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Palabras a utilizar:
•Hogar
•Mujer
•Lágrimas
•Promesa
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El pequeño Luis estaba acostumbrado a cuidar su hogar mientras su padre no estaba, ahora que Mario había nacido sentía mayormente esa necesidad de estar alerta pues su pequeño hermanito no se quedaba quieto ni un minuto.
Le ayudaba a su madre con los quehaceres del hogar y cuidaba a su hermano mientras la mujer hacía la comida. Siempre era lo mismo y estaba acostumbrándose a su nueva rutina pero... ese día algo iba mal...
Era un día soleado, común y corriente. Nada parecía nuevo o extraño, pero en cierto modo algo era diferente.
Esa mañana su padre salió más temprano de lo usual, Luis recordaba haberlo visto salir de prisa ante un llamado de los vigías. Su madre parecía nerviosa, estaba distraída y extrañamente callada, definitivamente algo iba mal.
Pasaron las horas y su padre no volvía, el pequeño veía desde la entrada de su casa a los otros exploradores volver, pero no lo veía a él...
-Luis, entra a la casa por favor -le llamó su madre al verlo al borde de la puerta con el arco que su padre le regaló en las manos
-No ha vuelto -murmuró el pequeño estrujando en sus manos aquella arma
-Vuelve adentro, por favor.. quédate con Mario, yo veré que pasa
El pequeño asintió y se levantó para adentrarse a su hogar mientras su madre salía a ver que pasaba. Suspiró mientras subía las escaleras hacia la habitación de su hermanito de casi dos años, quien estaba en su pequeña cama jugando con una pelota. Mario levantó la vista y soltó una risa alegre viendo a su hermano, levantó sus bracitos hacia él y el mayor sonrió a medias sentándose a su lado.
-Sé que eres muy pequeño para entenderlo y no deberías preocuparte por esto -comentó en bajo mientras tomaba la pelota -pero algo parece ir mal... papá no vuelve.. -Mario lo vio con atención y se levantó como pudo para abrazar al mayor
-¿Papá? -preguntó desconcertado
-Estará bien.. -le devolvió el abrazo -es el más fuerte de todos, nada puede contra él... nada... -murmuró
Luis abrió sus ojos al escuchar que abrían la puerta de su casa, se removió con cuidado para no despertar a su hermano y se levantó para ver quien entraba. Vió en la entrada a su madre, ésta lloraba mientras una chica trataba de consolarla.
Bajó las escaleras con cuidado para acercarse, su madre lo vió y se acercó a él abrazándolo con fuerza.
—¿Y papá? –preguntó en un susurro sintiendo lágrimas acumularse en sus ojos al imaginar la respuesta
—Tu padre siempre estará con nosotros mi niño...
Aquello le confirmó su temor. Su padre no iba a volver..
Aquella chica que iba con su madre le dió una daga, una daga que era de su padre. Lo último que habían podido encontrar de él.
(A partir de aquí continuación de capítulo 12)
Luis observaba aquella daga en sus manos, les había costado mucho encontrarla pero ahí estaba.
—Tú deberías tenerla.. Yo la perderé –murmuró Mario
—Papá habría querido que tú la tuvieses –se agachó para quedar a su altura —Yo tengo su arco, lo justo es que tú conserves su daga
—¿Y si vuelvo a perderla? –preguntó viendo a su hermano con preocupación
—Volveré a ayudarte a buscarla –sonrió y revolvió su cabello suavemente
—¿Y si yo vuelvo a perderme? –su semblante ahora se hizo triste
—Volveré a buscarte hasta dar contigo –le aseguró
—¿De verdad? –preguntó con sus ojos llorosos, el mayor estiró su mano hacia él
—Promesa de hermano mayor –Mario sonrió y tomó su mano para cerrar su "trato", después simplemente lo abrazó con fuerza
—Gracias por cuidarnos siempre Luis –murmuró liberando sus primeras lágrimas
—Son mi familia, siempre cuidaré de tí y de mamá.. Siempre..
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