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Día 11

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Usando kigurumis
Ambos de niños

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A los pocos segundos de tocada la puerta, una mujer de largo cabello negro la abrió, recibiendo a sus recientes visitas. El pequeño niño de cabello cenizo se escabulló entre las mujeres para abrirse paso y correr por la casa en busca de su amigo.

—¡Katsuki! —gritó su madre, queriendo llamar su atención —, ¡saluda primero!

Poco le prestó atención a los gritos de Mitsuki desde la entrada, pasando a correr escaleras arriba en la casa.

La otra mujer soltó una risa baja, sonriendo poco después con ternura y comprensión. Luego se volteó hacia la señora Bakugo.

—Déjalo, está bien —la tranquilizó —. Son solo niños. Eijiro se ha pasado todo el día corriendo y saltando esperando a que Katsuki viniera.

Mitsuki soltó un suspiro resignado, negando a los lados.

—A veces no sé qué hacer con él.

Ambas voltearon hacia las escaleras cuando escucharon nuevamente los pasos de dos niños corriendo y jugando, carcajeándose cada poco rato. Entre sus pequeños brazos, cada niño había bajado con un montón de juguetes que pronto dejaron caer al suelo antes de empezar a jugar.

Mitsuki se molestó por lo desordenado y caótico que era su pequeño hijo.

—¡Katsuki! —nadie le respondió —, ¡más vale que te comportes estando aquí, pequeño niño malcriado, o sino no te traeré más!

El niño volteó a ver a su madre con un gesto curioso y más inocente, tratando de aparentar ser un niño bueno, y pronto volvió a centrarse en la historia que había armado junto a Eijiro con los juguetes.

Infló sus pulmones de aire para mantenerse tranquila.

—Por favor, llámame si causa demasiados problemas —pidió Mitsuki hacia la otra mujer.

—Tranquila, yo te aviso —prometió.

Mientras las madres se quedaban hablando cerca de la entrada a la casa un rato más, Eijiro aprovechó a mostrarle los nuevos juguetes que había conseguido tras su reciente cumpleaños.

—Katsuki, Katsuki. Mira este —alzó una figura de acción de un reconocido personaje ficticio —, su nombre es Bruce Wayne —entonces, se inclinó un poco más cerca, susurrando de manera discreta, generando un aura de misterio —. Pero cuando se hace de noche y aparecen los malos, ¡se convierte en Batman!

El pequeño de cabellos color cenizo abrió los ojos impresionado, pero pronto trató de reprimirlo. Sonrió de manera orgullosa y confiable, dejando los juguetes en el piso para cruzar sus brazos.

—¡Hah! ¿Quieres saber algo más impresionante? —inquirió, a lo que su amigo asintió con intriga —, pues mi papá me compró una figura especial de Spiderman.

—¡Wow! —exclamó Eijiro, con los ojos llenos de sorpresa y admiración —, ¿de verdad?

Katsuki asintió.

—Edición limitada.

—¡Increíble!

Ambos continuaron jugando un rato más, corriendo alrededor de la alfombra con los pies descalzos, creando su propia historia de acción con Batman, autos voladores, explosiones épicas —completamente imaginarias— y un oso de peluche malvado. Estaban en la mejor parte cuando a la madre de Katsuki se le ocurre interrumpir.

—Ya me voy. Más vale que hagas caso y te portes bien, ¿entendiste? —señaló la mujer, mirando de manera seria a su hijo —. Te vengo a buscar mañana temprano.

Katsuki rodó los ojos.

—Si, como digas —le respondió sin tanto interés —. Adiós.

Mitsuki se guardó la rabia bien contenida en su pecho y se giró hacia la otra mujer con una sonrisa apretada.

—¿No te dan ganas de ahorcarlo a veces? —le preguntó, a lo que la madre de Eijiro se rio —. Bueno, me voy.

—Nos vemos, Mitsuki.

—Adiós Eijiro.

—¡Buenas noches, señora Mitsuki! —se despidió el niño desde la sala.

Una vez se escuchó el sonido de la puerta cerrarse y los pasos de una mujer de vuelta a la estancia principal, los niños dejaron lo que estaban haciendo para prestarle atención.

La señora Kirishima les sonrió a ambos.

—Bueno, ¿quieren ver una película?

Ambos a sintieron a la vez.

—¡Si!

Katsuki se encontraba sentado en la cama de su amigo, esperando a que volviera del baño, ya que se iba a cambiar a su pijama para dormir. Como no tenía nada para hacer mientras tanto, sus grandes y curiosos ojos se dedicaron a pasear su vista por la habitación, buscando alguna cosa interesante o diferente del lugar.

Pocos minutos después se apareció Eijiro, quien había corrido por el pasillo para llegar antes al cuarto.

—¡Ta-da!

Dirigió de nuevo su vista hacia la puerta, topándose con la extraña situación de ver a su amigo con un curioso pijama de cuerpo completo.

—¿Y eso? —preguntó alzando una ceja.

—Es un kigurumi —rio —. ¡Soy un tiburón!

Movió los brazos con un poco más de euforia, esperando a que Katsuki exclamara algún halago o algo hacia él. Por unos segundos no obtuvo ninguna clase de respuesta, hasta que el otro niño hizo una mueca, apretando los labios.

—Yo no tengo uno de esos —confesó finalmente, apretando sus pequeños puños —, no es justo.

—Oh. Bueno, ¡puedo prestarte uno si quieres!

Los ojos rojizos del cenizo se alzaron con asombro y emoción infantil.

—¿En serio?

—¡Si! —asintió Eijiro —, tengo otro por aquí.

Empezó a correr por la habitación, recargado de energía. Se subió a la cama, rodó y luego se dejó caer hacia el otro lado, apoyando sus manos en el suelo antes de llegar al armario del otro lado del cuarto. Abrió las puertas y se puso a buscar entre todas las prendas de ropa.

—¡Mira, aquí está! —dijo cuando lo encontró, sacando el kigurumi para mostrárselo a Katsuki —, pero este es de Pokémon.

Bajó un tanto la mirada, decepcionado al pensar que a su amigo no podría gustarle un kigurumi de Pokémon. Aunque Katsuki se lo arrebató en un ágil y rápido movimiento.

—Dámelo —dijo, antes de salir corriendo hasta el baño para cambiarse.

Una vez cambiado y pronto, ambos niños empezaron a jugar sobre la cama hasta que se apareció la madre de Eijiro.

—Es hora de dormir —les dijo.

—Mamá, mamá. ¡Le presté un kigurumi a Katsuki! —exclamó Eijiro con emoción, ignorando el hecho de que era tarde y ambos deberían dormir.

—Aww, qué lindo. Voy a sacarles una foto para Mitsuki.

Dicho y hecho, la mujer pasó rápidamente a buscar su celular para sacarles una foto y mandársela a Mitsuki poco después por chat. Luego de guardar su celular en el bolsillo de su pantalón se acercó a los niños para hacer que se acostaran, les acarició el cabello y se aseguró de que estuvieran bien tapados. Por último, se despidió y apagó la luz del cuarto, empujando un poco la puerta para que estuviera medio cerrada.

Uno, quizás dos minutos de silencio en lo que esperaron que la mujer se fuera a acostar para luego empezar a reírse en voz baja.

—Fue super divertido que vinieras —comentó Eijiro.

—Si. Tu mamá es increíble.

—Si.

Continuaron un poco más riendo y jugando en voz baja, hasta que al final el cansancio los rodeó por completo, cayendo profundamente dormidos. Para entonces, ambos se habían quedado abrazados lo que restó de la noche.

1156 palabras.

Cortito y sin rollo (otra vez). Tienen como un año estas cosas, no juzguen.

Ni siquiera siento que haya quedado bien escrito (casi no lo revisé)🤨🤨 pero ya algún día lo estaré arreglando, quizás hasta se me ocurre una idea mejor.

De vez en cuando todavía estoy "trabajando" en los siguientes días que tengo por ahí, medio tirados. Apenas se me ocurre algo para escribir, no es lo mío esto de tener un tema ya en particular. Pero bueno, ya veré qué hago.

Me sorprendería saber que todavía existe gente con esto en biblioteca. Ya lleva como 3 años desde que lo inicié...

Por ahora un saludo gente, espero que al menos le haya gustado este pequeño cap, y ya nos estaremos viendo por ahí —Kirishi365


Nota de julio, 2024: no puede ser, encontré este cap acabado desde enero y nunca lo publiqué. Y si, respondiendo a la duda de mi yo del pasado, todavía me llegan notis de gente que se guarda esto en sus bibliotecas wtf.

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