme de la risa por su torpeza, aunque la verdad, me daba gracia.
Iván, desde lejos, no se movía mucho. Nos observaba con los ojos entrecerrados, como si estuviera buscando algo, o tal vez solo buscando la forma de que Alex dejara de hacer el ridículo. Cuando me di cuenta de que nos miraba, me detuve un segundo, pero Alex aprovechó el momento para acercarse más, poniéndose peligrosamente cerca.
—Ey, no te distraigas, ¿no que eras buena pa' esto? —dijo, poniendo sus manos en mi cintura con esa confianza que a veces me sacaba de onda.
—Vos porque no tenés idea de lo que es bailar de verdad —le respondí, con el corazón latiéndome más rápido de lo que me hubiese gustado admitir.
Iván ya no podía aguantar más. Caminó hasta nosotros, se acercó y le dijo a Alex, sin miramientos:
—¿No te cansás de hacerte el gracioso, Alex?
—Nah, ¿y tú qué? ¿Te aburrió el bar o qué? —replicó Alex, sonriendo de lado, pero con un tono que tenía algo de burla.
—Nomás vine a avisar que ya nos tenemos que ir —dijo Iván, interrumpiendo el momento, con ese tono seco que a veces tenía cuando las cosas se ponían serias.
—¿Irnos? ¿Y eso por qué? —le pregunté, mirando a Iván y luego a Alex, confundida.
—Porque esto ya se puso raro. —Iván señaló con un movimiento casi imperceptible hacia una esquina del lugar. Lo seguí con la mirada, y ahí los vi. Un grupo de tipos tatuados, vestidos con ropa oscura y con una actitud que me dio mala un toque de mala onda. Nos estaban mirando fijamente.
—¿Y esos qué? —pregunté, con la voz un poco más baja, tratando de disimular mi nerviosismo.
Alex dejó de sonreír. Algo en su rostro cambió, y pude ver que ya no estaba tan relajado como antes. Me tomó la mano sin previo aviso.
—Son problema, eso es lo que son —dijo el mexicano, y aunque intentó sonar tranquilo, su tono denotaba que no quería hacer mucho ruido por ahora.
—Ey, ¿y vos quién te dijo que me tenés que llevar? —le solté, apartando su mano con un poco más de firmeza de lo que esperaba de mí misma.
—No manches, ___, no es momento pa' eso —dijo Alex, rodando los ojos mientras veía hacia los tipos de nuevo.
Iván se adelantó, metiéndose entre nosotros, como si intentara mantener el orden, pero también sintiendo la presión del momento.
—A ver, vos bajale a tus dramas —le dijo a Alex, con un tono que sonaba más serio de lo habitual. Después, se giró hacia mí. — Y vos, ___.... ellos no son buena gente, y creo que están acá por mí.
—¿Por vos? ¿Qué hiciste ahora? —le pregunté, más preocupada por él que molesta, aunque no pude evitar notar la tensión en su rostro.
Antes de que Iván pudiera contestar, uno de los tipos del grupo se levantó bruscamente y comenzó a caminar hacia nosotros, con una sonrisa que no prometía nada bueno.
—¡Iván! ¡Qué milagro verte! —gritó el tipo, con una sonrisa que, honestamente, me dio escalofríos. La forma en que dijo "milagro" no sonaba nada amistosa.
Iván se tensó al instante, pero Alex ya murmuraba un "chingada madre" entre dientes, claramente molesto por la situación.
Iván no le prestó atención al tipo. Solo me miró a los ojos, y con un gesto serio, me dijo:
—___, por favor, nada más haceme caso y vámonos. Ahora.
Me tomó del brazo, pero Alex no iba a dejar que todo se resolviera tan fácil. Se metió entre nosotros.
—¿Qué no ves que yo la estoy cuidando? Tú mejor encárgate de tus pedos, güey —le soltó Alex, empujando a Iván con el hombro.
—¿Cuidándome? ¿Vos? —le solté, incrédula, mirando a Alex. — Dejen de hacer pavadas y díganme quiénes son esos.
Pero ninguno de los dos respondió. Los tipos ya estaban demasiado cerca, y el ambiente había cambiado por completo. El hombre que se acercaba a nosotros ya estaba demasiado cerca.
Afortunadamente, salimos sanos y salvos gracias a la cantidad enorme de gente que había en el lugar.
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