Día 15: Seres mitológicos
Shipp: KanonxSorrento
Segundo One-Shot de éste shipp!
Nada que decir, excepto que estos dos juntos son una de mis parejas favoritas.💕
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Desde niño siempre había sido un apasionado amante del mar. Quizás porque toda su vida había vivido en aquella isla griega. Quizás porque su padre era un biólogo marino, y su madre una nadadora profesional, incluso ella solía nadar estando embarazada, y les había enseñado a nadar desde que eran tan solo unos bebés. Según lo que les contaba, él y su hermano aprendieron a nadar antes que a caminar... Ni él mismo lo sabía.
Pero desde que tenía memoria, siempre adoraba pasar largos ratos en la playa, nadando y dejándose llevar por las olas. Incluso como de niño siempre corría a toda velocidad a casa después de la escuela para terminar sus deberes lo más rápido posible y poder pasar toda la tarde nadando en el océano.
De alguna forma, se sentía unido al mar. Era como si aquel gigante océano, que parecía no tener fin, guardara algo para él. Cómo si tuviera algo qué decirle, y estuviera esperándolo.
Sonaba loco, más de uno se lo había dicho, incluso él lo sabía. Pero era cómo se sentía.
Tan solo su madre parecía entenderlo. Ella también decía sentirse de esa forma, tan unida siempre al agua, incluso recordaba que ella siempre les contaba historias de sirenas y criaturas marinas, que él y su hermano adoraban escuchar.
Ahora, a sus casi veintiocho años, dedicaba su vida a resguardar a las personas del peligro. Había decidido dedicar su vida siendo parte de la brigada de protección civil y, a pesar de no ser el trabajo mejor pagado del mundo, le daba suficiente para vivir cómodamente, y lo más importante para él: estar cerca del océano que tanto amaba.
Su hermano había seguido el camino de su padre, convirtiéndose en un biólogo marino bastante reconocido. Hace unos años, Saga se había mudado a la capital de Grecia, y solo se veían un par de veces al año, aunque seguían siendo tan unidos como cuándo eran niños.
Sus padres seguían viviendo en la isla, aunque en su propia casa, disfrutando descansar después de haber trabajado por años como miembros trabajadores de la sociedad.
Él siempre que salía de su turno, iba a dar un paseo por la playa, cobijado por los suaves rayos del atardecer. A veces solía nadar o surfear, y perder la noción del tiempo, y para cuándo lograba decidirse a salir del agua, ya eran casi las 10:00 de la noche, o más tarde. No podía evitarlo, adoraba el océano.
Ese día, su turno había terminado unos minutos más tarde de lo habitual, nada tan significativo. Así que decidió seguir su rutina de siempre, caminando por la orilla del océano, descalzo sobra la arena, dejando que la tibia agua del mar lo acariciara.
Todo era tan bello como siempre, y movido por una extraña sensación en su pecho, decidió sentarse un momento en la orilla, hasta que el sol se marchase.
Mientras veía el sol teñir de anaranjado las aguas con sus últimos rayos, recordó una de las tantas historias que su madre le contaba de niño.
Ella le había dicho que si le pedías un deseo al océano, y éste era uno de corazón, y tenías fé, había una posibilidad de que el océano te lo concediera.
Sonrió, sabiendo que era tan solo una historia, pero que desde niño le había llenado de ilusión siempre.
Pensó que nada perdía con intentar, después de todo, era el único en aquella costa. Así que simplemente cerró los ojos, y dijo en su mente el deseo que llevaba años pidiéndole al mar.
Al abrirlos, sintió un pequeño calor en el pecho, del lado del corazón. No le dió demasiada importancia, pensó que solo era por la nostalgia que de vez en cuándo le invadía al recordar su infancia.
El sol se había marchado, y la luna había comenzado a iluminar las aguas con su luz blanca. Era hora de ir a casa.
Se puso de pie, y comenzó a caminar, hasta que en una de las rocas cercanas a la costa-lugar que protagonizaba otra de las historias que su madre le contaba-, vió una silueta que no logró distinguir, atrapada en una red, luchando débilmente por liberarse.
Pensó que debía tratarse de un pobre delfín o un manatí, que había quedado atrapado en una red de pesca.
Sabía que la vida de ese pobre animal terminaría si no había algo de inmediato. Así que, sin pensarlo más, se lanzó al agua y nadó con todas sus fuerzas hasta llegar a aquella roca.
Subió a ella, y buscó la forma de liberarlo, pero no se esperaba lo que iba a encontrar.
- ¿Pero qué...?
No podía creer lo que sus ojos veían, y pensó que quizás había tomado demasiado sol ese día.
Lo que tenía enfrente de él, enredado en una red de pesca, no era un delfín, ni ningún otro animal... O al menos no totalmente.
Parecía un jóven normal, de piel levemente bronceada, y una esponjosa cabellera lila ondulada. Pero en el lugar dónde debían estar sus piernas, había una aleta como la de un pez, de escamas del color del cabello.
Se quedó en shock por la impresión, pero el ver a la criatura removerse débilmente y soltar un quejido lo hizo reaccionar.
Se dió cuenta de que estaba herido. Todo su cuerpo estaba lleno de cortadas, y demás heridas, además de que su respiración era muy leve.
Con la navaja que siempre llevaba con él a todos lados, cortó la red, liberándolo. La criatura ni siquiera se movió, parecía que estaba a punto de desmayarse.
Guiado por su instinto, lo tomó en brazos, y se arrojó al agua con él, hasta llegar a la orilla.
Una vez en la costa, se dió cuenta de que no había nadie alrededor. Miró al extraño ser que yacía inconsciente en sus brazos, estaba herido y completamente indefenso.
Rápidamente, tomó su mochila y sacó la toalla que siempre llevaba con él, usándola para cubrirlo.
Su casa no estaba demasiado lejos, si se daba prisa, no tardaría más de cinco minutos en llegar. Así que, finalmente decidió obedecer sus instintos, y llevar a ese ser a su hogar.
Una vez que llegó a casa, fue directo al baño, y lo puso en la bañera. No tardó en abrir la llave, y dejar que ésta se llenara de agua, mientras él fue a buscar el botiquín de primeros auxilios que tenía en la sala.
Volvió lo más rápido que pudo, y se dió cuenta de que aquel ser seguía inconsciente, y su respiración seguía siendo leve.
Cuándo el agua llenó la bañera, comenzó a atender las heridas que la peculiar criatura tenía en todo el cuerpo, limpiandolas lo mejor que podía.
Una vez que terminó, se dió cuenta de que la respiración de la criatura estaba mucho más estable, parecía estarse recuperando.
Una vez que consiguió convencerse a sí mismo que no era un sueño, ni estaba alucinando por un golpe de calor, se puso a inspeccionarlo.
Al verlo más detenidamente, se dió cuenta de que era una criatura bastante bella, para ser sincero. Parecía tan frágil, y tan indefenso, que sentía su corazón estrujarse al verlo así.
Pero algo que captó su atención, fue que ese ser tenía lo que parecían ser algas, cubriéndole completamente las manos, como si fueran un tipo de vendaje.
Quiso acercarse, e intentar retirarlas, quizás también estaba herido en las manos. Pero apenas tocó el extraño vendaje, sintió un salpicón de agua golpeándole el rostro.
- ¡Ni se te ocurra!- Escuchó una voz desconocida gritar exaltada.
Lo que le siguió a aquellas palabras, fueron varios chapoteos de agua golpeándole el rostro sin piedad.
- ¿Qué demonios...?
Terminó cayendo de espaldas, y después sintió un peso cayendo en seco sobre él, para después comenzar a arrastrarse, intentando alejarse.
La criatura que había rescatado intentaba abrir la puerta y huir, sin éxito en su misión, cayendo de bruces una y otra vez, en vanos intentos de alcanzar la manija.
Se acercó, e intentó sujetarlo de la cintura, viendo que se había golpeado múltiples veces, y de seguir así, todas sus heridas se reabrirían.
Pero la criatura de cabellos lilas se removió con violencia, incluso llegó a golpearlo, arañarlo, e incluso morderlo en las manos y brazos.
- ¡Ey, cálmate, no voy a lastimarte!- Le dijo, mientras hacía su máximo esfuerzo por llevarlo de vuelta a la bañera con agua.
- ¡Suéltame!
El peli-lila parecía no escucharlo siquiera, y seguía luchando incesantemente por zafarse.
De no ser por su entrenamiento diario, probablemente no habría sido capaz de contenerlo. Pero, aunque con dificultad, consiguió llevarlo de vuelta a la bañera, cayendo con él en el proceso.
- Si quisiera lastimarte ya lo habría hecho, ¿no lo crees?- Dijo, cuándo consiguió aprisionar con su cuerpo al peli-lila contra el borde de la bañera.- No voy a lastimarte, solo intento ayudarte.
- ¡¿Por qué un maldito humano como tú querría ayudarme?!- Gritoneó el contrario.- ¡Sé cómo son los de tu especie, y no voy a caer en ninguno de tus trucos!
Kanon hizo todo su esfuerzo por sostenerlo, aunque el otro no cooperaba en lo más mínimo.
- ¡Deja de moverte ya!- Gritó, ya harto de la actitud del contrario.- ¡¿Eres estúpido acaso?!, ¡si continúas moviéndote de esa manera, vas a abrirte de nuevo todas las cortadas que tienes en el cuerpo!
El peli-lila entonces dejó de removerse, y pareció recordar finalmente que estaba herido.
- ¿Qué es lo que quieres?
Kanon no entendió a qué se refería el peli-lila, y no supo qué decir. Ésto pareció molestar al contrario, que repitió la pregunta, enfadado.
- ¡Responde de una maldita vez y terminemos con ésto!
- ¡No tengo idea de qué diablos estás hablando, sirena lunática!
- ¡¿Me llamaste, sirena, humano idiota?!- Le gritó de vuelta el peli-lila, aún más enfadado.- ¡Para tu información soy un tritón, no una maldita sirena!
- ¡Me importa un carajo lo que seas, pescado malagradecido!
Ambos gruñeron, hartos el uno del otro.
- Solo dime qué diablos quieres, y déjame ir.- Gruñó el peli-lila.
- Ya te dije que no sé qué diablos quieres decir. Yo no quiero nada.
El peli-lila dejó escapar una pequeña risa socarrona.- Así que no sabes la leyenda... Vaya, se ve que no eres muy inteligente, pero éste es otro nivel...
Kanon sentía ganas de retorcerle el pescuezo para que se callara de una buena vez.
- Creo que me agradabas más cuándo estabas inconsciente.- Le respondió Kanon.- De haber sabido que hablabas como una maldita urraca, te habría dejado morir enredado en esa jodida red.
El peli-lila se quedó callado por unos segundos, parecía sorprendido por lo mencionado por el peli-azul.
- ¿Tú... Quieres decir que... Me salvaste?
El peli-lila giró la cabeza para verlo, y Kanon, por primera vez vió algo de humanidad en esos enormes ojos rosados, que parecían incrédulos de haber sido salvados desinteresadamente.
- Mi trabajo y también mi código moral es proteger a las personas.- Respondió Kanon.- No sabía que eras un tritón o lo que seas... Pero no iba a dejarte morir.
El peli-lila dejó de removerse completamente, y pareció relajarse aún entre los brazos de Kanon.
- ¿Tienes un nombre?- Preguntó Kanon, cuándo lo sintió más calmado.
El peli-lila dudó un poco en responder. Pero ese humano no había intentado hacerle daño, así que decidió responder.
- Sorrento.- Respondió el tritón.
- ¿Cómo la isla de Italia?
- Nací en el mar de esa isla.- Respondió el peli-lila.- Por eso me asignaron ese nombre.
Sorrento devolvió su vista al frente, y Kanon sonrió levemente. Ahora que estaba calmado, y sin intentar matarlo a mordidas, no parecía alguien tan malo.
- Yo soy Kanon.- Dijo con una sonrisa, para después levantarse de la bañera, disponiéndose a salir.- Tus heridas tardarán al menos un par de días en sanar por completo, así que puedes quedarte aquí si quieres.
Sorrento lo miró por un momento, igual de incrédulo que antes. Kanon solo le sonrió cálidamente.
- Por ahora descansa y trata de reponer fuerzas.- Le dijo el peli-azul, sin borrar su sonrisa.- ¿Tienes hambre?, no sé qué comas, pero dime y veré como conseguirlo.
- N-No, gracias, estoy bien.- Dijo el peli-lila, pero los gruñidos de su estómago lo delataron.- Yo...
Kanon solo rió levemente, y después dijo algo.- Iré por algo de arroz con verduras y pollo, ¿está bien eso para tí?
Sorrento agachó la vista, jugando con sus manos bajo el agua de la bañera.- Si.- Murmuró.
Kanon vió el leve rubor en sus mejillas, y solo asintió, sonriendo enternecido, para después retirarse hacía la cocina.
Unos minutos después volvió con lo prometido, entregándole un plato con comida a Sorrento.
El peli-lila parecía nervioso al ver los cubiertos que Kanon había puesto en el plato. El peli-azul lo notó, y decidió actuar.
- Está bien si no los usas.- Dijo el peli-azul con una sonrisa.- A mí me llevo años aprender a usarlos correctamente, así que come como quieras, no me incomoda.
Las mejillas de Sorrento se tiñeron levemente de un suave rubor, pero después simplemente asintió, y haciendo todo su esfuerzo por a duras penas tomar con sus dedos los alimentos que Kanon le había dado, comenzó a comer.
Kanon solo sonrió y comió en silencio. Ya no recordaba lo que era cenar acompañado de alguien.
Después de cenar, Kanon le deseó buenas noches a Sorrento, y se retiró a su habitación para dejarlo descansar.
Al otro día, apenas despertó, fue al baño, tan solo para verificar que todo el asunto del tritón era real y no un invento de su imaginación. Respiró profundo antes de abrir la puerta, y después giró la manija.
Apenas abrió un poco la puerta, tan solo para asomarse. Cuándo descubrió que Sorrento seguía ahí, no sabía si alegrarse por no estar enloqueciendo, o asustarse por el hecho de tener una criatura mitológica e "inexistente" durmiendo en su bañera.
Sorrento se removió un poco en el agua de la bañera, y supo que el peli-lila despertaría en unos segundos, así que decidió abrir la puerta e ingresar al cuarto de baño.
- Buenos días.- Saludó al peli-lila con una amigable sonrisa, quién se tallaba los ojos, intentando desperezarse.- ¿Dormiste bien?
El peli-lila lo miró por unos segundos, como si él tampoco pudiera terminar de asimilar dónde estaba.
- No es como suelo dormir en el océano, pero supongo que no estoy en condiciones de quejarme.
Kanon se acercó a la bañera, agachándose hasta quedar a la altura del borde.- ¿Cómo es vivir bajo el océano?
Sorrento lo miró extrañado. No entendía porqué un humano le preguntaba eso.
- Dicen que antes solía ser mejor.- Respondió el peli-lila.- Pero hay demasiada basura y desechos de los humanos, y varios de nosotros terminan heridos o atrapados en alguna red y muriendo asfixiados.
Kanon agachó la mirada. Sabía que lo que Sorrento decía era verdad, y a pesar de que él había dedicado su vida a cuidar el océano con todas sus posibilidades, no podía evitar sentirse avergonzado.
- Si, la mayoría de los humanos son unos idiotas.- Dijo Kanon.- No entiendo cómo pueden ser tan inconscientes y dañar el planeta que es su hogar.
Sorrento lo miró con curiosidad, y Kanon lo notó, ruborizandose levemente.
- En fin... ¿Cómo fue que terminaste atrapado en esa red?
- Estaba nadando, ayudando a delfines recién nacidos a salir a respirar a la superficie por primera vez.- Comenzó Sorrento.- Pero entonces ví un barco acercándose... Reconozco una de esas malditas embarcaciones apenas las veo, y sabía que no tenían buenas intenciones.
Kanon guardaba silencio, viendo cómo la expresión de Sorrento se tornaban cada vez más furibunda.
- De inmediato alerté a las hembras para que se llevaran lejos a sus crías, pero uno de los bebés no alcanzó a llegar con su madre a tiempo.- Continuó el peli-lila su historia.- Si no hacía algo, ellos iban a atraparlo y lastimarlo... Así que nadé con todas mis fuerzas, y logré lanzarlo hacía su madre para ponerlo a salvó, pero mi brazo y mi aleta se enredaron en la red.
Eso explicaba porqué tenía los brazos y la aleta llenos de cortadas. Se los había hecho al enredarse con la red.
- Las hembras quisieron ayudarme, pero si lo hacían, sus bebés no podrían salvarse a sí mismos... Así que les dije que se fueran, y yo me quedé luchando solo.- Sorrento parecía asustarse al solo recordar aquel episodio.- Me costó mucho trabajo, y me dolían mucho los brazos y la aleta por los cortes que la cuerdas me hicieron, pero no me importó en ese momento... Después de varios minutos de lucha logré liberarme, y traté de huir, pero la red me había envuelto por completo, y me estaba costando demasiado trabajo nadar.
- ¿Así fue como llegaste a esa roca?
- Era lo más cercano que había para salir a la superficie e intentar liberarme.- Respondió el tritón.- Pero estaba muy adolorido y cansado, y ni siquiera pude moverme.
Eso lo había confirmado Kanon. La noche anterior, cuándo lo encontró, el pobre no era capaz de siquiera moverse.
- ¿Tienes familia?- Preguntó Kanon.
- Los tritones no tenemos familia.- Respondió Sorrento.- Todos somos hijos del océano.
- ¿Cómo nacen entonces?
- Haces demasiadas preguntas, ¿sabías?- Dijo Sorrento, pero aún así decidió responder la pregunta.- Desde hace varios siglos, los tritones nacemos de almejas y espuma de mar.
- Suena igual que como nació la diosa Afrodita.- Comentó Kanon, recordando aquel mito griego.- Entonces, ¿qué sueles hacer en el océano tú solo todo el día?
- Todos tenemos tareas diferentes.- Respondió Sorrento.- Algunos tienen la misión de proteger embarcaciones, otros de llevar las ofrendas al señor Poseidón, otros de hacer crecer los corales, otros como yo de cuidar a los animales marinos, y solo los de más alto rango tienen permitido ser parte de la guardia del señor Poseidón.
- Suena interesante.- Dijo Kanon, con una sonrisa en los labios.- Siempre he deseado poder vivir en el océano... Sin toda la basura de tierra firme.
- Al menos aquí no tienes que preocuparte de las sirenas.- Replicó Sorrento.- Esas aberraciones de la naturaleza... El señor Poseidón y nosotros llevamos siglos tratando de erradicarlas.
- ¿Qué edad tienes?
- Acabo de cumplir 218 años.- Respondió el peli-lila, sorprendiendo a Kanon.- Los tritones tenemos vidas muy longevas. Vivimos como mínimo unos 700 años, podemos vivir más.- Añadió con una sonrisa, en cierta forma divertido por la reacción de Kanon.- Si fuera un humano como tú, tendría aproximadamente 21 años.
- Si fueras un humano, serías más joven que yo. Pero al parecer soy mucho menor que tú.- Dijo Kanon.- 28 años no son nada comparados con 218.
Se sonrieron mutuamente, y ambos terminaron riendo por unos segundos. Después de eso, Kanon revisó las heridas de Sorrento, que parecían estar mejor que la noche anterior, pero aún requerían reposo.
- Ya estás mejor, pero sería buena idea que guardaras reposo por dos o tres días más.- Dijo Kanon, terminando de curar sus heridas.- No creo que el océano sea precisamente el entorno más amigable para alguien herido, ¿o sí?
- No.- Dijo Sorrento.- No sé si podré desplazarme con normalidad en el agua salada con tantas heridas abiertas.
- Puedes quedarte aquí hasta que te recuperes si quieres.- Ofreció Kanon, con su típica sonrisa.
Sorrento no estaba en condiciones de rechazar la oferta, así que decidió acceder.
Pasaron varios días siguiendo aquella dinámica. Kanon se levantaba, iba a despertar a Sorrento, después iba a la cocina para preparar el desayuno y el almuerzo para ambos, le llevaba sus alimentos a Sorrento, hablaban unos minutos, y después Kanon se iba a trabajar. Y hasta la noche, volvía para preparar la cena de ambos, y hablaban unos minutos más.
Una semana después, las heridas de Sorrento habían cicatrizado casi por completo, lo suficiente para poder volver al océano, pero había amenaza de que se formara un huracán, y prefirió quedarse unos días más.
Pasó otra semana, y la amenaza de huracán pasó, quedando solo una serie de lluvias diarias.
Si bien, habían empezado con el pie izquierdo, con los días fueron haciéndose más y más unidos. Kanon tenía que cambiar el agua de la bañera a diario para evitar que se acumularan bacterias, y mientras lo hacía, Sorrento solía esperar sentado en el suelo del baño.
El tema de usar el baño fue algo bastante complicado los primeros días. La casa no era muy grande y solo tenía un baño, así que Kanon tuvo que optar por usar las duchas del cuartel, pero después de casi una semana, tuvo que cambiar de estrategia para evitar llamar la atención.
Sorrento no tuvo más remedio que aguantarse y dejar su pecera improvisada cinco minutos al día, mientras Kanon se duchaba.
Poco a poco fueron acostumbrándose a aquella rutina y a la compañía del otro, incluso habían llegado a tenerse cierto afecto.
Para Sorrento, todo en Kanon le era curioso. Si bien, la primera vez que el peli-azul tuvo que usar la ducha, y él quedarse en el piso del baño, no se había atrevido siquiera a mirar por el rabillo del ojo, un par de días después, la curiosidad le ganó, y empezó a tratar de observar a aquel humano.
Sus anatomías eran completamente diferentes. Si bien, del torso hacía arriba tenían cierta similitud, con la cantidad de masa muscular como única diferencia, de la cintura hacia abajo no se parecían en lo más mínimo.
A través de la cortina de baño no podía ver más que la silueta a contra luz, y tan solo eso le resultaba curioso. Siempre le pareció extraño que los humanos tuvieran aquellas dos extremidades en vez de una aleta. No sabía cómo podían desplazarse con ellas.
Un día, la curiosidad le pudo más, y se atrevió a acercarse a la bañera, y asomarse por la delgada cortina de hule que los separaba.
Cuando lo hizo, sintió toda su sangre acumularse en sus mejillas sin razón alguna. Se quedó embobado por unos segundos, mirando a Kanon de arriba a abajo, viendo cómo enjabonaba su larga y alborotada cabellera azúl, mientras la espuma y el agua resbalaban desde sus hombros por su espalda, hasta que Kanon casi lo descubre mirándolo.
Se alejó de inmediato, intentando actuar con normalidad cuando Kanon salió de la ducha.
Siguieron la rutina de siempre, y después de volver a su bañera llena de agua, y Kanon a su trabajo, Sorrento no pudo dejar de pensar en cuanto le llamaba la atención aquel humano, y cuántas cosas quería saber.
Pensó todo el día en qué hacer. Hasta que se decidió a salir de dudas esa misma noche.
Esperó pacientemente, hasta que escuchó la puerta abrirse y supo que Kanon había vuelto a casa. En unos minutos iría a verlo y a llevarle la cena, y sería su oportunidad para llevar a cabo lo que tenía en mente.
Tal y como esperaba, Kanon no tardó en aparecer, con un par de platos de comida. A veces cocinaba él, y otras llevaba comida preparada. Tenía buen gusto, eso debía admitirlo.
Comieron y hablaron con normalidad, hasta que terminaron de cenar y Sorrento decidió hablar.
- Kanon...
El peli-azul terminó su comida, y dejó los platos sobre el lavamanos.- ¿Qué pasa?
- ¿Cómo le llaman los humanos a... Esas cosas que tienen en vez de aleta?
- ¿Te refieres a esto?- Preguntó Kanon, señalando las extremidades inferiores de su cuerpo. Sorrento asintió.- Piernas, ¿por qué?
- Curiosidad.- Respondió Sorrento.- Kanon, ¿cómo es que nacen los humanos?
Al escuchar esa pregunta, las mejillas de Kanon se tiñeron de rojo al instante. No se había casado, y mucho menos había tenido hijos, justamente para evitar tener algún día la temida "charla sobre de dónde vienen los bebés", y ahora Sorrento le preguntaba eso.
- Bueno... Si haz visto delfines o ballenas, y sabes de dónde vienen sus bebés... Los humanos no somos tan diferentes a ellos en ese ámbito.
- ¿Quieres decir que... Se gestan en el vientre?
Kanon asintió.
- ¿Alguna vez haz tenido uno?
Las mejillas de Kanon se ruborizaron nuevamente, y ahora no sabía si reír o llorar con la nueva pregunta de Sorrento.
- Claro que no.- Dijo, con una risa nerviosa.- Solo las mujeres pueden quedar embarazadas.
- ¿Entonces ustedes también se dividen en hembras y machos?- Preguntó el peli-lila. Kanon asintió nuevamente.- ¿Las hembras son diferentes?, jamás he visto una.
- Somos muy diferentes.- Confirmó Kanon.- Supongo que es normal, después de todo, nuestros cuerpos están diseñados biológicamente para cumplir diferentes funciones.
- ¿Cómo son las hembras humanas?
Kanon en ese momento pensó que Sorrento parecía un niño pequeño haciendo preguntas sobre todo.
Bueno, no podía culparlo, después de todo, Sorrento le había contado que no se acercaba a lugares frecuentados por humanos, y los únicos que había visto eran "secuestradores y asesinos de peces", como el peli-lila los llamaba.
- La mayoría son más pequeñas y delgadas que los hombres, pero no te dejes engañar, eso no es impedimento para que te partan la cara. Marín y Shaina son la viva prueba de ello.- Comenzó a explicarle Kanon, para después buscar una foto en su teléfono, dónde aparecían él y todos sus compañeros de trabajo.- Mejor mira por tí mismo.- Añadió, entregándole el teléfono a Sorrento.- La de cabello rojo es Marín, y la de cabello verde con cara de enojada es Shaina.
- Se parecen un poco a las sirenas, pero sin esas garras y las alas.- Comentó Sorrento, viendo la foto.- Pero, si nacen como los delfines y las ballenas, ¿también tienen una temporada específica para aparearse?
- No... No somos exactamente igual a ellos.- Intentó explicarle, buscando las palabras adecuadas.- Los humanos pueden buscar ese tipo de contacto con otros sin fines reproductivos.
- ¿Entonces solo lo hacen por gusto?- Siguió Sorrento su interrogatorio.- ¿Por qué les gustaría eso?
- Es... Es difícil de explicar, principalmente porque no tengo idea de qué sienten o cómo funcionan los cuerpos de los tritones. Pero los humanos tenemos muchas terminaciones nerviosas en ciertas zonas del cuerpo.- Intentó explicar Kanon.- Y antes de que preguntes dónde, pues... Justamente entre las piernas.
Sorrento siguió haciendo preguntas, y Kanon con el pasar de los minutos, dejó de sentirse tan nervioso. Hasta que Sorrento hizo otra pregunta que lo hizo temblar.
- ¿Haz estado con una hembra solo por gusto de hacerlo?
Kanon se quedó callado por unos segundos. No sabía si debía ser sincero, o inventar una mentira, pero viendo que Sorrento parecía no juzgar, decidió decir la verdad.
- Digamos... Que las chicas no son lo mío.- Dijo.- No tengo nada en contra de ellas, pero... No me atraen. Así que no, nunca he estado con una.
- ¿Y con un macho?
Kanon solo asintió, desviando la vista.
- ¿Cómo es que sienten placer ustedes?- Preguntó Sorrento, pareciendo genuinamente interesado en saber más sobre los humanos.
Kanon no sabía exactamente cómo responder eso. Se quedó callado por un par de minutos, pensando su respuesta, hasta que Sorrento añadió algo.
- Muéstrame qué zona recibe los estímulos.
- No voy a mostrarte eso.- Murmuró, con las mejillas rojas y desviando la vista.- Ya que estamos aclarando dudas, ¿por qué siempre tienes esas algas cubriéndote las manos?
Al alzar la vista, se dió cuenta de que ahora el sonrojado era Sorrento. Pero el peli-lila decidió responder.
- Eso es porque... Nuestras manos están llenas de terminaciones nerviosas.- Explicó con dificultad.- Si siquiera se rozan aunque sea un poco, podemos sentir demasiado dolor o... Placer.
Ahora entendía porqué Sorrento se puso tan agresivo cuando intentó tocar esas algas. Y Kanon se sintió avergonzado, ahora que sabía eso y comparándolo con los humanos, era como si casi hubiera tocado sus genitales.
- Por eso las cubrimos con algas, para evitar cualquier roce.- Añadió el peli-lila.- Pero ustedes los humanos, cubren casi todo su cuerpo... Así que no tengo idea de cómo son las zonas de las que hablas.
Ambos se quedaron callados por unos segundos, realmente Kanon no sabía qué decir.
Sorrento fue quién habló nuevamente, rompiendo el hielo.
- ¿Por qué no entras al agua?- Dijo el peli-lila, sorprendiendo a Kanon.- No temas, no soy una sirena, además de que no puedo salir de aquí por mis propios medios, no voy a hacerte daño.
Kanon lo meditó por unos segundos, pero finalmente accedió.
Aún con algo de nerviosismo, se deshizo de su ropa, dándole la espalda al peli-lila, y después se metió en la bañera, quedando frente a frente.
Sorrento lo miró de arriba a abajo. Ahora que lo pensaba bien, era la primera vez que lo veía así de cerca.
- A esa zona me refería.- Dijo Kanon, desviando la vista, al darse cuenta de que Sorrento estaba mirando justo aquella zona tan íntima.
- ¿Qué pasa si lo toco?- Preguntó el peli-lila, haciendo que Kanon diera un pequeño salto de la impresión.
- Supongo que lo mismo si yo toco tus manos.
No escuchó una respuesta de parte de Sorrento, y pensó que aquella larga conversación había terminado, pero al alzar la vista, vió a Sorrento retirarse el rústico vendaje de las manos por primera vez.
- Si yo te dejo tocar mis manos... ¿Tú me dejarías tocarte?- Preguntó el peli-lila, con sus mejillas ruborizadas.
Kanon no supo qué responder. Mentiría si dijera que no sentía curiosidad por saber qué tan sensible era Sorrento en sus manos, pero otra parte de él le decía que no debía hacerlo.
- ¿Por qué quieres hacer ésto?
- Jamás he tocado a un humano, y nadie jamás ha tocado mis manos.- Dijo Sorrento.- Dijiste que los humanos hacen este tipo de cosas por el simple placer de hacerlo, ¿no? Tómalo como un ganar-ganar.
Kanon le dió un par de vueltas en su mente, pero terminó accediendo a la propuesta del tritón.
Se acercó con nerviosismo, si bien, no sería la primer vez que intimaba o alguien lo tocaba de aquella forma, sí era la primera vez que lo tenía con un tritón. Y no tenía forma de saber si lo que hacía estaba bien o era doloroso o incómodo para él.
Con cuidado, acarició la palma de la mano de Sorrento, y lo escuchó suspirar. No mentía cuándo dijo que tenían muchas terminaciones nerviosas en esas zonas. Era como si estuviera tocando sus genitales.
Mientras acariciaba con la yema de su pulgar la palma de la mano de Sorrento, lo escuchó gemir levemente debajo de él. Se atrevió a dar un suave beso en la palma de su mano, y lo sintió removerse debajo de él, salpicando algo de agua fuera de la bañera, mientras una serie de pequeños gemidos escapaban de sus labios.
Sus miradas chocaron, y guiado por sus instintos, juntó sus labios con los de Sorrento, mientras continuaba acariciando sus manos. El peli-lila se removía debajo de él, gimiendo en medio del beso, mordiéndole los labios de vez en cuando.
Se separaron del beso, jadeando, y con las mejillas rojas. Y hasta entonces ambos notaron algo.
- ¿Es normal... Que se endurezca?- Preguntó Sorrento, aún con su respiración agitada.
- S-Si...- Tartamudeó nervioso Kanon.- Pero solo pasa cuando... Me... Yo...
- ¿Cuándo te excitas?- Completó Sorrento la frase.
Kanon asintió, ruborizado.
Volvieron a besarse, y Kanon continuó acariciando la mano de Sorrento. Pero ésta vez, la otra mano del peli-lila se deslizó hasta el vientre de Kanon, acariciando la piel con sus dedos.
Kanon lo escuchó gemir en medio del beso, probablemente por estar recibiendo tanta estimulación al mismo tiempo, pero lo dejó continuar.
Sorrento, aún con algo de nerviosismo, rozó con sus dedos el miembro de Kanon, provocando que el peli-azul soltara un jadeo.
Continuaron de aquella forma por varios días más. Sorrento recorriendo el erecto falo de Kanon con sus manos, y Kanon besando y acariciando la cintura y pecho del peli-lila, hasta que el tritón dejó escapar de sus labios un gemido mucho más agudo que los anteriores, e interrumpió la secuencia de besos.
- Kanon...- Gimió el nombre del peli-azul.- Y-Yo... Ya no puedo... Ya no puedo más...
- ¿Te vas a venir?- Preguntó Kanon, aún jadeando después de que Sorrento detuviera todo.
- N-No...- Gimió el peli-lila.- Yo... Yo... Creo... Creo que acabo de enterar en celo.
- ¿Qué?- Kanon sabía que los peces, como todos los animales, entraban en celo, pero no tenía ni idea de que los tritones también. Y ahora la pregunta era:- ¿Q-Qué hacemos ahora?
Sorrento lo miró, con los ojos cristalizados y las mejillas completamente rojas, y pequeñas gotas que no sabía a ciencia cierta si eran agua o sudor cubriendole la frente.
- Yo... Necesito... Necesito aparearme.- Murmuró nervioso.- Pero...
- ¿Necesitas una hembra?
Sorrento negó con la cabeza, sin atreverse a mirarlo a los ojos.
- ¿No quieres hacerlo?
Sorrento volvió a negar.
- ¿Qué pasa entonces?
- Kanon... Los tritones no somos como los humanos.- Eso ya lo sabía.- Tenemos prohibido quitarnos el vendaje de algas de las manos, porque algunos de nosotros... Podemos quedar preñados.- Eso si sorprendió a Kanon.- Todos los tritones nacemos varones por la voluntad del señor Poseidón, por eso tenemos prohibido reproducirnos entre nosotros.
Kanon sentía que Sorrento aún tenía más cosas qué decir, así que lo dejó continuar.
- Si... Si yo copulo con alguien ahora... Es seguro que tendré al menos una cría.- Añadió el peli-lila.- Dijiste que es normal que los humanos hagan ésto sin el propósito de reproducirse... Así que será mejor que salgas de aquí. No te preocupa por mí, en unos días se me pasará.
- ¿Y qué pasa si quiero tener un bebé contigo?- Dijo Kanon, acariciando las mejillas de Sorrento.
- No es necesario que lo hagas, Kanon.- Respondió el peli-lila.- Solo déjame solo unos días, hasta que se pase el celo.
Kanon volvió a besarlo, acariciando sus hombros, para después deslizarse por sus brazos, y rozar suavemente sus manos, haciéndolo soltar un gemido.
- Solo dime cómo hacerlo y lo haré.- Dijo Kanon, al separarse unos centímetros.- No tengo idea de cómo funciona tu cuerpo, y no quiero lastimarte.
- Recuerdo que mencionaste que habías estudiado biología marina cuándo eras más jóven, ¿no?- Respondió Sorrento, intentando regular su respiración. Kanon asintió.- La estructura de mi aleta es prácticamente igual a la de un delfín... Incluyendo los pliegues.
- Sorrento, yo...- Habló Kanon, observando con detenimiento al peli-lila, y dándose cuenta de un pequeño detalle.- N-No creo que quepa... El espacio es muy pequeño, y no quiero lastimarte.
Ésta vez fue Sorrento quién lo besó, pasando sus manos por el cabello de Kanon.
- Tu cuerpo no es el único que reacciona cuando siente excitación, ¿sabes?- Jadeó Sorrento, para después volver a besarlo, frotándose contra su cuerpo.- Se dilata durante el coito... ¿Por qué crees que antes no era ni siquiera visible?
Kanon le correspondió cada uno de los besos, incluso acariciando sus manos, e involuntariamente, sincronizando los movimientos de su cuerpo con los del tritón.
Sus vientres se rozaban, generando fricción cada vez que se movían, haciéndolos suspirar a ambos.
- Kanon...- Gimió el peli-lila enmedio de otro beso.- Ya... Ya puedes hacerlo.
Kanon, con algo de vergüenza, miró hacía ese peculiar lugar en el cuerpo del tritón, y se sorprendió al ver que Sorrento no mentía, y ese pequeño orificio en su aleta, que hace unos minutos a duras penas tenía el espacio suficiente para uno o dos de sus dedos, había multiplicado su tamaño, y el espacio era suficiente para consumar aquel acto.
Sorrento parecía nervioso, y él no dudó en tranquilizarlo, besando todo su rostro, y acariciando suavemente sus manos, sabiendo lo sensible que era.
- Tranquilo... No quiero lastimarte, si lo hago mal o te duele demasiado, avísame y yo paro.- Le dijo Kanon, haciéndolo sentir más calmado.- ¿Estás listo?
Sorrento asintió. Kanon comenzó a adentrarse en su interior, y escuchó a Sorrento soltar un pequeño quejido y removerse debajo de él, salpicando algo de agua fuera de la bañera.
- ¿Duele?
- Es... Es muy raro... Incómodo.
- ¿Quieres parar?
Sorrento negó con la cabeza.
Kanon volvió a besarlo, acariciando las palmas de sus manos, para tratar de ayudarlo a distraerse mientras se adentraba en él.
Sorrento gemía enmedio de los besos, y cuándo todo el miembro de Kanon estuvo dentro de él, ambos soltaron un suspiro, separándose tan solo unos centímetros, mirándose fijamente a los ojos.
- Dime cuando deje de ser incómodo.- Le dijo Kanon, sin dejar de acariciar sus manos.- No voy a moverme hasta que tú me digas.
Por la anatomía de Sorrento, sus vientres estaban completamente pegados el uno con el otro, al igual que sus pechos. Estaban prácticamente pegados, rozando su piel descubierta.
- Kanon...- Gimió el peli-lila, después de separarse de un nuevo beso.- Ya... Ya puedes hacerlo.
Hasta ese momento, Kanon inició el vaivén. Al inicio fue bastante difícil por la anatomía de Sorrento, pero unos segundos después, con algo de práctica, consiguió acostumbrarse y sostener un movimiento rítmico.
- ¿Te gusta?
- Sí.- Gimió en su oído el peli-lila, mientras Kanon acariciaba las palmas de sus manos.- ¡Kanon!... Hazlo más rápido... ¡Por favor!
- S-Sorrento...- Gimió Kanon cerca del oído del peli-lila.- Me... Me estás apretando.
- L-Lo siento...- Gimió el peli-lila.- Yo...
Kanon lo silenció con un beso, siendo correspondido.- Me gusta... Me gustas.
- Kanon...- Gimió Sorrento.- También me gustas... ¡Ah!
Las estocadas siguieron por varios minutos más, salpicando fuera gran parte del agua de la bañera, hasta que ambos sintieron esa sensación eléctrica recorrerlas el cuerpo. Kanon abrazó a Sorrento contra su pecho, y el peli-lila enredó sus dedos en la larga melena azulada de Kanon, dejándose llevar por el anhelo orgasmo.
Sorrento pudo sentir los leves espasmos que presentaba el pene de Kanon aún dentro de él, expulsando los chorros de semen, llenando su interior.
Kanon aún podía sentir las paredes internas de Sorrento contraerse, envolviendo su miembro por pequeños momentos.
No dijeron nada, simplemente volvieron a besarse por varios minutos más, hasta quedarse dormidos.
A la mañana siguiente, Kanon se despertó, aún con Sorrento durmiendo tranquilamente entre sus brazos.
Estaban aún en la bañera, con algo de agua cubriéndolos a duras penas. La mayoría del agua había terminado regada por todo el suelo del baño.
Recordó las palabras de Sorrento en la noche, y sin poder evitarlo, acarició con cuidado el plano vientre del peli-lila.
Sorrento comenzó a despertarse con su tacto, y lo miró a los ojos.
- Buenos días.- Le sonrió Kanon.
- Buenos días.- Respondió Sorrento, con una tímida sonrisa.
- Entonces, ¿cuándo llegará nuestro bebé?- Preguntó Kanon, y vió las mejillas de Sorrento teñirse de rojo.
- No lo sé.- Dijo Sorrento.- Es un híbrido, así que no tengo idea si tardará el tiempo de un humano o el de un tritón.
- Los bebés humanos tardan aproximadamente nueve meses en nacer.- Dijo Kanon.- ¿Cuánto tarda un tritón?
- Los nacen de una almeja, tarda unos tres meses en abrirse. Los que nacen por la espuma de mar tardan tan solo unas horas, y nacen ya adultos.- Explicó el tritón.- Pero hace siglos que no nace ningún bebé tritón de otro tritón. Así que no lo sé.
- Entonces, supongo que no nos queda más que esperar.- Le sonrió Kanon, para después abrazarlo.- ¿Tienes hambre?, a partir de hoy tendrás que comer por dos.
Sorrento le sonrió de vuelta, para después dar un pequeño beso en los labios ajenos.
Kanon se encargó de preparar el desayuno para ambos, y una vez que estuvo listo, volvió con Sorrento.
- Kanon, hay algo que aún no te he dicho.- Dijo el tritón después de desayunar.- Si un humano atrapa a un tritón, éste está obligado a cumplirle el deseo que quiera a cambio de su libertad.- Añadió el peli-lila. Entonces Kanon comprendió porqué la noche en que se conocieron, Sorrento no dejaba de gritarle qué quería.- ¿Qué es lo que deseas?
Kanon dejó sus platos de lado, y fue hasta el tritón peli-lila, para después besar sus labios, siendo correspondido.
- No tenía ni idea de eso, pero si ese es el caso, hay algo que quiero pedir.- Dijo Kanon después de separarse del beso. Sorrento asintió, dándole a entender que lo oía.- Quiero que te quedes a mi lado, y me dejes amarte por siempre.
Aquella respuesta sorprendió al peli-lila, y no tardó en preguntarle a Kanon si estaba seguro.
- ¿Sabes algo, Sorrento?, la noche en que te conocí, le pedí al océano que me permitiera encontar a alguien a quién pudiera amar por el resto de mi vida, alguien que me complementara, y que pudiera amarme con la misma intensidad que yo a esa persona.- Dijo Kanon, acariciando las mejillas de Sorrento.- Y creo que el océano me escuchó, y le llevó hasta tí. Te amo.
Sorrento se acercó a Kanon, pasando sus brazos por el cuello del peli-azul, quedando a escasos centímetros de besarse.- También te amo.
Después de decir eso, volvieron a besarse, sellando de esa forma su destino.
[...]
Años después, en la misma playa que Kanon solía visitar siempre, se podía ver a dos niñas de cabellos lila corriendo por la costa, siendo seguidas por sus padres.
- ¡Las atrapé!- Celebró Kanon, sujetando a ambas mellizas, que rieron junto a su padre.
- Papá, ¿podemos ir a nadar?- Preguntó la melliza mayor.
Kanon miró alrededor, verificando que no hubiera nadie más que ellos cerca.
- Está bien, pero tengan cuidado.
Las dos niñas asintieron, y corrieron hacia el mar, adentrándose en las olas.
- Nunca cambiarán...- Suspiró Sorrento, sosteniendo a un pequeño bebé en brazos, al lado de Kanon, mientras veían a sus dos primogénitas nadar entre las olas.
- ¿Qué podíamos esperar, mi adorado tritón?- Dijo Kanon, sujetando al bebé en brazos.- Son mitad tritón y mitad humano después de todo.
- Desde bebés fue más que obvio que Sasha y Saori no pertenecen del todo a ninguno de los dos mundos, sino a los dos por igual.- Dijo Sorrento, mirando a sus dos hijas deslizandose entre las olas, impulsadas por una hermosa aleta de color lila.- Pero creo que Julián pertenece a tierra firme.- Añadió, viendo al pequeño peli-azul de dos años, en brazos de Kanon.- Él no es como sus hermanas, él parece ser más humano que tritón.
Kanon sostuvo a Julián con un brazo, y con el otro atrajo a Sorrento hacía sí, dando un pequeño beso en sus labios.- ¿Qué importa?, los tres son nuestros pequeños, frutos de nuestro amor, y eso es lo único importante, ¿no?
Sorrento le sonrió, para después volver a besarlo.
- Con mi forma humana al menos puedo acariciar tus mejillas sin problemas... Aunque creo que a ti te gusta más mi forma de tritón.- Le sonrió Sorrento, haciendo sonrojar a Kanon.
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