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II




P.O.V. ____

Continuamos el camino en silencio, con la música de la radio de su auto. Ahora estábamos en una carretera bastante larga. Por lo poco que hablamos anteriormente, sé que su nombre es Iván, y él sabe mi nombre.

 Yo solo miraba por la ventana, pensando en que hacer con mi vida ahora, y reflexionar sobre lo que me acaba de pasar.

¿Cómo pasó de ser un día normal a cometer un homicidio y que después casi me atropellen? De colmo, me subí al auto de un extraño sólo por no saber manejar la situación, aunque tiene sentido; nadie nació preparado para saber que hacer cuando uno de tus clientes te quieran violar y sin querer lo matás ¿No?

Mis pensamientos fueron interrumpidos debido a que el auto frenó repentinamente, logré ver que el cuerpo de un chico salió casi que volando debajo del auto. Rápidamente salí del auto ¿Acaba de atropellar a un chico?

Ví que mi acompañante se bajó y en cuanto se acercó al chico, le dió un puñetazo.

¿Que? ¿Acaso se conocen?

De todas formas, me acerqué para alejar a Iván del pobre chico. Lo que menos esperaba, pasó. Él literalmente se rió del golpe que recibió, ambos lo miramos incrédulos.

— Suicidate en tu puta casa, no le rompas las pelotas a los demás — dijo Iván, mientras lo miraba con rencor.

— Una disculpa mi carnal, es mi primera vez — respondió con una sonrisa. Iván simplemente rodó sus ojos y le ofreció una mano, para después ayudarlo a levantarse del piso.

Se levantó y empezó a tambalearse un poco, aún riendose ¿Estaba borracho o qué? Además, se le notaba que era de México, por su acento.

— ¿Nos lo quedamos? — bromeé mirando a Iván, quien volteó a verme.

— ¿Estás loca? — frunció el ceño.

El chico se nos acercó y dijo:

— ¿Vas a golpearme y no me vas a hacer un favor? Que matón. — Usó un tono burlón, mirando a Iván, yo sonreí por lo loquito que parecía.

De alguna manera, logró convencer a Iván de llevarlo con nosotros. Probablemente sólo sienta pena por él. 

Hay algo que me intriga más que eso, todavía, y es que ¿A donde mierda vamos?

— ¿A donde vamos ahora? — le pregunté a Iván.

— Tenemos que llegar a una estación de servicio, tengo que ver algo y después ir a Buenos Aires — respondió.

— Que chingón, me encanta ir de excursión — dijo "Alex", desde el asiento trasero.

Rodé los ojos y reí, lo único bueno que salió de esto, es que conocí a dos raritos; uno con complejo de bandido y otro bien transtornado.

— ¿Vos sos de los "cricos" del centro? — le pregunté al Mexicano.

— ¿Se me nota? — preguntó —. Nah, no te creas — rió —. Yo no soy ningún crico eh, que lo sepas mamacita — hizo mueca de obviedad y se echó para atrás, en su asiento.

— Parecés. — dije burlona.

— Las apariencias engañan — levantó los hombros con una sonrisa.

— Ya, callense un rato — nos calló Iván, en un tono irritado.

Ambos nos miramos en silencio con el mexicano, luego reímos, pero decidimos obedecer.





[...]





Me quedé dormida. En lo que me desperté, ya era de día, noté gracias a la ventana que el auto seguía en movimiento. Volteé a ver a mi lado, Iván estaba conduciendo, mientras tomaba una Speed, al voltear hacia atras, estaba Alex, apoyado en el asiento de Iván, sonriendo, cómo siempre.

Volteé a ver al frente, en silencio.

— ¿Dormiste bien? — preguntó Iván, sin despegar su mirada del camino, aclaré mi garganta antes de responder.

— Si, gracias — respondí sonriente.

En realidad no, fué de lo más incómodo, además estoy segura de que dormí cómo tres horas, porque estoy re cansada.

— Oye ¿Por qué a mí no me preguntaste? — preguntó Alex, dando dos palmadas en el respaldo del asiento del conductor.

— Porque anoche te ví dormir como un bebé. — dijo Iván, en tono burlón.

— ¿Ah, si? Míralo, que rarito, eh. — soltó una risa —. ¿Ahora ves a la gente mientras duerme? Y yo soy el loco — bufó.

— Eu, Iván ¿Vos dormiste? — pregunté volteando a verlo.

— No, la verdad que no. — murmuró.

Hice mueca por su respuesta. La verdad no sé cómo compensar lo que hizo por mí, literalmente me salvó.

— Gracias por todo, me salvaste la verdad. — murmuré y apoyé mi mano en su hombro.

Él simplemente me sonrió y asintió. A los pocos minutos, nos detuvimos en una gasolinería. Todos bajamos del auto.

— Tengo que revisar algo — dijo Iván, dirigiendose hacia la parte trasera del auto, para luego abrir el baúl de este. Alex y yo nos bajamos para acompañarlo de igual manera.

Dentro del baúl, había una maleta llena de dólares ¿Todo esto es de él? 

Él sonrió cómo si se hubiese ganado la lotería, tómo tres fajos de plata, entregándonos uno a cada uno, Alex y yo nos miramos sonriendo, algo impresionados por su actitud de caridad.

— Cómprense lo necesario. — dijo, mientras cerraba el baúl —. Ya saben, ropa, cepillo de dientes, pasta, etc.

Entramos a la tienda de la gasolinería y compramos algunos cafés fríos, los cuales vienen en cartón, botellas de agua, jugo, y algún que otro snack y galletitas. Obvio, nos compramos cepillos de dientes y dentífrico, lo cual me sorprende que vendan acá, pero agradezco.

Volvimos al auto, llenos de comida, pero no sin antes haberle cargado gasolina.

— Dios, hace tanto que no como — murmuró Iván.

— ¿Cómo así? — pregunté, frunciendo el ceño.

— O sea, ayer no comí en todo el día — aclaró.

— Ah, entiendo...

— Yo ayer comí, antes de querer matarme — dijo Alex, mientras comía papitas —.

— Vos sos un re boludo — dijo ahora Iván, abriendo el cartón de café —. El suicidio es lo peor que poder hacer. — negó con la cabeza, con una expresión seria.

Yo simplemente continué comiendo el panchito que me compré en el lugar, viendo que empezó a conducir otra vez. A los pocos minutos, llegamos a un motel. Si, ya sé, un motel no es lo más elegante que se puede encontrar, pero es la mejor opción que tenemos ahora. Bueno, por ahora.

Apenas pidió la habitación, nos tiramos en la cama doble, los tres juntos.

— Dios, que puto cansancio. — se quejó Iván, para después acostarse bien.

— Si... — murmuré y suspiré, echandome a su lado.

— Oigan, ya cuentenme cómo se conocieron o que pedo — dijo Alex, acostandose a mi lado.

Iván y yo nos miramos, para luego voltear a verlo.

— Casi igual que a vos, nomás que ella no se quiso matar, ni tampoco la arrollé — explicó brevemente —. Por cierto ¿Por qué corrías? Y además ¿Por qué tenías sangre? — me preguntó, yo suspiré al recordarlo.

— Creo que maté a alguien — murmuré, ambos me miraron un poco impresionados —. Soy peluquera, él era un cliente, cómo el resto — expliqué —. Pero, como yo los atiendo en mi casa, hago sesiones a solas, tranquilas. Cuestión, el tipo sólo me pidió que le afeite la barba, cosa que casi ni tenía, pero, plata es plata — bromeé, Alex me sonrió por eso —. Bueno, el señor, me empezó a tocar una pierna, entonces me asusté y se me safó la gillette — me interrumpió Alex.

— A poco se murió así — levantó las cejas, divertido.

— No, idiota, dejala que termine — dijo Iván, callándolo.

— Bueno, a ver. Se me safó la Gillette y le hice un cortecito, y se re calentó mal. — hice mueca —. Se me acercó cómo para hacerme daño, y agarré lo primero que ví para defenderme, un... perfilador, y bueno...lo apuñalé por reflejo en lo que se me tiró encima — murmuré un poco más bajo, avergonzada, pero sentí una mano en mi cabeza, cómo una caricia .

— Tranqui, te entiendo, no es tu culpa, te defendiste y fué un accidente — me apoyó Iván.

—Si, el tipo era un inútil — agregó el mexicano —. ¿Entonces saliste corriendo y te lo topaste? — preguntó y asentimos —. Entiendo...¿Y tú que pedos traes? — le preguntó al contrario —. Porque yo no te creo que ese auto sea tuyo, o al menos no ese dinero — levantó las cejas divertido.

— Bueno... — volteó a ver si habían cámaras, obvio no hay, es el motel más humilde del mundo —. Si, lo robé, tenía que escapar de la zona en la que vivía antes — explicó en voz baja.

— Esto me huele a deudas — dijo, y apoyó sus manos detrás de su cabeza.

— Cómo si me conocieras... — murmuró en un tono sarcástico el argentino.

— Es que estuve en una situación similar — se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.

La verdad, no pude escuchar más, me quedé dormida al toque.



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