111.
Silvania ya no aguantaba la existencia misma. Esa noche iba a acabarlo con todo.
En el estéreo Chase Atlantic y Lana del Rey se reproducían, casi como una clase de sensual melodía que seducía a la muerte. Una incitación a los segundos que caían uno tras otro, como un efecto dominó ante el golpeteo de las manecillas del reloj sobre la chimenea.
La cama, con semanas sin ser cambiada de cobijas y sábanas, ya picaba en la piel pálida y verdosa de la chica. Unos cuantos moretones pintaban el lienzo de su cuerpo y cortadas sin limpiar con sangre seca alrededor dibujaban líneas por las que la chica había intentado vaciar el dolor amargo que la embargaba desde la partida de Milo.
Los recuerdos cortaron su mente justo como lo haría un cristal helado: mandando escalofríos por su médula espinal y haciendo que con un gimoteo el cuerpo de Silvie se volviera un ovillo en la cama.
El cuerpo completamente roto, destrozado en algunas partes y con algunos cachos que habían sido cortados en el terrible accidente regados por la maleza de al lado de la carretera, aún podían ser sentidos en sus brazos débiles.
El rugir del estómago de Silvie le hizo saber que ya era hora de comer, pero volvió a ser ignorado como ya lo había hecho en los días anteriores. Las arcadas volvieron y ella se levantó con debilidad, yendo entre tropezones al baño para desechar la nada que había en su estómago. Solo bilis amarga y ácida quedó en los labios de Silvie cuando ella terminó de vomitar. Su estómago rugió una vez más, justo como un temible monstruo anunciando que se acercaba la muerte.
La joven se dejó caer en el suelo del baño, sin siquiera preocuparse por limpiar de su boca los restos de su cuerpo moribundo.
¿A qué esperaba la muerte para llevársela a ella también?
"—Hola, Silv... Ayer pasé a dejarte un presente de parte de Alfredo y yo, pero no estabas. Espero que estés bien... Y, ¿Te parece si nos vemos está tarde? Tengo cosas que contarte."
«¿Esa voz era la de un ángel?»
«No, era solo Olivia... ¿Cuánto tiempo había pasado desde su estúpido último mensaje?»
Silvania gruñó y se incorporó sobre sus rodillas para tirar de la cadena del escusado. Sin fuerzas, ni voluntad, se arrastró hasta su cama y volvió a tomar el celular en sus manos, tecleando en el buscador con sus ojos cerrándosele "formas rápidas de suicidarse". Las opciones la decepcionaron cuando solo encontró números telefónicos salvavidas o artículos sobre la ayuda ante el suicidio. No. Ella no quería ayuda. No quería vivir. Quería ir a donde su amado la esperaba.
Molesta lanzó el teléfono a la pared. La pantalla parpadeo una vez antes de apagarse también ella.
«Una cosa más que mato» pensó Silv con lágrimas en sus ojos.
Sus costillas se pegaron a la jaula en su pecho que débilmente seguía intentando proteger al saco roto del corazón de Silvania. Cada sollozo la hizo quejarse y cada queja la hizo gritar desde el fondo de sus entrañas. Una seria de quejidos abismales helaban el ambiente mientras las luces LED cambiaban de tonos sin preocuparse de lo que sucedía en ese cuarto.
Silvie se levantó una vez más, esta vez con la furia dándole una fuerza que no había encontrado las veces anteriores. Fue a la cocina y con ira, desprecio y miedo tomó un cuchillo clavándolo en su cuerpo tantas veces pudo hasta que la sangre fue un charco que inundaba la cocina.
Ahora ella también estaba muerta, estaba con él, estaba a salvo.
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