6.- Masturbación al activo
Parcialmente inspirado en el monologo del comediante Franco Escamilla "Sara y las hamburguesas" les dejo el video en multimedia en lugar de portada, por cierto, sí, soy fan de Franco Escamilla y ya.
Masturbación al activo.
Camus estaba enojado, todos lo sabían porque en pleno verano, había una mini tormenta en el santuario, algunos santos estaban contentos, Afrodita disfrutaba la nevada, le recordaba los inviernos suecos, pues aunque los inviernos en Atenas podrían considerarse fríos, nunca serían tan fríos como los de Suecia, los berrinches de Camus eran buenos para su piel.
Sin embargo otros santos, como digamos, Mu, no estaban felices, no estaban tan felices.
–Maldita sea, Milo, lleva desde anoche así, ve y hazle el amor para que se calme, no podré con esta ventisca y menos cuando la convierta en tormenta.
–He intentado todo, amigo, pero se encerró en escorpio y no me permite entrar, congeló mi puerta –se quejaba el santo de escorpión, no podía imaginar cómo es que terminaría su habitación luego de tanta humedad.
– ¿Has intentado disculparte? ¿Qué le hiciste?
–Esta vez no hice nada, lo juro.
Milo estaba sentado en un diván en el templo de Aries, suplicando que éste le ayudara a entender porque diablos Camus se había enojado, Shaka, amante de Mu, que estaba presente, por mero morbo, hizo la gran propuesta.
– ¿Qué fue lo último que hablaron? –Preguntó el virgo arqueando la ceja izquierda sobre su ojo cerrado, para luego beber del té que tenía en las manos.
Milo tomó un gesto dubitativo para contar su día:
P.O.V. Milo de Escorpio
Ayer decidimos salir, habíamos decidido hacer una reservación en el restaurante al que vamos cada año en nuestro aniversario, todo iba bien, comimos ahí, Camus dijo que él mandaría el menú al dueño que nos conoce bien, luego salimos, fuimos a la biblioteca, él eligió varios libros, me obligó a elegir uno, lo hice sin quejarme, ¡no pongas esa cara, Mu, de verdad no me quejé y hasta pagué! Luego pasamos a la tienda de antigüedades, tomé las espadas espartanas que he querido hace tiempo.
–Hizo usted una muy buena elección –Dijo el vendedor.
–Gracias, lucen geniales, pero aún no se en dónde ponerlas, las tengo guardadas –Contesté, hacia días habíamos ido Camus y yo y cuando las vi me enamoré de ellas.
– ¿De qué habla, cariño? – Me preguntó Camus, aún de buen humor, con tono más bien curioso – ¿Las compraste?
–Si amor –respondí– El día que vinimos te dije que me encantaron, así que vine y me las compré.
– ¡Sé que te encantaron! –Aquí ya empezaba a levantar la voz– ¿Por qué no me dijiste?
–No sé, no me pareció importante.
Milo se detuvo reflexivo –Y ya, después de eso no ya no me habló hasta que regresamos al santuario, congeló la puerta de mi templo y me echó, terminé durmiendo en acuario solo y pues, luego la ventisca.
– ¿Pero qué le hiciste, idiota? –Preguntó Shaka curioso.
–Lo juro, nada. –Respondió Milo.
Mu golpeó su mano con la frente. –Par de insensibles, ¿cómo que aún no se dan cuenta?
– ¿De qué? –Preguntó Milo con inocencia.
–¿De que hablas, corderito? – Apuntó Shaka.
Mu abrió los ojos incrédulo –Espadas que tú querías... –señaló a Milo, luego miró a su pareja por algo de apoyo, pero no encontró sino los ojos abiertos de curiosidad– aniversario... – negó dudoso con los ojos abiertos como si dijera lo más obvio a dos idiotas que no captaban – ¿nada todavía? –Ambos negaron, Mu torció los ojos fastidiado– Se molestó porque compraste las espadas.
Milo abrió los ojos sorprendido – ¿Él te dijo?
– ¿Por qué se iba a molestar? –preguntó Shaka sin entender.
–Camus compró una copia de las espadas como regalo de aniversario, ¿qué no es obvio? –los dos hombres frente a él negaron.
–Momento –detuvo Shaka– Si fuera así, ¿Por qué se iba a molestar? No había modo que Milo supiera que él había comprado las espadas.
–Ese no es el punto, par de idiotas insensibles. –Ambos caballero se sorprendieron ante el grito del, normalmente dulce caballero de Aries. –Imbéciles, largo de mi templo los dos, y tu –Señaló a Milo– Mas te vale deshacerte de tus espadas y rogar a Camus que te perdone ¡Valla zoquete! Arruinar una sorpresa como esa.
Ambos salieron echados por el santo de Aries que, indignado, les cerró la puerta en la cara.
– ¿Entonces todo este lío es porque me gusta comprarme lo que me gusta?
–No entendí nada.
Milo entró al templo de Escorpio, todo su salón de guerra estaba lleno de escarcha, en la parte privada, subterránea, la sala parecía un refrigerador de los que hacen escarcha. –Camus, lamento haber comprado las espadas que tanto me gustaron y no pensar que tú podrías regalármelas para nuestro aniversario. –Gritó, su armadura si lo protegía del frío, estaba seguro que sin ella no habría tolerado el clima.
La puerta se descongeló, Milo no sabía que Camus podía descongelar cosas, en fin, suspiró rascando la base de su tiara, la puerta se abrió y Camus salió –Es que a veces eres tan insensible, pero te he extrañado mucho, pensé que nunca te ibas a disculpar.
–Es que no sabía que habías comprado la copia de las espadas.
–Compre las originales –Dijo Camus y los ojos de Milo brillaron– Eh hice que les grabaran nuestros nombres –Los ojos de Milo se oscurecieron
Ningún fan que se respeta quiere que a ese artículo carísimo que tanto querías y tendrás, le graben nada, solo como aclaración.
– ¡Rayaste mis espadas!
–Aún no son TUS espadas.
–Están grabadas, son mías...
Milo se cruzó de brazos y Camus sonrió, jaló a Milo de la cola de su casco y lo llevó hasta la cama –Si te quitas la armadura me disculparé. –Lo dijo con una voz tan seductora que el escorpio no le quedó más que aceptar.
La mano de acuario viajó por entre el faldón de la armadura de su amante, su mano acarició el paquete que se guardaba su amante entre las piernas, la armadura cooperó, cayó rendida ante el cabellos turquesa, pronto Milo quedó desnudo del torso ante Camus, pero aún con el pantalón, Camus lo besó sin dejar de acariciar la prominente erección en los pantalones de su amante, este empezaba a liberar gemidos de placer ante tan deliciosas caricias, Camus bajó de los labios al cuello, su mano libre abrió los pantalones y sacó el miembro erecto ya.
Milo tomó a Camus de las caderas pero éste se negó a cambiar de posición, movió su muñeca con maestría sobre el glande apretando esa parte del cuerpo que brillaba de pre semen y servía como perfecto lubricante para que se moviera por el resto del tronco, con la otra mano acariciaba los testículos, los movía sin dejar de estimular, los gemidos de Milo inundaban la habitación, eran música para los oídos de su amante que seguía en su labor, ambos sudorosos y encantados.
Un ronco gemido le indicó al de cabellos ordenados y cejas bifurcadas Milo estaba por llegar al tan deseado orgasmo, se apartó un poco dejando a Milo desconcertado.
– ¿Qué pasa? ¿Por qué te detienes?
–Es tu castigo por comprar la copia barata y pirata de mi regalo de aniversario.
–No me jodas, necesito terminar.
–Buenas noches.
–Camus...
–Buenas noches, dije.
Y Camus se quedó dormido, pero al menos la tormenta terminó, para desgracia de Dita y alegría de... bueno, de todos los demás.
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