Ya no era ella

el pulso descendía,

mientras más acomodada,

a su trivial vida permanecía.

Ya no era ella,

la vida se le escapaba;

entre espejismos y mentiras,

parecía que el sol brillaba.

Y en un minuto de silencio,

su alma gritó ahogada;

el silbido del viento,

se convirtió en huracanada.

Su cielo azul cuarteado,

nublado de pensamientos;

encendía chispas,

arrojaba destellos.

Electricidad invadía su cuerpo,

su mente, su alma;

Rayos y centellas,

Iluminaban su mirada.

La invadía la violencia,

sacudía su conciencia;

era una intensa tormenta,

desesperada porque reviviera.

Es que ya estaba casi muerta,

entre apariencias y etiquetas;

entre brindar complacencia,

que se perdía a ella.

Y se volvió tormenta,

encandilando su esencia;

se afirmaron sus piernas;

y como trueno saltó enérgica.

Con su viento recio,

arreció con la impostora;

despejó sus miedos,

y ahora se viste de nueva aurora.

¡Ahora es ella!

gracias a la tormenta.