Día 24.
En el silencio de la mañana, me encontraba yo viendo televisión, mientras por fin me había decidido a retomar un libro de matemáticas y repasar.
Después de todo debo esforzarme para entrar a la universidad el próximo año.
Ya pasada la tarde, casi al anochecer, por la puerta del café -que hoy en verdad no había entrado nadie- entró Lovino.
Lo miré con curiosidad y le iba hablar cuando observé su estado.
El uniforme estaba desarreglado y embarrado al igual que su cabello, y lo poco que le pude ver del rostro, el labio lo tenía roto y le sangraba, la mejilla estaba hinchada y morada.
Se sentó frente al mesón y apoyo su cabeza sobre el mismo, vi sus ojos cerrados, ambos hinchados y rojos.
El corazón se me contrajo al verlo así, y no pude evitar acariciarle el cabello, fueron unos minutos en los que nos quedamos así.
"Te curaré las heridas" le dije, el solo hizo un gesto con la cabeza, yo fuí a buscar el botiquín al segundo piso.
Pero cuando volví Lovino ya no estaba, me preocupé, en verdad lo hice, casi corrí a la puerta y salí, miré a mi alrededor pero nada, ni rastro de que Lovino estuviera cerca, y volví a entrar.
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