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Enemigos

Era de madrugada, el lugar apestaba a cigarro y alcohol y el rechinido de las camas despotricadas podía ser igual o aún más alto que el de la música a todo volumen.
Y entre esa descontrolada fiesta, estaban un par de enemigos mortales. No se miraban a muerte, no se insultaban, no estaban apunto de empezar una pelea… de hecho, era un tanto curioso lo que hacía aquel par de chicos.

— Apuesto lo que quieras a que consigo más números que tú. – habló el mayor

— Sigue hablando Sykes, yo puedo optener el doble que tú. Soy irresistible. – le responde el pelinegro – Conseguiré el número de todos aquí – se burla el menor, sonriendo como si lo que tuviera enfrente fuera la victoria más fácil del mundo.

Biersack camina confiado en dirección a la cocina, buscando a la anfitriona de la fiesta, Scout, una de las chicas más populares en toda la universidad, no sólo por ser hermosa sino también por ser la #2 en la clase.

Andy tenía el primer lugar. Porque Andy era el mejor siempre.

Era una gran ventaja, al menos tiene un tema de conversación y un poco de historia con ella. Así que era algo seguro, esta noche le ganaría a Sykes.

La joven chica estaba recargada sobre el fregadero de la cocina, con un vaso de plástico rojo en la mano. Andy lleveba un vaso igual a medio vaciar de cerveza y una sonrisa coqueta en su rostro.

Podía sentir la mirada del castaño clavada en su espalda a pesar de que ahí todavía había mucha gente rodeandolos.

Scout lo vio acercarse y al instante sonrió animadamente, ellos se podrían considerar alguna extraña clase de amigos, una amistad que había comenzado mucho tiempo atrás, en medio de un problema matemático imposible para casi toda la clase.

— Hola Scout – saludó el ojiazul – grandiosa fiesta. Te ves hermosa esta noche. – los alagos iniciales del menor tuvieron que ser gritados para que pudieran ser escuchados. Cambiando de estrategia se acercó más a la castaña y se inclinó hasta su oído susurrando en alto para ella un par de palabras.

Al separarse en el rostro de la chica había una sonrisa enorme y una mirada coqueta.

Oliver a lo lejos se preguntaba qué tanto le pudo haber susurrado en diez segundos, pues debió haber sido muy bueno para recibir tal toqueteo por parte de la chica.

Continuaron charlando animadamente, la chica reía con las palabras de Andy y había momentos en los que se sonrojaba violentamente.

Cualquiera que tuviera dos ojos podía decir que Scout ya estaba apartada para el amanecer.

Pero el tiempo había pasado y Scout le tendió su número telefónico en un papel arrugado, dandole un beso en la mejilla a Biersack.

Sin desperdiciar más segundos, camino con dirección hacia otra parte de la casa, le había dado una ventaja increíble a Andy, pero eso era lo de menos.

Había llegado a la sala, en donde cinco chicas de encontraban bailando descaradamente, debía saber jugar, pidiendo el número de cada una por separado o al escoger a la más linda. Pero Oliver quería ganar y lo conseguiria.

Esperó casualmente a que cada chica se alejara de la pista de baile y les ofrecía una bebida y dos minutos de conversación para después pedir sus números; en la cuarta chica, no pudo evitar mirar a su alrededor y ver recargado sobre una de las paredes cercanas a la escalera a su contrincante, pero Sykes no estaba viéndolo espeficicamente a él. Sino a la mano del chico que estaba frente a Biersack.

Su mano, su jodida mano, estaba sobre la cadera del menor, casi posándose descaradamente sobre su trasero.

Dejó el vaso de cerveza en la primer superficie que encontró, dejó hablando sola a la pelirroja y fue hacia el par de chicos

Ni siquiera se detuvo a pensarlo, una persona celosa no suele hacerlo, y en cuanto llegó a su novio, alejó al intruso de lo forma menos pacífica y beso los labios de Andy.

No estaba siendo posesivo en lo absoluto, era más bien marcar territorio de lo que era suyo. Y Andy Biersack era suyo desde hace ya siete meses.
Su boca, su cuello, los suspiros y todo pedazo de su cuerpo eran totalmente suyos.

Y todos los que estuvieran ahí. Estaban teniendo el privilegio de saberlo. En especial aquel estúpido castaño.

Inmediatamente el menor enrredo sus brazos al cuello de Oliver, mientras éste dejaba viajar sus manos hasta los muslos de Biersack obligándolo a rodear con sus piernas la cintura del mayor.

No le importaba en lo más mínimo que media universidad los estuviera viendo, Sykes no se detendría hasta llegar al piso de arriba y encontrar una cama desocupada.

Pero para su suerte, sólo pudo encontrar el baño desocupado y Oliver estaba lo suficientemente duro como para que aquello fuera un problema.

Se metieron y pusieron el seguro para evitar interrupciones, y con tan sólo poner un pie dentro, ambos comenzaron a desnudarse de una manera impresionante.

Se besan sin darse tregua y una vez que el mayor pudo quitarle los pantalones y la ropa interior a Biersack, éste se sentó sobre la tapa del retrete con su pene erecto y lubricado.

— Apuesto lo que quieras a que te hago venir primero – le dijo el pelinegro a Sykes una vez que estuvo sobre su regazo, con su trasero moliendo contra la molesta erección del contrario.

— Hecho. – y sin más se introdujo en su interior. Dentro del menor una pulzada de dolor se instaló inmediatamente dentro de él y sobre su espalda baja, estaba  acostumbrado al tamaño de Oliver dentro de él pero a pesar de estar tan excitado, no había sido suficiente.

Andy haría una nota mental sobre ello para la siguiente ocasión.

Oliver esperó pacientemente la señal de Andy para comenzar a empujar su pelvis contra su novio, podía ser un cabrón de mierda, pero incluso él sabía que hoy había cruzado la línea.

Los pequeños y casi inadvertibles saltitos de Andy, fueron su detonante a tomar las caderas del menos para hacer que se autopenetra con más fuerza y más velocidad.

Biersack besaba a Oliver cada que podía y cuando el mayor encontró su prostata pegó un grito de placer y escondió su rostro en el espacio que dejaba el cuello de Sykes.

Se miraban con los ojos dilatados y las bocas semi abiertas, jadeando y maldiciendo y ninguno cedía, ninguno quería perder.

Oliver estaba seguro que lo lograría, casi pudo saborear el triunfo cuando siguió golpeando la prostata del menor y éste sólo se retorcía en sus brazos.

No contaba con que Andy apretaría su trasero al rededor de su pene, causándole a Oli un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Mucho menos que al oído le susurrara.

— Si te vienes dentro de mí, yo prometo no limpiarme, llevaré tu semen durante toda la noche, dejaré que vuelvas a tenerme en el asiento trasero de tu auto. Sólo vente dentro de mí, amor.

Si de algo estaba seguro Oliver, era que Andy sabía ganar una apuesta. Él siempre sería un enemigo digno y aunque no fuera la noche, la siguiente la ganaría él.


Para -Badless

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