Hatley

Kendall, dormía pacíficamente en mi cama mientras me abrazaba por la espalda, sentía su calor y el leve cosquilleo de su respiración en mi nuca, específicamente me pidió que no me dé la vuelta, solo Dios sabrá por qué.

A pesar de todo, el cuerpo me llamaba y como pude me salí de su abrazo sin despertarlo, salí con dirección al baño.

Pase por el espejo, primero como si nada, pero de reojo noté algo rojo sobresaliente en mi cara, me regresé a ver—Maldita sea— tenía un maldito símbolo de no estacionar en plena frente, eso le mata la pasión a cualquiera, me apresuré a lavarme y a hacer lo que debía hacer.

Kendall

—¡¿Por qué no me dijiste nada?! — me gritó abriendo la puerta abruptamente, apenas se separó de mí, me desperté.

—Yo...bueno...yo...—me trabé con mis palabras, Hatley mantenía una cara de asesino serial que me heló la sangre.

—Convencí a tú padre de darme este día, pero me dejó muy claro que no podría hacer nada xxx con su hermoso tesoro, además dijo que me dejaría un recordatorio— solté sin pensarlo en cuanto comenzó a caminar en mi dirección con ese gesto psicópata.

Ahora se lo que siente el padre de Hatley con su madre.