02
Si tuviera que explicar uno de los lugares que más odio, uno de los sentimientos que expresaría sería, que siento un vacío tan grande, que dejaría que un zombi me mordiera. No me gusta que me muerdan, pero no dejaría pasar la oportunidad de escapar de este edificio.
Lleno de personas que no me interesan, ni aportan nada interesante. Yo no seré interesante, pero por lo menos no tengo que fingir que soy una persona súper interesante, por publicar en mis historias de Instagram, que mi papa el millonario que no me hace caso ni le importa si sigo vivo o no, que me ha comprado un auto que vale más que un riñón y que romperé al cabo de una semana, porque me fui de fiesta.
Hay algo especial del instituto, lo odias, te la suda o lo amas. Yo soy de ese porcentaje muy alto, creo yo, que lo odia. Pero es lo que hay, debo ir para luego hacer una carrera. Aunque lo más probable es que no sea posible, porque me pasó más de la mitad de mí tiempo durmiendo, que agarrando un lápiz. No me voy a esconder. Y la verdad, es que no me arrepiento.
Las verdades por delante, y a los pringados que les den por atrás. Cuando digo pringados, me refiero a las personas del instituto que se creen mejores que otros.
A lo que vamos, cada paso que doy es cada vez más doloroso, todo a mí alrededor va en cámara lenta, las risas, las miradas, todo parece ir ralentizando. Siento, como si estuviera en una canción triste, mientras a mí alrededor todo el mundo es feliz. Mis inseparables auriculares, no se separan de mis oídos, no estoy dispuesto a quitármelos.
Ayer tuve que despedirme de una de las personas más importantes que alguna vez cruzaron mi vida. Odio los lunes. Odio la sensación de vacío tan profundo que siento, pensaba que estaba vacío, pero recordé una vez que me dijo de la nada, después de aparecer con golpes por todo el cuerpo:
—Solo muestras lo que deseas, a las personas. Eso no quiere decir que no tengas sentimientos, simplemente actúas como si no te importara la nada. Cuando te importa el todo. —expulsó el humo que quedaba y clavó sus ojos en los míos—. Eres como la primera nevada, que sea capaz de presenciar un niño pequeño, te interpones entre todo, pero la satisfacción al disfrutar es tan magnificente, que cuando acaba, tienes la nariz roja y los ojos llorosos. Y con el corazón acelerado, esperas a que vuelva la siguiente nevada.
Sus palabras en esos momentos me hicieron reír, mientras las lágrimas caían de mis mejillas y su figura se alejaba de mí, mientras escuchaba sus tacones chapotear entre la lluvia. Dejándome solo, sin poder explicar todo lo ocurrido.
El timbre resuena en todo el recinto.
Con ello sacó el paquete de Marlboro. Palpo en mis pantalones, hasta encontrar el mechero, en mis bolsillos traseros. Miro con atención, la llama encenderse, me llevo el cigarrillo a los labios, aparto uno de mis mechones de pelo, mientras inhalo e expulso con lentitud. No tengo prisas. Hago caso nulo a las miradas, que algún que otros me tiran mientras van entrando.
No importa la imagen construida que tienen otros de ti, sino la que tengas tú de ti mismo. Si tuviera que hablar de la imagen que tengo de mí mismo, diría que soy un gilipollas roto, pero con un poco de cerebro.
Cuando termino el cigarrillo, piso con ganas lo que queda de él. Miro el cielo nublado, las ganas que tengo de llorar son tantas, que derramo alguna que otra lágrima, no me molesto en hacerlas desaparecer, no lo harán durante un tiempo.
—Odio con ganas, que me hayas dejado navegar en la deriva—murmuro, con los dientes apretados. Mirando al cielo. Me limpio las lágrimas, pero siguen cayendo. No hay remedio, entraré a clases, aunque no deje de llorar.
Estoy por entrar, cuando siento como mi cuerpo se tambalea, como cuando consigues matar a una araña. Mi costado se golpea contra el suelo, gimoteo de dolor. ¿Qué acaba de pasar? Solo soy capaz de escuchar, como una voz no deja de pedir disculpas, mientras me levanto del suelo.
Miro a la canija que está a mi lado. Lo único que veo es una bola de pelos rizados, morenos, ni siquiera me mira a los ojos. Hasta que se percata de que está hablando mucho, por primera vez en nuestro encontronazo me observa. Se queda callada, me gustaría saber si se ha sonrojado, pero es imposible saberlo, porque es negra. Lo que hace, que me la quedé mirando, son sus ojos azules, como el cielo al recién despertar.
Nunca había presenciado algo así. Es decir, nunca pensé que alguien sería capaz de alegrar mí mañana de sobremanera. Estaba claro que no eran lentes, sabía distinguirlo. La mire con los ceños fruncidos. A pesar de eso, me vino a la mente unos ojos, la tristeza volvió a abrazarme. Estaba demasiado cansado, no deseaba escuchar a nadie.
—Siento mucho haberme golpeado contra ti. Suelo ser muy torpe. Es que venía corriendo, porque me quedé dormida por culpa de mi perra, es muy cariñosa, pero cuando se tumba encima de mí, me duermo con facilidad. Será porque lleva conmigo desde que tengo uso de razón. Una vez salí con las zapatillas de casa, estaba lloviendo y del despiste me caí encima de un señor trajeado, la vergüenza que sentí fue tanta, que casi me vuelvo a caer. —se tapa la boca, como percatándose, de que está hablando más de la cuenta, pero, aun así, sigue—. Tienes lágrimas en las mejillas, normalmente no suelo ver a los chicos llorar. Pero porque siempre esconden sus sentimientos. Siento mucho lo que sea que te haya pasado. Tienes un rostro demasiado bonito, como para que alguien vea lágrimas recorrerlo.
Pestañeo varias veces, ¿quién es la persona que tengo delante de mis narices?
Escucho como se regaña a sí misma, sé que hay personas que hablan sin parar, que no se detienen a escuchar lo que dicen. Pero quiero pensar que son los nervios. Vaya manera de empezar el día.
Un chico intentando fumarse un cigarrillo con tranquilidad. Una chica que se dedica a caerse encima de la gente, sumándole, a que se dedica a ser parlanchina, mientras dice frases motivadoras. Vaya manera de empezar el día.
Ya se ha levantado del suelo, esta vez creo que sí que está avergonzada, porque no se atreve a decir ninguna palabra. Se mantiene en silencio. Veo como extiende su mano hacía mí, diría yo, que se va a presentar.
No escucho nada, debido a que me he puesto mis auriculares, giro el eje de mi cuerpo, para encaminarme a las clases. Lo menos que quiero en estos momentos es albergar contacto social con el resto de la humanidad.
Pienso en lo último que me ha dicho esa chica, podría pensar con total libertad que es rara. Es decir, no todos los días pasan cosas así. Pero si analizará un poco la situación, parece más normal que la mayoría de los chavales del instituto. Lo único, que debería tener cuidado con lo que dice. Me sonrojo un poco por lo que me ha dicho.
Por favor, la especie humana cada vez me sorprende más.
Pensado esto, me dedico a entrar dentro del aula, mientras todas las miradas se clavan en mi persona. Va a ser un día muy largo.
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