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✯DÍA CERO✯

Música: Bad Reputation by Shawn Mendes

DÍA CERO

_________________________

—¡Estás tragando moscas, niña! —Me cierran la boca de golpe.

—¡Auch! Hiciste que me mordiera la lengua, idiota. —Le doy un manotazo.

—Eso es para que dejes de andar en la nebulosa. —Sasha pone los ojos en blanco—. A ver, ¿en qué tanto andas pensando?

—En nada. —Aunque en realidad sea en todo.

—Sí, estás súper rara desde que llegaste —la secunda Fernanda antes de pedirle al mesero que agregue una ración doble de pan tostado con ajo a nuestro pedido.

—Guao, no sabes la envidia que le tengo a tu novio —le suelto cuando el muchacho se va.

—Pero si yo no tengo novio. —Me mira con sus ojos verdes entrecerrados.

—¡Ahora ya sabes por qué! —Sasha se echa a reír—. ¿Qué chico va a querer que lo quemen a besos?

—No sean idiota, que para eso llevo conmigo estas pastillitas de menta a todas partes. —Sacude la cajita haciéndolas tintinear—. ¿Lo ven? Adiós al mal aliento, bienvenido los panes con ajo.

—Alerta dragón —se burla Sasha modulado la voz y consiguiendo que Fer se enfurruñe en su silla, cubriéndose el rostro con su melena naranja.

Nos echamos a reír.

—Oigan, hablando de chicos... ¿se fijaron en el culazo que tiene el mesero que nos atendió? —Daniela señala la puerta del local por donde el chico ha desaparecido.

—Por Dios, no seas tan puerca. Ese muchacho debe tener unos diez años menos que tú —la regaña Amy, acariciando la bola de pelos que tiene sobre las piernas.

Porque sí, Amy es de la clase de chicas que sale de copas con sus amigas cargando a su gato metido en el bolso.

Súper normal.

—No creo que sea menor edad. —Dani sacude la cabeza, consiguiendo que los risos le reboten en la cara—. Solo tiene cara de niño, como Shawn Mendes, y eso es súper cute.

—Dani, por Dios, tienes veintiocho, y ese chico qué... ¿dieciocho? Veinte cuando mucho —resalto.

—¿Y qué? —Se encoje de hombros—. En el amor no hay edad. Pienso pedirle el número antes de irnos.

—Definitivamente la pedofilia es contagiosa —canturrea Fer mirando sin disimulo a la rubia de ojos azules a mi lado.

Sasha abre la boca, indignada.

—¡Que solo tenía cinco años menos que yo cuando nos acostamos! —Se defiende por enésima vez de lo que, según ella, son injustas declaraciones.

Por lo que yo me veo en el deber de recordarle que...

—Él chico era menor de edad cuando te acostaste con él, Sas.

—Diecisiete años, once meses, y veinticinco días —especifica—. Y ha sido el mejor polvo de mi vida. ¡Madre mía! Una maquinita de placer.

—¡No nos interesan los detalles! —le gritamos todas a la vez, pero ella nos ignora.

—El chico me hizo una cosa con la lengua, que... ¡Por todas las pollas que me he comido! Les juro que no había experimentado jamás. Literalmente terminé eyaculando, chicas. Mi vagina parecía la desembocadura de un río.

Las cuatro arrugamos la cara con esa imagen mental.

—¿No será que te orinaste? —inquiere Amy, inocente.

—No, linda. Eso se llama Squirt. Aunque sí, en parte es orina —le aclaro yo.

—Vaya, Les, para ser tan santurrona sabes bastante sobre el tema. —Daniela se apoya los codos sobre la mesa y la barbilla sobre sus manos, mirándome.

Pongo los ojos en blanco.

—Me gusta darle uso a esto. —Me toco la frente—. Y a eso. —Me acomodo los lentes—. Leo mucho, es todo. Deberían intentarlo ustedes también.

—¡Pero que ácida estás hoy! ¿Qué te pasa? —Sas me hace girar para que la mire, pero yo solo puedo negar en respuesta. No estoy segura de que sea buena idea compartirles eso que me tiene así, tan rabiosa. Y es que sí, es un chisme de los gordos, de esos que entre nosotras no nos guardamos jamás. Pero al mismo tiempo es algo tan... personal—. En fin, el punto es que... ¡Aún conservo las tangas que Manu me quito aquella noche!

—No jodas, Sas, ¿hablas en serio? —Amy abre mucho los ojos mientras su gata maúlla una queja cuando lo deja de acariciar.

—Tan en serio que... —Ella comienza a rebuscar algo en su bolso— se las puedo enseñar —canturrea luego con orgullo, sacando un minúsculo triangulo de tela negra medio traslucida que deja colgando de su dedo como si fuera un péndulo.

Los ojos de Amy dejan escapar un destello de espantosa curiosidad, los de Fernanda, de repugnancia, los de Daniela, de admiración, y los míos, de pena ajena.

—Juro que si a mi teléfono no se le hubiera dañado la cámara, te sacaría una foto —señala Dani con una sonrisa.

—Pues házmela con el mío.

—Por Dios, no. —Estoy a punto de esconderme debajo de la mesa—. Guarda ya esa cosa, Sas, que la gente está comenzando a mirarnos raro.

—¿Esa cosa? —Parece indignada—. Este es mi recuerdo más preciado. ¡Mi más grande tesoro!

—Sí, ya, ya. Ahora guárdalo, que hay viene el niño del culazo con nuestra comida. —Señalo al chico que camina con unas bandejas atiborradas de platos y vasos en nuestra dirección.

Sas me da una mirada puntiaguda antes de obedecer.

—Aquí su orden, señoritas. —El chico nos sonríe mientras va colocando la mitad de nuestro pedido sobre la mesa—. Enseguida les traigo el resto. —Se va, y Daniela no lo pierde de vista hasta que un minuto después regresa con lo demás. Incluido los panes de ajo—. Que lo disfruten.

—Muchas gracias, guapo. —La morena le guiña un ojo—. ¿Cómo te llamas? Si se puede saber.

Él se alborota el cabello, ruborizándose.

—Me llamo Ezra.

—Ezra —repite mi amiga con una sonrisa de depredadora que me da un poco de miedo—. Bonito.

—Gracias. —Le sonríe, amable—. Bueno, que disfruten la noche. —El chico hace el amago de retirarse, pero se detiene cuando Dani le pregunta con inocencia fingida:

—¿Eres nuevo por aquí, Ezra?

«Y ya estamos»

—¿Cómo lo supiste?

—El sitio lo es. —Se encoje de hombros, señalando el establecimiento. Taylor's Lunch & Bar, un pub que recientemente inauguraron aquí en la ciudad—. Tengo entendido que la sucursal principal está en un pueblito, tú tienes cara de venir de allí.

—¿Me estás llamando pueblerino? —No suena ofendido, sin embargo, oculto una sonrisa burlona bajo mi vaso de agua, viendo como Dani se pone colorada.

—¡No, no! Discúlpame, no quise que sonara así. —Y está tan nerviosa que se olvida de seguir su libreto de asalta cunas—. Digo, que derrochas una inocencia digna de los pueblitos. Se nota que no te has corrompido con todas esas cosas malas de las ciudades grandes. —«Como tú por lo visto»—. Sabes a lo que me refiero, ¿no?

—Supongo. —Ezra se rasca la parte trasera del cuello, incómodo.

—En fin, que eres muy mono. Las niñas de tu edad estarán locas por ti.

«Por amor a Dios, ya cállate, Dani»

—¿Me estás llamando niño?

Mi amiga comienza a balbucear.

—Madre mía. —Sas parece estar sufriendo tanto como yo con las idioteces de la morena. Le da una mirada al mesero—. Ezra, nuestra amiga Daniela está interesada en ti, ¿podrías por favor dejarle tu número anotado en una servilleta cuando vengas a traernos la cuenta? Ya te llamará luego. Cuando se acuerde de cómo se habla. Gracias.

Ezra primero abre mucho los ojos, sorprendido con el inexistente filtro de mi amiga, pero al recomponerse le sonríe a Dani con una ternura desarmante.

—Me alagas mucho Daniela, de verdad. Pero me temo que no seré yo quien les traiga la cuenta, solo estoy cubriendo a una compañera que viene con retraso. Pero en veinte minutos me tengo que presentar. —Señala la pequeña tarima del local, donde descansa una butaca alta y una bonita guitarra—. Me aseguraré de cantar algo lindo todas ustedes. ¿Tienen alguna petición especial?

—¿Podrías cantar Bad Reputation de Shawn? —Las palabras abandonan mis labios incluso antes de que mi cerebro logre procesarlas.

—Claro, con gusto.

—Gracias. —Dani sonríe, bobalicona. El camarero le guiña un ojo y con un movimiento de mano se despide de todas antes de irse. —¿Escucharon eso? ¡Es un jodido cantante! —Se derrite sobre la silla.

—Sí, y tú tienes cero oportunidades con él —puntualiza la rubia, con su característica mordacidad.

—¿Pero qué dices? ¡Sí dijo que me dedicaría una canción!

—No, Dani, dijo que cantaría algo bonito para todas. Solo fue amable. —Fer le acaricia el brazo con una mano mientras que con la otra se mete un pedazo de pan a la boca.

La morena suspira, triste.

—Tranquila, niña, la noche es joven. Ya encontraremos algunos chicos lindos con quienes pasarla genial.

—¿Por qué siempre sienten que para pasarla bien necesitamos estar acompañadas de hombres? —pregunta Amy con una mueca digna de alguien a quien aún le falta un mundo por conocer.

—Por la misma razón que tú cargas a Pitufino hasta cuando te metes al baño a cagar. Porque eso te genera una satisfacción loca y retorcida, pero satisfacción al fin —le devuelve Sas, levantando una ceja.

—¿Y si dejamos de hablar evacuaciones antes de que termine vomitando en la comida? —gruño.

—¡Habló la que carga la regla! —Me pincha un costado, haciéndome cosquillas—. Estás muy sensible, eh.

—Deja, necia.

—Uy, Alessia, pero en serio, que geniecito el que te traes hoy. —Fer se mete a la boca un bocado de ensalada.

—¿Vas a decirnos qué mierda te pasa? ¿O vamos a tener que sacártelo a base de tequila? —me amenaza Sas dándome una mirada suspicaz antes de dedicarle otra a las chicas, con quienes realiza un acuerdo tácito para hacerme escupir todo lo que me atormenta.

Y lo logran, a medias.

Porque dos horas más tarde, entre música, bailes, tequilas y vodka, ya me tienen contándoles parte de lo que escuché mientras me encontraba escondida en el baño privado de la oficina de mi jefe.

El nuevo presidente de Damasco & Asociados, la compañía número uno de relaciones públicas en el estado de La Florida.

Pero no era mi intensión escuchar a hurtadillas, lo juro. Ha sido el universo conspirando a mi favor.

O en mi contra, dependiendo del ojo con que se mire.

—¡¿Que el jefazo es virgen?!

—¡Chicas! ¿Todo el mundo se tiene que enterar? —Me fijo en las personas del bar que se han girado a mirarnos gracias a sus gritos.

—¡Madre mía! ¿Y no nos pensabas decir nada? —Los ojos verdes de Fernanda me observan chispeantes.

—¡Es que eso forma parte de su privacidad!

—¡En los pasillos de D&A, el concepto de «vida privada» no existe! —exclama Sasha, tomándose todo el vodka que le queda en su copa—. Y eso es gracias a nuestro club, ¿lo olvidas?

—¡Lo sé, joder! Pero es que...

—¿Pero es que qué?

Me muerdo la cara interna de la mejilla, incómoda.

—Estamos hablando del jefe de todos los jefes, chicas.

—Exacto. Estamos hablando de un hombre caucásico de veintisiete años, enigmático, atractivo a rabiar, alto, atlético, amable, bondadoso, millonario... a ver ¿me está faltando algo? Ah, sí, ¡Y condenadamente virgen! —grita Sas—. ¡Virgen, Alessia! ¿Quién cojones es virgen a esa edad?

—Christian Grey no lo era ni por asomo. —Se ríe Fernanda, quien de seguro ya se ha releído como diez veces todas las sombras atrapadas, liberadas y de todos los colores.

—¿Lo ves? Un hombre como Alessandro no puede ser virgen, eso es inconcebible —expresa Daniela.

—¡Pero lo es! —defiendo, sintiendo que sus comentarios están llenos de prejuicios y faltos totalmente de empatía—. Quizá solo se ha pasado la vida esperando a la mujer indicada.

—¿Y se supone que la viperina con la que se piensa casar lo es? —bufa Sasha, vomitando desprecio hacia su jefa directa—Que desperdicio.

Suspiro, consciente de que tiene razón. Hay personas en este mundo que simplemente son malas por naturaleza.

Personas como Verónica de La Vega, que fueron gestadas para ser egocéntricas, mezquinas, viles.

Y después de todo lo que escuché esta tarde antes de abandonar la oficina, todas esas cosas que ni con todo el tequila del mundo sería capaz compartir con las chicas, puedo estar más segura que nunca de que...

—Ella no se lo merece. Verónica no se lo merece a él ni a él ni a su preciada virginidad.

—En eso estamos de acuerdo —pronuncia Amy acariciando a su gato, triste.

El alcohol la pone un poco melancólica, está comprobado.

—Bueno, quizá podamos hacer algo al respecto. —La sonrisa que aparece en los labios de Sasha no me gusta para nada.

Las demás se acercan a ella como polillas hacia la luz. Yo me echo para atrás en la silla, asustada.

—Miedo me da lo que se te está pasando por esa mente tan retorcida, pequeña demonia.

—Ay, Les, no exageres. Solo estoy pensando en eso a lo que tan acostumbradas estamos.

—Escupe —le pide Daniela, emocionada.

—¿Qué tal si le hacemos el favor al jefe de desvirgarlo antes de que lo haga la víbora venenosa?

—¿Cómo que le hacemos...? —quiere saber Fernanda, horrorizada.

—Una de nosotras, me refiero. A menos que al jefe le vayan las orgías.

—¡¿Qué?!

—Deja de gritar, Les. —Me da un empujón antes de sacar su móvil y abrir el calendario—. Según la invitación que nos enviaron, la boda se va a celebrar justo en treinta y dos días. Obviando este fin de semana, a partir del lunes tendremos exactamente treinta días para desvirgar al jefe. Quien lo consiga, es la ganadora de esta apuesta. —Aplaude.

Yo me pongo fría de solo contemplar esa idea.

—¡Me encanta! —celebra Dani.

—¿Por qué no? —Se encoje de hombros Fer.

—Sé que voy a perder, pero me anoto —se resigna Amy.

—Se volvieron loca, en serio —les digo yo a cada una de ellas.

—¿Qué? ¿Tienes miedo de perder? —Sasha me reta con la mirada.

—No es eso, idiota. Es que... ¿Qué se supone que vamos a ganar haciendo eso? Esta no sería como las otras apuestas, aquí no podemos involucrar al resto del personal para sacarles dinero. Es ridículo.

—¿Cómo qué que vamos a ganar? ¿Acostarse con el jefazo no basta?

«Sí»

—No. —Pongo los ojos en blanco—. No basta.

—Bueno, chicas. Como a la amargada aquí presente no le basta un buen polvo, pongo sobre la mesa sus apuestas. Vamos, lo que sea. Cualquier cosa que carguen consigo.

Entrecierro los ojos cuando veo a las demás siguiéndole la corriente.

—Apuesto a Pitufino solo porque sé que me lo van a regresar cuando ganen. Es un gato de gustos exquisitos.

—Si es que alguna lo se lo gana —pronuncio entre dientes.

—Ay, cállate. Que tú eres la que tiene más posibilidades, te pasas el día entero con él.

—¡No me paso el día entero con él! —«Aunque quisiera»—. Trabajo para él, que es diferente.

—Bah, da lo mismo. ¿Fernanda? —Extiende su mano hacia la pelirroja.

—Yo solo tengo estos panes —pronuncia con la boca llena, abrazando la cesta.

«Madre mía».

—¿Si saben que para dentro de un mes esos panes van a estar como una jodida piedra?

—No importa. Lo tomamos. ¿Dani?

Ella pone cara de tragedia.

—Yo solo tengo mi baby bloque. —Nos ensaña su Nokia—. Quizá perdiéndolo me anime a comprarme uno nuevo.

«Le harías un favor a la humanidad»

—Vale. —Sasha comienza a rebuscar en su bolso de nuevo—. Yo apuesto mis bragas. —Las pone sobre la mesa. Y si no me produjeran tanto repelús, las tomaría y se las echaría a la basura. Que puerca—. Solo faltas tú, Les. ¿Qué apuestas?

—Yo no tengo nada qué apostar.

—¡Ay, no jodas! Algo debes tener acá. —Arranca mi cartera del respaldo de la silla y tira todo su contenido sobre la mesa sin ningún tipo de reparos.

—¡¿Qué haces, loca?!

—Buscar algo de valor —me responde registrándolo hasta dar con lo único que guardo en mi bolso capaz de ruborizarme—. ¡Lo tengo! —Alza la caja de condones como una bandera—. Y está sin estrenar.

—¡Baja eso, joder! —le ordeno en un siseo al que ella no le hace ni caso.

En este momento desearía tener un corazón tan oscuro que me permitiera cometer un asesinato.

—Muy bien. Nueva apuesta para el registro —anuncia como presentadora—. El club de las Feas oficialmente entra en competición por el suculento, cotizado y poderoso virgo del jefazo. Los premios para la ganadora: El gato gordo de Amy. La lencería usada de Sasha. Los panes tiesos de Fernanda. El teléfono prehistórico de Daniela. Y los condones sin estrenar de Les. ¡Que la suerte esté siempre de su lado, señoritas!

Ella se echa a reír al terminar y todas las demás la acompañan, divertidas. Yo, en cambio, no podría estar más preocupada.

—Tiene que haber reglas —digo más que nada por resignación, consciente de que nada en el mundo las hará sacarse la idea de la cabeza y que no estamos tan pedo como para olvidarnos de esta noche por la mañana.

Sasha emite un bufido, pero me da igual. Ellas no saben lo importante que es marcar límites en esta locura que estamos a punto de cometer.

Porque, aunque estoy segura que ninguna de nosotras lo logrará, sé que el espíritu competitivo que existe en el grupo —y me estoy refiriendo a Sasha— sería capaz de llevarnos a cometer actos moralmente inaceptables.

Después de todo ya existen dos pedófilas en el grupo.

—A ver, ¿cuáles son las reglas?

—La primera es que bajo ninguna circunstancia el jefe se puede enterar que sabemos sobre su virginidad. Cada acercamiento que hagan...

—Que hagamos —me corrigen todas.

—Que hagamos —Hago una mueca—... tiene que parecer natural.

—Ajá.

—La segunda es que no están permitidas las sustancias estupefacientes ni el alcohol al momento del acto sexual. Lo que se traduce en que no se vale ni drogarlo ni emborracharlo para conseguir el objetivo. —Miro directamente a Sasha, quien rueda los ojos—. Él tiene que entregarse por voluntad propia.

—Jo. Y con lo buenas que estamos no dudo que lo haga con cualquiera de nosotras —bromea Dani con un baile de cejas.

—En fin. La tercera y más importante de las reglas: jamás puede enterarse que es una apuesta. Jamás.

Las miro a todas con seriedad.

—Vale, vale. Pero yo tengo una última regla —anuncia Sas con una mirada perspicaz—. Prohibido enamorarse de la apuesta, niñas. Que echemos una buena re-cogida no hará que anule su compromiso con la víbora. Estos ojos han visto de cerca lo mucho que la adora.

«Y por lo mismo es imposible que alguna de nosotras se lo lleve a la cama antes de su matrimonio»

Hago una mueca.

—Prohibido enamorarse de la apuesta —acepta Dani, riéndose como tonta.

—Prohibido enamorarse de la apuesta —la secunda Fer con la boca llena de pan.

—Prohibido enamorarse de la apuesta. —Amy hace un pechero que la hace ver más joven de lo que es.

Sasha me mira, esperando.

—Prohibido enamorarse de la apuesta. —Suspiro yo.

Ella empuja hacia mí una copita de tequila

—Anda, cógela, vamos a brindar. —Las chicas toman las suya también.

—Brindemos por el proyecto: «30 días para re-coger a mi jefe». ¡Y que gane la mejor!

Todas chocan sus copas entre risas y exclamaciones. Yo me llevo la mía directa a los labios, intentando pasar la amargura que me produce pensar que quizás la última de esas reglas, yo ya la he violado.

«Ahora sí, qué comiencen a correr las apuestas».

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¡Tiempo sin aparecer por aquí, mis amores!

Sin más que agregar, dejan sus impresiones sobre este capítulo AQUÍ

Pero aquí me tienen, retomando proyectos abandonados.

¿Ya vieron como se entremezclan mis historias?

Sé que muchas de ustedes aún me odian por Eureka y Los Chocolates, pero aquí me tienen con este proyecto que será totalmente gratis.

Aún así, para la que deseen seguir leyendo esas historias, pueden visitar mi perfil en Booknet (Pao Molina) donde estaré compartiendo un método seguro y efectivo para comprar mis novelas aunque no tengan Tarjetas de crédito o PayPal. Y sin tener que sacar ni un céntimo de sus bolsillos.

Me haría muy feliz que pudieran darme su apoyo por allá, ya que literalmente ahora estoy viviendo de la literatura. Y ahora también estoy trabajando en un nuevo proyecto exclusivo para Booknet que estará pronto en suscripción. Se llama Seducir a la Mafia.

Les dejo la sinopsis aquí:

✯✯✯

Ángelo Gabriele Lombardi lo único que posee de un ángel, es su belleza

Como líder de la mafia italiana en la ciudad de Nueva York, sus manos portan la sangre de sus más acérrimos enemigos, su piel, las marcas de una bestia, y su corazón, la promesa de proteger a los suyos durante la batalla constante por mantener su posición entre los clanes y la productividad del imperio clandestino que su familia ha construido de generación en generación.

Su aura es fría, su puño, letal, y su tesoro más preciado, intocable.

Evelyn comenzó siendo su presa y con una sonrisa inocente terminó derritiendo su corazón de hielo y convirtiéndose en la dama de la mafia.

Juntos, viven un reinado de lujos, poder y sangre que termina tiempo después con su misteriosa muerte.

Ahora, consciente de que no encontrará de nuevo a una mujer como ella, jura vengarse de aquellos que se la arrebataron.

Hasta que de pronto, el día de su entierro, aparece por primera vez ahí, camuflada bajo unas gafas de sol, un enorme sobrero negro y unos labios centellantes de rojo escarlata, Angelina White.

Su hermana gemela.

Una mujer que no es ni por asomo, tan angelical como su nombre, y que ha llegado a Nueva York dispuesta a «Seducir a la Mafia»

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¿Les gustó? Espero que sí.

En fin, se que ya me extendí en esta nota de autor, pero es que estaba tan desaparecida que tengo la necesidad de compartir TODO con ustedes.

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Nos leemos en el «DÍA UNO»

Hasta pronto, besitos.

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