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CAPÍTULO 1

01 de Diciembre de 2024

Aurora

Más de veinte llamadas perdidas cuando decidí prender nuevamente el celular.

El sábado en la noche no pude terminar la noche como la tenía planeada con mis compañeras, ellas quisieron estar ahí para mí, pero no las dejé. Simplemente quería hacerme una bola en mi cama y no saber nada de nadie.

Llegué antes de la media noche, y desde ahí hasta hoy lunes que tocaba volver a la realidad del trabajo.

Escuché por décima vez la alarma sonar, y como si ya fuera de manera automática, la apagué y reinicié para otro horario. Hoy más que nunca no me sentía con ganas de ir a la empresa. No tanto por ver a mis compañeras y ver sus caras de lástima hacia mí. Sino por el hecho de que desde anoche a mi jefe, Alexander Moreau, el CEO de Moreau Enterprise, le había picado la mosca de dejarme más trabajo para esta primera semana de navidad.

Básicamente soy como su secretaria, tengo todo planeado y organizado para las campañas de todas las marcas que trabajan con Alexander. Es como si él fuera el dueño de cada una, pero únicamente se dedica a que todo su equipo, haga las campañas necesarias para todo el año. Ahora estamos dedicados en casi la totalidad de nuestro tiempo, a uno de los centros comerciales más grandes de la quinta avenida.

El dueño contrató a Alexander para que Moreau Enterprise sea la encargada de llevar a cabo todo el marketing del centro comercial. Desde ingeniarnoslas para los posters de cada local, hasta de las imágenes de los televisores que hay en algunos pasillos... definitivamente había mucho trabajo por hacer. Pero el gruñón de mi jefe tuvo la maravillosa idea de realizar una puesta en escena para los días previos al 24 de diciembre, lo que implicaba ponerme más trabajo del que ya generalmente tenía.

No sólo me tocaba buscar a los encargados que colocar la plataforma, sino también de conseguir con tan poco tiempo, a los actores y actrices de la puesta en escenario, lo cual no era una tarea fácil. Pero como decía mi hermano: nada le quedaba corto a un Davies.

Dejé a un lado toda la pereza que podía existir en mi cuerpo, y con un solo impulso, logré levantarme de la cama. Justo a tiempo para escuchar el timbre de mi apartamento.

Caminé a pasos muy adormilados hasta la puerta, sin dejar pasar la costumbre de mirar por el pequeño agujero y saber quién estaba del otro lado.

Mi ceño se frunce ya que era la última persona en imaginar que venía hasta mi casa.

Alexander Moreau se encontraba esperando con paciencia a que le abriera, y de primera mano, sabía que él y la paciencia no es que fueran muy amigos.

Suspiré con cansancio ya que no tenía el tiempo suficiente para irme a arreglar... tampoco es que me importara mucho. Podía ser mi jefe y demás, pero no era que le importara mucho verme recién levantada, nos había tocado en varias ocasiones, dormir en la oficina por campañas muy duras de llevar a cabo.

No es que fuera la primera vez de él de verme así.

Abrí la puerta controlando un bostezo, y lo primero que noté fue una taza de café en toda la mitad de mi rostro, como si me estuviera saludando.

— Pensé que lo necesitaría. — No dejé pasar el acento francés de mi jefe.

— Gracias, señor.

Lo dejé pasar, esperando que me diera la espalda, para poder respirar el aroma del café recién hecho.

— No se quede ahí, Davies.

Salgo de mi ensimismamiento y cuando alcé mi cabeza, noté los ojos verde claro de mi jefe llenos de burla.

— Lo siento, señor Moreau. El café siempre será mi debilidad.

— Eso lo sé, Aurora. Y por favor, déjeme de llamar señor, no soy tan mayor que usted.

Asentí mientras tomaba un largo sorbo de la bebida caliente, dejando que bajara y calentara toda mi garganta. 

— ¿Puedo preguntar qué hace acá, Alexander? — Sabía a la perfección lo brusco que había sonado, pero podía contar con ambas manos las veces que él había estado en mi apartamento, y déjenme decirles que han sido muy pocas.

— Vine para preguntarle si le gustaría acompañarme al centro comercial. Hemos conseguido que la plataforma fuera instalada el día de hoy. Y, hasta donde tengo entendido, usted tenía una entrevista con la agencia que nos ayudaría con los actores y actrices para la puesta en escena.

— Sí, hoy en la entrevista...

— Perfecto, porque ya había hablado con la mánager y ella accedió a vernos en el centro comercial.

Sabía que estaba alzando mis cejas, ganándome una burla de mi jefe.

— ¿Qué le sorprende, Aurora?

— Que todo lo tenía perfectamente calculado.

— Bueno... no todo exactamente. No me llegué a imaginar que mi "casi" secretaria, me fuera a abrir la puerta de su apartamento en una pijama tan navideña que a cualquiera le despertaría el instinto navideño.

Inmediatamente, mis ojos bajaron hacia mi pijama de pantalón de rayas verdes y rojas y mi camisa que hacía una perfecta combinación. Sin mencionar mis pantuflas que tienen unos renos con cuernos, sí, cuernos en ellos que resaltaban aún más.

— Es de mis pijamas favoritas. Pero con su permiso, me iré a arreglar rápidamente.

— Bien pueda, Davies.

Y como si me hubieran dicho que había descuentos en Ikea, salí corriendo de la sala directo a mi habitación sin dejar pasar a un lado la risa del francés que estaba en mi apartamento.

❄️❄️

Pasó una hora para que yo pudiera estar completamente lista, Alexander suspiró cuando notó mi presencia.

— Nunca llegaré a entender por qué las mujeres tardan tanto en arreglarse.

— Mejor que nunca lo haga, jefe. — Le dije cuando pasé por su lado, no sin antes golpear uno de los gemelos que tenía en sus hombros.

— Como sea, es mejor irnos antes de que el tráfico nos agarre.

Caminamos en silencio por el parqueadero, noté la presencia de Carlo, el chófer de Alexander y quizás, la única persona de completa confianza del señor Moreau.

— Buen día, señorita Aurora ¿cómo amaneció?

— Buen día, Carlo. He tenido mejores días, pero como decía siempre mi mamá: todo pasa por algo y eso es algo que siempre nos dejará alguna enseñanza para hacernos mucho más fuertes.

— Bueno, su madre es una señora demasiado sabia.

— Si que lo es.

No dejamos pasar por alto el carraspeo de Alexander que ya tenía la puerta abierta esperando a que yo me montara.

— No me haré más joven con solo esperarla, Aurora.

Volteé mis ojos y a regañadientes, me monté en el carro.

Mi celular vibró con una notificación de mensaje, miré con cansancio el nombre de Keith y sopecé la idea de si leer o no.

Pero como siempre, la curiosidad mataba al gato.

Keith: Aurora, cariño. Por favor, déjame explicarte bien qué fue lo que pasó. Estaba en tu casa, pero no abriste ¿dónde andas?

Inmediatamente, bloqueé el celular y lo guardé en mi bolso.

Dediqué todo el trayecto a mirar la ventana, de vez en cuando hacía parte de la conversación entre Alexander y Carlo. Pero no me sentía con ganas de generar conversa.

— ¿Todo bien, Davies? — La pregunta hizo que girara hacia mi jefe quien me veía con preocupación.

— Sí, señor. Es solo que me encuentro un poco cansada, eso es todo.

— ¿Segura?

— No se preocupe, Alexander. Ahora me animo un poco.

Agradecí inmensamente que mi jefe hubiera dejado el tema ahí, habría detestado tener que mentirle. Alexander Davies tenía una habilidad de saber quién mentía y quién no. Esa es una de las razones por las cuáles él era uno de los CEO más poderosos de New York. Sabía cómo hacer un buen cierre de negocios y era tan calculador, que nada se la pasaba por alto. 

— Si lo desea, espere aquí hasta que llegue la mánager, Aurora. Tómese un café y es mejor que se espabile antes de que Mallory llegara.

— Sí señor, no se preocupe. Ella me encontrará con la mejor, se lo aseguro.

— Bueno, la dejo. Nos veremos en unas horas para irnos a la empresa.

Con un asentimiento, Alexander me dejó con mis pensamientos. Pero no pasaron ni diez minutos para que dejara a un lado lo que pasó hace dos días y decidiera tener mi rostro de negociadora.

Mallory Matthews llegó un rato después, se presentó de manera muy amable e iniciamos una conversación donde nos permitió conocernos y saber lo que queríamos con esta obra que a Moreau se le ocurrió.

No sé cuánto tiempo me quedé con ella, solo recordaba las risas y fotos que ella me iba mostrando a medida que íbamos planeando todo con detalle. También me prometió estar ahí cuando los chicos y chicas empezaran a ensayar y demás.

— Me alegra que tengamos la misma visión, Aurora. Eres muy talentosa.

— Gracias, Mallory. He aprendido un montón con el señor Moreau.

— Sí... Había llegado a escuchar que él deja que sus empleados sean parte de todo. Es increíble toda su trayectoria.

— Espero no interrumpirlas, señoritas. Pero me parece que Aurora me debe acompañar, tenemos más trabajo pendiente.

La voz de Moreau nos sorprendió y sentí como mis mejillas inmediatamente se empezaron a calentar de la vergüenza que él nos haya escuchado.

— Señor Moreau, es un placer conocerlo.

— Lo mismo digo, señorita Matthews.

Ambos se saludan y de manera rápida, sigo los pasos de mi jefe.

Lo seguía con mi cabeza agachada por la vergüenza que me carcomía por dentro, no sabía qué hacer en estos instantes. Era muy posible que para el final del día, ya me encontrara sin trabajo.

Dios... de solo pensarlo, mi mundo se iba para abajo.

Nos montamos nuevamente en su carro, y me hice lo más alejada posible. Inclusive si el espacio era muy reducido.

— ¿Pudieron arreglar algo, Aurora? — No dejé pasar por alto la burla en su voz.

Respiré hondo y conté hasta cinco para luego sacar de mi bolso, el contrato que Mallory me había entregado mucho antes de que él nos encontrara hablando.

— Ya está firmado por el jefe de la escuela al igual que ya cuenta con la firma de Mallory. Ella quería que usted firmara ahí también, pero dado que nos fuimos antes de lo previsto...

— Hmm, lo revisaré y cuando lo haya firmado, me gustaría tener una conversación con ella. Pero confío en que ambas congeniaron en varias cosas y tendrán ya algo más o menos estructurado.

— Tal como lo dijo, hemos creado ya mitad de escenario. Todo se encuentra en la tablet de ella, pero quedamos en que me mandaría todo para que usted mismo lo revisara.

Nuestros ojos se encontraron por un instante, pero él es quien primero suelta la mirada para revisar su celular.

Cerré mis ojos esperando que mi ritmo cardíaco se ralentizara un poco, apoyé mi cabeza en el cabezal y me dediqué únicamente a mirar como el viento hacía que las pocas hojas de los árboles cayeran, mientras mi mente recordaba nuevamente el beso de Keith y Francesca. En ese momento, me lamenté no haber entrado al restaurante aquella noche y haberle pegado una cachetada a ambos. Pero ya lo hecho, hecho estaba y sólo me tocaba seguir adelante. 

❄️❄️

El día se fue demasiado rápido, una vez llegamos a la empresa. Pasé todo el resto del día en la oficina de Alexander, mirando contratos, arreglando detalles en las imágenes que irían en los carteles del centro comercial. Toda la oficina como tal, fue un caos de papeles, pero ya cayendo la noche, dejamos todo organizado, de tal manera, que parecía que nada hubiera pasado.

— ¿Vendrán por usted, Aurora?

La voz de Alexander hizo eco mientras yo agarraba mi bolso y saco.

— No señor, yo agarraré un taxi. Quedé de verme con mi mamá para ir a cenar con mi hermano y su hija.

— ¿No le gustaría que la llevara? Digo, a estas horas el tráfico siempre es terrible.

— No se preocupe, señor. Ya yo pedí uno.

— Bueno, Aurora. Que tenga una excelente cena con su familia.

Salí inmediatamente él dejó de hablar y me encaminé hacia la entrada del edificio Moreau donde ya se encontraba esperando el carro que me llevaría donde mi mamá.

❄️❄️

La cena estuvo agradable, hacía mucho rato no veía a mi sobrina ya que ella vivía en Texas con su mamá, pero vino a pasar las fechas con nosotros.

Noah y Lucianna tenían un acuerdo con Margot ya que ambos decidieron separarse luego de varios años juntos. Fue algo que nos dio muy duro, pero agradecía que siguieran en contacto por su hija.

Mi hermano me dejó en la entrada de mi apartamento y con un abrazo nos despedimos con la promesa de que mañana me dejaría temprano en el trabajo.

Dejé mi bolso y saco en la sala y fui inmediatamente a mi cama, no sé si fue el ajetreo del día de hoy, o que ya mi cuerpo pedía un descanso luego de haberle llorado a Keith todo el fin de semana que apenas toqué la almohada, caí en un profundo sueño, donde sólo me quedaba pensar en mi nuevo futuro.

Uno sin Keith. 

Hola hola, ya sé que no es 08 de diciembre y me salté un día, perdón. Es que ayer domingo permití que la flojera se apoderara de mí.

¿Qué les pareció este capítulo?

¿Nos leemos hoy más tarde?

Dejen sus corazones grises.


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