
17.- Cuchara/Acurrucados
Dos años atrás...
2016
Decir que me sentía horrible hoy era poco. ¡Deseaba morir en este justo momento!
Ya hacía una semana desde que me había resfriada gracias a Knuckles que vino con su virus a casa, esparciendo estornudos por todas partes y dejándome en el mismo estado.
No me sentía tan mal como de recién, pero igual estaba hecho un asco, con ojeras, mi nariz rosada de tanto utilizar pañuelos y aún con escalofríos y el cuerpo cortado. No quería siquiera mirar a nadie.
Pero a pesar de eso tenía a un buen enfermero, el cuál se esmeró con cuidarme cada día, prohibiendo que saliera de aquella cama y preparándome comidas bastante ricas.
Entró a la habitación mientras traía una manta limpia en sus manos, yendo hacia mí para colocarla en mis pies.
Quién diría que con una estúpida gripe quedaría tumbado en cama por tanto.
Se sentó a una orilla de la cama mientras me sonreía, pasó sus manos por sus ojos, tallando estos un poco y después dando un bostezo. Me incliné al estar sentado en la cama, atrayéndole de la cintura en cuanto le alcancé.
— ¿Agotado de cuidar tanto de este cabeza dura? —inquirí suave y me dediqué a dar un pequeño beso en su frente, notando ésta bastante subida de temperatura; le separé rápido mientras tomaba de sus mejillas, su rostro estaba pintado en un par de chapas rojas —. Chaos, Mephiles, ¡estás ardiendo! —dije preocupado; me incliné a la mesita de noche, tomando el termómetro y sacudiéndolo antes de colocarlo bajo su axila, él se negó un poco ante ni acción.
— No es nada, Silver, tranquilo. Desde temprano he estado así y sigo bien.
— ¿Por qué no me dijiste que te sentías mal desde antes? —pregunté presuroso al momento de haberle escuchado. Se encogió un poco en hombros, no sabiendo qué responder. Suspiré —. El que yo esté enfermo no quiere decir que no podré cuidar también de ti, además, es la primera vez que pasarás por un resfrío, no quiero que lo recuerdes como una experiencia horrible, aunque de bueno no tenga mucho.
Tomé el termómetro y noté como el calor de su cuerpo llegaba a los 40ºC, negué preocupado, incluso sentí como aquellos malestares que aún tenía ya casi habían desaparecido por el repentino susto.
— ¿Qué haces, Silver? ¡Quédate en cama! —chilló en reproche, poniendo sus manos sobre mi pecho en cuanto tuve el impulso de colocarme de pie, tomé de sus hombros, notando como se encogía por mi simple tacto. Ya comenzaba a tener síntomas más notorios, estaba seguro que su piel dolía.
— Anda, solo iré por un trapo con agua y un par de mantas más para ti, no moriré por hacerlo —levité retirando las mantas de mi regazo, dando otro pequeño beso en su frente antes de salir de la habitación y dejarle allí.
Volví rápido sosteniendo entre mis manos lo mencionado hace un momento, encontrándolo con aquella manta que él me había traído, enroscada en su cuerpo. Sonreí enternecido.
— Sabía que te sentías mal —dije colocando aquello sobre la mesita de noche, yendo a él para apretujarle en aquella manta —. Anda, que ahora me toca cuidarte —besé de forma suave su mejilla, sintiendo después como me era devuelto el gesto.
— Quiero dormir, así, contigo —siseó mientras dejaba salir un suave ronroneo de sus labios, apoyando su cuerpo contra el mío.
Aproveché el tenerle tomado de espaldas y nos recosté mientras colocaba otra de las mantas sobre nosotros, dejando bien arropados a ambos.
Le apretujé de la cintura, apoyando mi cabeza sobre su hombro para dar pequeños besos en su mejilla derecha, jugando de vez en cuando con sus orejitas. Era muy similar que mimar un peluche. Uno bastante suavecito...
Se giró después de un rato, entrelazando sus piernas con las mías y abrazándose se mi dorso.
Apoyé mi mentón en su cabeza, pasando mis manos hacia su espalda para acariciarla de forma suave, logrando que así por fin lograra dormirse.
Ambos estábamos tibios, cómodos y acurrucados; ya después me dedicaría a bajar su fiebre, por ahora no tenía ni la más mínima intención de hacer algún movimiento, no me animaba a despertarle.
Quería que nos quedarámos un momento más así, dándonos calor mutuamente, incluso se podría volver el mejor tratamiento para esta condenada gripe...
Sus brazos... Sus caricias... Él, simplemente él...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro