8 de enero
Ayer vi volar sobre tu casa un par de palomas,
unas de esas aves, que tanto amabas.
Traían en sus picos flores de lo más rojas,
y las aventaron hacía tu ventana abierta.
Yo quisiera haber visto tu rostro al despertar,
luego que ese par de obsequios te pusieras a admirar.
Pero no soy flor, ni soy paloma,
soy más como la piedra, de frió material y fea forma.
Nadie quiere una piedra en su dormitorio por las mañanas.
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