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Día 30: Apasionado y romántico

Shipp: Milo x Aioria

*Continuación del día 6*

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- ¿Quieres la revancha, gatito?

Aioria no pudo evitar ponerse algo nervioso por la sonrisa de Milo y su repentino acercamiento, pero tampoco pudo contener la sonrisa que se formó en sus propios labios, así como la respuesta que escapó de ellos.

- ¿Qué tienes en mente, Escorpio?- Preguntó, con sus labios tan cerca de los del contrario, que podía sentir su propio aliento.

- Lo que tú quieras, gatito.- Respondió Milo, terminando por romper la diminuta distancia, saboreando sus labios.

Aioria correspondió el contacto, disfrutando los labios de Milo, que gustoso le daba acceso total para probarlo a su antojo.

Al separarse unos segundos para tomar aire, no hicieron falta más palabras, una mirada y una sonrisa cómplice fueron más que suficiente para ir casi corriendo a la habitación de Aioria y asegurar la puerta detrás de ellos.

Apenas tocaron las sábanas, comenzaron a tironearse la ropa mutuamente, hasta desvestirse mutuamente del torso.

- M-Milo...- Jadeó Aioria al sentir la mano de Milo intentando colarse en sus pantalones.

- ¿Sí?- Susurró debajo de él Milo con la sensualidad que parecía ser nata en el guardián de la octava casa.- Vaya que has crecido, Aioria.

Aioria no pudo evitar sonrojarse al escuchar a Milo, ni siquiera él entendía cómo podía sentirse avergonzado, pero a la vez, emocionado.

Milo volvió a besarlo, y él le correspondió, atreviéndose a explorar un poco el cuerpo ajeno. Pasó sus manos desde la cintura de Milo, hasta su pecho, deteniéndose un momento para acariciar con suavidad los bien formados pectorales del peli-morado, obteniendo un leve jadeo enmedio de su sesión de besos.

Con la reacción de Milo, se atrevió a pellizcar con suavidad uno de los pezones del contrario, escuchando a Milo gemir y sintiendo como se removía debajo de él.

- ¿Te gusta?

- ¿Desde cuándo te atreves a hacer algo como eso?- Sonrió Milo, aún con las mejillas rojas por la excitación.- ¿Acaso quieres leche, gatito?

Aioria se sonrojó otra vez, pero solo sonrió nervioso, entendiendo lo que Milo quería.

- Ven y tómala.- Dijo el guardián de escorpio, con una sugerente sonrisa, sujetándose los pectorales cómo si de senos se tratasen.

Milo no tuvo que pedirlo dos veces para que Aioria aceptara, comenzando primero con pequeñas y tímidas lamidas en uno de los botones de Milo, que se erguía a su solo tacto, para después envolverlo completamente con su boca, empezando a dar pequeñas succiones, intercaladas con suaves mordidas de vez en cuando. Mientras su mano se encargaba de atender el otro, primero pellizcandolo suavemente, sin llegar a ser doloroso, para después usar su mano para tocar toda el área que podía abarcar, y jugar un poco frotándola.

Milo no parecía tener vergüenza de hacerle saber que le gustaba lo que le hacía. El peli-morado jadeaba, gemía, se removía y se frotaba contra él. Muy a diferencia de él, que de estar en el lugar de Milo, probablemente haría de todo por evitar que cualquier sonido saliera de su boca.

- A-Aioria...- Dijo Milo entre gemidos.- E-Espera.

- ¿Qué pasa?- Preguntó el castaño, deteniéndose un momento.- ¿Te mordí muy fuerte?

- N-No, no es eso.- Respondió Milo, aún con la respiración agitada.- Solo... El pantalón me aprieta mucho.

Aioria bajó su vista y de inmediato se dió cuenta de a qué se refería Milo. Una erección bastante prominente exigía libertad de su prisión de tela.

- Al menos... Ya no eres tan inocente.- Escuchó reír a Milo, con su respiración ya un poco más calmada.- Quítate los pantalones. Estás por la misma calle de la amargura.- Añadió con una juguetona sonrisa el menor, atreviéndose a tocar el bulto en los pantalones ajenos, arrancándole un suspiro a su amante.

Aioria hizo caso a lo que Milo pidió, deshaciéndose de cualquier prenda que lo cubriera, acción imitada por Milo, que una vez desnudo, simplemente permaneció acostado sobre las sábanas del guardián de Leo, dando una imagen visual hipnotizante para cualquiera que lo viera.

- Vamos, gatito, no seas tímido.- Dijo Milo sonriendo seductoramente, deslizando con suavidad sus dedos por todo su cuerpo.- Prometo no morder... Por ahora.

Aioria gateó hasta donde estaba Milo, cediendo a los besos y caricias que el contrario le daba, perdiéndose en ellos mientras acariciaba el cuerpo ajeno con una delicadeza increíble, cómo si de algo sagrado se tratase.

- ¿Alguna vez lo has hecho con un hombre, Aioria?- Preguntó Milo en medio de los besos que Aioria recibía gustoso.

- Solo una vez.- Respondió Aioria con algo de vergüenza, siendo consciente de que en ese terreno era bastante inexperto en comparación con otros.- Sin contar lo que hicimos a los 15.

- ¿Dar o recibir?- Cuestionó Milo, sin dejar de besarlo y acariciarlo, manteniéndolo pegado a él.

- Recibir.- Admitió. No tenía caso mentir en situaciones como esa.

- ¿Quieres intentar dar?- Preguntó Milo, tomándolo por sorpresa.- ¿Qué?, no tengo problema en probar de todo.- Rió Milo algo travieso al ver su reacción.- Ambas se sienten igual de bien para mí.

- Yo...- Sabía que Milo era toda una caja de sorpresas, pero no se vió venir una proposición así, y no sabía cómo dar a entender su temor.- No sé cómo. No quiero lastimarte.

- ¿Lo has hecho con una mujer?- Preguntó Milo, y Aioria asintió, con las mejillas completamente rojas.- Es casi lo mismo, solo que sin el lubricante natural que ellas producen. Ya sabes, usa tus dedos primero para dilatar un poco antes de meterla de una.

- ¿Tienes que ser tan explícito siempre?- Preguntó tímido un sonrojado Aioria, intentando cubrirse el rostro.

Escuchó a Milo reírse bajo por su reacción, pero no parecía una risa maliciosa, sino más bien balanceandose entre la ternura y la diversión.

- La comunicación es vital en muchas áreas, Aioria, y la cama no es una excepción.- Dijo Milo, haciéndolo descubrirse el rostro, haciendo que sus miradas chocaran.- Vamos, gatito. No tengas miedo, yo te guío.- Le dijo Milo con esa sonrisa malditamente sensual, tomando su mano para comenzar a chupar su pulgar, haciendo sonrojar a Aioria al imaginar cosas indebidas.

Aioria solo asintió, completamente hipnotizado por los movimientos que hacía la boca de Milo.

Milo sonrió satisfecho, y tomó la mano de Aioria, lamiendo dos de sus dedos, humedeciendolos con su saliva. Aioria solo miraba la erótica escena, intentando controlar las ansias que comenzaban a invadirlo. Milo pareció notarlo, y en vez de dejar de hacerlo, engulló por completó ambos dígitos, haciendo que rozaran si garganta y volviendo a sacarlos, tomando un ritmo cada vez más acelerado, hasta que consideró que era suficiente.

- Listo.- Sonrió el peli-morado, deteniendo sus acciones repentinamente, sacando a Aioria de su ensoñación.- Ya sabes qué hacer.- Añadió, abriendo sus piernas, haciéndole un espacio a su amante.

Aioria no dijo nada y solo le dió un hambriento beso a Milo, para después descender hasta su vientre bajo.

- Aioria, ¿qué-

Ni tiempo le dió a Milo de formular la pregunta, cuando un pequeño beso en su vientre lo hizo estremecer.

- Yo también tengo lo mío, Milo.- Rió ahora Aioria, comenzando a dar pequeñas lamidas por el vientre de Milo, hasta llegar a su erección, repitiendo el proceso de forma lenta por todo el falo.

- Ah...- Gimió Milo ante tal atención.

Aioria envolvió la punta con sus labios, haciendo una leve presión, mientras uno de sus dedos se abrió paso en la entrada de Milo, arrancándole un pequeño grito al peli-morado.

Milo apretaba la sábana entre sus manos, mientras sentía como sus piernas temblaban levemente por la excitación, aunque los jadeos y gemidos salían de sus labios sin pudor alguno.

Aioria engullía el falo de Milo, a la vez que sus dedos se abrían paso en su interior, todo con el fin de mermar el dolor cuánto fuera posible. Una vez que sus dedos estaban dentro, comenzó a mover su cabeza al mismo ritmo que sus dedos, haciendo que el placer y el dolor se mezclaran, provocando que Milo se deshiciera en sonoros gritos de placer.

- Aioria...- Gimió Milo su nombre, sintiendo su cuerpo al límite.- Ya... Aioria... S-Si sigues así... Yo... Ah... Ya.

Aioria entendió lo que Milo le quería dar a entender, y paró la felación que estaba dando, para después retirar sus dedos del interior del contrario, quién jadeó al sentir el vacío.

Milo, aún jadeando y temblando por las atenciones anteriores, intentó ponerse boca abajo, pero Aioria lo detuvo.

- No te voltees.- Pidió el castaño, acariciando sus mejillas.- Quiero verte.

Milo solo asintió, intentando calmar su respiración.

Aioria volvió a besarlo, mientras acariciaba su cuerpo, desde sus muslos hasta su cintura, rozando suavemente su pecho.

Milo abrió sus piernas, dándole espacio suficiente a su amante para acomodarse enmedio.

- Voy a entrar.- Le susurró Aioria contra los labios, con la voz ronca por la excitación. Milo soltó un pequeño gemido involuntario y asintió.

Aioria comenzó a adentrarse en el cuerpo de Milo, y la primera reacción del peli-morado al empezar a ser invadido, fue arquear la espalda y jadear.

- ¿Te lastimé?- Preguntó Aioria, deteniéndose un momento.

- N-No... Estoy bien.- Respondió Milo, con los ojos cristalizados.- Sigue.

Aioria fue mucho más lento, tomándose el tiempo de besar y acariciar a Milo, intentando ayudarlo a aguantar y mermar el dolor todo lo posible. Una vez que logró entrar completamente en Milo, esperó a que él le diera una seña de moverse, y mientras esperaba, continuó besándolo y mimándolo para ayudarlo a acostumbrarse a la sensación.

Milo no tardó mucho en mover su cadera, para después enrollar sus piernas alrededor del torso de Aioria, dándole a entender que podía dar el siguiente paso.

Un suave vaivén comenzó, lento, sin prisas.

- Aioria...- Gimió Milo su nombre, cerrando los ojos, dejándose envolver por las agradables sensaciones.- Aioria...

El castaño entrelazó una de sus manos con la de Milo, quién rápidamente apretó el agarre, y después le dedicó una mirada llena de deseo.

No hicieron falta palabras, esa mirada, seguida de un beso, fueron más que suficientes para aumentar la velocidad y perderse el uno en el otro.

- ¡Aioria!- Gemía Milo su nombre, aferrándose con un brazo al cuello de Aioria, arañando su espalda, y apretando su mano con la otra.

- ¡Milo!- Aioria le devolvía a Milo el detalle de gemir su nombre.- ¡Por todos los cielos, Milo... Eres increíble!

- ¡Ah!, ¡Aioria!... ¡Más!, ¡házlo más rápido!

Volvieron a besarse, acariciándose y mordiéndose los labios mutuamente, completamente inmersos en el placer que el cuerpo ajeno les brindaba, concentrados únicamente en hacer sentir bien al otro y alcanzar juntos la cúspide del placer.

- ¡Ah!- Un sonoro gemido, proveniente de ambos, anunció la llegada del clímax para ambos, derramando su simiente. Milo enmedio de ambos abdomenes, y Aioria dentro de Milo.

Con la respiración agitada, el cabello alborotado y pequeños mechones pegados a la frente por el sudor, sus miradas chocaron. Aioria acarició el rostro de Milo, peinando un poco su alborotado flequillo, para después regalarle un suave toque en la mejilla y besarlo.

Esta vez era un beso mucho más suave y tranquilo. Sin una sola pisca de segundas intenciones o deseo, solo devoción, amor y entrega.

- ¿Y eso por qué fue?- Preguntó Milo al separarse, con una suave sonrisa, con su corazón latiendo a mil por hora.

- Te amo, Milo.- Le respondió Aioria, haciendo que Milo abriera los ojos de golpe, sorprendido ante tal revelación.

- Aioria, no juegues con eso...

- No lo hago, Milo.- Afirmó el castaño, haciéndolos mirarle a los ojos.- Lo digo en serio.

Milo se quedó callado por unos segundos, bajando la vista.

Aioria lo interpretó como que no era algo recíproco, y estaba por añadir algo, cuando los labios de Milo lo impidieron.

- Sabes que con la llegada de Athena al santuario, es cuestión de tiempo para que debamos dar la vida en batalla.- Dijo Milo, pegando su frente a la de Aioria.- No puedo prometerte un "para siempre", ni tampoco te exigiré uno a tí, porque sé que es más que probable que alguno de los dos muera antes.- Añadió, acariciando la mejilla del castaño, haciendo que sus miradas se encontraran.- Pero sí puedo ofrecerte un "haré lo mejor que pueda para hacer que funcione mientras dure."

- Milo...- Murmuró Aioria, cerca de los labios del escorpiano, cerrando sus ojos y dejándose llevar por las sensaciones.

- Te amo también.- Murmuró Milo, para después besarlo.

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