Día 22: Profesor x Estudiante
Shipp: MinosxMyu
Bueno, la verdad es que este es un shipp bastante crack, lo admito XD
Pero me resulta curioso cómo podrían relacionarse éstos dos, así que, no preguntes solo gózalo...
Disclaimer: 🚫 Ésta obra NO pretende justificar, romantizar, idealizar, mucho menos normalizar éste tipo de relaciones o conductas.
Ésto está hecho con el único fin de ENTRETENER 🚫
•=•=•=•=•=•=•=•=•=•=•=•
Desde hace unos meses que aquello no dejaba de rondarle la cabeza. Desde que ese nuevo profesor había llegado, no pensaba en nada más que no fuera él.
Con esos largos cabellos blancos con leves destellos violeta, esos enigmáticos ojos color ámbar y esa piel casi tan blanca como la nieve... Cualquiera caería rendido a sus pies apenas lo viera.
Minos Nielsen, ese era su nombre. Un profesor noruego, que habían enviado en un programa de intercambio de profesores.
Desde que lo vió, quedó prendado de aquel hombre. Jamás le había pasado algo así antes, jamás había sentido algo que fuera más allá de la administración y el respeto por algún profesor o profesora antes, ni siquiera por alguien de su edad, pero ahí estaba, enamorado de su profesor cuál colegiala de serie para adolescentes.
Sabía que no podía ni siquiera soñar con tener algo con Minos más que una relación cordial profesor-alumno.
Después de todo, Minos prácticamente le doblaba la edad. Él recientemente había cumplido los dieciocho años de edad, Minos tenía ya 35 años cumplidos, aunque a decir verdad, no los aparentaba.
Pero la edad y los papeles que ambos tenían no eran el único problema, no, claro que no. A esos dos, se le sumaba un tercer factor: Minos era casado. Tenía esposa y tres hijos, que se encontraban en Noruega.
Durante los dos meses que Minos llevaba en Austria, Myu había conseguido acercarse a él y se habían llevado bastante bien. El profesor incluso le había contado sobre su familia, y hasta mostrado una foto de ellos, por eso sabía que el mayor de los hijos de Minos se llamaba Odysseus y tenía apenas nueve años de edad. Tenía también dos hijas, Pandora e Hilda, de 8 y 6 años respectivamente. Y la pequeña cereza del pastel, su esposa estaba embarazada y daría a luz en tres meses.
Minos parecía salido de un cuento de hadas, eso no lo podía negar. Era lo que siempre había deseado en una persona y más: inteligente, buen conversador, culto, serio, encantador, guapo... ¿Qué más se podía pedir?, el tipo era un sueño hecho realidad, no solo él lo pensaba, más de una de sus compañeras suspiraba por él, algunas incluso habían llegado a declararse a su profesor, siendo rechazadas de inmediato por el albino.
Pero justamente por eso, Minos se quedaba como lo que era para todos: un sueño. Una quimera, un amor imposible, algo que jamás sucedería.
Desde que Minos llegó a su vida, puso todo de cabeza, de eso no había duda alguna. Los sueños en los que su profesor hacía acto de presencia eran demasiado frecuentes, casi diarios. Pero por más que intentaba acostumbrarse, no lo lograba, y más de una vez tuvo problemas matutinos con su entrepierna.
Ese día no había sido una excepción. Tuvo uno de esos malditos sueños, se despertó sudando y con un duro problema en sus pantalones, tardó en resolver ese problema incluso con agua fría, y terminó llegando tarde a clases.
Todo ese día había ido de mal a peor. Cómo si llegar tarde y terminar con un regaño de parte de la profesora en turno, le siguieron una serie de desgracias. Olvidó dos libros, en la hora del almuerzo uno de sus amigos se tropezó y terminó derramando un vaso de café lleno encima de él, durante la clase de deportes terminó golpeándose la cara contra el piso por no atar bien sus agujetas, en la penúltima clase del día su humor asustaría al mismo demonio, y el que el profesor lo enviase a detención por alzar un poco la voz solo lo empeoró. Y para culminar con sus desgracias, su único consuelo en ese día horrible no se presentó.
Después de esa serie de desgracias, seguida una de otra, caminaba resignado por los pasillos, con el objetivo de llegar a la sala de detención. Serían solo dos horas, así que podría aprovecharlas para adelantar unas tareas o estudiar.
La sala de profesores y la de detención eran habitaciones contiguas, probablemente para que los estudiantes castigados no intentasen escapar de detención sin ser detectados. Era obvio que el estúpido profesor que lo había enviado a detención estaría metido en la sala de profesores, escondido cuál rata, listo para saltar le encima al menor ruido que hiciera. Así que decidió simplemente pasar de largo la sala de profesores e ir directamente a la sala de detención.
Estaba por girar la manija de la puerta, pero apenas puso su mano encima, escuchó unos ruidos cuánto menos extraños. No tardó en darse cuenta de que aquellos ruidos provenían de la sala de profesores.
Myu no era alguien curioso, todo lo contrario. No le gustaba nada meterse en asuntos que no eran de su incumbencia, pero aquellos ruidos no cesaban, y le pareció reconocer aquella voz.
Se acercó a la puerta de la sala de profesores, y antes de abrir la puerta, pegó su oído unos segundos, intentando convencerse de que quizás solo era imaginación suya, pero no hizo nada más que comprobar que era real.
Dentro de aquella habitación se escuchaban jadeos, acoplados con una serie de agudos gemidos, y unos sonidos como de chapoteo, los cuales no era necesario ser genio para saber a qué se debían. Lo siguiente que escuchó fue unas cosas cayendo de un escritorio, y éste siendo empujado con algo de fuerza.
Lo que más le sorprendió, fue que una de las voces le pertenecía al profesor que lo había enviado a detención: Lune Winkler.
Pero ahora la pregunta era: ¿Quién diablos era el otro involucrado?
Cómo pocas veces en su vida, no se lo pensó demasiado, y abrió la puerta, topándose con una escena que jamás imaginó presenciar, y que lo dejó sin palabras.
Lune, aquel profesor tan estricto, correcto y reservado. Y Minos, el profesor que se había convertido en la fantasía sin cumplir de medio instituto, un hombre casado y con hijos. Esos dos, juntos, teniendo sexo en la sala de profesores.
Los mayores no tardaron en darse cuenta de su presencia y que los había descubierto con las manos en la masa.
Ninguno de los tres dijo nada. No sabían qué decir o hacer, estaban completamente paralizados por la impresión, hasta que Myu logró reaccionar, y su primer impulso fue salir corriendo.
Aún seguía en shock por la escena que había presenciado, y no dejó de correr por los pasillos, sin un rumbo fijo.
Estaba aturdido por el cúmulo de emociones que lo invadían en ese momento. Por un lado, sentía su corazón e ilusiones destrozados, pero por otro, sentía algo de pena por la esposa de Minos, pero por otro, sentía una rabia indescriptible dirigida hacia Lune... ¿Qué es lo que sentía en ese momento?, ¿cómo debería sentirse?, ¿asco, miedo, rabia, impotencia, celos...? Era como si todo se hubiera mezclado en un cóctel maligno y hubiera dado como resultado su estado anímico actual.
Sin darse cuenta, llegó hasta la azotea de la escuela. Su respiración estaba agitada y unas pequeñas gotas de sudor resbalaban por su frente. Hasta entonces sintió el cansancio por haber subido tantas escaleras tan de prisa.
Recargó sus brazos en sus rodillas, intentando recuperar el aliento, y se quedó así por unos segundos, hasta que sintió una mano posarse en su hombro, haciéndolo dar un salto.
- Myu...
Apenas escuchó aquella voz, alzó la vista, topándose con aquellos ojos color miel.
- Myu, lo que viste...
- ¡Sé bien lo que ví!- Le interrumpió el peli-rosa, retrocediendo unos pasos hacía atrás, mientras Minos intentaba acercarse a él.
Minos no dijo nada. Solo se quedó quieto en su lugar, y Myu no le quitaba la vista de encima.
- Sé que no eres tonto, Myu, y es prácticamente imposible negarte lo evidente. Así que te pondré las cosas sencillas, de forma que todos salgamos ganando.- Habló el albino, con ese tono tan frío y estoico que lo caracterizaba.- ¿Qué es lo que quieres a cambio de tu silencio?
Myu abrió los ojos sorprendido por lo que escuchaba. ¿Minos estaba intentando comprar su silencio?
- Dime qué es lo que quieres y lo tendrás. ¿Una nota más alta?, ¿estar exento de exámenes y tareas?, ¿horas libres?, ¿dinero?, ¿qué es lo que quieres a cambio?
Myu no supo qué responder al momento. Estuvo por mandar a Minos al diablo e ir con la rectora para reportar lo que había visto, y presentar una queja en contra de ambos profesores por conducta inapropiada dentro de las instalaciones. Pero entonces una perversa idea cruzó su mente.
- ¿Qué estás dispuesto a hacer?- Musitó Myu, fijando sus peculiares ojos en Minos.
- Lo que sea.- Afirmó el mayor, sin cambiar su semblante.
- Entonces quiero que me hagas lo mismo que hacías con Lune.- Soltó Myu, y notó la sorpresa en Minos. Definitivamente no se esperaba algo como eso, y Myu notó que estaba por negarse, así que sacó su carta secreta.- Sería una verdadera lástima que los rectores, su esposa y sus hijos se enteraran de su aventura con su compañero de trabajo, señor Nielsen, ¿no lo cree?
Minos pasó grueso, en los pocos meses que llevaba conociendo a Myu, había descubierto que bajo esa fachada de estudiante perfecto y apariencia casi angelical, se escondía alguien capaz de todo para obtener lo que quería, y pasar por encima de quién fuera necesario. Lo demostró más de una vez durante sus clases, no teniendo piedad alguna con ninguno de sus compañeros a la hora de debatir sobre un tema o presentar proyectos en equipo, y quitando de su camino a todo el que le estorbase.
Incluso había llegado a amenazar a algunos de sus compañeros que lo hubieran ofendido de una u otra forma, y ganado la batalla. Definitivamente era mejor tener a Myu de aliado que de enemigo.
- ¿Y bien?- Repitió Myu al notar su silencio.- Solo piénsalo un poco. Si yo voy con la rectora y le cuento lo que ví, ella investigará, verá las grabaciones de las cámaras y dará con la verdad. Le dirá al rector de tu instituto, y será cuestión de tiempo para que todos lo sepan, incluídos tu esposa y tus hijos... Todos sabrán que le fuiste infiel a tu pobre esposa embarazada, con un colega en Austria. Perderás tu trabajo, tu familia, todo tu prestigio y respeto, y de paso, te llevas a Lune contigo al infierno... ¿Quieres eso, Minos?
El albino se mantenía callado, mientras sentía el sudor resbalando por su sien, producto de los nervios.
- Pero no tiene porqué suceder, Minos. Si no tuviste problema en ser infiel y cogerte a Lune en la sala de profesores, ¿qué diferencia hay conmigo?- Siguió su discurso el peli-rosa, susurrando en el oído de Minos.
- Eres mi alumno. Eres un niño, esa es la diferencia.- Murmuró Minos.
- Legalmente soy un adulto.- Susurró Myu, recargandose contra el pecho de su profesor.- Si no te importó hacerlo con uno de tus colegas, ¿por qué debería importarte hacerlo con uno de tus alumnos?
- No, Myu.- Lo alejó Minos, visiblemente nervioso.- Lo que me pides es demasiado.
El semblante de Myu se endureció ante la respuesta de Minos, pero a los pocos seguidores se relajó, mirando fijamente a Minos, volviendo a acercarse al mayor.
- ¿Qué tiene él que no tenga yo?- Murmuró contra los labios de Minos.- ¿Seguro que prefieres eso, en vez de un cuerpo más jóven?
- Myu-
Myu no tardó en silenciarlo con un beso, mientras dirigía las manos de Minos por todo su cuerpo, incluso debajo de su camiseta deportiva.
- ¿Alguna vez lo haz hecho con alguien virgen?- Añadió, después de romper el beso por unos segundos.- Puedo hacer lo que tú quieras que haga, solo dime qué prefieres. ¿Lencería?, ¿juguetes?, puedes hacer lo que quieras conmigo. ¿Acaso Lune o tu esposa son así de accesibles?
- Solo será una vez.- Dijo finalmente Minos.- Y ninguno de los dos dirá absolutamente nada lo que pase, con nadie. Ésto queda entre tú, yo y las paredes.
- Como quieras, Minos.- Sonrió Myu victorioso de haber obtenido lo que quería.
Minutos después, en esa misma azotea, en un pequeño punto ciego, Myu recargaba su mejilla contra una pared de ladrillos, mientras mordía la tela de su propia camiseta, intentando callar los gemidos que intentaban salir de sus labios.
Pequeñas lágrimas se acumulaban en sus ojos, producto de la excitación, mientras Minos arremetía contra su delgado cuerpo, dando pequeños besos y mordidas a intervalos por todos su cuello y parte de su espalda.
- ¡Oh, por dios!- Gimió el peli-rosa, soltando la tela entre sus dientes que lo mantenía callado.- Minos...
El albino no dijo una sola palabra, a decir verdad, tenía un excelente autocontrol. Los únicos sonidos que Myu lo había escuchado soltar eran leves jadeos de ves en cuándo.
Todo lo contrario de Myu, que a los pocos segundos se derretía en las expertas y experimentadas manos de su profesor, gimiendo su nombre y balbuceando palabras sinsentido, ahogado en aquel océano de sensaciones.
La sensación que lo llevó al ansiado clímax, fue sentir aquel líquido caliente y espeso llenando su interior. Minos había terminado, y él no tardó más de un par de segundos en seguirle, acompañado de un agudo gemido.
Una nueva sesión de besos y caricias suaves por todo su cuerpo culminó aquel encuentro, y después ambos prometieron pretender que nada había pasado, y continuarían con sus vidas, siguiendo sus roles de profesor y estudiante.
Minos no tardó en marcharse, y Myu se quedó solo enmedio de aquella azotea, mirando el cielo teñirse de anaranjado por el atardecer.
Se quedó ahí parado, hasta que unos segundos después, escuchó una voz a lo lejos llamándolo.
"Myu"
"Myu"
Poco a poco se hacía más fuerte y clara, y no tardó en reconocer que era la voz de Minos.
- Myu, ¿estás bien?
Abrió los ojos, y notó que estaba en lo que parecía ser un hospital, con todos sus amigos y el profesor de deportes mirándolo, y a un lado de la camilla se encontraba Minos.
¿Cómo había llegado ahí?
- ¿Q-Qué... Qué es lo que pasó?- Preguntó confundido.
- Durante la clase de deportes, te tropezaste con tus propias agujetas, te golpeaste la frente contra el piso y te quedaste inconsciente casi por una hora.- Respondió el profesor de deportes y amor platónico de uno de sus amigos, Kanon.- Yo estaba en una reunión con la rectora, pero afortunadamente tus compañeros se dieron cuenta de lo que había pasado, así que te llevaron a la enfermería. El señor Nielsen estaba ahí, y al ver lo que había pasado, llamó a una ambulancia y te trajimos aquí.
Entonces, ¿todo había sido un sueño?
- ¿Te encuentras bien?- Preguntó Minos, pasándole un pequeño paño húmedo.- El doctor dijo que el golpe no fue tan fuerte y con algo de reposo estarías bien, pero aún así deberías tener más cuidado.
- S-Si, profesor, lo tendré.- Asintió nervioso.- M-Muchas gracias.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro