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1. Creep [Aldebarán & Aiolia]

«Santuario, 08 de mayo.

Aldebarán:

Te escribo estas líneas hoy que es tu cumpleaños.

Quiero felicitarte y desearte que lo pases muy bien en compañía de las personas que te quieren y que se cumplan todos tus deseos.

Te dejo esta nota con un pequeño detalle que espero te guste. No es mucho, pero no sabía qué más darte y confío en que sea suficiente para demostrarte lo mucho que te admiro y te respeto.

Ayer por la noche, cuando estuviste aquí, no pude mirarte a los ojos. Atravesaste la puerta de mi este templo que se supone, es mi hogar y me pediste que te dijera qué sucedía conmigo. No pude decirte la verdad de viva voz.

Te vi preocupado por mí. Estabas tenso y parecías incordiado mientras yo arreglaba la casa de Leo guardando todas mis pertenencias en cajas. Sé que debo ser sincero contigo y reconozco mi cobardía por no decirlo de frente, pero son tantas las cosas que me gustaría decirte...

Simplemente, las palabras no me salen cuando estás frente a mí y por ese motivo, me oculto en la seguridad de esta carta, temiendo tu reacción a esta confesión.

Temiendo no soportar el presenciarla.

Reconozco que a últimas fechas, me funciona más estar en las sombras, como un bicho rastrero. 

Sí, soy un bicho. Ante los ojos del Santuario me catalogan así, por compartir sangre con el traidor de mi hermano. 

Creen que soy cómplice de él, que soy tan falso como Aiolos. Piensan que sabía lo que iba a suceder y me tratan como a una basura por haberme quedado en el Santuario.

Soy un ser al que se debe aplastar con la bota, reventar con los puños y escupir a mi paso, sin importar que tenga una armadura dorada.

Y no sabes lo mucho que me costó demostrar con cada acto mi fidelidad a Athena, cuánto he trabajado para limpiar el nombre de mi familia.

El mío...

Y a ti puedo confesarte sin temor que me cansé, que hay una pregunta que me ronda la cabeza una y otra vez. 

¿Qué rayos estoy haciendo aquí?

No logro comprender qué hago en el Santuario dejando que todos me pisoteen, que me maltraten, me desprecien, me tachen de traidor y me hagan sentir peor que basura.

En un mundo hermoso, entenderían que soy inocente, que soy uno más de los que fueron dañados por los actos de Aiolos, pero no es así.

Desearía ser especial, tan especial como tú, Aldebarán, pero no lo soy. Y sé que por más que me duela dejarte de ver, no pertenezco aquí, al Santuario.

Haré caso de aquellos que me persiguen, que acosan hasta mi sombra y me iré de aquí. Sé que no es un buen día para hacerlo, pero debo informarte que decidí tomar la misión que el Patriarca me ofreció.

No me importa si duele, si llego a morir, pues cada golpe recibido por los caballeros que se dijeron mis compañeros, me deja más herido que ayer. 

Me hace sentir más desestimado que ayer.

Por un día, quisiera tener el control y llegar a ser el alma perfecta para que me notes, pero insisto, soy insignificante.

Cada jornada termina mi piel con más heridas. Sé que los caballeros estamos atados al destino de sufrirlas, pero sólo para ti, quisiera tener un cuerpo perfecto. Uno que te provoque acariciar, que no sientas repulsión por él.

Sí, Aldebarán, lo reconozco, me gustas.

Para mí, eres como un ángel. Imaginar el contacto de tu piel me hace llorar de anhelo, desearía sentirlo, porque presiento que sólo con ello, con el toque de tu mano, sanarías mi corazón.

Te veo caminar y a pesar de tu gran altura, son tus convicciones las que te hacen flotar como una pluma. No tienes idea de lo que siento cada vez que te encuentro y es que...

¡Eres tan jodidamente especial!

No lo ves, no te lo crees y quisiera decirlo en tu cara, pero no puedo. Soy producto de lo que hicieron conmigo tantos años de abuso. Soy un traidor, soy una basura. Me siento así y nada que pueda decir, lo arreglará.

Sólo mis acciones. Librando esta pelea demostraré a todos los que me señalaron, que pueden confiar en mí.

Que soy fiel a Athena.

Anoche te vi irte por la puerta y desee correr y correr y correr hasta ti. Poner mi mano sobre tu gran brazo y pedirte que por hoy, olvides quién soy, que me permitas darte un abrazo por tu cumpleaños.

En un mundo hermoso, aspiraría a que te fijaras en mí y aceptaras ese simple gesto que sanaría todas mis heridas con una simple sonrisa de tu rostro.

En un mundo hermoso, podría confesarte en el rostro cuánto me gustas y esperar ansioso tu respuesta creyendo que soy un alma perfecta, que tengo un cuerpo perfecto al que puedas amar.

En un mundo hermoso... pero no lo es.

Esta realidad me asfixia y me frustra. Me declaro agotado de pelear y aún así, iré a combatir a la que intenta usurpar el lugar de nuestra diosa en Japón y daré todo lo que esté en mis manos para salir victorioso, pero si no lo logro...

No llores por mí, no sufras, ni me defiendas. 

Tienes un alma tan pura, que no es arrogancia el esperar que reacciones así. Creo que te conozco lo suficiente y sé que lo harías, porque fuiste uno de pocos que se atrevió a reconocer en mí, la inocencia.

Fuiste uno de pocos que no me golpeó, que no me humilló, que no me miró con desprecio. Y sólo por eso, me siento agradecido.

Sólo por eso, es que me gustas. Por tu corazón tan gigante que no cabe en tu pecho, por tu amabilidad y comprensión. Por eso y mucho más, es que te quiero. 

Porque tú, a pesar de lo que dicen en el Santuario, que eres un gran combatiente y un fiel caballero de Athena que odia la traición, jamás me pusiste una mano encima. 

Eso alimentó mis sentimientos y lamento elegir este día tan especial para confesarlo. Sin embargo, puede ser la última vez que pueda dirigirme a ti.

No soy un dramático, sé que quienes han ido tras esta falsa Athena, no han vuelto. 

Quizá es la forma que el Patriarca utiliza para deshacerse de los traidores. Ya lo comprobaré.

Mientras tanto, gracias, Aldebarán.

Gracias por no maltratarme, por no humillarme, por no golpearme. Gracias por analizar al detalle todo y no juzgarme. Y si no es así, no importa. Agradezco que a pesar de tu gran fuerza, jamás la usaste en mi contra.

Espero que hoy, en tu cumpleaños, tengas lo que sea que te haga feliz, que logres lo que sea que quieras porque te lo mereces, porque eres muy especial.

Créelo. Eres un ángel, eres un hombre excepcional y mereces todo en la vida.

Aiolia».



Helios estaba próximo a recorrer el cielo con su carro, cuando dejé la carta y la caja de chocolates colgadas de un hilo frente a la puerta de la habitación de Aldebarán. Temía que si las dejaba en el piso, las fuera a pisar si despertaba aún dormido o cualquier otro, que lo viniera a felicitar.

Me alejé de su casa con el corazón apretado, pasé en silencio por el solitario templo de Aries con rumbo a Rodorio y de ahí, está el transporte que me trasladará a Japón.

El peso de mi Pandora Box en la espalda es una compañía agradable. Mi armadura reposa dentro como un león descansando antes de la batalla contra esa usurpadora y los caballeros de bronce.

Espero hacer justicia a mi nombre, demostrar a todos mi fidelidad a Athena. Sé que los caballeros que han enviado, no volvieron, pero soy Aiolia, el santo dorado de Leo. Debo hacer frente a esta problemática y salir victorioso.

No debería morir, pero si esto es una trampa del Patriarca, estoy listo para enfrentar mi destino. 

Mientras los demás me golpeaban y humillaban, entrené con más fuerza y dedicación. Tenía que hacerme más y más fuerte para salir adelante contra lo que viniera a encontrarme.

Sabía que en mis batallas, estaría solo.

¿Quién querría a un traidor como su compañero de armas?

El carro de Helios aparece por fin, las primeras luces van asomándose tímidas en tonalidades naranjas y rojizas que combaten a la oscuridad. El bien va triunfando sobre el mal. 

La esperanza se planta en mi corazón y con esa emoción, aspiro profundo el aire del Santuario percibiendo los olores que reconozco y sabiendo que hoy se va un traidor, pero en pocos días, volverá un caballero fiel a Athena.

Puedo con esto, haré las cosas bien y nadie más me señalará.

Si todo sale como espero, quizá hasta pueda pararme frente a Aldebarán y mantener mis palabras en su cara. No me ciego, pues sé que si bien él no me golpeó, eso no significa que yo le guste.

Mi alma no es perfecta para esperar que él pueda corresponderme. Lo sé, lo acepto y me resigno a estar solo durante las batallas. Al menos, quitaré la mancha de la traición de mi historia y espero que las vejaciones terminen de una vez.

Mis ojos logran vislumbrar las fronteras del Santuario a unos cien metros de distancia. Los caballeros que custodian el lugar, me dan la espalda y me dejan solo en mi camino. No los juzgo y mucho menos los disculpo.

Hoy, es así, pero mañana, será diferente...

Una enorme sombra cubre mi cuerpo desde mi espalda, aparece frente a mis ojos y por instinto, volteo con el corazón agitado esperando que sea uno de los tantos acosadores que todavía se sienten con el derecho de agredirme.

Lo que encuentro, me deja sin aire. El corazón salta en mi pecho y mi respiración se vuelve errática.

— ¿Aldebarán?

Mis orbes se pasean por el rostro serio y esas cejas fruncidas en el centro. Tiene un gesto disgustado y de inmediato, bajo la cabeza avergonzado.

— ¿Tanto te ofendí con mi carta? — concluyo con pesar, mi corazón se desgarra con violencia, mi boca queda amarga —. Sólo puedes ignorar lo que...

— ¿Estás loco o acaso tantos golpes contra los pilares te dejaron mal de la cabeza?

Nervioso, me rasco la nuca sin saber cómo reaccionar o qué decir. Mi estómago se revuelve y contengo las náuseas. Me veré patético si termino vomitando la bilis a sus pies.

— ¿Lo siento?

— ¿Me preguntas o me respondes, Aiolia?

Rasco con más fuerza mi cabeza desesperado. Soy el caballero de Leo y me siento tan amedrentado por su presencia, que me convertí en un gato casero.

— Si te disculpas, Aiolia. ¿Qué te motiva? 

Mis ojos vuelven a levantarse con timidez. 

Ni yo mismo me reconozco. Éste no soy yo y al mismo tiempo, soy lo que los demás hicieron de mí. Me convirtieron en un chico temeroso del rechazo, me obligaron a ser solitario. 

Sé que soy uno de los grandes del Santuario, no por nada soy un santo de oro y al mismo tiempo, me siento un patético humano fingiendo que nadie me lastima cuando en realidad, todos lo hacen.

— Por decirte lo de la carta — respondo con la mente aletargada —. Por... — pienso esta vez mejor. — Por insultarte en tu cumpleaños al decirte lo que siento por ti.

— Respuesta incorrecta, Aiolia — resopla el toro con gesto más molesto aún —. Esa parte fue lo mejor de tu carta y no es lo que me tiene tan furioso.

Siento la cabeza como si me hubieran golpeado con un mazo. Las ideas vagan como pájaros huyendo de un depredador, sin orden, sin rumbo, caóticas. Parpadeo muchas veces, vuelo a rascar mi nuca en un tic más que desesperado.

— ¿T-te parece bien que me gustes? — indago pasmado, aturdido, con el corazón sangrando y esperando su respuesta

— ¿Por qué no habría de ser así? — su voz suena más impaciente.

— Bueno, supongo que a todos nos gusta saber que somos atractivos — desvarío intentando ordenar las ideas en mi cabeza.

— ¡Eres un idiota, Aiolia! — brama iracundo —. ¿Acaso me crees tan superficial para venir acá sólo porque halagaste mi ego al decir que te gusto?

Respingo tensando el cuerpo, dando un paso atrás amedrentado de ver esas manazas convertirse en puños duros cuando las aprieta a los costados de su cuerpo. No temo que me pegue, mas odio la idea de que esté tan frustrado.

— ¡No sé qué quieres! — confieso afligido, con un dolor en mi tabique nasal que se extiende como llamarada hasta mis pulmones —. Lo reconozco, me gustas, Aldebarán. Me gustas demasiado y sé que no eres superficial, que eres un hombre bastante fiel a tus ideales. Eres fuerte, firme, decidido, pero no sé qué decir para no parecer un idiota ante tus ojos. Tengo pánico de que me desprecies como los demás.

Aleteo mis manos para sacar el estrés que me carcome la carne, sintiendo que mis ojos empiezan a doler. Mis lagrimales se activan con este shock tremendo al confesar mis sentimientos por el hombre que me gusta, con la desesperación de saber que si cometo un error, cualquier error, no volveré a tener una oportunidad para acercarme.

— Tú no eres un idiota ante mis ojos — susurra el gran toro que niega con la cabeza tristemente —. Ven acá.

Abre sus brazos y me llama con sus dedos. Me quedo estupefacto, mis miembros se niegan a colaborar. Es más, no sé ni qué está queriendo Aldebarán con esto.

— ¡Ven y dame mi abrazo, Aiolia! — exige con fuerza —. Es mi cumpleaños y no me has felicitado en forma, dijiste en tu carta que querías darme uno. ¿Acaso ya te arrepentiste?

Sacudo la cabeza con rapidez y fuerza. Las cuerdas vocales se han ido de paseo y no dejaron nota de su paradero. Trago saliva duro y me desprendo de la Pandora Box. La dejo a un lado y recorro la distancia entre nosotros con nerviosismo. 

Si me atreviera a ser sincero, reconoceré que tengo miedo.

¡El león tiene miedo de un simple abrazo!

Con timidez, intento acomodar los brazos sin éxito buscando una posición que no incordie al otro. Es él quien me atrapa con impaciencia y me lleva contra él. Nuestros cuerpos impactan y hundo mi cara en su firme tórax. Aspiro su aroma a caoba y madreselva que me relaja en automático. 

Nunca esperé que tuviera tan buen olor...

El aire escapa de mis pulmones con una exhalación audible. El abrazo es justo como imaginé y mucho más.

Su calor es fantástico, mis brazos lo rodean perfectamente y presiono mi frente contra su hombro. Lo siento alrededor mío, creando una protección total donde nada puede dañarme. Se convirtió en un instante, en un magnífico refugio cálido, amable y dulce. Mis manos se aferran a su camisa con más fuerza, reconozco que es maravilloso estar así con él.

— También me gustas, Aiolia.

Su voz llega cálida a mi oído, su aliento estremece mi piel. Estoy en shock. El saber que me corresponde, me introduce en ese mundo hermoso al que creí jamás alcanzar. 

La vida se ha convertido en los Campos Elíseos, mi corazón late como un tambor con tanta fuerza bien lleno de algarabía, que puede escucharse hasta la habitación del Patriarca.

Volteo hacia su rostro canela cincelado a mano, sus pupilas lucen tan bellas como la profunda e inexpugnable Amazonas, capaz de las más hermosas creaciones del mundo y al mismo tiempo, tan mortal para aquellos que se atrevan a lastimarla.

Un sonido rompe nuestra comunión, sale de mi boca y es una risa que emana cantarina. El peso que traía sobre mis hombros se desvanece, no puedo poner en palabras lo que siento en mi pecho, pero sé que una semilla ha germinado e invade cada vena y arteria con una savia pura y cálida.

Me siento vivo. 

Vivo y libre con sólo estas palabras y un simple abrazo que para mí, es más preciado que el peso de los caballeros del Santuario en oro.

— ¿Cómo...?

Su dedo índice se posa en mis labios. Aldebarán niega con la cabeza y sus labios se expanden en una sonrisa divertida. Nuestras frentes se unen y respiro profundo su aroma, sinónimo de libertad, de alegría, de felicidad. 

Dejo caer mis amarras, las cadenas que me sujetaban a la amargura y siento que vuelo con él.

— Nunca me acerqué porque temía no ser correspondido — reconoció el Tauro con voz suave —. Ahora que lo sé, tienes que prometerme algo.

Levanto mis párpados quedando atrapado por esos ojos de obsidiana que brillan con determinación. Asiento con la cabeza como respuesta. Mi voz se ha ido retozando de alegría y no sé si lograré atraparla. Percibo mi corazón tan grande, que temo se rompan mis costillas.

— Sé que no tienes tiempo qué perder. Así que irás a tu misión y volverás a mí — su voz suena ronca y traga grueso —. No puedes decir que te gusto y marcharte para no volver. No seas insensible, ni un patán.

Me ofendo porque use esas palabras contra mí.

— Júralo, Aiolia — insiste con vehemencia Volverás a mí.

— Te lo prometo, Aldebarán — susurro con un hilo de voz —. Pelearé con todas mis fuerzas y volveré a ti.

— Entonces sabes que puedes darme un mejor regalo de cumpleaños, que una carta de la que después hablaremos largo y tendido, así como una caja de chocolates que se desvanecerá muy rápido jugueteó con la apuesta  Dame algo que me quede cuando te marches, cuando no estés a mi alrededor.

Dejo de respirar, hasta que el dolor por la necesidad de aire, me trae de nuevo a la realidad. Mis mejillas se ponen rojas y me rasco la nuca un poco dudoso. El toro me sacude un poco impaciente, haciendo que la risa vuelva nerviosa y es que estoy abochornado porque nunca estuve así con nadie. 

Por otro lado, Aldebarán no es cualquier persona y...

Un alzamiento de la ceja izquierda del Tauro me suelta las palabras sin necesidad de pensar. 

— Quédate conmigo hoy, Aldebarán. Acompáñame a Rodorio para tomar mi transporte le pido con el corazón en la mano, con las esperanzas en estas palabras que continúan con la emoción que él despierta en cada poro de mi ser . Y cuando vuelva, quédate conmigo por el resto de nuestras vidas hasta que nuestros cosmos se unan al universo y pasemos todos tus cumpleaños juntos entre estrellas y galaxias.

— ¡Hecho! lo escucho decir con voz tomada por la emoción —. Sin embargo, eso no era lo que quería de regalo...

Aldebarán sonríe con malicia y me siento avergonzado porque no he tenido el valor de ir más allá. Me doy el empuje mental y emocional que me falta. Llevo mi mano a su mejilla y la arrastro hasta su cabello. Acaricio la punta de su nariz con la mía y siento nuestros cosmos equilibrarse en armonía.

El sol aparece en el horizonte, con esas luces doradas, paso la mano por su espesa cabellera sujetando suavemente su nuca. Aldebarán baja su cabeza y atrapo sus labios con los míos o quizá es al revés. La verdad, no me importa.

El beso inicia dulce, suave, explorador. Conforme nuestros cuerpos se calientan, se convierte en pasional e intenso. Jadeo contra su boca, escuchando un par de gemidos de la suya que se convierten inmediatamente en mi melodía favorita.

Sé que voy a la guerra, pero hoy, en este momento, entiendo que el Santuario ha cambiado radicalmente. 

Si soy un traidor, ya no me importa serlo, pues Aldebarán me corresponde. Tengo un hogar al cual volver. Tengo alguien por quién luchar.

Pelearé por un toro perfecto en cuerpo y alma. Mío, como soy suyo.

Y eso, vale más que mil pruebas por el honor...



¡Hola! ¿Cómo va?

¡Feliz cumpleaños, Aldebarán!

Hoy, es el día del santo de Tauro y en sintonía, prometí hacer un fic para él. 

Este One-Shot se une a la campaña #TauroNeedLove de CourSiren y espero lo hayas disfrutado tanto, como yo haciéndolo.

Seguiré subiendo One-Shots hasta terminar los 30 Songfics, todos dedicados a los Tauro, así que exploraré las ships que se me ocurran o me aconsejen mis diablitos en el hombro.

¡Hasta pronto!


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