Día 88 (Maratón 2/14)
Aún era temprano en la mañana y aún estaba desayunando cuando escuché que tocaban la puerta del café.
Vaya sorpresa me llevé al ver a Lovino fuera, le dejé entrar y por su aspecto era notorio que le habían golpeado.
"¿otra vez?" le pregunté. Él asintió sin levantar la vista.
Le curé las heridas, y aunque le insistí en ir a dejarlo a casa -ya que decir que fuera a la escuela era totalmente inútil a estas horas- se negó. Demasiado.
Luego simplemente se encerró en la cocina y me obligó a abrir el café más temprano de lo normal.
Lo peor, no podía quejarme ya que la clientela era feliz y hasta dejaba propina.
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