
13.- Comiendo helado
Once años atrás...
2007
¿Cuánto eran un año para un niño?
Pues tal vez no muchos para cualquiera, pero sí una eternidad llena de cosas nuevas para él.
Cada día era una aventura y no, esto no se volvió un programa infantil, literalmente siempre era una aventura a la cual me arrastraba...
No era mucho de mi gusto tener que compartir sus juegos tontos, pero no me quedaba de otra.
Me senté en el sofá después de haber escapado de él para ir al supermercado a conseguir varias cosas.
Ya llevaba bastante intentando no comprar alguna golosina u otro tipo de caramelo o dulce con la preocupación de que él los comiera y les hiciese daño. Hasta cierto punto me sentía como una de esas madres exageradamente sobreprotectoras.
Aunque hoy tenía unas inmensas ganas de comer cualquier cosa dulce y me animaría a darle a probar dichas cosas al niño.
Le escuché bajar a tropezones por las escaleras, me giré allí, mirándole con una sonrisa.
— ¡Volviste! —se apresuró a gritar mientras corría al sofá para arrojarse sobre mí. Me quejé cuando me dejó sin aire.
— Vamos, no tardé tanto —le alejé de mí sentándole a un costado, recuperando de una el aire perdido. Me levanté de nuevo al sentir su mirada curiosa.
Aún no me lograba acostumbrar a tenerle aquí y me incomodaba mucho su actual actitud.
— ¿Qué trajiste? —preguntó colocándose de pie al igual que yo, corriendo rápido a la mesa en donde había dejado las bolsas.
— Cosas.
— ¿Qué cosas? —rodeé los ojos yendo hacia él, abriendo la bolsa y sacando de uno a uno los objetos empaquetados. Su atención pronto se miró llamaba por una lata con envoltura marrón.
— ¿Quieres probarlo? —tomé dicho frasco y lo abrí, mandándolo después por dos cucharas y dos tarros.
— ¿Qué es eso? —sus ojitos se abrieron con total curiosidad mientras yo tomaba con una de las cucharas un poco de helado. Se la di.
— Es algo muy rico, Meph.
La tomó mostrando un poco de desconfianza, su mirada fija en aquella cuchara lo demostraba. La llevó a su boca, dando un pequeño lametón en ella. Sonrió. Pronto comió de un bocado todo lo que había en esa cuchara.
— ¿Rico?
— ¡Mjm! —atinó a chillar, asintiendo con su cabeza y moviendo su colita.
Tomé ambos taros y la cuchara restante, colocando helado en ambos hasta la mitad. Le di uno mientras volvía a tapar el bote, sentándome en la mesa junto a él -el cual, antes de sentarse, se aseguró de arrastrar su silla y dejarla muy pegada a la mía-.
— Y ¿qué es eso?
— Dulces, Mephiles, ¿quieres uno?
Nota mental: No darle más de un dulce a un niño en plena tarde...
-448 palabras-
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